“Agridulce” es como Hallilah Nakumai define la vida en la aldea de Dandan, en la costa oriental de la isla principal de Papua Nueva Guinea, donde creció. Transcurrió su infancia navegando en canoa, pescando, tejiendo faldas de hierba y bolsos de colores, trabajando la tierra, limpiando maleza y aprendiendo las ceremonias de su tradición cultural.
Pero la realidad en su remoto entorno rural, en la cuenca del caudaloso río Sepik —propensa a las inundaciones—, era dura. Esto es lo que la motivó a trabajar para mejorar los medios de vida de los habitantes de su aldea.
Muchas comunidades rurales de los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID), como Papua Nueva Guinea, se ven cada vez más afectadas por los fenómenos meteorológicos extremos, como consecuencia del cambio climático. Estos estados insulares se enfrentan también a limitaciones geográficas en cuanto al acceso y el comercio de bienes y alimentos y, por lo general, dependen en exceso de las importaciones.
La FAO y la Unión Europea se centran en especial en apoyar a los PEID frente a estos complejos desafíos. Ofrecer a Hallilah y a su comunidad el apoyo que necesitaba tras su regreso a su aldea es un ejemplo eficaz de cómo lo están haciendo.
El recorrido de Hallilah hacia el liderazgo
La aldea de Hallilah está a seis kilómetros de la carretera más cercana. Por lo tanto, el cacao, el pescado y la vainilla producidos en el pueblo llegaban al mercado de forma tardía tras un largo recorrido a pie. “Las familias sólo pueden comprar unos cuantos artículos de primera necesidad y les resulta difícil mantener la educación de sus hijos”, cuenta Hallilah.
La escuela primaria local también requería una larga caminata —dos horas y media de camino— y, como resultado, muchos de los otros niños de la aldea abandonaron la escuela. Pero los padres de Hallilah se tomaron muy en serio su escolarización, y la ayudaron a encaminarse hacia los estudios universitarios y a desempeñar un papel de liderazgo en la comunidad.
“Mis padres no sólo se preocuparon por mi educación o la de mis hermanos, sino que realmente se pusieron manos a la obra”, cultivando huertos y produciendo sagú, un almidón que es un alimento básico en esta región, para pagar las tasas escolares. También “trabajaban con nosotros cuando volvíamos de la escuela con las materias de examen o tareas para hacer y nos daban ideas inteligentes para resolverlas”.
Los sacrificios y la determinación de la familia dieron sus frutos. En una oportunidad poco frecuente para una joven de su pueblo, Hallilah hizo las maletas primero para ir al internado, y luego para cursar una licenciatura de cuatro años en Agricultura Tropical Sostenible en la Universidad de Recursos Naturales de Papua Nueva Guinea.
Con ella adquirió unos conocimientos agrícolas muy valiosos, profundizando en las técnicas de mejora de plantas y animales, biotecnología, agroindustria y emprendimiento.
Entre otras cosas importantes que le enseñó la universidad, están también “la manera de tomar las riendas de su aprendizaje, convertirse en una persona disciplinada y que sepa gestionar el tiempo, hacerse una experta de los debates difíciles, buscar ayuda, reforzar su integridad y ganar en perseverancia”.