Roma - Las pérdidas y el desperdicio de alimentos suponen un desafío acuciante a nivel mundial y, si no se hace nada para frenarlos, tendrán graves consecuencias para el clima, la seguridad alimentaria y la gestión de los recursos naturales, según señalan los expertos.
Advierten que, ante el aumento del hambre mundial y el alza de los precios de los alimentos, esta es una cuestión que no se debería ignorar.
La pérdida de alimentos, tal como indica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el
Índice de pérdida de alimentos, se produce entre las actividades posteriores a la cosecha y la venta al por menor, pero sin incluirla.
El desperdicio de alimentos se refiere a la disminución de la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, los proveedores de servicios alimentarios y los consumidores.
En todo el planeta, el 14 % de los alimentos se pierde en la cadena de suministro antes de la venta al por menor y otro 17 % se desperdicia a nivel minorista y del consumo.
Antes del tercer
Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que se celebra el 29 de septiembre de 2022, hemos hablamos con la Sra. Rosa Rolle, Jefa del Equipo de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos de la División de Alimentación y Nutrición de la FAO, para entender un poco más el problema y qué se puede hacer para solucionarlo.
1. ¿Por qué resulta tan urgente combatir la pérdida de alimentos?Corren tiempos convulsos. Nuestros sistemas alimentarios mundiales se han visto perturbados por dos años de pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19), el cambio climático y la guerra en Ucrania, que han abocado a millones de personas a una situación de inseguridad alimentaria donde el hambre y la malnutrición van en aumento.
En el informe
El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022 se indica que el número de personas que padecen hambre a nivel mundial aumentó bruscamente hasta 828 millones en 2021.
La pérdida de alimentos tiene una elevada huella ecológica. Malgasta los escasos recursos que se utilizan para producir alimentos, incluidos agua, suelos y energía, mano de obra y tiempo, al tiempo que produce emisiones de gases de efecto invernadero. Todo esto acentúa el cambio climático y amenaza la sostenibilidad agrícola, los medios de vida humanos y la calidad e inocuidad de nuestros suministros alimentarios.
2. ¿De qué manera repercute la pérdida de alimentos en el cambio climático y el medio ambiente?Hoy en día, aproximadamente un
31 % del total de emisiones de gases de efecto invernadero se puede atribuir a los sistemas agroalimentarios. Estas emisiones provienen de la producción, la elaboración, el embalaje, el transporte, el almacenamiento, el consumo y la eliminación de alimentos. Se generan independientemente de si los alimentos producidos se consumen, se descartan o se desperdician.
El aumento de los niveles de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera contribuye a un clima inestable que suele ser propenso a cambios ambientales drásticos y fenómenos meteorológicos extremos, incluidos el aumento de las temperaturas o el calentamiento global, las sequías y las inundaciones.
3. ¿Cuáles son los mayores desafíos que afronta al abordar la reducción de la pérdida de alimentos?Cuando se trata de la pérdida de alimentos, afrontamos varios desafíos, pues los niveles más altos de pérdidas se producen en las denominadas “cadenas de suministro de alimentos tradicionales” que están gestionadas por pequeños agricultores en regiones en desarrollo. Las deficiencias de planificación y organización asolan el sector de la producción en pequeña escala.
Las partes interesadas de las cadenas de suministro suelen tener conocimientos limitados en cuanto a la forma de manipular los productos alimenticios después de la cosecha. Las tecnologías poscosecha y el apoyo a las infraestructuras son habitualmente insuficientes o inexistentes. Los vínculos con los mercados están poco desarrollados y a menudo no existen políticas que aborden estos problemas. Las partes interesadas en estas cadenas de suministro carecen de recursos financieros y son incapaces de acceder al crédito para mejorar sus operaciones.
4. ¿Cuáles son algunas de las formas en las que se puede hacer frente a este problema?La reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos es fundamental para mitigar el cambio climático, recortar las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer un uso más eficiente de nuestros recursos naturales.
Es preciso trabajar para aumentar la resiliencia de los sistemas agroalimentarios a fin de permitirles anticiparse, prevenir, adaptarse y transformarse frente a las perturbaciones. Esto protegerá la seguridad alimentaria, los medios de vida y la nutrición para todos.
Las mejoras en la elaboración y el almacenamiento frigorífico y en seco, por ejemplo, contribuirían considerablemente a reducir las pérdidas y mejorar la calidad y disponibilidad de alimentos, creando con ello resiliencia al clima en las fases anteriores de la cadena de suministro alimentario donde predominan las pérdidas de alimentos.
Esto reduciría las emisiones asociadas al aclareo del terreno para aumentar la producción, haría un uso más eficiente de nuestros recursos naturales, aumentaría la disponibilidad de alimentos y el acceso a ellos, protegería los ingresos de los agricultores y pequeños productores y contribuiría a mejorar la calidad de las dietas.
5. ¿En qué medida minimizar la pérdida de alimentos puede reducir el hambre mundial y aumentar la seguridad alimentaria?La reducción de las pérdidas de alimentos podría generar situaciones beneficiosas para todos en todas las dimensiones de los objetivos relacionados con el hambre por cuanto mejora la disponibilidad de alimentos y el acceso a estos, protege los ingresos de los agricultores y los pequeños productores y mejora la calidad de las dietas.
6. ¿Qué función desempeña la FAO a la hora de ayudar a afrontar este problema sobre el terreno?La reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos es una esfera programática prioritaria en el
Marco estratégico de la FAO para 2022-2031 en apoyo de la Agenda 2030.
Mediante su labor en curso, la FAO está brindando apoyo a los países para determinar y solventar desafíos mediante la subsanación de carencias en materia de conocimientos y capacidad, ayudando a fortalecer marcos de políticas, reguladores e institucionales que mejoren la competitividad de los pequeños productores, incluso en sus mercados locales.