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Capítulo 3 PLANIFICACION DE LA RECOLECCION DE SEMILLA

Introducción

Las especies que producen semilla madura en cantidades suficientes en todas las épocas apenas presentan problemas al recolector experimentado, pero esas especies son pocas. Algunas especies producen semilla a lo largo de todo el año, pero sólo poca cantidad cada vez, como por ejemplo P. merkusii en Indonesia (Keiding 1973), y ello hace que la recolección de las semillas sea lenta y costosa. En la mayoría de las especies la fructificación se concentra en unas pocas semanas, y el objetivo del recolector es entonces recoger la mayor cantidad de semilla posible en el breve plazo en el que las semillas están ya maduras pero los frutos aún no se han caído o abierto. Los frutos grandes indehiscentes o carnosos pueden recogerse del suelo, pero incluso en esos casos la recolección ha de hacerse con rapidez para evitar pérdidas debidas a animales, hongos o germinación prematura. La planificación previa de las actividades de recolección es por consiguiente esencial para asegurar que las operaciones se efectúan con la mayor rapidez y eficiencia posibles en el limitado tiempo de que se dispone. Cuando la recolección se efectúa en plantaciones accesibles y de fácil observación o en huertos semilleros, la necesidad de una preparación cuidadosa es menor. En cambio, cuando la recolección se lleva a cabo en bosques naturales de difícil acceso y en los que conviven muchas especies, o cuando se trata de tomar muestras de fuentes de semilla diferentes de una especie muy difundida, se precisa una planificación muy cuidadosa para poder disponer de equipos de recolectores capacitados que trabajen con el equipo adecuado, en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Las expediciones internacionales de semillas topan con problemas especiales, pues con frecuencia han de operar en varios países diferentes, cada uno de ellos con sus propias normas, y tratan de satisfacer las distintas necesidades de muchos países usuarios.

Determinación de especies, procedencias y rodales

Especies

La selección de las especies que se van a plantar no suele presentar problemas. En un proyecto de forestación sencillo, en el que se utilizan una especie y una procedencia probadas y bien adaptadas, y en el que la semilla se obtiene de una fuente local, la elección es automática. Pero no es infrecuente que los objetivos de la forestación se modifiquen, por ejemplo cuando en vez de querer producir madera para aserrar se pasa a pretender madera para pulpa o leña, o cuando surgen inesperados problemas fitosanitarios. En Africa oriental, Pinus radiata ocupó un lugar muy destacado en los programas de plantación hasta que en el decenio de 1960 sufrió graves ataques de la marchitez de las acículas Dothistroma pini. Ulteriormente tuvo que abandonarse su plantación en gran escala, y a modo de compensación se ampliaron los programas de plantación de especies resistentes como P. patula y Cupressus lusitanica.

Cuando se trata de recolecciones en gran escala, es preciso acopiar con algunos meses de antelación datos sobre la demanda de semillas por especies. Casi todas las especies necesitan pasar un año o más en el vivero. Por consiguiente, las estimaciones de la demanda de semilla deben efectuarse unos dos años antes de la plantación en el campo. Sólo en escasas ocasiones los recolectores y los usuarios de las semillas serán las mismas personas. Lo más frecuente es que, sean ya los servicios forestales, ya empresas privadas, los recolectores atiendan a las necesidades de varios usuarios distintos. Se precisa una organización centralizada para solicitar estimaciones de la demanda a los varios organismos de plantación y para refundir esas estimaciones por especies y procedencias. Las estimaciones regionales o mundiales refundidas de la demanda de semillas son mucho más difíciles de compilar que las que se refieren únicamente a un país, pero recientemente se ha intentado establecer este tipo de estimaciones respecto de las coníferas tropicales (Nikles 1979) y de las coníferas de la parte occidental de Norteamérica (Barner 1978, OCDE 1979).

Procedencias

El término “procedencia” se ha utilizado con significados ligeramente distintos según los autores. En su utilización más sencillas, es “el lugar en el que crece un rodal de árboles” (OCDE 1974). Cuando se aplica a semillas, su significado suele ampliarse para incluir “la zona en que crecían los árboles originarios de las semillas”. Cuando las semillas se obtienen de una plantación exótica o “procedencia derivada” (Jones y Burley 1973), el uso no ha sido tan coherente; algunos autores suelen definir la procedencia como el lugar en el que crecían como exóticos los padres inmediatos, mientras que otros suelen limitar su uso al lugar en el que crecían en el bosque natural los progenitores originales. Siempre que los datos sobre el origen de la semilla informen sobre la ascendencia completa, comprendidas tanto la ubicación de los progenitores naturales originales como la de los padres inmediatos y la de las posibles generaciones intermedias, por ejemplo Cmpt. K2 Elburgon, Kenya (padres inmediatos), procedente de Cmpt. 16 Nelspruit, Sudáfrica, procedente de Los Reyes, Hidalgo, México (progenitores originales en el bosque natural), el técnico forestal no habrá de preocuparse por cuál es estrictamente una procedencia y cuál no lo es.

A lo largo del último medio siglo se han venido acumulando de manera constante las pruebas de que, dentro de una especie botánica, la variación genética significativa que se produce en árboles forestales suele estar asociada a diferencias geográficas entre los lugares en los que crecen. Así ocurre especialmente cuando el desplazamiento geográfico va unido a cambios climáticos o de suelos. Por ello, el término “procedencia” se aplica cada vez más a zonas caracterizadas por la naturaleza genética de las poblaciones que crecen en ellas, y no sólo por su ubicación, como por ejemplo en esta definición: “La fuente geográfica o ubicación de la que son autóctonas las plantas y dentro de la cual se han desarrollado, mediante selección natural, sus características genéticas” (Zumer-Linder 1979). A efectos de la recolección de semillas, la procedencia ideal reuniría según Barner (1975a) las características siguientes:

  1. Integrada por una comunidad de árboles de constitución genética parecida y con posibilidades de entrecruzamiento (y cuya constitución genética sea notablemente diferente de las de otras procedencias).

  2. Lo bastante grande para permitir la recolección de material reproductivo en cantidades significativas desde el punto de vista de la práctica forestal.

