Inclusive and Sustainable Territories and Landscapes Platform

Territorialization strategies for higher education in Latin America and the Caribbean

:28/06/2018

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Por Marta Arosio, integrante de la Plataforma Diversidad Biocultural y Territorios

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible[1] aprobada en septiembre 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas - propone como uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible él de “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Del presente ODS, emergen dos elementos sustanciales. Primero que todo, el papel fundamental que la educación, en todos sus niveles, desempeña para el logro de un desarrollo sostenible que sea inclusivo y que favorezca la inclusión y empoderamiento de todos los segmentos de la población: “La consecución de una educación de calidad es la base para mejorar la vida de las personas y el desarrollo sostenible” (CEPAL, 2016: 15 ). En segundo lugar, es importante destacar que garantizar una educación de alto nivel es funcional al desarrollo si el acceso a la misma es equitativo y si, consecuentemente, se impulsa el cierre de las brechas de género, culturales y territoriales que persisten y siguen caracterizando el sector educativo, determinando importantes diferencias de acceso a oportunidades: “La educación dota a las personas de conocimientos y competencias y, si se difunde por una vía equitativa, reduce las desigualdades de ingresos” (UNESCO – IEU, 2017: 12)

América Latina, se posiciona entre una de las regiones más desiguales del mundo, con brechas estructurales que influencian y afectan el desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible de la región. En este sentido, la educación juega un papel fundamental en la reducción de las desigualdades estructurales y las diferencias que afectan a los distintos segmentos de la población y contextos territoriales: “un buen sistema educativo es la base para lograr una mayor equidad y prosperidad compartida a nivel social (..) la educación de calidad puede actuar como “el gran igualador”, el mecanismo definitivo para lograr la igualdad de oportunidades” (Ferreira et al. 2017:1).

América Latina es una región joven, donde 163 millones de personas se colocan en el rango de edad entre 15 y 29 años, lo cual representa una importante fuente de crecimiento y desarrollo inclusivo para el futuro (OCDE et al. 2016). A pesar de esto, es importante tomar en cuenta que el 64% de estos jóvenes vive en situaciones de pobreza o se coloca en el sector más vulnerable de la clase media, con bajo acceso a los servicios públicos, al mercado laboral formal y a la educación. El 20% de los jóvenes latinoamericanos trabajan en el sector informal y otro 20% no trabaja y no recibe ningún tipo de formación (OCDE et al. 2016). Para poder aprovechar del enorme potencial de los segmentos más jóvenes de la población, es fundamental abrir mayores oportunidades para ellos, empezando por impulsar una educación de mayor calidad, más equitativa, que responda a las exigencias y requerimientos de los contextos territoriales, que aproveche y se relacione con las capacidades ya instaladas en los territorios y que esté en comunicación y conexión con el mercado laboral.

Si bien desde 2000, el número de niños, adolescentes y jóvenes no escolarizados se redujo notablemente y de forma constante, de acuerdo al Instituto de Estadísticas de la UNESCO (IEU), esta tendencia se interrumpió en los últimos años. Actualmente, 264 millones de niños, adolescentes y jóvenes en el mundo no tienen acceso a oportunidades educativas siendo éstas últimas inferiores en los países de bajos ingresos (UNESCO/IEU, 2017). Según uno de los diagnósticos completos más recientes sobre el estado de la situación educativa en América Latina y el Caribe (ALC), elaborado por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO, 2013) la región siguió esta misma tendencia global durante la última década. Sin embargo, permanecen relevantes niveles de inequidad que afectan en mayor medida la población que vive en zonas rurales y dispersas, que dificultan el desarrollo de una educación de calidad en la mayoría de los países de la región. Aunque el gasto público en la región pasó de 4,5% a 5,2% en promedio con un incremento en el acceso a la educación preprimaria (con un aumento de la tasa de matrícula de 56% a 66%), permanecen fuertes desigualdades entre los más pobres, los habitantes de las áreas rurales y los pueblos indígenas (ORELAC/UNESCO, 2013).

