Con o sin casos de COVID-19, el impacto de la pandemia en el Pacífico es enorme: Entrevista con la Coordinadora de la FAO en la región
Las islas del Pacífico están geográficamente aisladas, pequeñas masas de tierra y atolones dispersos en vastas áreas del Océano Pacífico.
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En primer lugar, ¿qué es lo que diferencia a las islas del Pacífico del resto del mundo?
Están aisladas geográficamente, tienen una superficie terrestre y de tierra cultivable limitadas, entornos naturales frágiles y una mayor escasez de recursos. Y cada vez son más vulnerables ante los desastres naturales y al cambio climático.
Dependen en gran medida de las importaciones de alimentos y de pocos sectores económicos, como el turismo, las remesas y los ingresos de las licencias de pesca.
Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los productos resultan aquí más caros. Los costes de energía, infraestructura, transporte, comunicación y servicios son altos. Esto significa que hay menos oportunidades de desarrollo del sector privado -que es esencial para estimular la producción alimentaria nacional- y se sigue dependiendo de las importaciones.
Debo añadir que las inversiones en la agricultura son reducidas, las tasas de desempleo son elevadas, en particular entre los jóvenes, y la cualificación laboral es insuficiente.
Todo esto tiene un enorme impacto en las comunidades del Pacífico.
A nivel mundial, los diez países con la tasa de obesidad más elevada son islas del Pacífico. Su población sufre la triple carga de la malnutrición: una situación en la que coexisten la desnutrición, las carencias de micronutrientes y la obesidad.
Las enfermedades no transmisibles son la principal causa de muerte y morbilidad, ya que los isleños han dejado de consumir sobre todo mariscos y pescado frescos y cultivos tradicionales para pasar a alimentos importados y procesados con alto contenido calórico, azúcar, sal y grasas.
Y a pesar de un mayor compromiso político en la última década, estos desafíos persisten.
¿Podría decirnos cómo las medidas en respuesta a la COVID-19 pueden haber agravado -o hecho más evidentes- estos desafíos?
No son sólo las medidas adoptadas por las islas del Pacífico, sino el impacto estructural de la pandemia que se deriva de las decisiones y respuestas de otros países lejanos lo que está afectando a la seguridad alimentaria y la nutrición de la región.
Por eso digo que esta crisis es una crisis "estructural".
Hasta la fecha, no hay casos confirmados de COVID-19 en los trece países del Pacífico en los que trabaja la FAO, excepto un pequeño número al principio en Fiji. Sin embargo, todas las islas declararon el estado de emergencia y cerraron sus fronteras.
No obstante, haya o no haya casos, el impacto de la pandemia aquí es inmenso.
En muchos pequeños Estados insulares en desarrollo del Pacífico (PEID), los alimentos importados constituyen la mitad de la ingesta alimentaria de una persona. Si la pandemia continúa y la cadena de suministro mundial y local -desde la producción, elaboración, exportación, transporte... hasta la importación- se ve afectada, se verán alterados los sistemas alimentarios de la región.
Los PEID del Pacífico dependen del transporte marítimo para la importación de alimentos, y este sector ha venido experimentando una ralentización debido al cierre de puertos y a las dificultades logísticas. El impacto de estas medidas puede ser duradero.
Los precios de los alimentos también se han visto afectados. Mientras que algunas islas como Fiji tienen un mecanismo de control de precios para alimentos considerados esenciales -como arroz, aceite vegetal, leche, sal, atún enlatado, azúcar- los precios de otros alimentos no controlados -por ej. las frutas y hortalizas-, han aumentado debido a las interrupciones de la cadena de suministro nacional. Pocos días después del cierre de la capital de Fiji, Suva, los costes de las hortalizas más consumidas aumentaron entre el 11 y el 36 por ciento, en algunos casos hasta el 75 por ciento.
La mayoría de las poblaciones rurales producen y consumen sus propios alimentos. Pero como algunos de los fertilizantes y piensos para el ganado son importados, la producción nacional puede verse afectada a largo plazo.
Por otro lado, las restricciones a los desplazamientos internos, la escasa demanda de productos frescos del turismo y las restricciones en los mercados están afectando a los pequeños productores, ya que no pueden vender sus productos.
El turismo es fundamental para las economías de las islas. En las Islas Cook, representa por ejemplo el 70 por ciento del total del PIB y supone casi el 35 por ciento del empleo.
Las economías que dependen del turismo se enfrentarán a importantes pérdidas económicas este año, y posiblemente el próximo.
