FAO en Perú

Semillas de calidad, vida de calidad

 

Como mujeres campesinas, hemos aprendido mucho. Ahora, tenemos más rentabilidad con la semilla de calidad que nos proporcionó la FAO”, dice Vilma Choquecota Choquecota, productora líder de la Asociación de Mujeres Productoras Agropecuarias, Artesanales y Ecológicas Inmaculada Concepción (AMPRAE) del centro poblado de Batalla, en Puno.

Con sus compañeras de campo, en el distrito de Pomata, en la provincia de Chucuito, Vilma trabajó con la FAO y el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) en el proyecto “Semillas Andinas”, orientado a incrementar el rendimiento de sus cultivos de quinua y a mejorar sus ingresos con el uso de semilla certificada.

Luego de tres años de esfuerzos conjuntos, para Vilma, una cosa ha quedado ampliamente demostrada: la productividad agrícola es directamente proporcional a la calidad de la semilla que se emplea. “La semilla certificada que cultivamos aquí tiene mayor costo y produce más. Damos más importancia a la semilla certificada porque nos da rentabilidad”, cuenta Vilma.

A fin de apoyar el trabajo de pequeñas asociaciones como la de Vilma, el proyecto Semillas Andinas de la FAO implementó numerosas Escuelas de Campo orientadas al desarrollo de herramientas y habilidades para la producción, gestión y comercialización de estas semillas. Esos talleres les dieron motivación para participar en más iniciativas: “Nosotras ahora vamos a los municipios para participar en el presupuesto participativo. Por ejemplo, nos pueden construir un local o pueden llevarnos a otros sitios de pasantía para ver cómo se trabaja la semilla”, explica Vilma.

Además del trabajo en el cultivo de quinua, Vilma se involucró mucho en la promoción y visibilidad  de su asociación y sus productos. “Ahora nuestra organización está bien reconocida, nosotras promocionamos nuestras semillas con medios de comunicación, haciendo propagandas, repartiendo nuestras tarjetas”.

A lo largo del proyecto, Vilma y sus compañeras han visto el rendimiento, la comercialización y el precio de las semillas cultivadas crecer de manera significativa. “Antes, nuestra semilla costaba 13 o 14 soles. La semilla que ya está certificada ahora está llegando a costar 25 a 30 soles. Por eso, nosotras damos más importancia a la quinua”. De hecho, la sostenibilidad y la buena calidad de sus productos atrajeron a más clientes. Hoy, Vilma cuenta como compradores con sus “vecinos, los municipios, las instituciones que vienen a pedir a nosotras, y a ellos vendemos nuestras semillas”.

Para Vilma, el proyecto también ha sido una buena oportunidad para promover el trabajo de las mujeres campesinas en el Perú. Actualmente, la asociación AMPRAE cuenta con la participación de 14 mujeres que cultivan y comercializan las principales variedades de quinua. “Las compañeras se animaron y vinieron. Pero no siempre fue fácil; convencer ha sido difícil. Al principio, los maridos no entendían por qué las mujeres van a trabajar con puras mujeres. Pero hemos demostrado que podíamos trabajar como mujeres. Para que nosotras no estemos nomás en la casa, nos ponemos a trabajar, nos organizamos y acordamos qué vamos a hacer. Y trabajamos; sembramos, hacemos rotulación”, explica Vilma, orgullosa del éxito de AMPRAE.

Sobre el proyecto

El Proyecto Regional “Semillas Andinas” fue implementado y ejecutado durante 4 años por la FAO en Perú, Bolivia y Ecuador, con el apoyo financiero de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID).

En el Perú, la FAO trabajó junto con el INIA y los gobiernos regionales de Puno, Huánuco y Ayacucho para lograr que 32 organizaciones semilleristas inyectaran a sus economías locales cerca de 1,4 millones de dólares con la producción y comercialización de casi 3 mil toneladas de semillas de cultivos nativos con alto valor alimenticio y económico (como la papa, la quinua y el maíz amiláceo). Se estima que la semilla comercializada ha permitido beneficiar a no menos de 5,5 mil usuarios de semilla.

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