Rodeadas de naranjos, limoneros y mangos, encontramos a Rebeca, Fedora, Natalia, Campana y Gertrudis. Son 5 de las 21 vacas que poseen Marlene Vacusoy y su esposo, Cornelio León, aunque la cría de ganado es algo relativamente nuevo para esta pareja ecuatoriana.
Siempre habían sido granjeros, pero nunca tuvieron ganado, de modo que cuando el hijo de Marlene y Cornelio llegó a casa un día con una vaca y el deseo de comenzar a criar ganado, la pareja no estaba contenta. Habiendo estado toda la vida dedicados a la agricultura en Pedro Carbo, en la provincia de Guayas, en el oeste de Ecuador, habían cultivado algodón, maíz y maní, pero no sabían nada sobre el manejo del ganado y tampoco tenían intención de aprender.
Su hijo no estaba de acuerdo. Los precios de los productos eran bajos y la familia necesitaba desesperadamente una nueva forma de ganar dinero. Se daba cuenta que la ganadería tenía el potencial de cambiar sus vidas. Cuando este hijo falleció poco tiempo después, Cornelio y Marlene pensaron que la mejor manera de honrar su memoria era iniciar el negocio que tanto le apasionaba.
Sin embargo, no fue tarea fácil. Marlene y Cornelio tenían poca hierba para alimentar el ganado, por lo que tenían que recorrer caminando los campos circundantes con sus 21 vacas para permitirles pastar. Bajo la lluvia o el sol, salían de la granja temprano por la mañana y caminaban durante horas por el borde de las carreteras, los caminos locales y las riberas de los ríos, en busca de hierba fresca.
“Solía llevarnos toda la mañana sacar a las vacas a pastar”, explica Marlene. “Llegábamos a casa alrededor de la 1 o las 2 de la tarde, sudorosos, cansados y hambrientos. Entonces, tenía que cocinar para dar de comer a mi familia. Los dos tenemos más de 60 años, ¡no nos resultaba fácil!”
Empezando
Al igual que Marlene y Cornelio, Luis González también era nuevo en el sector ganadero. Luis había sido pescador, como sus padres, pescando en la presa a las afueras de su granja en Las Balsas, en la provincia de Santa Elena, en el oeste de Ecuador. Conservó algunas vacas, aunque sus tierras de cultivo áridas dificultaban conseguirles alimento y, más allá de ordeñarlas de vez en cuando, las dejaba a su suerte. Pero con las condiciones climáticas cambiantes, su sustento como pescador no estaba aportando suficiente dinero para alimentar a la familia.