Ana Yesmid Saldarriaga Roso nació en una familia rural en Guamal, apenas al sur de Bogotá, la capital de Colombia. En su condición de madre de cuatro hijos, solía trabajar en oficios varios, como empleada doméstica, guardia de seguridad privada y vendedora de tamales, un plato tradicional de Mesoamérica.
Una mañana, todo cambió.
A sus 42 años, Ana Yesmid se despertó y percató de que tenía problemas para hablar y moverse de la cama. Pasaría los siguientes cinco años en diferentes hospitales, dependiendo de su dedicado marido para bañarse y vestirse. Los médicos le diagnosticaron el síndrome de Guillain-Barré, un raro trastorno en el que el sistema inmune del cuerpo ataca a sus nervios, dando lugar en casos a una parálisis total.
Postrada en una silla de ruedas, se repetía que algún día volvería caminar. Se sometió a varias cirugías, aprendió a usar muletas, completó con devoción la terapia física y, finalmente, después de año y medio, pudo volver a caminar con la ayuda de un bastón. Con el tiempo, también logró recuperar plenamente el habla.
Fue entonces cuando su camino se cruzó con la Asociación Rompiendo Barreras Con Lazos de Amor (ASROBLAM), una organización que ayuda a las personas con discapacidad. La asociación ayudó a Ana y a sus otros 29 miembros a producir postres y bolsos ecológicos para venderlos y tener un sustento. Rápidamente, Ana Yesmid se convirtió en la representante de ASROBLAM que trataba con el gobierno.
Desde un principio, sostuvo que la organización debía ayudar a otras personas con discapacidad a acceder a medios de subsistencia. En Colombia, las personas con discapacidad siguen enfrentándose a una gran discriminación a la hora de encontrar trabajo.
“Dije que debemos pensar en grande: tenemos que mejorar la calidad de vida de las personas para poder demostrar al resto de la población en una situación similar que, en efecto, es posible salir adelante”, comentó.