En muchas zonas rurales de Gambia, las agricultoras suelen empezar el día antes del amanecer para asegurarse de tener suficiente agua para regar sus huertos y para cocinar, limpiar y bañarse en casa.
“Algunas teníamos que despertarnos a las 3.00 o las 4.00 de la mañana solo para conseguir agua. Sufrimos ataques de hienas en tres ocasiones”, cuenta Salla Bah, una productora de hortalizas de la región de Central River, en el norte de Gambia. “Teníamos que soportar esas dificultades para poder regar nuestros cultivos y tener tiempo para las tareas domésticas”.
Como la mayoría de los habitantes de su aldea, Salla depende de uno de los tres pozos profundos que hay en la localidad. Había que llegar lo más temprano posible; retrasarse podía costarte toda una mañana y el sueldo del día. Las explotaciones hortícolas son una fuente vital de ingresos, que permiten a los miembros de la comunidad mantener sus hogares gracias a los alimentos e ingresos que generan.
En colaboración con el Ministerio de Agricultura de Gambia, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) puso en marcha en 2013 una iniciativa financiada por la Unión Europea y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) para construir pozos entubados para los huertos comunales que no tenían agua. Pero no se trata de pozos ordinarios: cuentan con bombas solares que llenan unos depósitos equipados con sistemas de filtración, gracias a lo cual proporcionan agua limpia para el riego y, lo que es más importante, para el uso doméstico y el ganado.