A lo largo de la historia, se han cultivado entre 6 000 y 7 000 especies vegetales como alimento. No obstante, hoy en día el 40 % de nuestras calorías diarias provienen solo de tres cultivos: el arroz, el trigo y el maíz. Los seres humanos dependen de poco más de 30 especies vegetales, muchas de las cuales se esfuerzan por sobrevivir frente a los cambios ambientales de hoy.
Con el grave deterioro de la biodiversidad y de ecosistemas enteros, el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura desempeña una función cada vez más importante en la promoción de los agricultores y de la contribución esencial que hacen a la diversificación de los cultivos que alimentan al mundo. El Tratado fue negociado por la FAO y la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura (CRGAA) y aprobado en 2001 con el propósito de crear un sistema mundial que ofrezca acceso a materiales fitogenéticos a agricultores, fitomejoradores y científicos.
El material genético de cada una de las variedades de especies es único y precioso. Esta información genética, derivada de una selección natural y humana de muchos años, es fundamental para el futuro de la alimentación. El material genético garantiza la biodiversidad agrícola y otorga a las distintas especies la capacidad de hacer frente a los cambios, ya sean el cambio climático, nuevas plagas y enfermedades, la sequía o incluso inundaciones.
El Fondo de distribución de beneficios del Tratado invierte en proyectos mediante los que se conservan y desarrollan, en cooperación con los agricultores, los recursos genéticos de los cultivos con miras a mejorar la seguridad alimentaria.
A continuación, se presentan tres ejemplos de cómo este Tratado ha ayudado a las comunidades agrícolas de los países en desarrollo a afrontar el cambio climático y otras amenazas ambientales.
1. Intercambio y desarrollo de variedades biodiversas de papa en Bhután, Nepal y el Perú
En el altiplano andino se cultivan más de 4 000 variedades nativas de papa. Estas variedades están bien adaptadas a condiciones extremas y al cambio climático. Por el contrario, Bhután y Nepal solo tienen dos variedades de papa adaptadas al lugar, a pesar de que se enfrentan a condiciones y amenazas ambientales parecidas a las de los Andes. Teniendo esto presente, en el marco del proyecto se intentó reducir la vulnerabilidad de las comunidades de montaña mediante la introducción de papas que fueran más resilientes ante temperaturas extremas y ofrecieran una mejor calidad nutricional.
En estrecha colaboración con el Centro Internacional de la Papa del Perú, agricultores de Bhután y Nepal empezaron a participar directamente en la selección de nuevas variedades de papa que fueran resilientes, biodiversas y de alto rendimiento. Desde entonces, el material genético de esas papas se ha conservado, multiplicado y utilizado en los sistemas nacionales de investigaciones agronómicas de los tres países.