Ritah Alfred nació cerca de Yuba cuando Sudán del Sur todavía era la región meridional de Sudán. En 1993, huyó de la guerra civil que posteriormente daría origen a la creación del país más joven del mundo. Ritah viajó con su familia hasta Uganda cuando tenía cuatro años y fue criada posteriormente por su tío, recibiendo una buena educación y disfrutando finalmente de una vida segura y cómoda.
Ritah podría haberse quedado en Uganda. Pero, tan pronto como se graduó en la universidad, regresó a Sudán del Sur para ayudar a construir su nuevo país.
“Quería volver porque amo a mi país y me siento orgullosa de ser sursudanesa. Creía firmemente que tenía un papel que desempeñar en la construcción de la paz y el desarrollo, así que volví también para marcar una diferencia y un cambio en mi comunidad”, dice.
Ritah entró en contacto por primera vez con la FAO cuando trabajaba para una empresa de mantenimiento local que había sido contratada para mantener limpias y ordenadas las oficinas de la Organización en Yuba. Se quedó impresionada cuando vio la labor que se estaba llevando a cabo. Cuando se presentó una oportunidad de incorporación de personal al equipo que gestiona la entrega de suministros agrícolas a las familias necesitadas, Ritah se postuló para el puesto y lo consiguió.
Sudán del Sur no siempre es un lugar fácil para trabajar, sea cual sea el sector, y el trabajo humanitario en especial es notoriamente arduo: preocupaciones relacionadas con la seguridad, limitaciones de orden cultural, infraestructuras deficientes. Estos son solo algunos de los obstáculos a los que los trabajadores humanitarios, en particular las trabajadoras humanitarias, se enfrentan.
Realizando tareas que van desde la supervisión de los proveedores y el mantenimiento de los almacenes bien abastecidos hasta la coordinación de la carga de camiones y la gestión de productos vitales como las semillas, Ritah desafía el orden establecido como mujer trabajadora en el campo de la logística, un campo dominado mayoritariamente por hombres. Pero Ritah pronto afrontaría un reto adicional: el inicio de su nuevo cargo coincidió prácticamente con el estallido de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19).
No obstante, ella está sin duda a la altura del desafío.
Ritah se adaptó rápidamente a la nueva realidad. Mientras algunos de sus colegas trabajan desde casa, ella permanece en la primera línea, garantizando la continuidad de las operaciones de la FAO en Sudán del Sur.
“Cuando apareció la COVID-19, tuve miedo y me sentí insegura, pero desde que recibí formación sobre las medidas de seguridad, he adoptado las nuevas medidas para mantener no solo mi propia seguridad, sino también la de las personas de mi entorno”, señala.