En la comunidad costera de El Manzano, en el sur de Chile, los pescadores artesanales están en la primera línea de la crisis climática. De las 400 personas que viven en este pintoresco pueblo, la mayoría depende de la pesca en pequeña escala o de la recogida de mariscos y algas para ganarse la vida.
Pero los drásticos cambios medioambientales están obligando a los pescadores artesanales y a los pequeños acuicultores a lo largo de los 6 400 kilómetros de costa del país a modificar o complementar sus actividades, ya que la disponibilidad y la abundancia de especies se ven menoscabadas.
“Estamos observando cambios que nunca antes habíamos visto: lluvias excesivas, fenómenos inexplicables”, dice el Sr. Alejandro Naiman, pescador de merluza y líder comunitario en El Manzano.
La pesca es uno de los principales sectores agrícolas de Chile. Las capturas totales del país procedentes de la pesca y la acuicultura alcanzaron unos 3,4 millones de toneladas en 2019 y más de 200 000 personas dependen directa o indirectamente de este sector para su empleo.
Alejandro dice que él y otros pescadores artesanales se vieron obligados a poner a prueba sus aptitudes en la pesca de mejillones ante el descenso observado en el número de merluzas, uno de los peces más populares de Chile.
Tal vez no sea sorprendente, ya que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas afirma que las zonas costeras del país están experimentando un aumento de las temperaturas, una disminución de las lluvias, un incremento del nivel del mar, la acidificación de los mares y unos fenómenos meteorológicos más frecuentes y extremos.
“Esos cambios amenazan el futuro de la pesca y la acuicultura en Chile porque afectan al crecimiento y la reproducción de los organismos acuáticos y, en última instancia, a la abundancia y distribución de los recursos marinos”, afirma el Sr. José Aguilar-Manjarrez, Oficial de acuicultura de la FAO en Chile.