Mucho antes de morir, la palma datilera emite un zumbido. Un ruido monótono y quedo que anuncia su agonía. Erguida y esbelta hasta el final, parece gozar de buena salud. Quizá no se note, pero se está apagando, consumida por el picudo rojo de la palmera. El Rynchophorus ferrugineus está avanzando.
“El insecto llegó al Cercano Oriente en la década de los 80 proveniente del sudeste asiático,” afirma Hassan al-Ayied, profesor de entomología en la King Abdulaziz City for Science and Technology de Riad, que ha estado compartiendo con la FAO su experiencia de 20 años de observación del picudo rojo de la palmera. “Llegó al este de la Arabia Saudita en el interior de palmas ornamentales importadas. Se habría podido parar en seco en aquel momento, pero no se hizo.”
Más o menos cada año, la plaga pone una pica —o más bien su hocico curvado y peludo— en un nuevo país o región. Desde el Cercano Oriente se propagó a partes de África, el Cáucaso y el Mediterráneo. Para 2019, se había extendido muy hacia el norte hasta llegar a los Balcanes.
Además de extremamente invasiva, esta plaga también es gregaria. Un solo árbol puede verse colonizado por varias generaciones: larvas, pupas, adultos. Las hembras depositan sus huevos en las grietas, 300 de una sola vez. Las larvas nacen de los huevos: se alimentan horadando la planta, dejando tras de sí un rastro de deyecciones, una mezcla de excrementos y fibra masticada. Escarban sin parar, pero su zumbido destructivo es inaudible a menos que se disponga de un costoso material especial.
En algunos casos, la presencia de deyecciones alertará a los productores a tiempo, permitiéndoles salvar parte de la palma. Sin embargo, a menudo el árbol muere sin haber sido diagnosticado, con su sistema vascular carcomido.
En torno a 2010, la isla caribeña de Aruba se afanaba en urbanizar su pintoresca costa. “Querían grandes cantidades de palmeras decorativas,” recuerda al-Ayied, “así que las consiguieron a un precio asequible provenientes de África del Norte. Los árboles venían contaminados.” Las condiciones cálidas y húmedas de Aruba fueron ideales para la propagación. A partir de ahí, la plaga llegó a la vecina Curaçao.
Durante mucho tiempo se pensó que la clave de la propagación del picudo era su capacidad para recorrer grandes distancias volando. Dicha teoría fue desmentida recientemente: la mayor distancia documentada que puede recorrer volando sin detenerse son 69 metros. “Si el picudo rojo de la palmera está ahora presente en gran parte del mundo,” dice al-Ayied, “es a causa de las deficiencias en el comercio internacional de palmas.”