La desigualdad en las oportunidades educativas se expresa también en el elevado porcentaje de población que sí accede a la educación primaria pero sin lograr completar el ciclo básico y acceder a la educación superior. En muchos casos, este fenómeno se explica por la centralización de la educación, que muchas veces no responde a las necesidades del campo sin adaptarse al contexto y características de las áreas rurales (Gajardo, 2014): “la distancia cultural entre las familias campesinas y el sistema educativo inciden fuertemente en el fracaso escolar. En general, la escuela tiende a desvalorizar la cultura local y raramente utiliza recursos del medio para la generación de aprendizajes” (Gajardo, 2014: 17). Esta misma tendencia, se refleja también en los patrones de desarrollo y crecimiento de la educación superior, que representa el nivel educativo con mayor desigualdad de acceso (Ferreyra et al. 2017), favoreciendo y respondiendo en mayor medida a las necesidades de las áreas urbanas y los sectores de mayores ingresos (ORELAC/UNESCO, 2013). Según datos del Banco Mundial, los jóvenes del quintil superior de la distribución del ingreso tienen una posibilidad de 45 puntos porcentuales más alta de acceso a la educación superior que los jóvenes del quintil inferior (Ferreyra et al. 2017).

Frente a este panorama, se hace necesario mirar a la educación desde una perspectiva multidimensional e integral, considerando no solamente el incremento del acceso a la misma sino también su distribución y difusión en las áreas rurales y hacia todos los segmentos poblacionales.

Partiendo de esta visión, la Plataforma Diversidad Biocultural y Territorios[2] promueve desde 2005 un proceso impulsado por el Programa Desarrollo Territorial con Identidad Cultural del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp)[3] -  basado en la expansión de capacidades de los actores territoriales, que toma como punto de partida las capacidades, potencialidades y recursos ya existentes, instalados y funcionantes en los territorios, expandiéndolos y potenciándolos. A través de este enfoque, se reconoce la importancia de los procesos de empoderamiento de los actores locales, en articulación y relación con activos y actores externos a su propio territorio, juntando a sujetos distintos, tejiendo vínculos entre actores con distintos tipos y niveles de conocimientos, trayectorias, experiencias y habilidades, provenientes de territorios con características diferentes y complementarias.  

Solamente en los últimos 4 años - a través de las iniciativas de la Plataforma Diversidad Biocultural y Territorios y sus numerosos socios que se han ido integrando[4] - se formaron a más de 3500 actores nacionales y territoriales provenientes de 7 países y más de 100 territorios de Europa y América Latina. El sistema de expansión de capacidades se articula en tres dimensiones distintas: i) educación superior acreditada (diplomados en desarrollo territorial con identidad cultural y maestrías con universidades y centros de investigación); ii) formación especializada (cursos de alta formación); iii) aprendizaje territorial (laboratorios territoriales, rutas intercontinentales, giras vivenciales).

Los tres niveles tienen como característica principal la creación e impulso de un dialogo de saberes entre actores territoriales y extra-territoriales que, a través del intercambio de conocimientos y del aprendizaje mutual, llegan a constituir una masa crítica de actores que puede generar un intercambio sostenible en el tiempo, contribuyendo efectivamente a influir en sus ámbitos territoriales e institucionales a través de la aplicación del enfoque territorial con identidad cultural, en todas sus facetas. Favorecer la articulación y el potenciamiento de una red de actores, iniciativas, experiencias y organizaciones que impulsan el desarrollo territorial y la valorización del patrimonio biocultural a partir de procesos de formación, es un primer paso hacia procesos de escalamiento territorial que impulsen el reconocimiento y la valorización de los saberes locales  de forma inclusiva y equitativa.

 

Referencias bibliográficas

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Fotografía de Katy De La Cruz/Presidencia República Dominicana (CC BY-NC-ND 2.0)

 

[1] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/

[2]http://www.diversidadbioculturalyterritorios.org/index.php?lang=es

[3] www.rimisp.org

[4] La Plataforma representa una red flexible y abierta, conformada por organizaciones, instituciones públicas y privadas, centros de formación e investigación, universidades y movimientos de la sociedad civil que trabajan a nivel internacional, nacional y territorial implementando procesos de desarrollo a través de iniciativas de expansión de capacidades, diseminación de conocimientos e investigación-aplicada. Su perspectiva no es sustituirse a redes ya existentes, sino sumarse y contribuir a iniciativas y espacios de coordinación que estén relacionados a temas de desarrollo territorial y valorización del patrimonio biocultural, enriqueciendo el panorama existente.

 

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Author: Marta Arosio, Member of the Biocultural Diversity and Territory Platform
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