  3. Definida por medio de unos límites que puedan identificarse sobre el terreno.

Aunque en la mayoría de los casos aún no es posible trazar los límites de las procedencias naturales, está ampliamente demostrado en el caso de muchas especies tropicales, y también de la zona templada, que entre ellas existen diferencias genéticas significativas. En el caso de las procedencias derivadas que crecen en plantaciones, es mucho más fácil trazar los límites, y, tras una o dos generaciones de selección deliberada por parte del hombre, esas “razas locales” suelen diferir notablemente de la procedencia natural original.

Es cada vez más frecuente que los ingenieros forestales reconozcan la decisiva importancia de la procedencia y especifiquen no sólo la especie que tienen que plantar en un determinado lugar, sino también su procedencia exacta. Incluso dentro del mismo país se encuentran distintas procedencias o razas de una especie; unas pueden presentar diferencias morfológicas, mientras que otras, de idéntico aspecto, pueden diferir en su adaptabilidad a lugares determinados. Un buen ejemplo es el gran número de procedencias de Tectona grandis que se ha encontrado en la India. Los equipos de recolección de semillas deben por consiguiente esperar que crezca el número de pedidos desglosados en procedencias además de en especies. Esta tendencia debe fomentarse, pero en realidad complica las operaciones de recolección, pues recolectar por ejemplo 20 kg de semilla de cada una de 10 ubicaciones distintas separadas por 100 km es claramente más laborioso que recolectar 200 kg en una sola zona. Otra dificultad reside en decidir cuáles son los límites de una procedencia. Es frecuente que una procedencia reciba el nombre de la aldea más próxima, y no existen datos que demuestren si existe una variación significativa en las frecuencias génicas en las poblaciones situadas a 1 km, 10 km, 6 100 km de distancia del punto de recolección original. Se ha intentado definir los límites de las procedencias o zonas semilleras de algunas coníferas de la zona templada septentrional (Barner 1978), y recientemente se han llevado a cabo estudios parecidos sobre la delimitación de las regiones de procedencia de Pinus caribaea y P. oocarpa en Honduras (Robbins y Hughes 1983). Se han definido las regiones de procedencia de Eucalyptus camaldulensis por referencia a los principales sistemas de captación hídrica de Australia (Turnbull 1973), pero son muy escasos los trabajos dedicados a este aspecto en la frondosas tropicales. La necesidad de recolectar más de una procedencia de una especie exige un mayor cuidado a la hora de planificar las operaciones sobre el terreno. Algunas especies muy difundidas florecen y fructifican unas cuantas semanas antes a alturas bajas que a grandes alturas, y a latitudes inferiores que a latitudes superiores. El conocimiento de la variación fenológica de una especie en relación con la geografía ayudará al recolector a elegir la secuencia más adecuada de lugares de recolección a fin de prolongar la duración total de las operaciones útiles (Kemp 1975b).

Rodales

En contraste con las procedencias, los límites de los distintos rodales suelen estar bien definidos. En muchos casos los rodales son objeto de ordenación con miras a la producción de semillas, como por ejemplo mediante aclareo. Con frecuencia se encuentran en plantaciones. Los huertos semilleros constituyen un caso especial, pues están destinados a la producción de semillas desde antes de su plantación y se gestionan de manera continua con ese fin. El problema que plantean los rodales y huertos semilleros no es por consiguiente un problema de identificación, sino de la posible insuficiencia de su superficie para satisfacer todas las peticiones de semilla que se les dirigen. Cuando es probable que ocurra esto, es aconsejable pedir a los usuarios que indiquen una segunda o tercera posibilidad, tanto de rodales como de procedencias, por si no es posible satisfacer plenamente sus necesidades de la primera posibilidad.

Determinación de las cantidades de semilla

Los usuarios de la semilla han de definir la cantidad de ésta que necesitan respecto de cada especie, procedencia o rodal. Para ello es necesario conocer la superficie de plantación que se va a establecer anualmente y el espaciamiento inicial que se va a emplear, junto con una estimación de las pérdidas y desechamientos que se van a producir en el vivero, las sustituciones que habrá que hacer tras la plantación para conseguir el grado de espesura deseado y el número de plántulas germinadas que se espera conseguir por cada kilogramo de semilla sembrada. En el Cuadro 3.1 figura un ejemplo de este tipo de cálculos.

La información sobre la superficie de plantación y el espaciamiento inicial suele encontrarse en los planes de gestión de las plantaciones, y sobre las tasas de germinación pueden encontrarse orientaciones en documentos publicados (por ejemplo, FAO 1975a). Cuando sea posible debe utilizarse la experiencia local sobre variación entre procedencias y lugares de plantación para perfeccionar las estimaciones basadas en condiciones de promedio. Por ejemplo, las semillas de dos procedencias de Picea abies pesan 6 y 12 g por 1 000 respectivamente (Barner 1981); la semilla de Eucalyptus cloeziana recogida en los bosques litorales húmedos de Queensland contiene por término medio entre 100 000 y 400 000 unidades por kilogramo, mientras que las de los bosques continentales secos contiene solamente entre 35 000 y 65 000 por kilogramo (Turnbull 1983). En Italia se comprobó que en los ensayos efectuados en viveros sobre varias especies de eucalipto el número de plantas producidas como porcentaje de la semilla viable oscilaba entre el 18 por ciento en E. robusta y el 46 por ciento en E. camaldulensis (Giordano y Gemignani 1961). Análogamente, las diferencias en materia de clima, suelo e incidencia de plagas y enfermedades pueden influir muy considerablemente en la tasa de pérdidas en los diversos viveros y plantaciones, con independencia de que existan o no diferencias en la eficiencia de su gestión. Por consiguiente, puede ser necesario aplicar un “factor de corrección por ubicación” o “factor de recuperación en vivero” apropiado para conseguir una estimación exacta de las necesidades de semilla en un determinado proyecto de plantación. Este aspecto se examina con más detalle en el Capítulo 9. Antes de efectuar su pedido definitivo de semillas a una dependencia central de semillas o a una casa de venta comercial de semillas, el director del proyecto de plantación debe deducir las cantidades de semilla que ya tiene como existencias o que probablemente obtendrá mediante la recolección en plantaciones anteriores de la zona del proyecto.

