“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; (...)”. Declaración Universal de los derechos Humanos, Artículo 25.
En diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas marcaba un hito con la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el primer reconocimiento internacional de algunos derechos humanos fundamentales. El artículo 25 establece el derecho humano a la alimentación.
71 años después, todavía millones de personas en todo el mundo no gozan de esos derechos, y en concreto, más de 820 millones de personas aún no cuentan con suficientes alimentos nutritivos para llevar a cabo vidas activas y saludables.
Desde su creación en 1945, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha dedicado todos sus esfuerzos erradicar el hambre y la malnutrición. Para ello, trabaja estrechamente con sus Estados miembros, pero también con actores de otros sectores imprescindibles para lograr que el derecho a la alimentación se cumpla en todo el mundo.
Una lucha mundial
Sí, en todo el mundo. En los llamados países en desarrollo, pero también en los países más avanzados, este derecho no está aún garantizado. No basta con que haya alimentos disponibles, los alimentos deben ser sanos y nutritivos y los Gobiernos deben velar porque así sea, adecuando la legislación para proteger este derecho.
“El hambre es un problema complejo que no puede abordarse aisladamente desde una única perspectiva, ya que son diversos los factores que impactan en la agricultura y la alimentación”, explica Celia Fernández Aller, profesora de Derecho en la Universidad Politécnica de Madrid, España. Celia forma parte del Observatorio del derecho a la alimentación de España (ODA-E), una red de académicos única por sus características en Europa.
“Es necesario un observatorio de esta naturaleza en España”, afirma con rotundidad. “No solo porque la inseguridad alimentaria ha empeorado en los últimos años, sino porque construir un mundo más justo compromete a todos los países. Las naciones desarrolladas causan y condicionan gran parte de los problemas que afectan a nivel mundial, como el cambio climático, el modelo industrial y el consumo energético.”