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2.4 Reconocimiento de una crisis mundial


En 1992 sonó el toque de rebato. En julio se produjo el cierre espectacular de la pesquería de bacalao del norte. Pero ese año se había lanzado ya una gran alarma internacional en forma de un documento de la FAO, La pesca marítima y el derecho del mar: Un decenio de cambio[110]. Este documento se abre con una referencia a otro documento anterior de la FAO, publicado en 1980, justo después de que los estados ribereños ampliaran su jurisdicción pesquera. En el documento anterior se señalaba que «existe la oportunidad, como nunca anteriormente, para la explotación racional de la pesca marítima»[111]. Cabía esperar que el examen de un período de diez años fuera optimista, y demostrara el éxito del experimento de limitar la libertad en los mares permitiendo a los estados ribereños ampliar su jurisdicción pesquera. Desgraciadamente no ocurrió esto. El informe de 1992 concluía señalando que «la situación es en general peor que hace diez años. El desperdicio económico ha alcanzado proporciones importantes; ha habido un aumento general del agotamiento de los recursos, ya que el esfuerzo de pesca se ha trasladado más abajo en la cadena alimentaria; el medio marino ha llegado a estar cada vez más degradado; se han extendido los conflictos; y ha empeorado la suerte de los pescadores en pequeña escala»[112].

El informe señalaba que había varias causas del empeoramiento del estado de la pesca mundial, pero se centraba en dos de ellas. La primera era que las pesquerías eran todavía de acceso libre y los argumentos del artículo de Gordon en los que se explicaban las causas por las que tales pesquerías tendían a reducirse seguían siendo válidos. La segunda era que los gastos de explotación eran superiores a los ingresos totales, sin tener en cuenta los gastos de capital. En efecto, en 1989, los costos de la flota de pesca marítima mundial eran el orden de 22 000 millones de dólares[113]. En otras palabras, la pesca marítima estaba muy subvencionada. Las subvenciones elevaban artificialmente los beneficios y se perdía así la señal económica que mostraría que había dejado de ser económico capturar el pescado.

El efecto era que se seguía pescando más allá de los límites razonables y se continuaban decimando las poblaciones.

Tales subvenciones se concedían en todo el mundo, ya que, por ejemplo, el apoyo a la pesca en la Unión Europea ascendía a casi 600 millones de dólares en 1990, sin incluir el apoyo facilitado por los distintos países. Noruega facilitaba una ayuda que ascendía a 150 millones de dólares aproximadamente[114]. Estos son solamente algunos ejemplos, pero Milazzo, hizo algunos años más tarde un estudio más completo de las subvenciones pesqueras[115].

Estas cifras son solamente aproximativas y son objeto de debates interminables en cuanto a cuáles gastos deberían incluirse y cuáles excluirse. Sin embargo, Un decenio de cambio contribuyó a centrar la atención mundial en el programa de las subvenciones pesqueras. La pesca era solamente uno de los muchos sectores en los que se centraba cada vez más la preocupación de los dirigentes mundiales, los cuales, al menos esta vez, comenzaban a prestar atención a los problemas ambientales del mundo.


[110] La pesca marítima ... un decenio de cambio, op. cit.
[111] Ibid., 1.
[112] Ibid., 52.
[113] Ibid., 21.
[114] Ibid., 25.
[115] Milazzo, op. cit.

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