En esta entrevista, hablamos con Mike Robson, Representante de la FAO en Siria, sobre la pandemia de COVID-19 y lo que podría significar para un país inmerso en un largo camino de recuperación después de nueve años de crisis.
Siria se ha visto afectada por convulsiones políticas y una gran inestabilidad desde 2011. ¿Cómo es la situación actual, especialmente para las comunidades rurales?
Siria ha sido uno de los diez países más afectados por la inseguridad alimentaria aguda en 2019, con al menos el 35 por ciento de su población en situación de crisis alimentaria.
A pesar de ello, la población de Siria es resiliente; incluso en el momento álgido de la crisis, los agricultores siguieron produciendo trigo, el principal cultivo del país.
Este año hubo algunas señales de optimismo y de retorno a la normalidad. En muchas zonas se ha restaurado la paz, y las lluvias han sido hasta ahora abundantes. Los campesinos pudieron plantar el 70 por ciento de la tierra destinada a la producción de cereales.
Sin embargo, para un buen número de ellos -muchos huyeron de sus aldeas a causa del conflicto- los daños en las infraestructuras -por ejemplo, en los sistemas de riego- y la pérdida de otros servicios básicos han seguido limitando su opción de regresar a sus hogares. Esto es cierto sobre todo en algunas zonas de Siria oriental. Además, los que pudieron regresar han carecido de las semillas y los insumos necesarios para producir alimentos, a la vez que la mayoría de los tractores o equipos de bombeo han sido robados, saqueados o destrozados.
Entre nuestros diversos programas, la FAO ha intervenido para proporcionar semillas a cerca de 15 000 familias este año, dirigiéndonos a los más vulnerables -como los ex-desplazados internos-, permitiendo a cada familia plantar una hectárea de trigo -la mitad basta para cubrir las necesidades de un hogar medio durante un año- y vender el excedente. Pero nuestra experiencia sobre el terreno en el noreste de Hama -en Siria centro-oriental- nos demostró que hay muchos más hogares necesitados. Por ejemplo, en una aldea donde ayudamos a 200 familias -las más vulnerables- resultaba evidente que la totalidad de las 3 000 familias requerían ayuda.
En otro lugar, en Deir-ez-Zor -cerca de la frontera con Iraq y donde estamos restaurando los sistemas de riego para llevar agua a unos 5 000 hogares-, los líderes comunitarios subrayaron que se necesitan con urgencia programas de desarrollo y/o de recuperación agrícola para apoyar los esfuerzos de consolidación de la paz y la estabilidad social; de lo contrario, les preocupa lo que suceda con los jóvenes de las zonas rurales, que no podrán ganarse la vida con la agricultura.
¿Como puede la pandemia hacer más difícil una situación ya de por sí compleja?. ¿Quiénes están más amenazados?
Hasta ahora tenemos pocos casos confirmados de COVID-19 en Siria -aunque se están realizando pocas pruebas- pero los factores de riesgo son elevados, y la infraestructura médica del país tendría dificultades para hacer frente a un brote amplio.
Una preocupación aún mayor es el impacto de los prolongados períodos de confinamiento en la economía y en la ya precaria seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas. La pandemia es como una tormenta que se avecina para los sirios.
Actualmente, el país está aplicando un toque de queda de las 18h00 a las 6h00 y se han establecido restricciones a la circulación, mientras que los espacios públicos estuvieron cerrados el mes pasado. Las personas que trabajan en el sector de los servicios -o con un salario diario- están sufriendo mucho en estos momentos, y ya hay evidencias fehacientes de dificultades extremas tanto en las zonas urbanas como en las rurales.
En la FAO nos preocupa sobre todo cómo repercutirán las restricciones en la agricultura y en la disponibilidad de alimentos. Ya estamos viendo aumentar los precios de los insumos, sea debido a las dificultades de importación o al oportunismo de los comerciantes. Por ejemplo, los precios de los plaguicidas registraron un aumento del 100 por cien en Hama en las últimas semanas. El precio de un paquete de semillas de tomate subió del equivalente de 25 a 31 dólares EEUU en las últimas dos semanas en Homs.
Además, nuestros colegas del Programa Mundial de Alimentos (PMA) han hecho un seguimiento de los precios alimentarios durante el último mes, y han observado un alza del 21 por ciento en el coste de la cesta de alimentos mensual estándar, básicamente las compras mensuales medias de alimentos de un hogar, tan sólo en marzo.
