Amiat Ahmed, de 27 años de edad, vive con su hijo de dos años y con sus padres en la zona de Wollo del Sur, en la región de Amhara, Etiopía. Al igual que muchos otros jóvenes en su región, Amiat sentía que había pocas oportunidades para obtener ingresos en su aldea, lo que la llevó a tomar la decisión de emigrar a Arabia Saudita.
“Veía que los jóvenes de mi pueblo enviaban dinero a sus familias”, dice Amiat sobre aquellos a los que sintió deseos de imitar: “pensé que podría hacer lo mismo por mis padres”.
Por desgracia, los planes de Amiat para su futuro en el Medio Oriente no salieron como ella había esperado. Para llegar a Arabia Saudita, tuvo que caminar durante días por el desierto sin comida ni agua, y en la ruta fue maltratada por los traficantes. Tras un viaje difícil y arriesgado, llegó finalmente a Arabia Saudita, pero no tuvo una calurosa bienvenida.
“Nada era como me esperaba”, admite Amiat.
Pasó cinco años en Arabia Saudita trabajando como empleada doméstica para una familia.
Aunque la realidad era diferente de lo que había imaginado en su hogar en Etiopía, Amiat siguió en su trabajo para enviar dinero a su familia. De esta forma, cumplió en parte su sueño: logró ganar suficiente dinero para ayudar a su padre a comprar bueyes, y también para enviar a su hermano menor a la universidad. Pero antes de que Amiat pudiera ganar lo necesario para ayudar a su familia a construir una casa mejor, tuvo que abandonar Arabia Saudita debido a su condición de inmigrante irregular.
“Mi plan –explica– era trabajar durante tres años más para ahorrar dinero para mi familia, pero me vi obligada a regresar”.
Al volver a su casa en Wollo del Sur, Amiat no tenía ingresos ni medios para mantener a su familia. Pero con ayuda de los administradores locales, se unió a una cooperativa avícola que iniciada con el apoyo del proyecto de Movilidad Juvenil Rural de la FAO (Rural Youth Mobility, RYM por sus siglas en inglés).