Purity Karemi no planeaba convertirse en agricultora. Esta joven de 25 años fue a la universidad en Nairobi para obtener un título en adquisiciones y administración, y tanto ella como su familia esperaban quedarse en la bulliciosa ciudad. Pero una formación de la FAO cambió sus planes.
A principios de 2017 se inscribió en una capacitación de la FAO para jóvenes sobre agronegocios en su condado natal de Tharaka-Nithi, en Kenya. Esta capacitación es parte de un proyecto de agronegocios financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). El programa se dirigía a los jóvenes de la zona con el objetivo de prepararlos trabajar en la producción agrícola comercial. Pureza y sus colegas aprendieron sobre buenas prácticas agrícolas, manejo de agua agrícola, agronegocios y conocimiento y prácticas de nutrición. "La formación me motivó mucho y le pedí a mi padre cultivar parte de la tierra de la familia", explica.
Con el subsidio que había recibido de la FAO, compró campos de batata.
¡Unos meses después cosechó batatas por un valor casi cuatro veces superior a lo que invirtió!
Ahora, Purity ha añadido dos nuevos cultivos a su tierra: sandía y pimiento. A fines de 2018, hizo su primera venta de cinco toneladas de sandía a Twiga Foods, un comprador que le presentó la FAO. Compañías como Twiga Food se presentan a los productores porque compran directamente a los agricultores a precios competitivos y, lo que es más importante, pagan de forma puntual.
Además, está poniendo en práctica su educación universitaria: está llevando un registro de todos los gastos e ingresos, controlando meticulosamente la rentabilidad de su negocio, y también emplea a otros jóvenes de su comunidad para ayudarla en su explotación.
"Cuando nuestra hija comenzó a expresar interés en la agricultura, no estábamos tan entusiasmados", admite el padre de Purity, Letton. "Queríamos que hiciera algo más. Sin embargo, hoy le recomendaría que trabajara en la agricultura, porque ha encontrado claramente su pasión”.