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Los entornos de montaña y su desarrollo1

M. Muthoo

Maharaj Muthoo es el Presidente
de Harinternational, que se ocupa
de cuestiones relacionadas con los
ecosistemas frágiles, el medio ambiente
y el desarrollo. Ha sido Director de
Operaciones Forestales de la FAO
y Director Ejecutivo del Consejo
de Administración Forestal.

Una visión de la diversidad de los entornos de montaña y de los factores del entorno no sólo naturales y biofísicos, sino también sociales, económicos y culturales que son importantes para el desarrollo sostenible de las zonas de montaña.

Agar firdaus ho bar rue zamin ast o hamin ast, o hamin ast, o hamin ast» («si puede hablarse de un paraíso en la Tierra, aquí está, aquí está, aquí esta»). Estas son las palabras que pronunció el emperador mogol Jehangir a comienzos del siglo XVII mientras visitaba el valle de Cachemira en la India, cautivado por su majestuoso entorno montañoso que comprende cuatro cumbres que superan los 8 000 m. Esta belleza es intemporal. Sin embargo, Nehru (1946), refiriéndose a la misma región, lamentaba que a pesar de «los grandes dones de la naturaleza, reina una pobreza intolerable y los seres humanos mantienen una lucha constante por la mera subsistencia». ¿Por qué ese contraste tan acusado entre la belleza física y las dificultades de las condiciones de vida en las montañas? ¿Por qué los dones de la naturaleza no proporcionan un medio que permita a las comunidades de las montañas una subsistencia adecuada y sostenible?

No es posible en este artículo dar respuesta a esas preguntas. En él simplemente se pone de manifiesto esta cuestión al examinar la situación de algunos entornos de montaña, con especial referencia al mundo pobre en desarrollo. En esta aproximación, se describe la diversidad de situaciones existentes y se refleja un descuido generalizado de la capacidad de sustentación de los ecosistemas de montaña y de los medios de subsistencia de las comunidades locales. Basándose en la imagen general que se desprende del análisis, se estudia la interrelación de los factores ambientales, económicos y sociales y se llega a la conclusión de que sólo adoptando un enfoque holístico se podrán afrontar estos problemas.

La belleza intemporal de Cachemira, un paraíso en la Tierra

- M. MUTHOO

LA DIVERSIDAD DE LAS ZONAS DE MONTAÑA Y EL DESARROLLO HUMANO

Hay en el mundo más de 130 cordilleras montañosas, sin contar las que se yerguen bajo el nivel del mar. Dada la variedad de los ecosistemas de montaña, en ellos se ha desarrollado una gran biodiversidad. La diversidad de los recursos de las montañas es importante no sólo para asegurar un medio de vida sostenible a las comunidades que habitan en ellas, sino también desde el punto de vista de la seguridad alimentaria y el bienestar socioeconómico de las poblaciones de las tierras llanas.

La heterogeneidad del relieve y la compresión de las zonas climáticas (Körner, Spehn y Messerli, 2001) determinan en gran medida la diversidad de las zonas de montaña. Estos factores, junto con otros como la intensidad del sol, la fuerza de desecación del viento y la humedad atmosférica, dan lugar a una multiplicidad de hábitats de montaña. El grado de inclinación de la pendiente es otro de los factores geomorfológicos fundamentales que influyen en el proceso de meteorización de las rocas, la formación del suelo, los tipos de vegetación y la presencia de asentamientos humanos y de fauna silvestre. Por esta razón, a menudo, las laderas desnudas y los bosques exuberantes aparecen en estrecha proximidad. La biota de las montañas depende particularmente del contacto con las formaciones rocosas subyacentes, el permanente desplazamiento de la biomasa hacia zonas de menor altitud y la erosión del suelo. Además, la mayoría de los sistemas de montaña son dinámicos y los torrentes, los cursos de agua cambiantes, las erupciones de lava, el movimiento de los glaciares y la actividad geológica que explican su existencia contribuyen a su fragilidad intrínseca. Desde el punto de vista geológico, el Himalaya es joven y aún está en fase de expansión, dado que surgió de la colisión de las placas tectónicas de la corteza terrestre hace apenas 60 millones de años. Esta es la razón por la que en las cumbres de las montañas aparecen suelos y sustratos marinos, incluso conchas marinas, que incrementan su diversidad geológica.

La diversidad geológica de las montañas, mayor que la de las tierras bajas, explica en parte su gran biodiversidad (Körner y Spehn, 2002). También la diversidad ecológica -una combinación de biodiversidad y diversidad geológica- es mayor que en los demás lugares.

La diversidad ecológica se refleja en la diversidad cultural y en las prácticas de uso de la tierra de las zonas de montaña, que son fruto de la adaptación a las condiciones específicas del suelo, el agua, la vegetación y el clima, marcando de forma significativa la evolución de la sociedad y las civilizaciones. La mayoría de las poblaciones prehistóricas de cazadores-recolectores (a partir del año 10 000 a.C., aproximadamente) del Cercano Oriente y Asia central, del valle del Rift en África y, posteriormente, de los Andes, Sierra Madre y el Tibet, surgieron en las montañas debido a la gran diversidad vegetal y animal existente en zonas reducidas, a la existencia de agua durante todo el año, a la disponibilidad de madera, lana, cobijo y condiciones adecuadas de supervivencia, con frecuencia en un aislamiento seguro. Desde comienzos del tercer milenio a.C., los agricultores-pastores de las zonas de montaña desarrollaron sistemas de pastoreo y de cultivo que dieron lugar a la domesticación de especies de animales locales como el yac, la llama y la cabra y oveja de montaña, así como de muchos de los más importantes alimentos básicos, tales como la cebada, el trigo, el maíz y la papa. Pero como lo atestiguan el auge y la caída de las civilizaciones de Mesopotamia (la cuenca del Tigris y el Éufrates) y del Indo, no es posible sostener el suministro de agua que haga posible la vida en las tierras llanas, ni impedir la existencia de inundaciones y hambrunas recurrentes si se ignora la necesidad de cuidar adecuadamente el entorno de montaña.