De igual modo, los pequeños ganaderos no pueden llevar a sus animales a pastar o comprar piensos. Los mercados en los que venden sus animales están cerrados o funcionan con restricciones. Las empresas avícolas también se han visto afectadas por el alto coste de los piensos importados y la caída de la demanda de los restaurantes.
Básicamente, los medios de vida del total de casi 1,2 millones de familias de agricultores del país se ven afectados de una forma u otra por los esfuerzos para controlar la COVID-19, aunque el impacto es diferente en función de cada zona.
¿Qué necesitan más ahora las comunidades vulnerables ante la amenaza de la pandemia?
La primera prioridad es ofrecer alternativas para que las personas puedan mantener sus medios de vida y seguir siendo autosuficientes. Y necesitamos reforzar los mensajes clave de salud pública dentro de nuestros programas. También existe una necesidad urgente de proporcionar a los agricultores semillas para la siembra -ahora para los cultivos de verano y para los próximos cultivos de invierno y hortalizas- y piensos para sus animales.
¿Puede la FAO continuar su labor en estas circunstancias? Y si es así, ¿qué están haciendo usted y su equipo de manera diferente?
Como oficina, la FAO de Siria se ha movido rápidamente para trabajar desde casa, y hasta ahora hemos logrado mantener los elementos clave del programa en funcionamiento.
Por ejemplo, estamos ayudando a los agricultores a construir los llamados "
túneles bajos" para producir plántulas de hortalizas o para reparar o construir sistemas de irrigación para sus tierras agrícolas. El proyecto los túneles bajos comenzó en marzo, y es la primera vez que este enfoque para producir plantones se ha utilizado a gran escala en el país. Cada túnel bajo, de 2 x 10 m, puede producir suficientes plántulas de hortalizas -como tomates, pimientos, pepinos y berenjenas- para ser plantadas por diez familias. Los viveros utilizan el riego por aspersión, lo que significa que se usa menos agua. Estimamos que cada agricultor obtendrá unos ingresos adicionales de la producción de hortalizas de alrededor de 1 000 dólares EEUU al año. Esta temporada, la iniciativa del túnel bajo beneficiará directamente a 700 agricultores y al tiempo proporcionará plántulas de hortalizas de buena calidad hasta a 7 000, con planes para ampliar notablemente este proyecto en los próximos uno o dos años.
Mientras se llevan a cabo estas actividades, todas las personas practican el distanciamiento físico y, si es necesario, usan mascarillas.
También hemos cambiado la formación en aulas por la realizada al aire libre en grupos más pequeños. Estamos utilizando grupos de WhatsApp y las páginas de Facebook para comunicarnos y compartir información -vía vídeo, por ejemplo- con los integrantes de nuestros grupos de productores de semillas y nuestros programas de emprendimiento.
¿Cómo funcionan estas nuevas iniciativas? ¿Continuarán después de la COVID-19?
¡Avanzamos rápidamente para convertirnos en una oficina de la FAO en Siria más digital! ¡Además de vencer al virus, esto reducirá nuestros gastos de viaje y nuestra huella de carbono! Me comprometo a continuar con estas innovaciones en el futuro, aunque no todas las tecnologías funcionan igual de bien en Siria como en otros países; apenas acabamos de conseguir organizar nuestra primera reunión en
zoom, con algo de ayuda de nuestros colegas de la oficina regional y de la sede.
¿Cuáles son algunos de los principales retos a los que se enfrenta la FAO en la actualidad?
El mayor desafío es garantizar la financiación de nuestros programas en este momento.
Hasta ahora, los donantes han comprendido muy bien las limitaciones con las que trabajamos en este momento, y nuestros principales colaboradores comprenden la pertinencia de nuestra labor, especialmente durante la COVID-19.
Ustedes llevan en Siria desde julio de 2018, y han trabajado en otros países donde la vida es particularmente difícil. ¿En qué se diferencia la situación actual?
La principal diferencia en este momento son las restricciones de movimiento impuestas en los últimos meses para detener la propagación de la COVID-19. Sin embargo, Siria no es la única en este aspecto.
Aquí en Damasco, nuestro personal internacional vive con otros colegas de las Naciones Unidas en un hotel. Para ayudarles a afrontar mejor las circunstancias actuales, conseguimos comprar una mesa de ping-pong justo antes de empezar el confinamiento. Es muy útil contra el estrés al final del día, y se puede jugar de forma segura, manteniendo las distancias. Mahmoud, nuestro especialista egipcio en emprendimiento, ha sido un gran entrenador.