Aunque históricamente la agricultura ha generado excedentes de mano de obra, ahorros y divisas que han facilitado el crecimiento de otros sectores, las políticas que han tratado de gravar a la agricultura, implícita o explícitamente, a los efectos de extraer excedentes aún mayores, han sido contraproducentes para el crecimiento y el empleo.
El crecimiento agrícola contribuye proporcionalmente más que el industrial al desarrollo económico, debido a que los efectos multiplicadores del primero sobre la economía interna son mayores.
Diversos estudios han demostrado que la agricultura es el sector más eficaz para reducir la pobreza rural y la urbana, si bien los pobres se benefician menos del crecimiento agrícola en los países con distribución del ingreso muy desigual.
Mantener adecuados precios reales a los productores es una de las claves para el crecimiento agrícola y en consecuencia para la reducción de la pobreza. Los intentos de perseguir políticas de alimentos baratos empeoran el problema de la pobreza en largo plazo.