Esta región sufre la mayor escasez de agua del mundo, con una disponibilidad de agua per cápita inferior en un 10% a la media mundial. Con un número creciente de conflictos, la región afronta desafíos considerables en su lucha contra el hambre.
La prevalencia del sobrepeso y de la obesidad ha aumentado a un ritmo alarmante, sobre todo entre las mujeres. La alimentación y la agricultura de la región se enfrentan a una degradación generalizada de los recursos naturales, la vulnerabilidad al cambio climático, elevados índices de crecimiento demográfico y un rápido proceso de urbanización.
La FAO presta apoyo directo a las políticas de los gobiernos.
El apoyo de la FAO en materia de políticas a los Estados miembros de la región, muy dispares en sus capacidades, recursos y necesidades, incluye fortalecer y complementar las publicaciones principales de la Organización y realizar estudios independientes de políticas. La FAO colabora con organizaciones asociadas para abordar prioridades regionales, que incluyen a decenas de millones de refugiados y emigrantes. Presta apoyo directo a políticas a los gobiernos en áreas temáticas clave, de la producción de cultivos y la gestión de recursos hídricos a la reducción del riesgo de catástrofes y al desarrollo de la cadena de valor.
Transformar las áreas rurales y generar empleo juvenil. Incrementar los ingresos de los pequeños productores fomentando, por ejemplo, la agricultura digital, el desarrollo de la cadena de valor y la participación del sector privado. Aumentar las oportunidades de emprendimiento para los jóvenes en las áreas de la agricultura hidropónica y la orgánica, la acuicultura y el agroturismo. Estas intervenciones deberían estimular la capacidad nacional de participar en el comercio mundial.
Promover dietas saludables para todos fortaleciendo sistemas alimentarios que mejoren la salud, reduzcan la dependencia de las importaciones de productos alimenticios y ayuden a hacer frente al rápido crecimiento demográfico. Las intervenciones se centran en tecnologías e innovaciones para fomentar la producción sostenible, así como en la sensibilización para mejorar la seguridad alimentaria y el comercio de productos alimenticios y para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Afrontar la escasez de agua y el impacto del cambio climático. La adopción de tecnologías e inversiones inteligentes puede mejorar la eficiencia del uso del agua y del reciclado de esta, la gestión sostenible del suelo y de la pesca y la reducción del uso de productos fitosanitarios, además de recuperar funciones ecosistémicas. La adopción amplia de prácticas de agricultura climáticamente inteligente puede ayudar a mitigar las emisiones de carbono de la agricultura.
Fomentar la resiliencia ante conflictos y crisis prolongadas, que son los principales causantes del hambre y de la pobreza en la región. Ayudar a los países a promover medios de subsistencia rurales resilientes, destacando la relación entre la asistencia humanitaria y el desarrollo a largo plazo. Invertir en sistemas de alerta rápida y la reducción del riesgo de catástrofes, así como en la eliminación de plagas y enfermedades transfronterizas.