La horticultura alimenta a las ciudades de la República Democrática del Congo

En escuelas de campo para agricultores 10.000 jardineros locales han aprendido a reducir el uso de plaguicidas, con lo que se protege la salud de las familias y el medio ambiente.

Datos clave

Tierras que antes se consideraban eriales (franjas que bordeaban las carreteras o los arroyos o separaban las casas) han pasado a ser una nueva fuente de alimentos para algunas ciudades de la República Democrática del Congo gracias a un proyecto de la FAO que demuestra que la orticultura urbana y periurbana puede tener efectos profondamente positivos en la seguridad alimentaria nacional. Gran parte de los miles de horticultores que toman parte en el proyecto de la FAO “Cultivar ciudades más verdes”, llevado a cabo en cinco ciudades de la República Democrática del Congo, eran antes “ocupantes ilegales” que hacían uso de tierras ajenas para cultivar hortalizas con que alimentar a sus familias. Sin embargo, un decenio de aumento del apoyo prestado por la FAO les ha ayudado a legalizar sus actividades y mejorar sus técnicas agrícolas. Los participantes no solo han mejorado la nutrición familiar y percibido ingresos de la venta de los excedentes en los mercados locales, también abastecen a supermercados, restaurantes y hoteles urbanos. Solo en Kinshasa, la capital, producen al año entre 80.000 y 100.000 toneladas de hortalizas en huertas situadas en la ciudad y sus alrededores.

La inestabilidad política de la República Democrática del Congo durante los años noventa y el primer decenio del siglo XXI contribuyó en gran medida a sus actuales problemas urbanos.

Sus ciudades no solo tuvieron que hacer frente a su propio crecimiento demográfico; también tuvieron que atender las necesidades de millones de migrantes de zonas rurales y refugiados procedentes de las provincias orientales, asoladas por la guerra. La población de Kinshasa pasó de 3,5 millones de personas en 1990 a casi 9 millones en 2011. En 2025 superará los 12 millones.

Toda África sufre los efectos de una urbanización rápida y las ciudades sobrepobladas no pueden atender las necesidades de las poblaciones pobres de zonas urbanas, que carecen de acceso a la tierra y de capacidad para producir sus propios alimentos. Los pocos que consiguieron hacerse un hueco en terrenos no utilizados de las ciudades y sus alrededores para crear huertas y plantar hortalizas normalmente fueron tachados de ocupantes ilegales, pues carecían de títulos para hacer uso de las tierras, pese a que en muchos casos era su única vía de acceso a los alimentos.

El acceso legal a la tierra y el agua

La FAO inauguró en el año 2000 en Kinshasa su proyecto “Cultivar ciudades más verdes” colaborando en un principio con las autoridades municipales para ayudar a los horticultores de la ciudad, cuya cifra se estimaba en 5.000, a obtener acceso a la tierra. Muchos trabajaban sin permiso en solares vacíos. Hasta las cooperativas de productores reconocidas oficialmente carecían de títulos legales en relación con las tierras cultivadas. En el marco del proyecto también se efectuaron obras de riego y drenaje para garantizar el suministro de agua limpia. Con ello se evitó el uso de aguas residuales, por ejemplo de desechos líquidos expulsados por hogares familiares o instalaciones comerciales, o de agua que, al proceder de fuentes contaminadas, podría afectar al producto.

Cuando se establecieron las empresas, la FAO se centró en garantizar las salidas de mercado vinculando a los horticultores urbanos con agronegocios y minoristas. La FAO también habló con el Gobierno, que, a raíz de ello, incorporó la horticultura urbana y periurbana en el plan nacional de desarrollo y creó un servicio nacional de apoyo.

A día de hoy, las cifras hablan del éxito obtenido. El proyecto se ha ampliado a cinco ciudades de la República Democrática del Congo, y los horticultores tienen acceso legal a 1.650 hectáreas provistas de sistemas de riego y cisternas donde se capta y almacena agua limpia. Los productores han creado 477 asociaciones; de sus 20.000 miembros, 12.200 son mujeres. En virtud de su labor colectiva, hablan con una sola voz y ocupan una posición más sólida a la hora de solicitar al Gobierno servicios de extensión e investigación y de negociar con los proveedores al comprar en grandes cantidades para reducir los costos de los insumos. Para velar por que todos los participantes se sintieran parte de las empresas, el proyecto les ayudó a establecer mecanismos de microcrédito.

Más de 10.000 miembros han participado en escuelas de campo para agricultores, donde han aprendido prácticas agrícolas mejores centradas en la protección del medio ambiente y la salud del consumidor haciendo menos uso de los plaguicidas.

También aprenden mejores técnicas de gestión de los desechos, como la preparación de desechos orgánicos, que mejoran la calidad del suelo y, a su vez, la producción. Además, el proyecto estableció 55 huertos escolares para instruir a los niños en materia de horticultura y nutrición, al tiempo que velaba por que las escuelas cultivaran hortalizas sanas para las comidas de los alumnos.

El proyecto aporta una cesta de alimentos nutritivos

Con todo ello, el actual panorama es muy halagüeño. Al día de hoy, el 70 % de las hortalizas de hoja consumidas en Kinshasa se cultivan localmente en huertas comerciales de la ciudad o sus alrededores. De ese modo, no solo se llena la cesta nacional de alimentos surtiendo a los mercados locales de hortalizas y frutas sanas que contribuyen a una buena nutrición; el proyecto también ha alentado a agricultores y asociaciones particulares a explorar mercados especializados. Gracias a ello, actualmente abastecen a restaurantes, hoteles y supermercados urbanos de frutas inocuas y de calidad, como papayas, mangos y piñas tropicales, y hortalizas.

Una de las asociaciones de agricultores de una ciudad vecina fue incluso más allá de lo previsto en el plan del proyecto original comprando material de plantación de calidad para sembrar patatas que ahora “exporta” a Kinshasa. La capital consumía antes patatas traídas por avión de las provincias de Kivu oriental o importadas de otros países; ahora las recibe de Mbanza-Ngungu, situada a 150 km de distancia, con lo cual se ha reducido el precio del transporte y, con ello, el costo de las patatas.

“Cultivar ciudades más verdes” ha supuesto en la República Democrática del Congo un punto de entrada para mejorar la vida y los medios de vida de las decenas de millones de personas hacinadas en las zonas urbanas del país, diversificar su alimentación, crear puestos de trabajo, aumentar de 50 a 300 dólares mensuales los ingresos de las familias pobres y mejorar el medio ambiente gestionando los desperdicios y cultivando plantas verdes que reducen la temperatura en la ciudad y limpian el aire. Gracias al proyecto, la República Democrática del Congo se encuentra en mejor situación que la mayor parte de los demás países de la región para hacer frente a los efectos de la urbanización.

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