CUADRO 3.1

ESTIMACION DE LA DEMANDA DE SEMILLA

1.Especiea) Pinus kesiyab) Tectona grandis
2.Plantas por hectárea  
a)Número plantado               1 670 (3×2 m)               1 111 (3×3 m)
b)Otras para reposición de pérdidas en el campo  
- porcentaje       15       35
- número de plantas     250     389
c)Necesidad total de plantas plantables  1 920  1 500
d)Otras por pérdidas y desechamientos en vivero  
- porcentaje          20 1            62,5 2
- número de plantas     480  2 500
e)Necesidad total de plántulas germinadas  2 400  4 000
3.Número estimado de plántulas germinadas por kilo de semilla recibida 332 000     500
4.Base para estimación de 3Cosecha de 1980 procedente de Zambia, sin alas y limpiaCosecha de 1979 procedente de Trinidad, eliminados los involucros
5.Número de kilos de semilla necesarios por hectárea de plantación0,07
(13,3 ha/kg)
8,0
(0,12 ha/kg)
6.Superficie de plantación anual (ha)12 000  5 000
7.Necesidades anuales de semillas (kg)     90040 000

Notas:     1     Las pérdidas y desechamientos representan el 20 por ciento de las semillas germinadas. Esto equivale al 25 por ciento de las plantas plantables.

2     Se estima que el 25 por ciento de las semillas germinadas producen plantas plantables en un año, y otro 12,5 por ciento lo hace al término de un segundo año en el vivero. Por consiguiente, las pérdidas y desechamientos ascienden al 62,5 por ciento de las semillas germinadas, lo que equivale aproximadamente al 167 por ciento de las plantas plantables.

3     En P. kesiya la unidad de siembra es una semilla real. En T. grandis la “semilla” o unidad de siembra es en términos botánicos un fruto, que puede contener de 0 a 4 semillas reales.

3.1

3.1 Regiones de procedencia de Pinus caribaea y P. oocarpa en Honduras. (Fuente: Robbins y Hughes 1983)

3.2

3.2 Producción de conos de abeto de Douglas, Distrito Forestal de Vancouver, 1935–1974. En este período de 40 años sólo ocho cosechas de conos se han considerado “recolectables”, es decir, lo suficientemente abundantes para justificar una campaña de recolección en gran escala. El tiempo transcurrido entre una cosecha recolectable y la siguiente ha oscilado entre dos y ocho años. (Servicios Forestales del Canadá/Columbia Británica)

3.3

3.3 Ejemplo de cortadora de conos, empleada para estimar la producción de semilla en una sección longitudinal.
(Servicio Forestal, Dpto. Agric. EE.UU.)

3.4

3.4 El contenido de semilla se estima contando las semillas buenas en una sola superficie de cada uno de varios conos cortados longitudinalmente. (Servicio Forestal, Dpto. Agric. EE.UU.)

Otro enfoque posible, que es el que se prefiere en algunos países, consiste en que el director del proyecto especifique el número de plantas plantables que necesita producir y deje que sea el oficial de semillas quien decida, a la luz de los ensayos de germinación de lotes de semilla ordinarios y de los factores de recuperación en vivero conocidos, la cantidad de semilla en peso que se ha de recolectar y entregar. Véase a modo de ejemplo el Apéndice 1A, formulario número 12.

Si pueden garantizarse buenas cosechas anuales de semilla, es aconsejable pedir cada año semilla suficiente para producir material de vivero para la zona destinada a la plantación en un plazo de unos dos años. Puede así mantenerse en el mínimo posible el espacio de almacenamiento. Cuando se trate de especies que fructifican con periodicidad, sin embargo, es muy aconsejable adquirir el suministro de varios años en un único año de buena cosecha, en el que la semilla será más barata y de mejor calidad. Para que esta forma de actuar resulte realmente útil en la práctica habrá que contar con medios locales de almacenamiento de la semilla que sean suficientes para mantener la viabilidad de ésta en el intervalo que media entre un año y otro. Es preciso conocer, respecto de cada especie o procedencia, tanto el intervalo probable entre un año bueno y el siguiente como la tasa de pérdida de viabilidad de la semilla en las condiciones de almacenamiento existentes (Turnbull 1975a). Cuando los años de fructificación abundante están separados por varios años sucesivos de ausencia de producción, y cuando el almacenamiento a la temperatura ambiente tiene como consecuencia una rápida pérdida de viabilidad, las opciones pueden ser construir un almacén refrigerado o cambiar de especie.

Determinación del año de la recolección

Efecto de la periodicidad

En muchos árboles forestales la fructificación es bastante irregular de un año a otro. Es posible que a un año de producción abundante (“año de semilla”) le sigan uno o varios años en los que la cantidad de semilla es escasa o incluso nula (Morandini 1962). Este hábito de periodicidad en la producción de semilla es un factor importante que hay que tener en cuenta al planificar las operaciones de recolección. Recoger la semilla en un año bueno ofrece una serie de ventajas. Puede darse una gran intensidad de selección de portagranos, el costo de la recolección es inferior debido a la concentración de la cosecha, y por lo general las semillas tendrán una capacidad germinativa superior y conservarán su viabilidad durante más tiempo que las recogidas en un año de fructificación escasa (Turnbull 1975a, Seal y otros 1965). En los años buenos, los daños debidos a insectos afectan a una menor proporción de las semillas que en los años malos. Un año de abundante producción de semilla suele reflejar una producción previa de polen igualmente abundante, a la que han contribuido todos o casi todos los árboles del rodal. Por consiguiente, al recolectar en un año bueno se conserva una mayor proporción de la diversidad genética existente entre los padres masculinos que cuando se recolecta en un año malo, precedido por una polinización en la que ha intervenido sólo un pequeño número de árboles.

La periodicidad está bien documentada en el caso de muchas coníferas de la zona templada. En el Reino Unido, Pinus sylvestris produce por término medio una cosecha abundante cada 2–3 años, y Pseudotsuga menziesii cada 4–6 años. Como el período que transcurre entre dos años buenos no es regular, Seal y otros (1965) recomiendan como norma general que siempre que una especie produzca conos en abundancia se recolecte la cantidad necesaria para atender a las necesidades de la siembra durante tres años.

