“Llevo toda la vida cultivando esta tierra y he visto a muchas personas de esta zona marcharse con los años por el calor, el clima seco y la escasez de agua”, dice Adyl Khujanov, que dirige una granja en el pueblo de Kyzylkesek, en la región de Karakalpakstán (oeste de Uzbekistán).
Este país de Asia central no tiene litoral ni se encuentra cercano a él, ya que está rodeado de países que tampoco tienen litoral; además, más de la mitad de los suelos de Uzbekistán se ven afectados por la salinidad, lo que hace que sea sumamente difícil cultivar de manera productiva.
Adyl se hizo cargo del terreno que anteriormente trabajaba su padre. Su familia lleva más de 30 años viviendo en esta parcela de Kyzylkesek, considerado el lugar más caluroso y seco de Uzbekistán. A medida que aumentaban las temperaturas y se secaba la tierra, muchos agricultores que no podían superar los períodos de escasez se mudaban a las ciudades o al vecino Kazajstán, en busca de trabajo.
En los últimos años, las reformas de políticas en Uzbekistán han puesto mayor énfasis en la importancia del sector agrícola como motor de una economía orientada a la exportación. Ahora se está haciendo hincapié en revitalizar las zonas rurales aprovechando el potencial de las explotaciones familiares.
La Alianza mundial sobre los suelos (AMS) de la FAO colabora en Uzbekistán con científicos especializados en edafología para desarrollar prácticas de gestión de suelos climáticamente inteligentes, de modo que los cultivos puedan seguir prosperando incluso cuando crecen en terrenos afectados por la salinidad, todo ello con el objetivo de detener una mayor salinización. Pequeños agricultores como Adyl se benefician con esos conocimientos especializados y amplían las técnicas de agricultura sostenible para restaurar los hábitats naturales y hacer frente a los efectos de la sequía.
“Gracias a los nuevos métodos que hemos aprendido y adoptado aquí para hacer frente al cambio climático y a la grave escasez de agua, puedo cultivar tomates, melones, legumbres y cultivos forrajeros para dar de comer a los animales”, afirma Adyl.
La historia de Adyl no es única. La salinidad del suelo es generalizada: a veces se produce de forma natural y otras es consecuencia de la actividad del ser humano. Consciente de las repercusiones que tienen los suelos degradados en la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, la FAO trabaja con países de todo el mundo para proporcionar los datos y mejores prácticas necesarios para introducir cambios en la gestión de los recursos de suelos.