En la capital, Juba, los precios del sorgo y el maíz aumentaron en agosto un 14 y 15 por ciento, respectivamente, después de que la libra sursudanesa se depreciara en el mercado paralelo en julio, encareciendo los costes de importación. Anteriormente habían bajado en julio a su vez un 12 y un 13 por ciento, después de que la moneda se apreciara de forma temporal en junio. Los precios de otros alimentos básicos importantes en la dieta local, como la yuca, los maníes y el trigo importado, siguieron la misma tendencia, disminuyendo en julio entre un 15 y un 17 por cien y aumentando posteriormente en agosto entre un 12 y un 18 por ciento. Los precios nominales de los alimentos en agosto se encontraban en niveles excepcionalmente altos, con los del maíz y el sorgo más de un 80 por ciento por encima de sus ya elevados valores de un año antes y unas 50 veces los de julio de 2015, antes del colapso de la moneda. En el origen de los altos precios alimentarios está la situación macroeconómica que sigue siendo difícil debido a las bajas reservas de divisas y la debilidad de la moneda. Además, en el último año, las perturbaciones relacionadas con la COVID-19 en los mercados y el comercio locales -ya afectados negativamente por el impacto persistente del prolongado conflicto-, dieron aún mayor impulso a los precios de los alimentos.