La historia de Esteban Gallie comienza con su bisabuelo, que a finales del siglo XIX era dueño de su propia granja llamada Morro Chico, en la provincia de Santa Cruz, Argentina. En 2000, Esteban se hizo cargo de esa misma granja de 27 000 hectáreas en la Patagonia profunda, a doscientos kilómetros de la ciudad de Río Gallegos, en la frontera con Chile. Tenía una misión muy especial: criar ovejas y vacas, mientras que cuidaba de los pastos, el agua y la biodiversidad. Esta forma de producción, que consiste en vincular animales con el monte autóctono, se conoce técnicamente como “Manejo de Bosques con Ganadería Integrada” (MBGI).
“Quería transformar el lugar y convertirlo en la mejor versión de sí mismo”, recuerda Esteban. Hace unos años, su padre le echó una mano y le enseñó a detectar el sobrepastoreo, cuando los animales comían demasiado y el suelo se resentía. Con ese concepto, Esteban se propuso realizar una ganadería holística y regenerativa, combinada con la protección del medio ambiente.
Cuando llegó a la granja, había 12 000 ovejas y 700 vacas. Hoy tiene 8 500 ovejas para esquileo y 600 vacas para reproducción y cría. Aunque tiene menos animales, su campo, pastos y animales gozan de buena salud.
“Me encantaría generar ingresos proporcionando servicios ecosistémicos y lana de calidad, promoviendo el bienestar animal, la responsabilidad social y la protección del medio ambiente”, dice con entusiasmo. El bienestar animal, la salud de los pastos y bosques, y la convivencia en armonía con la fauna autóctona son los objetivos que se ha marcado Esteban, con el fin último de compaginar la producción con la conservación de la biodiversidad. Hoy, en Morro Chico, Esteban ha recuperado la riqueza natural de la zona, y su granja se ha convertido en un sitio piloto de Manejo Forestal con Ganadería Integrada, así como en un centro de formación para todos aquellos interesados en la materia.
Esta historia fue publicada originalmente en el periódico La Nación.