En las especies tropicales, la periodicidad no está tan bien documentada. En Triplochiton, la irregularidad de los años buenos influye considerablemente en la regeneración o falta de regeneración de esa especie (Howland y Bowen 1977), aunque la periodicidad de plagas y enfermedades (el gorgojo Apion y el tizón debido al hongo Mycosyrinx) puede desempeñar un papel tan importante en la producción de semillas como la periodicidad de la floración (Jones 1975). Se han registrado años de escasa fructificación en Pinus caribaea y P. oocarpa (Kemp 1973), y en P. merkusii (Keiding 1973). En otras especies la periodicidad no es tan manifiesta. Tectona grandis tiene por lo general una buena floración todos los años, aunque en algunos lugares se ha observado una producción de semilla excepcionalmente buena cada tres o cuatro años (Murthy 1973). Gmelina arborea empieza a fructificar pronto, desde los tres años de edad en Filipinas hasta los siete años en Nigeria, y por lo general produce cosechas regulares y abundantes (Greaves 1981), aunque también se han registrado años de escasa producción, al menos en algunas procedencias (Lauridsen 1977). Pinus kesiya rinde gran cantidad de semilla todos los años dentro de su zona autóctona y como especie exótica si se planta en el clima apropiado (Armitage y Burley 1980). Cassia siamea, Acacia mearnsii, Cupressus lusitanica y ornamentales como Delonix regia y Jacaranda mimosaefolia son otras especies de las que cabe esperar que florezcan y fructifiquen abundantemente todos los años. La periodicidad puede variar considerablemente entre unas especies y otras del mismo género. Entre los eucaliptos, E. grandis, E. saligna y E. camaldulensis suelen producir gran cantidad de semilla cada dos o tres años, mientras que E. gomphocephala y E. maculata sólo fructifican con abundancia a intervalos mayores (Turnbull 1975e). Las dipterocarpáceas de Malasia producen una gran cantidad de semilla a intervalos impredecibles, que van de uno a seis años (Ng 1981). La periodicidad y las pautas de floración de los eucaliptos pueden modificarse cuando se cultivan como exóticas. Eucalyptus maculata y E. citriodora producen mucho más y de una manera más regular cuando se cultivan en plantaciones.

Incluso en los años buenos, la floración puede variar sustancialmente entre un lugar y otro. A veces no todos los árboles de un rodal se encuentran en el mismo momento del ciclo, por lo que unos pueden florecer con abundancia en un año y otros hacerlo en el siguiente (Krugman y otros 1974).

Recuento de la fructificación

Cuando se trata de especies de las que se sabe que florecen y fructifican con periodicidad, es muy aconsejable visitar, bastante tiempo antes de la época de fructificación, los rodales que se van a recolectar, a fin de valorar en cuáles de ellos la próxima producción de semilla promete ser los suficientemente abundante para justificar el costo de la recolección. Es demasiado poco lo que se sabe sobre cuáles son los factores externos que afectan decisivamente a la floración, y por ello no es posible predecir la producción de semilla futura sobre la base del clima. La mejor manera de estimar la producción consiste en contar las flores o frutos jóvenes de una muestra de los árboles de los rodales que se van a recolectar. La evaluación de la abundancia de la floración puede ofrecer una estimación preliminar de la posible producción de semilla, pero puede ser engañosa si después se producen pérdidas importantes, debidas por ejemplo a los insectos, el viento o una polinización insuficiente. En Eucalyptus regnans, estudios de separación de zonas indicaron que sólo de aproximadamente el 15 por ciento de las yemas florales y el 30 por ciento de las flores podía esperarse que se convirtieran en frutos maduros (Turnbull 1975e). En especies como los pinos, donde pasan dos años entre la polinización y la maduración de los frutos, el recuento de los conos de un año de edad puede ofrecer una indicación útil de la producción del año siguiente (Stein y otros 1974), estimación que puede confirmarse mediante otra inspección uno o dos meses antes de la fecha en que deba empezar la recolección. La inspección personal y repetida de la futura producción es el método ideal, que no presenta problema alguno cuando la recolección se efectúa en huertos semilleros o en plantaciones o bosque natural de fácil acceso. Puede ser en cambio dificil o imposible cuando los equipos de recolectores trabajan en zonas inaccesibles o cuando se trata de expediciones internacionales que trabajan en varios países. En esos casos es posible que el jefe del equipo tenga que basarse en informes de un oficial análogo experimentado o en estimaciones efectuadas durante las recolecciones de los años anteriores. Si no se dispone de información local fiable, puede estar justificado un reconocimiento especial previo a la costosa expedición de recolección.

Cuando las principales zonas de recolección de la semilla están ubicadas en lugares menos accesibles, es útil mantener parcelas fenológicas permanentes en lugares de fácil acceso y pertenecientes al mismo tipo forestal, para que actúen como indicadores biológicos. Esas parcelas deben vigilarse regularmente para obtener un registro del calendario y la intensidad de la floración y la fructificación. El comportamiento de las parcelas indicará a los recolectores cuáles son los mejores momentos para acudir a las zonas menos accesibles del distrito a fin de comprobar la floración. Los límites de los distritos fenológicos que pueden corresponder adecuadamente a una parcela fenológica han de definirse sobre la base de la experiencia. En el Instituto de Investigaciones Forestales de Kepong, en Malasia, se vigila mensual o quincenalmente una muestra de 86 árboles dipterocarpáceos que se encuentra en un arboreto establecido artificialmente; el porcentaje de árboles que florece en un determinado mes o año se utiliza como índice de la floración de las dipterocarpáceas en ese mes o año (Ng 1981). Este indice ofrece una indicación bastante fiable de la fenología de las dipterocarpáceas en el estado de Selangor (cuya superficie es de unos 8 000 km2), en el que se encuentra Kepong. Como la parcela fenológica de Kepong está a 10 minutos de camino de las oficinas de los investigadores y laboratorios, se ahorra el mucho tiempo y dinero que de otra manera habría que gastar en el transporte y la organización de viajes al campo.

