La guerra sorprendió a Larysa Zueva mientras estaba haciendo su turno en un hospital psiquiátrico en Mariúpol, en Ucrania sudoriental. Permaneció más de un mes con su nieto en el refugio del hospital junto con unas 200 personas más. A pesar de los ataques, su trabajo en el hospital continuaba. Cuando se cortó el suministro de gas, recurrieron a una hoguera para cocinar, logrando así seguir alimentando y cuidando a sus pacientes.
“Los bombardeos eran muy intensos, por lo que no pudimos abandonar la ciudad durante la primera evacuación, pero el 22 de marzo, finalmente lo conseguimos”, dijo Larysa.
Larysa y su nieto viajaron cinco días hasta llegar a Pushkarivka, en la provincia de Dnipropetrovsk, al norte de Mariúpol, donde los bombardeos no eran constantes. Natalia, una antigua compañera de trabajo de la hija de Larysa, les recibió y les ayudó a establecerse.
“Mi apartamento en Mariúpol quedó totalmente destruido. No hay ningún sitio al que podamos volver. Nuestra hermosa y moderna ciudad, así como nuestro hogar, han desaparecido”, explica Larysa.
Ahora, ella y su nieto han alquilado una casa y ya han comenzado a cultivar la tierra. Poco a poco se van acostumbrando a su nuevo hogar, el huerto y los nuevos paisajes.
Ella nunca había trabajado como agricultora, pero los vecinos le ayudaron y le dijeron qué tenía que hacer y cómo.
“La gente aquí es muy atenta; nos dan consejos sobre cómo cultivar la tierra. Ayer plantamos fresas. Y también hemos comprado semillas de pepino y tomate. Hoy hemos recibido de la FAO patatas de siembra, que vamos a plantar. Estamos plantando hortalizas, ya que nadie sabe qué sucederá a continuación”, añadió Larysa.