El paso Khyber en Afganistán, de gran importancia estratégica a lo largo de la historia por motivos relacionados con el comercio, la conquista y la defensa

- W.L. MITCHELL

Muchas montañas son islas funcionales y tienen un elevado endemismo, de especial importancia para la seguridad alimentaria del mundo su conjunto. El pastoreo tradicional y los sistemas sostenibles de ordenación forestal y de agricultura de subsistencia de las tierras altas han contribuido al establecimiento de ricas biotas alpinas y subalpinas. La riqueza biológica es un indicador de la integridad de los entornos de montaña, que están en situación de riesgo a causa de los cambios de uso de la tierra determinados por la naturaleza o por el mercado, la presión demográfica o la pobreza. Como observó Sir Edmund Hillary (citado en Jefferies, 1985) 30 años después de haber escalado el Everest, «en el pasado la población sherpa de la región del Everest (Sagarmatha) protegía cuidadosamente sus bosques, pero ahora se ve sometida a una presión económica cada vez mayor para talarlos».

Afortunadamente, integrantes de la sociedad civil y una comunidad internacional mejor informada han decidido afrontar el descuido de la diversidad, que ignoraba el conocimiento local de las comunidades de montaña. Se están propugnando mecanismos para internalizar externalidades positivas mediante el pago de servicios ambientales y del uso de recursos, por ejemplo, los servicios relacionados con las cuencas hidrográficas y la bioprospección (Barbier, 2000), de manera que se compensa a las comunidades locales y los países por iniciativas de conservación que proporcionan beneficios ambientales al mundo en su conjunto.

En las secciones que siguen se ilustra la diversidad de entornos de montaña; el término «entorno» se refiere al entorno general humano, biofísico y social, natural y antropogénico, económico y cultural, pasado, presente y futuro.

ALGUNOS DE LOS ENTORNOS DE MONTAÑA DEL MUNDO

Afganistán y el Hindu Kush

El Hindu Kush cuenta con los ecosistemas más elevados del mundo, con una extensión de más de 3 500 km, en los que las precipitaciones varían de menos de 150 mm a más de 2 500 mm. La mayor parte de las poblaciones de las montañas se agrupan en comunidades agrosilvopastorales fuertemente dependientes del difícil medio en el que viven. Estas comunidades figuran entre las más pobres del planeta.

El Hindu Kush oriental en Afganistán es un desierto frío cubierto de tundra alpina en el que las cumbres cubiertas por la nieve se elevan por encima de los 7 000 m. En la estepa, con unas precipitaciones anuales inferiores a 300 mm, la mayor parte de la cubierta vegetal, arbustos de pequeña altura y herbáceas, se seca al llegar el mes de mayo. Con el aumento de la altitud y las precipitaciones, los bosques de hoja caduca comprenden formaciones xeromorfas de nogal, abedul, avellano y Platanus orientalis. Los bosques de coníferas, que se extienden hasta los 3 300 m, comprenden especies como el pino, el abeto, el enebro y el cedro deodar (Cedrus deodara). Afganistán, que posee una amplia gama de ecosistemas, cuenta con 4 500 especies de plantas vasculares, 460 especies de aves y 119 especies de mamíferos (Hassanyar, 1996). Entre los animales incluidos en la lista de especies en peligro hay que señalar el tigre del Caspio, el guepardo, el leopardo de la nieve y el markhor (Capra falconeri).

En las montañas existen casi 20 zonas agroecológicas que permiten practicar la agricultura de secano y que tienen una amplia diversidad de cultivos. Los pastos de montaña son esenciales para los millones de nómadas que pueblan la región. De las ovejas y otros animales se obtienen las renombradas pieles, lana y cueros de karakul. En las montañas de Afganistán se encuentran antepasados silvestres del arroz, el trigo y numerosos frutos y nueces. Entre las especies de cultivos y animales figuran varias variedades primitivas de escaso rendimiento pero con resistencia genética a enfermedades y al estrés ambiental. En el desierto de la montaña se cultivan la uvas, albaricoques, peras, ciruelas y pistachos, así como la adormidera y el hachís, que ocupan un lugar destacado en el comercio internacional de estupefacientes. En este país se ha practicado la caza sin control alguno y se ha registrado destrucción de hábitats y pérdida de árboles y de otros tipos de vegetación, que ha supuesto la desaparición de la leña, tan necesaria para calentarse y para cocinar.

Afganistán ilustra tristemente el problema de los conflictos de las zonas de montaña; más de la mitad de los conflictos y guerras tribales han surgido en las montañas, y han dejado sentir sus efectos en zonas mucho más alejadas. Las montañas de Afganistán han sido escenario de conflictos desde la antigüedad, cuando el Khyber y otros pasos de montaña eran la única ruta existente para los ejércitos invasores que atravesaban Asia en busca de riquezas.