Cuando hay que contar los frutos o conos, los prismáticos o telescopios son una ayuda esencial. Deben ser de gran calidad óptica. En los prismáticos debe combinarse un campo de visión amplio con una capacidad de aumento sólo moderada; son adecuados un mínimo de apertura de 50 mm y un aumento de 7 u 8 veces. El método normal consiste en efectuar el recuento en una muestra representativa de árboles semilleros dispersados por toda la fuente de semillas. Es necesario tomar la muestra del interior del rodal, pues los árboles perimetrales siempre fructifican más que los que se encuentran en el interior de la fuente (Seal y otros 1965). El recuento puede efectuarse desde el suelo (Seal y otros 1965) o trepando a árboles contiguos (Machaniček 1973). Se cuentan solamente los frutos de un lado de la copa, y esa cifra se convierte en una estimación de la producción total de ese árbol de muestra mediante un factor de corrección que varía según la especie y la abundancia de la cosecha. En Checoslovaquia (donde se cuenta trepando a árboles contiguos) se utiliza el factor 1,6 para Abies alba, factor que es constante con independencia del tamaño de la producción, pues la concentración de los conos cerca del ápice del árbol hace que este método de recuento sea fiable. En el caso de Picea abies el factor varía en función del promedio de conos contados por árbol; de 1 a 40 conos el factor es 1,4; de 41 a 70 conos es 1,8 y para más de 70 conos es 2,5 (Machaniček 1973). En el Reino Unido (con recuento desde el suelo) se utiliza un factor de 4 para Pinus, Larix y Pseudotsuga, mientras que para especies que poseen gran cantidad de conos pequeños lo habitual es tomar por ejemplo una décima parte de la copa por un lado y utilizar un factor de 20 (Seal y otros 1965).

El número de árboles de muestra que se utiliza para el recuento de conos varía en función del tamaño del rodal. En el Reino Unido se toman como muestra cinco árboles en las fuentes pequeñas, inferiores a 0,5 ha, y la cifra va incrementándose progresivamente hasta llegar a 20 árboles en las fuentes cuya superficie es superior a 4 ha (Seal y otros 1965). En Checoslovaquia se utiliza una serie de parcelas, en cada una de las cuales se trepa a aproximadamente 5 árboles dominantes para examinar otros 10–15 árboles contiguos (Machaniček 1973). En Tasmania se muestrean extensas fuentes de semilla de eucalipto a razón de un árbol por hectárea (Turnbull 1975e).

Métodos de calificación de la fructificación

Los resultados de un recuento de conos o frutos se aplican al rodal y se expresan como un valor numérico en una escala que va de la fructificación totalmente malograda a los años de semilla excepcionalmente buenos (Morandini 1962, Turnbull 1975a). A base de experiencia puede ser posible definir criterios cuantitativos para determinar si es económico recolectar, como por ejemplo en el caso de Pinus sylvestris en el Reino Unido, para el que se especifica un mínimo de 25 árboles semilleros por hectárea, cada uno de los cuales con un mínimo de 300–400 conos (Seal y otros 1965). Respecto de coníferas de Arizona y Nuevo México, Schubert y Pitcher (1973) definieron como árbol de “pocos” conos el que tenía de 1 a 20, de “muchos” conos el que tenía de 21 a 160 y árbol “cargado” el que tenía más de 160 conos. Es evidente que las clasificaciones cuantitativas de este tipo varían muy considerablemente en función de la especie, la procedencia y las condiciones del lugar.

Es más frecuente utilizar puntuaciones cualitativas basadas en la experiencia del que efectúa la evaluación. En Wáshington y Oregón (1982) se utilizan cinco calificaciones, que son las siguientes:

EXPLICACION DE LAS CALIFICACIONES

Arboles distintos del abeto auténtico:

5 Abundante-Buena fructificación en toda la copa visible de la mayoría de los árboles.
4 Mediana-Fructificación entre buena y mediana en 3/4 de la copa visible en la mayoría de los árboles.
3 Escasa-Fructificación entre buena y razonable en 1/2 de la copa visible de la mitad de los árboles.
2 Muy escasa-Algunos conos en algunos árboles.
1 Malograda-De ningún cono a algunos conos dispersos en algunos árboles.

Abeto auténtico: (tercio superior de la copa)

5 Abundante-Buena fructificación en la mayoría de las ramas superiores de la mayoría de los árboles.
4 Mediana-Fructificación de buena a mediana en la mayoría de los árboles.
3 Escasa-Pocos conos en muchos árboles.
2 Muy escasa-Pocos conos en árboles dispersos.
1 Malograda-Inexistente.

Una calificación de 4 ó 5 indica buenas perspectivas para todos los recolectores.

Una calificación de 3 significa posibilidades para los recolectores más experimentados.

Una calificación de 1 ó 2 indica malas perspectivas para todos los recolectores.

Todos los años los servicios forestales de estos estados publican estimaciones promediadas de las calificaciones de la fructificación por especies y zonas geográficas, para que puedan utilizarlas recolectores particulares. Esas estimaciones se basan en el estudio de una serie de rodales distintos, y luego se expresa el promedio de cada zona en cifras con un decimal. Por ejemplo en 1972, que fue un año malo, la mejor calificación fue de 2,5 para Tsuga heterophylla en la Western Cascade de Oregón, mientras que se registró 1,0 o fructificación totalmente malograda para algunas especies en más de una zona.

En Tanzanzía se utiliza una escala de cuatro clases, y las estimaciones de la fructificación se efectúan dos veces al año, una en la floración y la otra alrededor de un mes antes de la recolección (Pleva 1973). Esas clases son las siguientes:

0-no hay fructificación. Arboles sin flores y frutos.
1-fructificación escasa. Floración y fructificación de tamaño medio en árboles de crecimiento libre y árboles en las márgenes libres de los rodales.
2-fructificación de tamaño medio. Floración y excelente fructificación en árboles de crecimiento libre y en las márgenes libres de los rodales; en los árboles situados dentro de los rodales, fructificación en la parte superior de la copa.
3-fructificación excelente. Floración y excelente fructificación en la mayoría de los árboles.

