En las afueras de la localidad de Mzuzu (Malawi), en la pequeña aldea de Chikoya, vive Tael Vumu. Su ocupación principal es la agricultura, pero además es un héroe local de la alimentación, trabajando incansablemente como voluntario para mejorar la nutrición de su hogar e impulsar la salud de toda su comunidad.
Lo hace a través del proyecto de agricultura sensible a la nutrición Afikepo, financiado por la Unión Europea e implementado por la FAO, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Gobierno de Malawi. “Afikepo” significa “dejemos que [los niños] desarrollen todo su potencial” en la lengua chichewa de Malawi, y eso es lo que pretende conseguir el programa de nutrición. Está diseñado para mejorar y diversificar la dieta de las mujeres en edad fértil, las adolescentes, los lactantes y los niños pequeños de Malawi.
El proyecto de la FAO y el UNICEF funciona a través de grupos de promoción de la salud formados por líderes comunitarios voluntarios —líderes de grupo— que asisten a reuniones, aprenden sobre nutrición y luego comparten esos conocimientos con otros hogares de sus comunidades.
No es “una ocupación de mujeres”
Al tener un hijo menor de cinco años, Tael recibió inicialmente apoyo del proyecto, pero rápidamente asumió un papel de liderazgo, convirtiéndose en líder y miembro del grupo de promoción de la salud Titemwane, que presta apoyo a 12 hogares diferentes.
Tael habla con orgullo de la importancia de la participación de los hombres en las actividades que contribuyen a una buena nutrición en el hogar. Según Tael, la mayoría de los estamentos de la sociedad de Malawi consideran que la preparación de los alimentos y la nutrición son “cosa de mujeres”. Él discrepa fervientemente, insistiendo en que la seguridad nutricional en el hogar es una responsabilidad que los hombres también deberían asumir.
“Si soy responsable de atender las necesidades y el bienestar de mis hijos, una de mis tareas debería ser garantizar que mi familia adopte prácticas para una buena nutrición, ya sea en la agricultura, o en la higiene, o incluso aportando dinero para comprar productos alimenticios complementarios que no podemos producir”, afirma Tael.