Ladakh, una región en el estado indio de Jammu y Cachemira, está situada en la confluencia del Hindu Kush y el Himalaya. Es una zona inhóspita y árida con características similares a las de las zonas próximas de Afganistán y el Tibet. En Leh (que con sus 3 800 m, es uno de los lugares habitados de mayor altitud del mundo, rodeado de mesetas y pasos montañosos por encima de los 6 000 m) la temperatura desciende en ocasiones hasta -40 °C. El agua de sus lagos salados, entre los que destaca un lago de 5 km de longitud situado a 5 000 m de altitud, no es potable para los seres humanos pero puede ser consumida por el caballo y el yac. El yac es para estas tierras altas lo que el camello para el desierto arábigo. La escasa población de esta región se mantiene principalmente gracias al ganado, al que trasladan de unas a otras zonas de pasto. Debido a la corta duración de la campaña agrícola y a la pobreza de los suelos, los cultivos (principalmente cebada, sorgo y mijo) dan muy bajos rendimientos. Las pronunciadas pendientes existentes en la región, en la que las precipitaciones raramente superan los 100 mm, no permiten el cultivo en terrazas y el pastoreo. A pesar de la pobreza material, la mayor parte de sus habitantes se comportan con una serenidad y un estoicismo que tienen mucho que ver con su filosofía budista y su total aislamiento.

El Himalaya en el estado indio de Uttaranchal

- R. AGRAWAL

El Himalaya

En el estado indio de Uttaranchal, situado en el corazón del Himalaya, las precipitaciones alcanzan los 2 000 mm. El Ganges fluye desde las cumbres nevadas que se alzan desde los 4 800 a los 6 000 m. Las cordilleras intermedias, entre 1 500 y 2 700 m de altitud, son las más pobladas, junto con las zonas de menor altitud próximas a los ríos. Los bosques son muy densos y en algunos de los pequeños bosques comunitarios se practica la ordenación forestal conjunta a través de cooperativas rurales (panchayats); fue allí donde se inició el movimiento «abrazar a los árboles» (Chipko Andolan) para impedir la explotación maderera. Las zonas protegidas ocupan alrededor del 20 por ciento de Uttaranchal (lo que supone una superficie cuatro veces superior a la media nacional de la India). Se ha puesto en marcha un proyecto de desarrollo ecológico, que incluye la actividad turística, para proporcionar otras fuentes de ingresos a la población rural. Entretanto, más de un millón de personas sigue dependiendo casi exclusivamente de las plantas medicinales y los productos forestales no madereros, incluyendo los líquenes para la obtención de especias y perfumes, el bambú para la confección de cestos y esteras y el sangrado de resina, que crea puestos de trabajo. Es necesario conseguir prácticas agroecológicas y pastorales mejoradas y otras fuentes de forraje, fertilizantes y energía renovable para sustituir a los escasos recursos de biomasa y leña. Se está introduciendo la ordenación forestal conjunta con objeto de promover la participación de los interesados directos en la protección de los bosques y las cuencas hidrográficas. Como consecuencia de la creciente presión demográfica existente en las zonas de montaña, en el transcurso de los 30 últimos años se han secado por completo muchas de las fuentes de agua potable (Bhandari, 1998).

Bhután, situado en la parte oriental del Himalaya, se encuentra en un estado relativamente inalterado; alrededor del 60 por ciento de su superficie está cubierta de bosques. Por encima de la línea de vegetación arbórea, que se sitúa en los 4 000 m, el ecosistema alpino comprende pastizales de herbáceas y rododendros de escasa altura. Más abajo se extiende un ecosistema templado formado por bosques de caducifolias de robles y hayas, y en las altitudes más bajas aparecen bosques de abetos y coníferas mezcladas, incluyendo el pino del Himalaya (Pinus wallichiana). El pino chir subtropical (Pinus roxburghii) aparece en los valles áridos y profundos de suelos arenosos entre los 900 y los 1 800 m. Los bosques contienen una gran parte de la biodiversidad del país: 160 especies de mamíferos, 800 especies de aves y 5 000 especies de plantas vasculares (Grierson y Long, 1994). Alrededor del 26 por ciento de la superficie terrestre ha sido reservada en forma de parques nacionales, reservas y áreas de conservación, incluida la zona protegida de Jigme Dorji, que tiene una extensión de 3 900 km2, y se ha establecido un fondo fiduciario de 20 millones de dólares EE.UU. para fines de conservación ambiental (Pommaret-Imaeda e Imaeda, 1989). Estas zonas protegidas reflejan la importancia de una buena gestión en la ordenación de las zonas de montaña en función de los límites y de su capacidad de carga, que se asegura también estableciendo contingentes anuales de turistas.

De las 24 cimas de más de 8 000 m, 17 están situadas en Nepal, en la zona central del Himalaya. Nepal, que cuenta con cinco zonas fisiográficas importantes y una gran biodiversidad, está amenazada por graves problemas ecológicos, en razón de lo cual se han establecido varias zonas protegidas. La zona de conservación del Anapurna (ZCA) es la más extensa y constituye un microcosmos de Nepal, con unas 1 140 especies vegetales, 100 especies de mamíferos, 750 especies de aves y centenares de plantas medicinales. Entre las especies raras y amenazadas figuran el leopardo de la nieve, el ciervo almizclado y el argali tibetano. La gestión de la ZCA se basa en un concepto multifuncional del uso de la tierra y en la filosofía popular de que la eficacia de la conservación depende de la capacidad de la población local. El modelo de conservación puesto en práctica se cita como una experiencia satisfactoria. Sin embargo, es mucho lo que queda por hacer para adaptar la gestión a la frágil ecología y a la diversidad de la ZCA frente a la presión demográfica, la pobreza y las disparidades socioeconómicas.