En Suecia vienen efectuándose desde hace más o menos 80 años predicciones anuales de la germinabilidad de los conos y semillas de Pinus sylvestris y Picea abies. Las estimaciones se ofrecen por separado para las distintas combinaciones de latitud (en segmentos de 1°) y altitud (en segmentos de 100 m) (Simak y Remröd 1976).

Estimación del contenido de semillas completas por el procedimiento de corte

Los métodos que se describen supra ofrecen una estimación de la cantidad de conos o frutos. Es necesario relacionar esa estimación con la producción de semillas examinando el contenido de una muestra de los frutos. Es posible que los frutos lleguen normalmente a la madurez con independencia de que sean uno o cien los óvulos de su interior que se han fecundado satisfactoriamente y han tenido un desarrollo normal; en las especies partenocárpicas los frutos pueden madurar sin contener ni una sola semilla viable. Por consiguiente, el número de frutos no siempre es una buena guía para conocer el número de semillas.

El método que se recomienda generalmente consiste en cortar a lo largo los conos o frutos y contar el número de semillas que son visibles en una de las superficies (Morandini 1962, Seal y otros 1965, Stein y otros 1974). Existen cuchillos específicamente ideados para ese fin. En el caso de los pinos meridionales de los Estados Unidos (Wakeley 1954), se ha recomendado que se tomen una o dos muestras de conos de un árbol de cada 20 a 100 de una zona, mientras que en el Reino Unido (Seal y otros 1965) se recomiendan 5 ó 10 conos de un árbol de cada diez. Sólo deben contarse las semillas normales. No se incluyen las semillas subdesarrolladas que suelen aparecer en la parte superior y la base de los conos (Stein y otros 1974). El número de semillas completas contadas que indica una buena producción varía según la especie; por ejemplo, 6 o más indica una buena producción en Pseudotsuga, mientras que en Picea sitchensis hacen falta para ello 14 o más (Douglass 1969, Stein y otros 1974). En el caso de algunas especies se conoce la relación entre el número total de semillas completas por cono y el número de semillas completas visibles en la superficie de corte; por ejemplo, en Pseudotsuga de la parte occidental de los Estados Unidos se ha de multiplicar por un factor de 4 ó 5 (Greathouse 1966).

En el caso de muchas especies tropicales se desconoce el número de semillas que porta por término medio cada fruto, y es necesario establecerlo bajo las condiciones locales; varía desde una semilla por fruto, como por ejemplo en la mayoría de las dipterocarpáceas, hasta varios centenares por fruto en Anthocephalus. En los frutos polispermos es probable que el número de semillas que se desarrollan varíe en función del clima, la fertilidad del suelo y la edad de los árboles progenitores. Las primeras fructificaciones de los árboles jóvenes contienen casi siempre menos semillas viables por fruto que las de esos mismos árboles cuando han alcanzado la plena madurez.

El examen de una muestra de semillas en el fruto sirve también para indicar la fase de desarrollo o madurez de las semillas (véase la sección siguiente) y la incidencia de daños debidos a plagas o enfermedades.

La decisión definitiva sobre si la fructificación es lo suficientemente abundante para justificar su recolección en un año determinado ha de depender tanto de la calificación de la cantidad de frutos o conos como de los resultados de la determinación del contenido de semillas completas mediante el procedimiento de corte. En el Apéndice 1C11 figura un ejemplo de un formulario en el que se recogen, combinadas, estas dos evaluaciones.

Determinación de las fechas de recolección idóneas

En los trópicos, algunas especies portan semillas maduras en todas las épocas del año. Pero incluso en esos casos suele existir un período de máxima producción de semilla, período en el que la recolección será más barata y más alta la calidad de la semilla. En otras especies, y especialmente en la zona templada, con su marcada diferencia entre verano e invierno, la semilla madura se da sólo durante un período limitado, por lo general en otoño. En el caso de muchas especies se dispone de una buena información sobre las fechas, por término medio, de la estación semillera, pero es posible que esos promedios no sean lo bastante exactos para planificar la recolección en un año determinado. El período que media entre la maduración de la semilla y su dispersión suele ser corto, mientras que los efectos del clima en un año determinado pueden hacer que las fechas de la fructificación se alejen en varias semanas del promedio. En la zona templada, una primavera temprana y un verano seco pueden hacer que la semilla madure muy pronto, y los vientos fuertes y secos producen una dispersión rápida de las semillas maduras. El tiempo fresco y húmedo, en cambio, puede retrasar en semanas o meses la maduración y la dispersión (Stein y otros 1974). En los trópicos secos se producen variaciones anuales parecidas en cuanto a las fechas de comienzo de la estación seca y de las lluvias. Por consiguiente, es necesario comprobar cada año el calendario correcto de la recolección examinando la cosecha misma.

El reconocimiento del tamaño de la producción de semilla, que se efectúa 1 ó 2 meses antes de la recolección tal como se ha descrito en las páginas 44–45, ofrece también algunas indicaciones sobre la manera en que están madurando las semillas. Las conclusiones de ese examen han de ser dobles, como por ejemplo: "Rodales A, B y C: Producción muy escasa, no merece la pena recolectar este año. “Rodales X, Y y Z: Buena producción, las semillas estarán maduras probablemente en cuatro semanas”. No obstante, en el momento de la recolección se debe efectuar una última comprobación del estado de maduración de las semillas.

Los trópicos húmedos presentan problemas especiales, pues los efectos de estacionalidad suelen ser sutiles, cuando existen, y no se conoce con seguridad el período de máxima producción de semillas. Tras detectar la floración en un rodal del que se desea recolectar semilla, es importante efectuar reconocimientos periódicos para comprobar el avance de la maduración del fruto. Un calendario eficiente de reconocimiento exige conocer con anterioridad el tiempo que transcurre entre la antesis (apertura de la flor/polinización) y la madurez del fruto. En los árboles de Malasia, el período que transcurre entre la antesis y la madurez del fruto oscila entre 3 semanas en Pterocymbium javanicum y 11 meses en Diospyros maingayi (Ng y Loh 1974). En el castaño de Pará, Bertholletia excelsa, que es una planta exótica, el período es de 15–16 meses (Lambourne 1930). En Malasia se recomienda que, si el período de maduración es de X semanas, se compruebe el desarrollo de la cosecha a las semanas 1/2 X y 3/4 X después de la floración. Cuando se establece un calendario fijo y arbitrario, como por ejemplo una vez al mes, el resultado es que el recolector llega demasiado tarde para los frutos de maduración rápida, como Pterocymbium javanicum, y por el contrario malgasta esfuerzos en el caso de los frutos de maduración lenta como la castaña de Pará o nuez del Brasil.

