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El cedro del Líbano, Cedrus libani –un emblema cultural–, y los trabajos para su salvación

La significación cultural que el Cedrus libani ha tenido desde tiempos antiguos ayuda a explicar por qué el Gobierno del Líbano en los últimos años ha considerado prioritaria la defensa de la salud de los bosques de cedros.

G. ALLARD

Las referencias a los cedros del Líbano se remontan a los comienzos de la escritura (Meiggs, 1982). La epopeya de Gilgamesh, que narra una visita de Gilgamesh y Enkidu a la montaña del Líbano para cortar árboles, puede remontarse al tercer mileno a.C.:

«Contemplaron la montaña de cedros, morada de dios,
Trono de Irnini.
Desde la faz de la montaña
Los cedros elevan a lo alto su frondosidad.
Buena es su sombra, llena de delicia.»

Epopeya de Gilgamesh

Se han recuperado fragmentos de este texto épico en sumerio, acadio, hitita, hurriano y otras lenguas, lo que revela que estos cedros captaban la imaginación de los pueblos a más de 500 km de distancia. La misma admiración ante la magnificencia de los cedros deja traslucir el Antiguo Testamento:

«He aquí que Asur era un cedro del Líbano,
de hermosas ramas, frondoso ramaje y gran altura,
Su copa llegaba hasta las nubes.
Las aguas lo hicieron crecer, lo encumbró el abismo,
Sus ríos corrían alrededor de su pie,
Y a todos los árboles del campo enviaba sus corrientes.
Por tanto, se encumbró su altura sobre todos los demás árboles,
Y se multiplicaron sus ramas, y se extendió el ramaje;
a causa de las muchas aguas.
En sus ramas hacían nido todas las aves del cielo,
Debajo de su ramaje parían todas las bestias del campo,
Y a su sombra habitaban muchas naciones.
Se hizo, pues, hermoso en su grandeza con la extensión de sus ramas,
Porque su raíz estaba junto a aguas abundantes.»

Ezequiel

Pero los escritores del Antiguo Testamento sabían que el bosque de cedros era admirado no solo por su belleza; proporcionaba la madera más preciada del Cercano Oriente. Los reyes de Egipto, Mesopotamia, Fenicia, Asiria, Babilonia, Persia y Grecia, hasta que la región fue sometida por Roma, se sentían orgullosos de suministrar, para la construcción de templos y palacios, madera de cedro obtenida mediante transacciones comerciales o expediciones militares. En el siglo X a.C., los fenicios construyeron para Salomón un gran palacio con madera de cedro. También se utilizó madera de cedro para construir el Templo de Eolo en Grecia. Los antiguos egipcios no solo utilizaron ampliamente la madera de cedro, sino que usaron también un conservante de resina de cedro, llamado «vida de los muertos», en su proceso de embalsamamiento. Se dice que Jesucristo fue crucificado en una cruz de madera de cedro. En el año 118 de nuestra era el emperador Adriano estableció reglas para proteger los cedros del Líbano e impedir la deforestación.

A lo largo de esta larga historia, se anudó un fuerte vínculo cultural entre este árbol y el pueblo que vivía en y cerca de los bosques de cedros. Por su majestad y su larga vida, el cedro vino a ser un símbolo de la eternidad. Los cuentos y leyendas referentes al cedro son numerosos en el Líbano y constituyen uno de los vínculos culturales compartidos por muchos grupos étnicos, lingüísticos y religiosos que viven allí. Cuando el país alcanzó su independencia, adoptó el cedro como emblema nacional y lo lleva en su bandera.

A mediados del siglo XIX, no obstante, los bosques estaban esquilmados y hubo gran preocupación por la pérdida de esta importante especie. Desde entonces, los gobiernos sucesivos, las comunidades locales y la comunidad internacional se han esforzado por proteger y restaurar los bosques de cedros del Líbano.

El significado cultural del Cedrus libani ayuda a explicar por qué el Gobierno del Líbano recientemente, consideró prioritario, defender los árboles contra una plaga grave anteriormente desconocida, Cephalcia tannourinensis. Esta avispa de la madera amenazaba destruir la mayor parte de los bosques de cedros del Líbano y extenderse a los países vecinos.
La situación era particularmente crítica en el bosque de Tannourine-Hadath El-Jebbeh, al norte del Líbano, uno de los mayores bosques que quedaban en el país, con 50 000 árboles en más de 600 hectáreas. Hasta el 80 por ciento de los cedros de este bosque estaban infestados. El insecto se había extendido también al «Bosque de los Cedros de los Dioses»
en Bcharreh, incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). También los bosques de las vecinas República Árabe Siria y Turquía estaban amenazados.

Para combatir la amenaza, se formó un equipo compuesto de científicos de la Universidad Americana de Beirut, el Ministerio libanés de Agricultura y expertos franceses. La FAO aportó fondos y medios especializados mediante su Programa de cooperación técnica. Tras casi cinco años de esfuerzos, la plaga está ahora reducida a un nivel económico, pero es todavía necesaria una vigilancia constante de la situación.

Los métodos de control inmediato consistieron en la aplicación aérea de plaguicidas biológicos (no químicos) –reguladores del crecimiento de los insectos–, junto con estudios del ciclo vital de la plaga para determinar el tiempo correcto de tratamiento. Como una parte del ciclo vital es subterránea, la fumigación es más efectiva en las fases primera y última del ciclo, cuando el insecto vive sobre el terreno.

Aún continúan los trabajos para identificar mejores instrumentos para prevenir nuevos brotes y luchar contra futuras plagas, si se presentaran. Las trampas para cazar avispas, los estudios sobre el potencial de las ferormonas para regular la población y las medidas de control biológico son parte de una estrategia de lucha contra la plaga a medio y largo plazo, actualmente en aplicación.

El bosque de Tannourine, Líbano, donde hasta el 80 por ciento de los cedros fueron afectados por una nueva plaga de insectos

G. ALLARD

Bibliografía

Meiggs, R. 1982. Trees and timber in the ancient Mediterranean world. Oxford, Reino Unido, Clarendon Press.

 

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