Tailandia

En las montañas del norte y el nordeste de Tailandia, la evolución del sistema agrícola de rotación de cultivos ilustra la conservación de los recursos naturales en consonancia con las características específicas del medio de montaña y las necesidades de las comunidades locales, que comprenden 13 tribus de montaña, que en tailandés se conocen como chao khao, pueblo de montaña. La región septentrional es la principal zona forestal del país; los bosques cubren las cordilleras que se extienden de norte a sur, en las que nacen varios ríos importantes. Las condiciones ambientales de estas zonas de montaña del norte están determinadas por la existencia de dos monzones estacionales, incluidos los monzones del sur de China que determinan la existencia de períodos secos y fríos en las montañas. El ecosistema comprende bosques propiciados por los mon-zones, desde el bosque siempreverde de gran altitud hasta el bosque semi-caducifolio en zonas de altitud media y la vegetación subtropical en los estratos inferiores. La capa superficial del suelo, que puede desaparecer fácilmente debido a la existencia de formaciones rocosas amorfas, requiere la existencia de una cubierta vegetal para evitar la lixiviación y la erosión provocadas por las lluvias durante la estación húmeda.

El sistema agrícola y agroforestal, de gran eficiencia ecológica, basado en el conocimiento tradicional y los ciclos de rotación, conserva la biodiversidad en los campos cultivados, las tierras en barbecho y los bosques circundantes. Comporta también la prevención de los incendios y el cuidado de la vegetación en zonas más extensas que las que utiliza la comunidad. El aforismo de la población karen según el cual «cuando muere un gibón siete bosques quedarán solitarios; cuando muere un colibrí pico de espada, siete banianos quedarán solitarios» expresa la necesidad de mantener la integridad del ecosistema y de proteger las especies vegetales y animales, incluso las que no aprovecha la comunidad
local.

Pamir, Asia central y el Cáucaso

La explotación de los recursos naturales en el transcurso de los 50 últimos años ha causado graves daños a los eco-sistemas de Tayikistán, un país en el que el 93 por ciento de la superficie está ocupado por montañas. Tayikistán, situado en su casi totalidad en la cordillera del Pamir, con picos que alcanzan 7 495 m de altitud, posee el glaciar de montaña continental más extenso (8 041 km2) y abundantes recursos de agua, que le sitúan solamente por detrás de la Federación de Rusia. La situación de los bosques, los pastizales y los parques es poco satisfactoria debido a las constantes presiones antropogénicas. Las singulares formaciones de matorral tugai han desaparecido casi por completo, así como el tigre de Turan, cuya presencia se notificó por última vez en el decenio de 1950. La migración forzosa de comunidades, como el desplazamiento de los yagnobis desde la parte septentrional del valle de Yagnob a comienzos de los años setenta, ha ocasionado la pérdida de conocimientos agropastorales locales y ha aumentado la entrada de ganado, causando erosión e infestación de los prados alpinos por plantas invasoras y enfermedades animales. Los bosques de montaña que aún persisten son escasos y están sometidos a un exceso de explotación por el ganado, lo que ha hecho aumentar la extensión del desierto en las montañas. La introducción del cultivo de la vid y la mayor demanda de leña han determinado una tala excesiva en las proximidades de las zonas habitadas. La principal actividad agrícola es el cultivo del algodón que exige una intensa actividad de regadío. Sin embargo, se ha descuidado la gestión del agua y de las cuencas hidrográficas y los corrimientos de tierra y las inundaciones son frecuentes, como ocurre también en otras repúblicas de Asia central. Se ha puesto en marcha un proyecto del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) para el aprovechamiento del agua y de los recursos de tierra de Aral, una iniciativa positiva pero que exige un atento seguimiento e intensificación. Es necesario disponer de programas a largo plazo de movilización de recursos y rehabilitación, fortalecimiento de las instituciones nacionales y buena gestión.

El 93 por ciento del territorio de Tayikistán está formado por montañas, en su mayor parte en la cordillera de Pamir

- FAO/20649/E. YEVES

La meseta de Anatolia en Turquía es un puente biológico cultural entre el este y el oeste. En muchas zonas de esta meseta, los suelos están erosionados y los cultivos (principalmente el trigo) dependen del agua conseguida al fundirse la nieve y de un aprovechamiento excesivo del agua freática. Cada vez existe una mayor conciencia de la importancia de la ordenación de las montañas para conservar la importante biodiversidad del país y para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad de los medios de subsistencia. Cabe citar como ejemplo el bosque Camili, en las montañas de la zona nororiental del mar Negro próximas a la frontera de Georgia. Alcanzan una altitud de 3 500 m, y están ocupadas por una zona de bosque pluvial templado mezclado y altos prados alpinos. Comprenden algunos de los últimos bosques naturales inalterados de la región, dominados por el haya oriental (Fagus orientalis) y por la picea oriental (Picea orientalis), el tilo del Cáucaso, el abeto de Crimea, el castaño, el nogal, el carpe y el roble. Los medios de sustento se basan en la agricultura sostenible de subsistencia, el pastoreo en la meseta durante el período estival, la cría de animales, la producción de avellanas y nueces en pequeña escala y la producción de miel de tilo y castaño. La explotación maderera y el turismo no se han introducido todavía y exigirán una gestión ambiental adecuada para impedir daños irreversibles.