Aparte del caso excepcional de la recolección deliberada de semillas no maduras (que se examina infra), los recolectores han de ser capaces de programar su trabajo de manera que la recolección coincida con el período en el que la semilla (pero no necesariamente el fruto) está totalmente madura pero aún no ha empezado a dispersarse debido a la dehiscencia del fruto o al consumo de éste por animales. Para conseguir este fin los recolectores deben ser capaces de distinguir la semilla madura de la que no lo está. Para reconocer la madurez de la semilla se han utilizado varios métodos distintos. Ninguno de ellos funciona a la perfección en todas las especies, y se precisa una amplia experiencia o investigación para determinar cuál es el método o combinación de métodos que mejor conviene a una especie hasta entonces desconocida en este aspecto. Los métodos pueden dividirse en los que son de aplicación directa en el campo y los que precisan equipo de laboratorio. Estos útlimos pueden ser de utilidad para comprobar los métodos que se emplean sobre el terreno, pero es poco probable que le resulten de utilidad práctica al recolector a menos que el lugar de recolección esté próximo al laboratorio, como puede ocurrir en algunos huertos semilleros.

Métodos de laboratorio

a) Peso en seco. La forma más generalmente aceptada de medir la madurez consiste en comprobar cuál es el momento en el que la semilla alcanza su máximo peso en seco, punto que se denomina madurez fisiológica. Esto significa que han dejado de pasar nutrientes desde el árbol padre hasta la semilla (Harrington 1972). El máximo peso en fresco no indica madurez fisiológica, pues la semilla en maduración empieza a perder agua cuando todavía se están acumulando nutrientes y no han finalizado los procesos bioquímicos.

Pueden efectuarse determinaciones repetidas del peso en seco de una serie de muestras de semilla y después extrapolarse los resultados al resto de la producción, pero este método es lento y por ello se utiliza muy poco.

b) Análisis químico. En el proceso de maduración de la semilla se producen cambios bioquímicos, aunque es relativamente poco lo que sabemos de este aspecto en la mayoría de las especies. Respecto de algunas de ellas se han determinado índices químicos de la madurez de la semilla; por ejemplo, los mejores índices químicos para Fraxinus pennsylvanica son el contenido de grasa cruda y el de nitrógeno proteínico, que aumentan en cinco y cuatro veces respectivamente desde la inmadurez hasta la madurez fisiológica. Pero estos índices no presentan ventaja alguna sobre el examen del embrión y el cambio de color del fruto, y no parece que esté justificada la molestia adicional de tener que realizar los análisis (Bonner 1973b). Rediske (1969) comprobó que las semillas de Pseudotsuga estaban fisiológicamente maduras cuando el contenido de azúcares reductores descendía a 14 mg/g.

c) Radiografía con rayos X. El examen del desarrollo del embrión y el endosperma de las semillas de la muestra por medio de radiografías de rayos X es un método rápido y relativamente directo de evaluar la madurez de la semilla, siempre que se disponga de medios adecuados y personal técnico calificado (Turnbull 1975a). La técnica se ha utilizado con éxito en Tectona (Kamra 1973) y en otras varias especies tropicales (Kamra 1974), así como en especies de la zona templada como Pinus strobus (Wang 1973). Presenta el inconveniente de que exige un equipo relativamente costoso y de que la fiabilidad de los resultados depende mucho del juicio del analista (Turnbull 1975a).

d) Contenido de humedad de los frutos. En muchas especies los conos y frutos en maduración pierden agua, fenómeno que está íntimamente relacionado con la madurez de la semilla. Las semillas de Picea glauca se consideran maduras cuando su contenido de humedad es inferior al 48 por ciento (Cram y Worden 1957), en Larix decidua al 25–30 por ciento (Messer 1963, 1966) y en Pinus sylvestris cuando desciende al 43–45 por ciento (peso en fresco) (Schmidt-Vogt 1962, Remröd y Alfjorden 1973). No obstante, la determinación del contenido de humedad mediante secado en una estufa presenta el mismo inconveniente de lentitud que la determinación del peso en seco.

Métodos sobre el terreno

e) Peso específico de los frutos. Del mismo modo que el contenido de humedad de los frutos y conos desciende con la maduración, así lo hace también el peso específico o densidad, es decir la relación entre unidad de peso y unidad de volumen. A diferencia del contenido de humedad, no es demasiado difícil determinar el peso específico aproximado en el campo, mediante la flotación de la semilla en líquidos cuyo peso específico se conoce. Se han establecido los valores de peso específico que tienen los conos maduros de varias especies coníferas, y así el cono que se va a examinar se coloca en un líquido en el que flotará si está maduro y se hundirá si no lo está (Stein y otros 1974). Para preparar estos líquidos de flotación, con su peso específico designado, se han utilizado diversas mezclas de queroseno (PE = 0,80), aceite fluido para motores del tipo SAE 20 (PE = 0,88) y aceite de linaza (PE = 0,93). Los ensayos deben efectuarse nada más recoger los conos del árbol. Los índices de peso específico han resultado fiables en algunas coníferas de la zona templada, como por ejemplo un PE de 0,74 en Picea glauca (Cram y Worden 1957), pero no en el caso de varias frondosas meridionales de los Estados Unidos (Bonner 1972).

f) Examen del contenido de semillas. El examen del contenido de semillas que se hace visible al cortar a lo largo los frutos o conos puede ser un método fiables y sencillo de valorar la madurez de las semillas siempre que el operario posea experiencia. Casi todos los embriones y endospermas pasan por una fase inmadura, de aspecto “lechoso”, a la que sigue otra fase en la que el tejido cobra más firmeza y tiene aspecto de “masa”. Las semillas maduras poseen un endosperma blanco y firme (cuando existe) y un embrión firme y plenamente desarrollado (Turnbull 1975a).

