La alarma del despertador sonó hace unos minutos, antes de la llamada matutina a la oración. Son las 5h15 y todavía está oscuro afuera. Miles Woodgate está desayunando y preparándose para un largo día de lucha contra la langosta del desierto. Este británico es uno de los pilotos que llevan a cabo tareas de fumigación aérea en el país más oriental del Cuerno de África: es la primera vez en los últimos 30 años que la situación de seguridad permite que esto suceda en Somalia. A las 6 de la mañana, Miles y el resto de la tripulación de Guardian Helicopters -empresa contratada por la FAO para la campaña contra la langosta de Somalia- están listos para ser recogidos en su hotel y dirigirse hacia el aeropuerto.
“Nos pusimos en marcha hace un mes. En ese momento, transportaron los helicópteros desde los Estados Unidos de América. Los volvimos a montar en Nairobi (Kenya), volamos a Mogadiscio (Somalia) y ahora estamos aquí arriba en Garowe (en el estado de Puntlandia, en Somalia), y hemos estado fumigando durante las dos últimas semanas”, explica Miles. “Debido especialmente a (los retrasos causados por) la COVID-19 y la dificultad para llegar hasta aquí, resulta bastante sorprendente cómo se ha conseguido todo”, añade.
Lo primero en el orden del día es la reunión informativa matutina con el equipo, los expertos de la FAO y los funcionarios del Gobierno en el aeropuerto. “El día se organiza en realidad con una llamada telefónica del Dr. Hared en la tarde anterior a la jornada de vuelo”, dice Miles. El Dr. Hared Nur es un experto somalí en langostas del desierto que trabaja con la FAO para coordinar las operaciones de lucha contra la langosta en Puntlandia y Galmudug. En base a la información recibida la noche anterior de los observadores en tierra, se establecen los objetivos para la jornada.