El gorila de las montañas del Congo, Rwanda y Uganda, en grave peligro de extinción

- FAO/14981/J.J. LEROY

Otro ejemplo es el de Koprulu, un parque nacional localizado en las montañas meridionales del Tauro con una intensa actividad turística cultural (dado que existen restos grecorromanos y pisidios), con ecosistemas forestales y alpinos que no superan los 2 500 m. Koprulu tiene probablemente el bosque de cipreses (Cupressus sempervirens) inalterado más extenso del mundo. Comprende 350 especies vegetales (43 endémicas) y la mayor parte de los elementos de la garriga mediterránea (FMAM, 2000). La población rural que vive por encima de la línea de formaciones arbóreas cultiva variedades de trigo y cebada adaptadas a la zona y complementa sus ingresos con el sangrado de resina de los pinos, la producción ganadera y el turismo. La zona es vulnerable a un aumento del número de visitantes, a la caza incontrolada, a la explotación maderera ilegal para la obtención de leña, la fabricación de muebles y la obtención de materiales de construcción, al aprovechamiento no sostenible de plantas herbáceas y al pastoreo excesivo del ganado caprino. Este parque ofrece una excelente oportunidad para demostrar la planificación multi-funcional en una zona protegida con una atención especial a los servicios de esparcimiento sin detrimento del medio natural.

Bosques de montaña

El mapa y las cifras que aquí se presentan se han obtenido combinando el mapa de la cubierta forestal mundial elaborado por la FAO en la Evaluación de recursos forestales mundiales 2000 (ERF 2000) y el mapa de las montañas del mundo (para todas las categorías de montañas) elaborado por el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación (WCMC) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Los resultados muestran que el 24 por ciento de los bosques del mundo son bosques de montaña.

Bosques de montaña por zonas ecológicas mundiales

Región

Superficie de los bosques de montaña
(millones de hectáreas)

Bosques de montaña en porcentaje del total de bosques

 

Tropical

Subtropical

Templada

Boreal

Polar

Total

 

África

69

7

     

76

12

Asia

129

94

46

6

 

276

50

Oceanía

19

6

10

   

35

17

Europa

 

33

61

183

1

278

27

América del Norte y América Central

43

35

74

39

1

192

35

América del Sur

68

8

6

   

82

9

Total mundial

327

183

198

228

2

939

24

Las tierras altas africanas

En África existen varios sistemas montañosos aislados, entre los que cabe señalar el Atlas en el norte, el Kilimanjaro y el monte Kenya en el este, Lesotho en el sur y Foutah Djallon en el oeste. Pese a la baja densidad demográfica del continente africano, los lagos y la lava determinan la concentración de comunidades en las regiones montañosas. En las zonas de montaña se registran con frecuencia situaciones de urgencia humanitaria, causadas por los estragos de la guerra y por frecuentes catástrofes naturales, como terremotos y temblores de tierra, desprendimientos de rocas, tormentas y aludes, torrentes e inundaciones y erupciones volcánicas. El monte Nyiragongo, en el Congo, con sus 3 465 m, es el volcán más activo de África. Cada erupción se cobra un alto precio en vidas humanas y provoca grandes sufrimientos, tal como ocurrió en Goma, el Congo, en 1977 y 2002. La inestabilidad de las zonas de montaña exige una planificación cuidadosa del cultivo en terrazas y de los asentamientos humanos y explica en parte por qué el nomadismo es la característica esencial en muchas comunidades de las montañas.

El monte Elgon, que se yergue en la frontera entre Kenya y Uganda, es un volcán inactivo, que se originó 15 millones de años antes que los montes Kenya y Kilimanjaro contiguos. Debido a su antigüedad, a su ubicación en las proximidades del ecuador y a su elevación desde el suelo del gran valle del Rift, en torno a los 1 000 m, hasta su cima de 4 320 m, el monte Elgon alberga varias especies vegetales y animales únicas en el mundo (UICN, 2001). En la parte inferior se pueden encontrar extensas zonas de bosques siempreverdes que dan paso a los prados alpinos por encima de los 3 000 m. La valiosa biodiversidad de esta montaña está amenazada por el riesgo de invasión, sobrepastoreo, desmonte para la agricultura, explotación no sostenible del bosque e incendios, que a menudo arden de forma incontrolada en la estación seca. La población que vive en la montaña y en sus proximidades obtiene el sustento de sus recursos naturales y depende de sus bosques para conseguir leña. Se están introduciendo prácticas mejoradas de producción agrícola y de forraje, así como de agro-silvicultura, comprendido del cultivo de pasto elefante, árboles y arbustos forrajeros y papas para siembra.

Para que las comunidades que viven próximas a la montaña puedan reducir su dependencia de ella es necesario diversificar las actividades y los ingresos. Un entorno de política adecuado es requisito indispensable para conservar los recursos naturales del monte Elgon. En Uganda se ha llevado a cabo un proyecto de conservación y desarrollo con apoyo internacional y ahora se está iniciando en Kenya. También es necesaria la cooperación entre países para la conservación del gorila de las montañas, en grave peligro de extinción, que vive en la frontera entre el Congo, Rwanda y Uganda. Si se promoviera la coordinación y la cooperación entre estos países para la ordenación integrada de las cuencas hidrográficas y el desarrollo regional de estas zonas de montaña tal vez se podrían evitar algunos de los conflictos y enfrentamientos que se originan en ellas.

