El Salvador es uno de los seis países que conforman el Corredor Seco Centroamericano, una gran extensión de tierra que está particularmente expuesta al cambio climático y la escasez de agua. La restauración de los ecosistemas degradados es aquí fundamental para regenerar la tierra y recuperar fuentes de abastecimiento de agua esenciales para la vida cotidiana de las personas. © FAO/Javier Orellana
Fragmentos de bosque seco tropical separados por tierras agrícolas que se extienden por la superficie de seis países en el corazón del continente americano. Se trata del Corredor Seco Centroamericano, una extensión de 1 600 km de longitud a través de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, donde viven 11,5 millones de personas del medio rural, que dependen en gran medida de la agricultura para su subsistencia.
El Corredor Seco, caracterizado por la irregularidad de sus precipitaciones, constituye una de las regiones del mundo más expuestas y vulnerables al cambio climático. Durante más de un decenio, el aumento de las temperaturas y la grave sequía, junto con la deforestación y la degradación de la tierra, han derivado en un sector agrícola que requiere mucha agua y han amenazado la seguridad alimentaria de sus habitantes.
Situado en mitad del Corredor Seco se encuentra El Salvador, uno de los países más vulnerables del mundo a los riesgos climáticos. En la actualidad, la disponibilidad per cápita de agua dulce en El Salvador es muy inferior al umbral crítico y se prevé un aumento de la variabilidad de las precipitaciones, las temperaturas y la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos.
La restauración de los ecosistemas degradados en El Salvador y en el Corredor Seco en general es fundamental para regenerar las tierras y recuperar fuentes de agua de las que depende la población para su alimentación, sus ingresos y su bienestar. En esto se centra el proyecto “Aumento de las medidas de resiliencia climática en los agroecosistemas del Corredor Seco de El Salvador” (RECLIMA), una iniciativa de 127,7 millones de USD dirigida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con el apoyo del Gobierno salvadoreño y financiada por el Fondo Verde para el Clima.
Tres formas en las que el proyecto RECLIMA de la FAO está ayudando a las comunidades rurales de El Salvador a restaurar los ecosistemas y aumentar su resiliencia al cambio climático son:
1- La reintroducción de árboles autóctonos para combatir el estrés hídrico
Las precipitaciones por debajo de la media y el uso excesivo de los recursos hídricos han derivado en la disminución del nivel de los ríos y la escasez de agua, que suponen una importante amenaza para los medios de vida y la seguridad alimentaria de los agricultores familiares de El Salvador. Estos agricultores, que representan más del 80 % de los productores de alimentos del país, dependen fundamentalmente de la agricultura de secano tradicional. Cultivan maíz, frijoles y sorgo principalmente en laderas propensas a la erosión y a la pérdida de humedad de los suelos.
Como parte del proyecto RECLIMA, las comunidades rurales han empezado a crear viveros para restaurar los ecosistemas degradados mediante la reforestación y otras técnicas, que mejoran la infiltración del agua en el suelo y reducen la erosión.
Las comunidades que participan en el proyecto reciben especies arbóreas jóvenes, autóctonas de América Central, para plantarlas en sus tierras. Entre estos árboles autóctonos figuran el conacaste, conocido por su fruto en forma de oreja; el madre cacao, un árbol forrajero que estabiliza la tierra y previene la erosión del suelo, y el árbol de leucaena, conocido por mejorar la fertilidad del suelo.
Por el momento, se han creado 33 viveros en el marco de la iniciativa. En 2022, se restauraron más de 13 000 hectáreas de ecosistemas críticos mediante especies arbóreas autóctonas.
Como parte del proyecto RECLIMA de la FAO, las comunidades rurales están restaurando ecosistemas degradados mediante la reforestación y otras técnicas, que mejoran la infiltración del agua en el suelo y reducen la erosión. © FAO/Javier Orellana
2- La mejora de la resiliencia de los agricultores mediante la agroforestería
Para los agricultores en El Salvador y en el Corredor Seco en general, la integración de los árboles con los cultivos y el pastoreo de ganado mejora la infiltración del agua y devuelve la humedad a los suelos. Estas combinaciones, conocidas como sistemas agroforestales, mejoran la producción, disminuyen la erosión y fijan el carbono.
La agroforestería ofrece beneficios sociales, económicos y ambientales. Además de seguridad alimentaria y nutricional, las duraderas especies leñosas perennes, como árboles y arbustos, enriquecen el suelo con materia orgánica, lo que contribuye a retener la humedad del suelo y recargar los acuíferos locales. Esto a su vez ayuda a mantener las fuentes de abastecimiento de agua esenciales en los manantiales locales.
Con objeto de incrementar las prácticas agroforestales, la FAO y el Centro Nacional de Tecnología Agropecuaria y Forestal de El Salvador han involucrado a casi 23 000 agricultores en novedosas actividades participativas en escuelas de campo para agricultores. Estos contextos informales crean un espacio para que los agricultores compartan sus experiencias y adquieran conocimientos sobre técnicas agroforestales que fortalecen su capacidad de tomar decisiones.
Se espera restaurar aproximadamente 17 000 hectáreas de tierras degradadas para mediados de 2024, que beneficiarán directamente a casi un cuarto de millón de personas en 50 000 explotaciones agrícolas familiares.
El proyecto RECLIMA mejora la resiliencia de pequeños agricultores vulnerables al cambio climático mediante la aplicación de diferentes prácticas de adaptación y técnicas de restauración de los ecosistemas. © FAO/Javier Orellana
3- La restauración de la vegetación en pro de la seguridad del agua y la acción por el clima
La gestión sostenible de la tierra es una solución beneficiosa para la población y el medio ambiente. Un mayor número de plantas y árboles en las tierras supone una mayor eliminación de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y su almacenamiento en el suelo. A su vez, un suelo rico en carbono, más sano y más fértil, favorece la infiltración del agua en los suelos y la producción de alimentos.
Los agricultores aplicaron prácticas agrícolas sostenibles en más de 20 000 hectáreas de tierra, lo que ayudó a restablecer la conectividad ecológica, garantizando un mayor movimiento de especies y el flujo de los procesos naturales.
La combinación de la restauración de los ecosistemas y la gestión sostenible de la tierra tiene un enorme potencial en materia de acción por el clima: el proyecto RECLIMA por sí solo ha reducido ya en torno a 2,3 millones de toneladas de equivalente de CO2 y se retendrán otros dos millones de toneladas de emisiones de aquí al final del proyecto.
Panorama general
El proyecto RECLIMA es una de las muchas iniciativas de colaboración que se centran en la restauración del Corredor Seco Centroamericano. La FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en su función de dirección conjunta del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas, están impulsando también la iniciativa emblemática para el Corredor Seco Centroamericano centrada en revertir la degradación de la tierra y detener la pérdida de biodiversidad.
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