Patricia (derecha), una ocupada madre soltera, maestra y agricultora del suroeste de Guyana, utiliza la casa sombra que se le proporcionó mediante un proyecto de agricultura climáticamente inteligente de la FAO para complementar sus ingresos como maestra y satisfacer las necesidades de su familia. ©FAO
Gestionar una granja es difícil. Ser madre soltera es difícil. Ser maestra a tiempo completo es difícil. Ser agricultora, madre soltera y maestra es algo “fuera de serie”, como dice Patricia Persaud, pero estar ocupada le aporta equilibrio y la consuela, evitándole el estrés por la separación de su marido: “Vivo sin estrés, me mantengo activa y cuento con estabilidad financiera”, exclama.
Patricia comenzó a trabajar en la agricultura para ayudar a hacer frente a los gastos de su familia, porque su sueldo como maestra no era suficiente. Todos los días de la semana, de 6.30 a 8.00 por la mañana y a partir de las 17.00 por la tarde, y los fines de semana y días festivos, ella y sus hijos se ocupan de sus cultivos comerciales de col china “pak-choi”, gombo, pimienta, pepino y col.
Patricia vive en Parika Back, una comunidad rural del suroeste del país donde la mayoría de las personas provienen de familias de agricultores y los medios de vida dependen de la agricultura en pequeña escala. Allí, la gente está estrechamente vinculada con la vida agrícola o, como dicen en Guyana, “llevan la agricultura en la sangre”.
A finales de la década de 1980, la población de Parika Back era pequeña, no contaba con buenas carreteras y producía cultivos alimentarios solo para satisfacer las necesidades de los hogares. Sin embargo, cuando se mejoró la carretera principal en 2018, se facilitó el acceso a los mercados, lo que fomentó la expansión de la agricultura en pequeña escala en la zona.
Las casas sombra son soluciones eficaces y sostenibles para las pequeñas explotaciones agrícolas ya que permiten mitigar algunos de los efectos del cambio climático y refuerzan la seguridad alimentaria. ©FAO
En abril de 2020, la FAO y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) pusieron en marcha un proyecto de agricultura climáticamente inteligente para los agricultores de las comunidades de Parika y Namryck de Guyana. Estas zonas son propensas a las inundaciones, y el aumento de las temperaturas junto con los cambios en los regímenes de lluvias están aumentando la vulnerabilidad del suelo y afectando el crecimiento de los cultivos. Junto con la variabilidad del clima, las plagas, las enfermedades de los cultivos y el aumento del dióxido de carbono atmosférico están añadiendo más estrés para los pequeños agricultores.
El proyecto piloto de la FAO y el IICA ofreció una solución asequible para los invernaderos, conocida como casa sombra, que es eficaz y sostenible en pequeña escala y ayuda a los pequeños agricultores a adaptarse al entorno cambiante. Los invernaderos no pueden revertir el cambio climático, pero pueden mitigar algunos de sus efectos y ayudar a reforzar la seguridad alimentaria.
Con una casa sombra, Patricia pudo plantar lechuga, apio y brécol, cultivos delicados que requieren tecnología de tipo invernadero. La casa sombra resultó ser especialmente valiosa durante la pandemia, ya que se restringió el traslado de los productos de las granjas a los mercados y el precio de mercado de los productos aumentó considerablemente. Para los agricultores como Patricia, esto redundó en su beneficio. Los comerciantes acudieron a ella para obtener los productos que cultivaba en la casa sombra. Su cosecha y sus ganancias fueron abundantes.
“La agricultura es una buena experiencia; cuando el precio es el correcto, los beneficios son gratificantes”, afirma Patricia. Ha trabajado con cultivos durante unos 8 a 10 años, pero hubo ocasiones en que perdió gran parte de sus cosechas debido a las lluvias excesivas, las inundaciones o la sequía. “Es cuestión de suerte, pero debes tener paciencia y seguir plantando”.
El Banco Mundial estima que tres de cada cuatro personas de los países en desarrollo viven en zonas rurales y que, a nivel mundial, los medios de vida de unos 2 500 millones de personas dependen ya sea directa o indirectamente de la agricultura en pequeña escala. Los pequeños productores rurales desempeñan un papel fundamental en los sistemas agroalimentarios, pero como los ingresos, el tamaño de las parcelas y los activos varían mucho, las agricultoras son vulnerables no solo a las desigualdades de género, sino también a los efectos del cambio climático y otras crisis. La adopción de nuevas tecnologías, como las casas sombra, ayuda a brindarles una ventaja adicional para resistir frente al cambio climático.
La casa sombra resultó ser especialmente valiosa para Patricia durante la pandemia, ya que el precio de mercado de los productos aumentó bruscamente. No solo pudo seguir proporcionando alimentos nutritivos a su familia, sino que también pudo vender el excedente a un buen precio. ©FAO/Shara Seelall
Patricia espera jubilarse como maestra en unos dos años, y tiene previsto ampliar su casa sombra y dedicar su tiempo a cultivar aún más productos.
Como verdadero ejemplo de una mujer empoderada, Patricia espera que al compartir su historia pueda mostrar a otras jóvenes que también pueden ser autosuficientes y financieramente independientes. Los hogares monoparentales, especialmente aquellos encabezados por mujeres, son comunes en Guyana, y a muchas mujeres les resulta difícil mantener a sus hijos con un solo ingreso.
Teniendo en cuenta que alrededor del 43 % de las mujeres rurales desempeñan un papel en la producción agrícola, la FAO apoya firmemente a las mujeres en la agricultura para que pasen de la agricultura de subsistencia a una producción de mayor valor y orientada al mercado. Al proporcionar los materiales y los conocimientos técnicos necesarios para construir instalaciones de casas sombra, la FAO ayuda a las mujeres a obtener una mejor producción agrícola y a fortalecer sus medios de vida.
Los programas de la FAO en Guyana se centran en ayudar a los pequeños productores de las comunidades rurales a maximizar su potencial aumentando y diversificando su producción, mejorando la calidad de sus productos para acceder a los mercados en mejores condiciones, aumentando su resiliencia frente al cambio climático y apoyando la igualdad de género. La FAO también apoya que se haga un uso sostenible de los recursos naturales, especialmente por parte de los pequeños agricultores, que suelen depender mucho de esos recursos, a fin de garantizar la viabilidad no solo de sus propios medios de vida, sino también de los medios de vida de las generaciones futuras.
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