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Factores tóxicos fortuitos presentes en los alimentos

Pueden presentarse trastornos nutricionales y patologías a causa de la presencia fortuita de determinados factores tóxicos o contaminantes en los productos alimenticios, entre los que cabe señalar:

Aditivos añadidos intencionadamente:

Factores tóxicos derivados de la elaboración:

Contaminantes de origen biológico:

Productos sintéticos contaminantes:

Factores tóxicos fortuitos

De los factores tóxicos fortuitos mencionados probablemente el más importante (desde los puntos de vista patológico y económico) sea el de las toxinas de hongos o micotoxinas. Hasta la fecha se han identificado más de 200 tipos de micotoxinas diferentes en los ingredientes de los piensos (Jones, 1987). La may or parte de las micotoxinas importantes desde el punto de vista patológico proceden de hongos filiformes (por ejemplo, el moho) pertenecientes a los géneros Aspergillus, Penicillium y Fusarium, y entre ellas están las aflatoxinas (aflatoxina B1-2, G1-2), las toxinas Fusarium (cearalenonas, tricotecenos, vomitoxina, T2), las ocratocina A y B), el ácido ciclopiazónico, la patulina, la eslaframina y la citrinina (Hendricks y Bailey, 1989; Lovell, 1989, 1991, 1992). Las micotoxinas se originan en el moho de determinados productos alimenticios, antes de su recolección o durante el período de almacenamiento antes de ser consumidos por los animales; los productos alimenticios que son especialmente propensos a sufrir infecciones de Aspergillus favus (que produce la micotoxina común, aflatoxina B1 - AFB1) son la harina de semilla de algodón, la harina de maní, la harina de copra, los productos del maíz y, en menor grado, el arroz, la cebada, el sorgo, la avena, el girasol, la soja y la yuca (Hendricks y Bailey, 1989). Tacon (1988) estudia los factores que favorecen el crecimiento de estos hongos contaminantes en los productos alimenticios. Según la legislación estadounidense sobre piensos, los productos de maíz y de maníz y de maní no pueden contener más de 20 partes por mil millones de aflatoxinas (Lovell, 1992).

Se han observado en los peces los siguientes signos patológicos de toxicidad por micotoxinas:

Aflatoxina. En general, escaso crecimiento, anemia, retardo del tiempo de coagulación, facilidad, para sufrir magulladuras, daños en el hígado y otros órganos, disminución de la respuesta inmune y aumento de la mortalidad. En la trucha arco iris, la alimentación durante un período prolongado con una concentración baja de aflatoxina (B1) causa tumores hepáticos (Lovell, 1992). La trucha arco iris se considera uno de los animales más sensibles a la intoxicación por aflatoxina; la DL50 de la aflatoxina (dosis que causa la muerte en el 50 por ciento de los ejemplares) en una trucha de 50 g es de 500– 1 000 ppmm (0,5–1,0 mg/kg), y la ingestón oral de 0,4–1,0 ppmm de AFB 1 en la dieta suministrada de forma continua durante un año produce tumores hepáticos (una reseña de ello aparece en Hendricks y Bailey, 1989). Los signos de aflatoxicosis grave en la trucha acro iris son daño en el hígado, branquias pálidas y disminución de la concentración de glóbulos rojos. Sin embargo, se ha observado que los peces de agua caliente como el bagre de canal son menos sensibles a la aflatoxina; una concentración en la alimentación de 6 600 ppmm de aflatoxina B1 ha producido en el bagre de canal una disminución de la tasa de crecimiento, y de la concentración de hematocrito y hemoglobina durante un período de prueba de 10 semanas (Lovell, 1992). Se ha comprobado también que el salmón plateado (Oncorhynchus kisutch), el real (O. tschawytscha) y el rojo (O. nerka) son considerblemente menos sensibles a la intoxicación por aflatoxina que la trucha arco iris (Hendricks y Bailey, 1989).

Ocratoxina A. En la trucha arco iris: necrosis grave de los tejidos hepático y renal, riñón pálido, hígado ligeramente inflamado y muerte; DL50 de 4,67 mg/kg (Hendricks y Bailey, 1989; Lovell, 1992).

Acido ciclopiazónico (ACP). En el bagre de canal, una dosis en la alimentación de 100 ppmm provoca una disminución significativa del crecimiento, y de 10 000 ppmm necrosis de las glándulas gástricas. Según los datos anteriores, para el bagre de canal es más tóxico el ACP que la aflatoxina(Lovell, 1992).

Vomitoxina. En la trucha acro iris, una dosis en la alimentación de 1-12,9 ppm provoca una disminución del crecimiento y de la eficiencia alimentaria del pienso (Hendricks y Bailey, 1989).

Aparte de las micotoxinas, no se han realizado estudios de toxicología alimentaria sobre prácticamente ninguno de los contaminantes mencionados. Para una reseña general pueden consultarse NRC (1983), Hendricks y Bailey (1989) y Roberts y Bullock (1989).


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