Sonriente y animosa, Christine vive en la región semiárida de Karamoja, en el noreste de Uganda. Su esposo falleció hace ya algún tiempo y ahora debe ocuparse ella sola de sus seis hijos. Christine tuvo dificultades para sacar adelante a su familia y garantizar las necesidades básicas de sus hijos. “Estaba continuamente pidiendo algo a alguien”, recuerda.
La agricultura siempre ha sido la fuente principal de sus limitados ingresos. “Vivir del campo era difícil”, explica. “A veces me encontraba sin semillas cuando llegaban las lluvias. Y la gente no estaba muy dispuesta a ayudarme, porque sabían que tendría dificultades para devolverles el dinero”.
Christine se unió a su grupo de la escuela de campo para agricultores (ECA) en 2011. “A través de la ECA –asegura– no solo aprendí cómo planificar mejor mis actividades, sino también cómo entender el momento adecuado para la siembra, cómo usar menos semillas para un mismo resultado final y cómo establecer una estrategia de comercialización”.
Las escuelas de campo para agricultores (ECA) son escuelas sin muros. Se centran en el concepto de aprendizaje práctico con el objetivo de desarrollar las habilidades de los campesinos y mejorar su capacidad para analizar de forma crítica y resolver los problemas agrícolas locales. En las ECA, los agricultores son los expertos. Son ellos quienes deciden qué les resulta importante y qué incluir en su plan de estudios. Esto garantiza que la información sea relevante y se adapte a las necesidades reales de los participantes. La ECA promueve la idea de que el aprendizaje es algo singular de cada persona y que, para promover nuevos conocimientos, se debe tener en cuenta la experiencia previa.
“No solo tenemos nuestro huerto que nos garantiza unos ingresos notables, sino que también usamos un sistema rotatorio en el que todo el grupo trabaja de forma conjunta en el campo de una persona y luego en el de otra”, explica Christine.
El campo, el rebaño o el paisaje es el principal espacio de aprendizaje, alrededor del cual se organizan las actividades de la ECA. Los campesinos aprenden directamente de lo que observan, recolectan y experimentan en su entorno. Producen sus propios materiales de aprendizaje (dibujos, etc.) en base a sus observaciones y experiencias.
A través de sus conocimientos y gracias a su éxito, Christine se convirtió en un punto de referencia para otros habitantes de su aldea: “Vienen a pedir consejo –asegura– sobre cómo hacer esto o aquello. Ahora prestan atención a lo que les digo, existe una gran diferencia en comparación con el pasado“.
Christine cultiva actualmente sorgo, maní, caupí, girasol y hortalizas. Se queda con una parte de su producción y el resto lo pone a la venta. “Ahora mi prioridad es invertir en la educación de mis hijos”.
Los seis hijos de Christine estudian en internados en localidades cercanas.
“De vez en cuando hay todavía quien me pregunta por qué envío a mis hijas a la escuela, ¿por qué no haces que se casen?”, dice riendo Christine. “La educación es tan importante. Mis hijos quieren estudiar, por lo tanto, estudian. Cuando tienes formación, siempre encuentras trabajo”.