Istaahil Mohamed está de pie junto al fogón de su pequeño restaurante y llena un plato con arroz recién cocinado en una olla. Originaria de la aldea de Ceel Xumo en el distrito de Burao, en Somalilandia, Istaahil ha recorrido un largo camino para poder servir esta cucharada de arroz en su propio negocio. Ha creado, es propietaria y gestiona tanto el restaurante como el quiosco que se encuentra al lado, partiendo de una exitosa empresa agrícola que inició hace tres años con el apoyo de la FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Hoy en día, a través de este próspero “pequeño imperio” —como lo denomina Istaahil—, esta mujer de 40 años y madre de cuatro hijos es capaz de mantener a su familia y pagar las cuotas escolares de los niños.
Atreverse con la agricultura
Istaahil y su familia solían depender del ganado, y llegaron a tener hasta 20 cabras. Pero después de morir todos los animales tras las graves sequías de 2016-17, decidió dedicarse a la agricultura.
A pesar de tener pocos conocimientos agrícolas, Istaahil vio en ello una oportunidad para mantener a los suyos, aunque no era nada fácil. Todavía recuerda haber llevado a la espalda bidones de agua para regar su pequeña explotación. Durante los dos primeros años, sólo podía producir lo suficiente para la subsistencia de su familia.
Istaahil se encontró entonces con una iniciativa conjunta de la FAO y el PMA, financiada por Canadá, que ayudaba a mejorar la resiliencia de las comunidades de la zona. El PMA ofrecía transferencias de efectivo para que la gente trabajara en puntos de captación de agua, que luego la FAO mejoraba y vinculaba a sistemas de riego. “Ahora utilizo tuberías para regar los cultivos”, dice con alivio.
La FAO proporcionó también a Istaahil y al resto de pequeños campesinos de su aldea algunos de los principales recursos agrícolas necesarios, como carretillas, regaderas y plantones, para que pudieran cultivar sus huertos.
La iniciativa de Istaahil despegó realmente tras la formación agrícola básica del PMA, seguida de una capacitación más avanzada ofrecida por la FAO. Con esta formación, así como con el equipo y las semillas que recibió de la FAO, Istaahil pudo aumentar la variedad y el rendimiento de sus cultivos. Trabajando sin descanso en su pequeño huerto —de apenas 12 por 14 metros—, pudo cultivar diferentes árboles frutales y hortalizas, entre ellas espinacas, berzas, cebollas y tomates.
A medida que siguió ampliando su huerto, empezó a producir excedentes para venderlos en el mercado. Ahora, con una buena cosecha, puede vender 22 kilogramos de hortalizas en promedio.