“Lo devora todo, no deja nada y se reproduce con mucha rapidez”, se lamenta Mouradh, un pescador de las islas tunecinas de Kerkennah. Para los pescadores del país, los cangrejos azules que sacaban del agua, enredados en las redes rotas, suponían un desastre.
Especie invasiva introducida en el Mediterráneo a través del Canal de Suez, el cangrejo azul amenazaba las técnicas de pesca artesanal empleadas a lo largo del litoral tunecino, dañando concretamente las redes de enmalle y las trampas utilizadas en la charfiya (un sistema de pesca tradicional fijo que bloquea el paso de los peces y los conduce a las trampas). Con sus pinzas y caparazones afilados, los cangrejos azules estropean estas redes de pesca y se comen a las otras especies de peces que también quedan atrapadas en las redes o trampas.
El cangrejo azul se detectó por primera vez en la costa tunecina en 1993. En 2014, comenzaron a proliferar masivamente, causando daños manifiestos en el sector de la pesca artesanal costera, especialmente en el Golfo de Gabés en el sureste de Túnez, donde, durante la temporada alta, el cangrejo azul representó más del 70 % de las capturas.
Este cangrejo depredador compite con las especies autóctonas por el espacio y el sustento. Se alimenta de todas las demás especies de peces y su único depredador natural, el pulpo, no es suficiente para limitar su propagación. Al alterar los ecosistemas naturales, el cangrejo azul también ha afectado negativamente los rendimientos de las recolectoras de almejas de Túnez, que recibieron el apoyo de la FAO para mejorar los ingresos de sus hogares.