Los agricultores de Mozambique se reinventan tras un ciclón y una pandemia


Cuando ya se estaba recuperando del ciclón Idai, João se enfrenta ahora a la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19)

Después de perder sus cultivos por un ciclón, João Guerra debe adaptar ahora sus medios de vida para sobrevivir también a una pandemia. ©FAO/Telcínia Nhantumbo

06/11/2020

En marzo de 2019, el ciclón Idai golpeó la explotación agraria de João Guerra en Mozambique central. La intensa tormenta devastó más de 700 000 hectáreas de cultivos en el país y provocó que los ríos se desbordaran, las presas reventaran y las inundaciones barrieran explotaciones y comunidades enteras. Con más del 80 % de la población de Mozambique dependiente de la agricultura para sus medios de vida, el daño causado a los almacenes de alimentos y cereales, la infraestructura pesquera y los bienes pecuarios tuvo un efecto devastador en la seguridad alimentaria de muchos.

En el último año, João y muchos otros agricultores han trabajado duro para reparar los daños ocasionados por las inundaciones en sus explotaciones y han ido recuperando gradualmente sus medios de subsistencia. Sin embargo, cuando ya se estaban reponiendo, surgió un nuevo desafío: la pandemia de la COVID-19.

Sobreponerse al desastre

João, que vive y se dedica a la agricultura en la provincia de Sofala en Mozambique central, ha formado parte de las escuelas de campo para agricultores respaldadas por la FAO desde 2014 y ahora dirige un grupo de 31 personas, la mayoría de las cuales son mujeres. A raíz del ciclón, la FAO equipó a su grupo de la escuela de campo con materiales agrícolas, en particular varios “paquetes” de semillas de hortalizas y cereales y herramientas, como azadas y machetes. Según João, estos materiales y los conocimientos adquiridos previamente en los cursos de la escuela de campo eran esenciales para que él y su grupo se recuperasen de los daños del ciclón Idai.

Desde el ciclón Idai, João ha ido poco a poco transformando su explotación, pasando de un campo en ruinas a un floreciente huerto de repollos. ©FAO/Telcínia Nhantumbo

“Después del Idai, la FAO no se olvidó de nosotros. Recibimos semillas y reanudamos las actividades agrícolas”, declara João.

Gracias a esa ayuda, João pudo producir lo suficiente para su familia y vender parte de la cosecha. Con el dinero de esas ventas, adquirió y plantó semillas de repollo, aprovechando la alta demanda de hortalizas en los mercados locales.

João explica que tuvo motivación extra para volver a arrancar la producción. “En calidad de instructor, tuve que ser más fuerte y animar al grupo a continuar con la producción, de modo que utilicé mi explotación como campo de demostración para motivarlo”, dice.

João pudo asimismo abrir una pequeña tienda de semillas en su comunidad. Entre esta tienda y la explotación, emplea a muchas personas de su comunidad local para trabajo estacional cuando toca recolectar y plantar.

“Con la tierra, ya tenemos trabajo. Debemos utilizarla para procurarnos empleo a nosotros mismos, así como a otras personas”, dice.

Como en muchos otros países, a las agricultoras les es complicado acceder a tierras y capacitación agrícolas. Al darse cuenta de ello y ver que a estas mujeres de su comunidad les estaba siendo más difícil encontrar oportunidades para ayudar a sus familias, João se marcó como objetivo contratar expresamente mujeres para su explotación.

La llegada de la COVID-19

Cuando João y su comunidad ya estaban comenzando a recuperarse, la pandemia de la COVID-19 golpeó Mozambique. Era importante que no dejaran que los efectos de esta arruinaran todos los progresos que habían realizado tras el ciclón.

Mediante la asistencia de la FAO en las escuelas de campo para agricultores, João y los demás miembros aprendieron importantes medidas preventivas contra la COVID-19. A continuación, les dieron la mayor difusión posible de modo que la población pudiera seguir subsistiendo, trabajando en el campo y los mercados, pero reduciendo el riesgo al mínimo.

“Recibimos asistencia del Gobierno y la FAO. Los técnicos pasaron por todas las escuelas de campo para explicar la importancia de utilizar mascarilla, mantener el distanciamiento físico y lavarse las manos”, dice João. “Llevamos mascarilla en el campo y estamos siguiendo las recomendaciones. Pero no podemos dejar de trabajar”.

Entre la tienda de semillas y la explotación, João puede emplear a muchas personas de su comunidad para trabajo estacional. ©FAO/Telcínia Nhantumbo

Vencer las dificultades actuales

Sin embargo, la COVID-19 constituyó asimismo una oportunidad para João y su comunidad. Las restricciones sobre las importaciones extranjeras implicaron que los productores empezaran a acudir a los pequeños agricultores locales para que les suministrasen los productos necesarios. “Ahora mismo, algunos países no pueden exportar hortalizas porque las fronteras están cerradas, así que estamos teniendo cantidad de ventas”, dice João. “Debemos seguir creando asociaciones con pequeñas fábricas para su elaboración.”

Actualmente, João está tratando de encontrar un mercado fuerte para vender sus productos. Por el momento, provee a los camiones del mercado central de Beira, una ciudad portuaria y uno de los principales centros de comercio del país, pero dice que es determinante encontrar otros compradores para expandir su negocio.

João es solo uno de los 270 000 agricultores beneficiarios del Programa de respuesta a ciclones de la FAO para Mozambique. Desde el inicio de la pandemia, la Organización ha respaldado a las escuelas de campo para agricultores en todo el país, ayudando a estos a proseguir su actividad y, al mismo tiempo, protegerse mediante medidas fundamentales de prevención. El aumento de la resiliencia de los agricultores para vencer las dificultades es uno de los objetivos prioritarios de la FAO, ayudándoles a garantizar que juntos podamos crecer, nutrirnos y sostener nuestro planeta.


Más información

2. Zero hunger, 8. Decent work and economic growth, 15. Life on land