El Kilimanjaro posee distintos entornos en función de las zonas altitudinales, comenzando con bosques bajos de montaña entre 2 000 y 2 400 m con olivos silvestres y podocarpos, jabalíes gigantes de la selva, damanes arbóreos, mangostas y monos Sykes. A este estrato le sigue una rica zona de bambúes entremezclados con herbáceas y árboles con largos tramos de líquenes, helechos, musgos y orquídeas, hasta los 3 000 m. Hasta los 3 500 m se extiende un páramo abierto con prados de gramíneas cespitosas y otras plantas según la altitud, que mantienen el suelo. El ecosistema está amenazado debido a la presencia de un número excesivo de alpinistas poco cuidadosos, a la excesiva explotación ilegal de la cubierta arbórea, a la sustitución de especies autóctonas y al desvío sistemático de los cursos de agua. Todo ello tiene efectos importantes sobre el suministro de agua para las comunidades locales por lo que respecta al ganado y a la obtención de un medio de vida sostenible. Se observan efectos similares en la cuenca del monte Kenya, donde en las actividades hortícolas comerciales se utiliza una cantidad excesiva de recursos hídricos sin compensación para los usuarios locales. Estos conflictos de interés entre empresarios externos y comunidades agrícolas de montaña, que carecen de fuentes alternativas de ingresos, son frecuentes y deben resolverse de forma equitativa.

Las montañas de Etiopía figuran entre los lugares destacados del mundo por la biodiversidad. El café tiene su origen en estos lugares y el mayor antílope africano (Tragelaphus buxtoni) procede de las zonas montañosas próximas al lago Zwai, en Etiopía central. Las montañas de Alimar y Mondebo, en el sur del país, las fuentes del Nilo Azul en el norte, y las montañas Bale en el sudeste tienen temperaturas estivales por el día e invernales por la noche durante todo el año. Varias especies de flora y fauna son endémicas de los montes Bale; entre ellas destacan varias especies en peligro como el chacal simio (Canis simensis). La vegetación varía con la altitud desde la sabana y el bosque claro en las faldas de las montañas, hasta los 1 450 m, a algunos bosques densos y la vegetación alpina en las zonas más próximas a la cima de mayor altura, que alcanza 4 377 m. La fisiología, el relieve y la ecología cambian rápidamente en un radio de 75 km; subir a la montaña es como pasar en menos de medio día desde el ecuador hasta los 50°N.

En Etiopía, donde los bosques cubren solamente el 4 por ciento de la superficie (FAO, 2001), la extensión de la sabana y de las condiciones semiáridas suponen una mayor carga para el entorno y las comunidades vulnerables de las montañas. Esporádicamente, se han establecido plantaciones de eucaliptos exóticos, que no han tenido efectos positivos. La intensa erosión del suelo y los episodios recurrentes de sequía producen ham-brunas e inseguridad alimentaria. La quema de vegetación para preparar la tierra, las condiciones de secano de la agricultura y la excesiva explotación ganadera en todo el país no hacen sino agravar la situación. Sin embargo, en Guichi, en las tierras altas de Etiopía, se ha introducido la agricultura con técnicas adecuadas de aprovechamiento del agua, de laboreo y de cultivo con el fin de asegurar los ingresos agrícolas sin agravar la erosión del suelo a pesar de la desaparición de praderas.

Zona rehabilitada de la cuenca superior de Copalata-Zimatan, en el estado de Oaxaca, México

- CENTRO DE SOPORTE ECOLÓGICO, MÉXICO

Es necesario poner en práctica programas bien orientados para potenciar la capacidad de acción de las comunidades de montaña y reducir su pobreza mediante el fortalecimiento de su capacidad para administrar los recursos de tierras y aguas, impedir los incendios provocados y aprovechar los mecanismos del mercado para conseguir mayores beneficios por su trabajo, ganado, cultivos y producciones artesanales. Se ha de aplicar una política ambiental y de desarrollo coordinada, que incluya medidas de conservación del suelo y el agua y de rehabilitación de la cubierta vegetal.

Oaxaca y los Andes

Las montañas de Sierra Norte, en el estado mexicano de Oaxaca, están habitadas desde hace un milenio o más por el pueblo zapoteco, cuyo gusto por la conservación ha permitido salvaguardar sus bosques de pinos y robles y sus bosques nubosos semiáridos. Las cuencas hidro-gráficas de montaña alcanzan los 2 000 m y luego vierten sus aguas en los acuíferos situados más abajo. En razón del clima primaveral perenne de Oaxaca, las tierras zapotecas están amenazadas por asentamientos sin planificar y por prácticas agrícolas que no respetan el medio ambiente. La intensa actividad turística ha reducido drásticamente el nivel de agua de los acuíferos en Bahías de Huatulco, con el riesgo de que se hayan agotado totalmente en 2020.