En algunos PEID, las remesas contribuyen de manera importante a la economía nacional. Por ejemplo, en 2018, cerca del 41 por ciento del PIB de Tonga procedía de ellas. Éstas permiten a la población receptora cubrir las necesidades básicas, incluidos los alimentos. En Tuvalu, la mitad de las remesas se gastan en alimentos.
Estas remesas han ido disminuyendo durante la pandemia, debilitando el poder adquisitivo de las familias y aumentando posiblemente la demanda de alimentos importados más baratos y menos saludables.
También han disminuido los ingresos derivados de la concesión de licencias a los buques de pesca de atún. Medidas como el cierre de aeropuertos y puertos y la cuarentena de las tripulaciones han retrasado las operaciones de pesca, lo que ha costado a las empresas del sector entre 50 000 y 60 000 dólares EEUU diarios por cada barco y a los países insulares 130 000 dólares por día y embarcación en concepto de pérdida de ingresos.
Las islas del Pacífico suelen verse azotadas por ciclones. ¿Cómo fue el impacto del último?
El ciclón Harold azotó Vanuatu, Fiji, las Islas Salomón y Tonga a principios de abril, provocando daños en viviendas, el suministro de agua y los cultivos.
En Vanuatu, el ciclón afectó a más de la mitad de la población, causando importantes daños a las tierras agrícolas y en el peor momento posible, cuando acaba de comenzar la temporada de cultivo. Devastó árboles de aguacate, mango y cítricos, arrasó las plantaciones de taro y destrozó los barcos pesqueros. Se estima que en Fiji los daños en los campos y los cultivos superan los 12 millones de dólares EEUU.
Debido a que el ciclón golpeó en medio del temor a la propagación de la COVID-19, el flujo de ayuda alimentaria externa y de otro tipo se vio seriamente obstaculizado.
La FAO está suministrando semillas, fertilizantes y herramientas a las comunidades más afectadas de Vanuatu y Fiji, y ayuda a los agricultores a preparar sus tierras para la siembra.
Por desgracia, esperamos que los efectos combinados del ciclón y de la COVID-19 tengan un efecto negativo duradero en la seguridad alimentaria, las cadenas de valor y los medios de vida de la región.
¿Qué ha aprendido la región de la pandemia? ¿Qué ha cambiado?
Nunca antes había sido tan evidente la importancia de los recursos terrestres y oceánicos como ahora, ni más pertinente la labor en curso de la FAO y sus asociados para protegerlos y gestionarlos de manera sostenible.
Estamos asistiendo a una mayor actividad de pesca en pequeña escala por parte de las comunidades locales, probablemente a causa del menor acceso a alimentos importados. Los atolones, en particular, han introducido planes para aumentar esta pesca artesanal.
También es probable que las comunidades que viven en zonas urbanas y periurbanas se dediquen a cultivar alimentos, creando por ejemplo huertas cuando sea posible y comprando más alimentos locales.
La necesidad de mantener a raya las enfermedades y plagas ha surgido también con más fuerza en este período, con un mayor interés en toda la región por detener la propagación de la peste porcina africana, confirmada en fecha reciente en Papua Nueva Guinea.
Otra constatación ha sido la importancia de contar con información de calidad y en tiempo real para responder a los efectos estructurales de la pandemia.
¿Cuál será el papel de la FAO en lograr un cambio positivo después de la COVID-19?
La FAO seguirá prestando apoyo a los PEID para que fortalezcan sus sistemas alimentarios y los hagan más sensibles a la nutrición y resilientes ante los desastres, ya sea fomentando la producción local de alimentos o ampliando las actividades climáticamente inteligentes, como la agrosilvicultura, promoviendo especies vegetales locales resilientes al clima, apoyando a las comunidades pesqueras costeras para que tengan mejor acceso a peces de alto valor y protegiendo sus vidas en el mar.
Hay también que capacitar a los jóvenes agricultores y vincularles a los mercados, asistir a las explotaciones ganaderas y a las autoridades de bioseguridad para prevenir las enfermedades animales, recopilar datos relativos a la agricultura y la inseguridad alimentaria para contribuir a formular mejores políticas, fortalecer la capacidad de las autoridades nacionales de inocuidad alimentaria mediante laboratorios y capacitación, apoyar a los vendedores de comida rápida para que sus alimentos sean más saludables y sensibilizar a los consumidores, todo lo cual permitiría mejorar el acceso a alimentos más sanos y nutritivos.
Tenemos una oportunidad para reconstruir y mejorar los sistemas alimentarios y los medios de vida de manera sostenible.
En resumen, la FAO y los pequeños Estados insulares en desarrollo del Pacífico comparten una visión común: contar con acceso a alimentos inocuos, suficientes y nutritivos para todos.