Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura

16 de octubre de 2025

Día Mundial de la Alimentación

Ameera Khamees Alassi

“Garantizar que los hijos de mis vecinos, los hijos de mis parientes y los hijos de todo mi pueblo no duerman hambrientos me proporciona la felicidad más honrosa”.
07/09/2024

Palestina

Para Ameera Khamees Alassi, el día comienza al amanecer. A las seis de la mañana, ya está levantada y lista para recorrer por todas partes las pocas granjas y mercados locales que quedan en busca de verduras, granos y otros productos básicos. 

Cuando los bombardeos desplazaron a Ameera de su hogar en Rafah, Gaza, en mayo de 2024, se unió a una multitud de miles de personas que buscaban refugio en la cercana Khan Younis. Allí es donde vive hoy, en un asentamiento improvisado formado por tiendas de campaña y cualquier otro material que las personas pudieron encontrar para construir un refugio. 

“Es difícil tener lo básico para vivir en tiempos de guerra y miedo”, explica esta madre de tres hijos de 35 años de edad. Y eso incluye los alimentos. Casi un año después del inicio de la guerra, con gran parte de las tierras agrícolas de Gaza destruidas y la entrega de ayuda humanitaria prácticamente paralizada, muchas familias luchan por encontrar o permitirse algún alimento, así como el combustible para prepararlo. 

Ameera comprendió rápidamente que la fuerza radica en aunar recursos y construir una comunidad. Y de este modo nació su cocina comunitaria. Ella misma, que en el pasado fue agricultora, hoy dedica su vida a garantizar que sus vecinos reciban al menos una comida nutritiva al día. 

"Queremos ofrecer, y lo hacemos, buena comida a bajo costo, pero de alta calidad, incluso cuando los precios de la madera y los recursos se disparan", dice. "Ofrecemos la comida con alegría y felicidad". 

La cocina comunitaria, que es un salvavidas para muchos, prospera gracias a la flexibilidad y el ingenio. Con el apoyo de contribuciones de organizaciones como la Unión de Comités de Trabajo Agrícola, fondos de socorro y los propios voluntarios, ejemplifica el poder de la adaptabilidad. Los voluntarios se adaptan a lo que pueden recolectar, ya sea a través de donaciones, las escasas cosechas de los agricultores locales o lo que ofrece el mercado. 

“Todo depende de las circunstancias”, explica, “y de los recursos naturales y el apoyo financiero que podamos encontrar”. 

En un esfuerzo bien coordinado, la mitad de los voluntarios se centran en hornear pan, mientras que los demás preparan los platos principales. A última hora de la mañana, comienzan las rondas de distribución. 

Estas comidas no son solo un sustento: son un símbolo de solidaridad y cuidado para casi 1 500 personas desplazadas que dependen de la cocina comunitaria mientras viven aquí y en los campos de refugiados vecinos, muchos de ellos niños. 

Es por ellos y por sus propios hijos, cuyas risas escucha por la noche, por lo que continúa con el trabajo incansable, proporcionando algo de estabilidad en medio del caos y manteniendo la comunidad intacta para el futuro. 

“Poder garantizar que los hijos de mis vecinos, los hijos de mis familiares y los hijos de todo mi pueblo no duerman hambrientos me proporciona la felicidad más honrosa”, afirma.