Las comunidades indígenas de las montañas próximas han sufrido intensamente los efectos del sistema de cultivo de corta y quema y de la destrucción sistemática de sus bosques. En el marco del programa de rehabilitación de las cuencas hidrográficas que se ha puesto en marcha para posibilitar la recarga de los acuíferos dañados mediante la adopción de técnicas mejoradas de gestión de la tierra y el agua se compensa a las poblaciones locales sus iniciativas de restauración de los bosques y aprovechamiento del caudal de los ríos (Barkin y Pailles, 2000). El programa promueve fuentes locales de ingresos, contribuye a reducir la pobreza, fomenta la reintroducción de prácticas agrícolas de conservación y regula los cursos de agua. Una de las actividades que ha emprendido la población de Yavesia es el embotellamiento de agua de manantial que se comercializa en localidades distantes. El apoyo de la sociedad civil propicia la integración de la producción de agua y los programas de conservación en un proceso comunitario más amplio de manejo diversificado de los recursos, mediante iniciativas como el establecimiento de fondos fiduciarios para la puesta en marcha de proyectos locales encaminados a proteger los cauces y riberas de los ríos y la insistencia de que el sector privado y los grandes usuarios de agua de la costa paguen un canon que contribuya a sufragar los costos de regeneración de las cuencas fluviales. Sin duda, es necesario reconocer y recompensar los servicios ambientales que proporcionan las comunidades indígenas de las montañas mediante un sistema de obligaciones de los usuarios del agua en las tierras llanas como parte de un enfoque integrado de manejo de las cuencas hidrográficas que garantice el suministro sostenible de agua.

Los Andes, con sus estribaciones, abarcan una superficie de 8,1 millones de kilómetros cuadrados. En la Argentina, Bolivia y el Perú se alcanzan altitudes superiores a los 4 000 m. La zona tropical de los Andes es una zona de gran diversidad biológica, con 45 000 especies de plantas vasculares. En los Andes peruanos, por encima de los 5 000 m, existen 200 familias de plantas fane-rógamas, un 20 por ciento más que en el conjunto de Europa, cuya superficie es 20 veces mayor. Esta riqueza biológica, muy superior a la de los bosques pluviales amazónicos vecinos, es el resultado de la compresión de zonas climáticas a lo largo de los gradientes altitudinales. De modo análogo, los 17 000 km2 de bosques nubosos tropicales ecuatorianos contienen más de 3 400 plantas vasculares, un número mayor de especies que las existentes en los 70 000 km2 del Amazonas. En los cinco países andinos tropicales, la diversidad de especies de musgo es 7,5 mayor que la que existe en toda cuenca del Amazonas (Braun et al., 2002; Myers et al., 2000).

Más del 70 por ciento de la población de Colombia reside en las montañas, que abarcan el 28 por ciento del territorio. El bosque nuboso andino entre los 2 000 y 3 800 m tiene un elevado endemismo de especies de aves y árboles. Las precipitaciones varían de 900 a 2 000 mm y la temperatura de 6° a 15 °C. Por ejemplo, la cuenca hidrográfica de montaña de la provincia de Quindio es una fuente de leña y otros productos forestales, pero, por encima de todo, regula el caudal de agua para la agricultura y los asen-tamientos urbanos aguas abajo. El río Quindio es un elemento vital para la población de las tierras bajas, especialmente durante la estación seca. Es necesario evaluar las funciones hidrológicas del bosque nuboso y otra vegetación de altura para establecer medidas adecuadas de conservación y recompensar a las comunidades de las montañas.

En reconocimiento de la necesidad de conservar y ordenar de manera sostenible las altas praderas húmedas de montaña de la zona andina, o páramos, se ha constituido recientemente una red denominada Grupo Páramo, integrada por representantes del gobierno, de organizaciones no gubernamentales, de la población rural y de instituciones de investigación de todos los países andinos, así como de varios asociados europeos, para la conservación y buena gestión de los páramos. Es necesario prestar atención a especies en peligro del género Polylepis, árboles que crecen a mayor altitud que ninguna otra especie en el mundo. Los bosques de Polylepis de las tierras altas andinas actúan a modo de cuencas naturales de captación de agua al acumular la humedad de las nubes y la niebla. Albergan también al raro pinzón de Cochabamba, un ave que sólo se encuentra en el norte de Bolivia, entre los 3 000 y 4 000 m (Hjarsen, 1997). Sin embargo, en las actividades de reforestación se utilizan con frecuencia eucaliptos y pinos exóticos, en lugar de regenerar el medio natural, en detrimento de los medios de sustento de la población local que dependen de las plantas medicinales, la caza y los tubérculos. Los objetivos ecológicos, hidrológicos y socioeconómicos a largo plazo exigen la protección y regeneración de los bosques amenazados de Polylepis, así como la zonificación de los diferentes usos de la tierra.

El escenario andino que se acaba de describir pone de manifiesto que los bosques y la actividad forestal son solamente un componente de la ordenación integrada de las zonas de montaña, a veces necesario pero no siempre suficiente, y casi nunca importante en todas las zonas altitudinales. Aunque la repoblación forestal es el principal uso de la tierra, la selección de especies y las prácticas deben adecuarse no solamente a las exigencias de la conservación del suelo y el agua, sino también en función de su compatibilidad con las necesidades y conocimientos de las comunidades locales y a la demanda de leña, combustible y productos no madereros que permitan sistemas de subsistencia sos-tenibles. Es necesario tener en cuenta el potencial de productos valiosos, ya sean cultivos (como patatas para siembra, tubérculos y frutos), pieles de animales y la lana de alpaca, tanto para el consumo como para su comercialización, especialmente aquellos que se basan en la biodiversidad local; se ha de compensar apropiadamente a las comunidades de montaña no sólo por esos productos, sino por el suministro de agua, el turismo ecológico y otros servicios ambientales, incluido el almacenamiento de carbono.

Pradera húmeda de alta montaña, o páramo, en los Andes, en la cuenca alta del Quindio, Colombia

- M. CASTRO-SCHMITZ

CONCLUSIONES

Mao Zedong decía que «las montañas nutren al valle y el valle nutre a la ciudad». Pero, ¿quién nutre a la montaña?

El flujo ininterrumpido de bienes naturales hacia las tierras llanas y la marginación las comunidades de montaña induce a pensar que es urgente que se adopten medidas para compensar a la población de las montañas por sus funciones de buena gestión. La potenciación de las poblaciones de las montañas, el fortalecimiento de su capacidad y la reinversión de ingresos son necesarios para asegurar un caudal continuado de bienes y servicios ambientales y para conseguir un equilibrio equitativo entre las necesidades de las montañas y las demandas cada vez mayores de las tierras bajas.

En todos los continentes hay montañas y la existencia de factores comunes entre los distintos entornos de montaña trasciende la división Sur-Norte. A pesar de ello, las montañas de los países en desarrollo albergan la proporción más elevada de las personas más pobres del mundo. Más del 80 por ciento de las comunidades de montaña de los países en desarrollo sobreviven con menos de un dólar al día. De los 7 millones de personas que residen en las zonas de bosques de Turquía, los ingresos anuales de unos 6 millones de las regiones de montaña es inferior a 200 dólares EE.UU. (Muthoo, 2001), y Turquía no es el caso más extremo. Esta pobreza extrema es al mismo tiempo causa y efecto del agotamiento de los recursos naturales y la degradación del medio ambiente, que provoca problemas de super-
vivencia en el Hindu Kush-Himalaya, Pamir, el Cáucaso, los montes Elgon, Kenya y Kilimanjaro, la Sierra Madre y los Andes. Estos problemas exigen que se afronten de forma conjunta la conservación del medio ambiente y la erradicación de la pobreza.

Aunque es necesario adoptar soluciones específicas según los lugares, en todos los casos deberán formularse en el marco de estrategias ambientales y de desarrollo integradas y apropiadas para cuencas hidrográficas y ecosistemas vulnerables distintos. No es suficiente con la transformación en zonas de conservación ni con intervenciones sectoriales centradas únicamente en los bosques, los suelos y el agua, en la ganadería y la agricultura, en la energía renovable, o en el turismo ecológico y la infraestructura. En la utilización actual de los recursos deben adoptarse soluciones innovadoras que concilien la protección de la flora y fauna silvestres, las cuencas hidrográficas y los paisajes con las posibles funciones productivas, equilibrando las demandas presentes y futuras de los usuarios aguas abajo (por ejemplo, agua, electricidad, madera y turismo) con las necesidades de las comunidades de las montañas (por ejemplo, alojamiento seguro, leña, pieles y alimentos). Un factor que favorecería este equilibrio sería que los usuarios, productores y encargados de la gestión de los recursos adoptaran como principio rector el concepto de multifuncionalidad de las montañas.

Las iniciativas de desarrollo deben promover la diversificación de las tecnologías de conservación y aprovechamiento, así como de las oportunidades de ingresos para todos los interesados, porque, por general, el potencial mono-
funcional es demasiado limitado en el tiempo y el espacio para garantizar la supervivencia. La multifuncionalidad comporta el reconocimiento de los vínculos existentes entre la diversidad biológica y cultural y las funciones de los diferentes interesados, incluso los depositarios de los conocimientos locales, las instituciones locales, los sectores privado y público y la sociedad civil en su conjunto. Es necesario dirigir la mirada más allá de las montañas, reducir y mitigar los riesgos y fomentar sinergias, aprovechando la gran diversidad existente en las montañas y en el entorno social y económico circundante.

Alrededor de la cuarta parte de la población del mundo vive en las montañas o en sus alrededores y tal vez más de la mitad de la humanidad depende de los recursos de las montañas (Messerli, 2001). El deterioro de los ecosistemas de montaña no sólo afecta a las comunidades que viven en ellos, sino que es un obstáculo para el bienestar a largo plazo de las poblaciones de las tierras bajas. Posiblemente, la seguridad es el servicio más importante que pueden proporcionar las montañas, ya sea en relación con el agua, los alimentos o la energía, o con la protección de los asentamientos frente a los peligros naturales y de origen humano. La degradación del medio ambiente, la erosión cultural y la exclusión social determinan la existencia de contingentes de refugiados en las montañas, desencadenando conflictos y crisis en zonas muy alejadas de ellas. Los responsables de la formulación de las políticas deben reconocer este hecho y tener en cuenta que en este problema existen factores ambientales, económicos, sociales y culturales que están relacionados.

La adopción de un enfoque holístico es el método realista para abordar las oportunidades ambientales y los problemas de desarrollo de las montañas del mundo. El entorno de las montañas no puede ser considerado aisladamente, pues de él dependen, directa o indirectamente, millones de personas de las propias montañas y de las zonas llanas. Se necesitan soluciones innovadoras que integren a las montañas en el desarrollo equitativo de todas las comunidades, países y continentes.

Bibliografía


1 Este artículo se basa en parte en las notas preparadas por Rakesh Agrawal para Uttaranchal, Siddharta Bajrachraya para Nepal, David Barkin para México, Anvar Buzurukov para Tayikistán, Gerry Neville para el monte Elgon, Mauricio Castro para Colombia y Prasert Trakansuphakon y Helen Leake para Tailandia.


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