g) Color de los frutos o conos. Los cambios de color que experimenta el fruto o cono constituyen un criterio sencillo y en algunas especies fiable para determinar la madurez de la semilla, pero el operario debe tener experiencia sobre las características de la especie de que se trate. Tiene en común con el método basado en el peso específico que no comporta la destrucción de las semillas de la muestra que se examina. El cambio consiste por lo general en pasar del verde del fruto o cono inmaduro a diversos tonos de amarillo, pardo o gris, y puede estar acompañado de endurecimiento de las escamas del cono o del pericarpo en los frutos dehiscentes o leñosos. Como la semilla madura normalmente antes que el fruto, en algunas especies es aconsejable programar la recolección para las primeras fases, mejor que las últimas, del cambio de color. En varias frondosas meridionales de los Estados Unidos se comprobó que el cambio de color era el indicador más fiable de la madurez desde el punto de vista de la práctica general (Bonner 1972). Este método ha arrojado también buenos resultados en algunas coníferas de la zona templada. En Malasia, Tamari (1976) comprobó que los mejores resultados se obtenían recolectando los frutos de dipterocarpáceas cuando las alas se habían vuelto pardas pero antes de que cambiara de color el fruto propiamente dicho.

En Tailandia se utiliza el color de los conos como una guía para determinar el momento óptimo de recolección de los pinos, pero con diferencias según las especies. En Pinus kesiya la recolección se inicia cuando los conos se han endurecido y el color está pasando de verde a pardo en proporciones de 50:50. En Pinus merkusii el momento óptimo de recolección es cuando la mayoría de los conos tienen un color parduzco y algunos han empezado a abrirse (Granhof 1975). Ensayos efectuados con la procedencia Zambales (Filipinas) de P. merkusii han demostrado no sólo que la extracción es una operación mucho más larga y costosa cuando el cono tiene color verde que cuando lo tiene pardo, sino también que en el primer caso la semilla extraída tiene una tasa de germinación inferior (Gordon y otros 1972). La experiencia habida con P. caribaea en Honduras es parecida (Robbins 1983a).

La abscisión y caída de los frutos suele ser un signo de madurez de éstos, por lo que podría suponerse que indica también un alto contenido de semillas viables y maduras. Pero no siempre ocurre así. Las primeras semillas de los frutos que caen de manera natural suelen ser de escasa calidad (Morandini 1962), en cuyo caso es aconsejable rechazarlas y postponer la recolección hasta el momento cumbre y la segunda mitad del período. En Tailandia, los frutos de Tectona grandis empiezan a caer en marzo, pero las observaciones efectuadas han demostrado que los frutos más viables son los últimos en caer, de manera que se recomienda no empezar la recolección antes de abril (Hedegart 1975). Los primeros frutos de especies dipterocarpáceas que caen al madurar suelen ser defectuosos, y la recolección debe postponerse hasta que ha caído la mayor parte de los frutos (Seeber y Agpaoa 1976).

Recolección de semillas inmaduras

Lo habitual es recolectar las semillas cuando están maduras, pues poseen más energía germinativa y son más longevas en condiciones de almacenamiento que las inmaduras. Pero existe también la posibilidad de recolectar los frutos antes de su maduración y almacenarlos en condiciones relativamente frescas y bien ventiladas, lo que permite la postmaduración de las semillas dentro del fruto. Este método ha dado resultados prometedores al nivel de investigación en varias especies.

Hay varias razones que justifican el interés en desarrollar técnicas de maduración artificial (Turnbull 1975a). Son las siguientes:

El desarrollo de técnicas para la postmaduración de semillas inmaduras exigirá más investigación antes de que esas técnicas puedan aplicarse a una amplia gama de especies. No obstante, cuando existe un problema de dispersión rápida de las semillas o de plagas, y siempre que pueda establecerse cuál es el momento más temprano en que se pueden recolectar sin peligro los frutos inmaduros, esas técnicas pueden ser muy beneficiosas. En las páginas 133–134 se mencionan algunos ejemplos positivos.

Determinación de los árboles en que se va a recolectar

Si cabe partir de que el recolector de semilla ha recibido unas instrucciones claras del usuario en cuanto a las especies y procedencias que debe recolectar, y en algunos casos sobre los rodales en que debe hacerlo, sigue siendo sin embargo su responsabilidad seleccionar los árboles concretos en que va a llevar a cabo la recolección. Los criterios serán considerablemente distintos según se trate de recolecciones en gran escala para proyectos de forestación o de recolecciones en pequeña escala con fines de investigación.

La identificación de especies no presenta problemas en las plantaciones monoespecíficas, pero es esencial y puede ser difícil en el bosque natural mixto, especialmente cuando aparecen mezcladas especies muy parecidas del mismo género, como sucede con los pinos en México y Centroamérica, los eucaliptos en Australia y las dipterocarpáceas en Asia sudoriental. A menos que la identificación sea segura, muchas veces es aconsejable recolectar, además de semillas, especímenes de herbario.

Recolecciones en gran escala

En las recolecciones en gran escala se hace más hincapié en recoger la mayor cantidad de semilla posible, y de la manera más rápida y barata posible, que en la selección muy cuidadosa de los árboles padres. No obstante, es esencial que no se recojan semillas de fenotipos muy pobres ni semilla vacías o no viables. Stein y otros (1974) han enumerado unas directrices básicas, en las que se basan las recomendaciones siguientes:

  1. Recolectar sólo en árboles sanos y vigorosos, de forma razonablemente buena y que estén creciendo conforme al promedio o mejor.

  2. En lo posible, recolectar en árboles maduros o casi maduros. Deben evitarse los árboles extramaduros, pues sus semillas pueden ser poco viables.

  3. Evitar los árboles aislados de especies naturalmente alógamas, pues es probable que se trate de árboles autopolinizados. Suelen tener pocas semillas, y además de escasa viabilidad, y las plántulas obtenidas son con frecuencia débiles o presentan malformaciones.

  4. Evitar recolectar en rodales que contengan numerosos árboles de porte deficiente, excesivamente ramosos, pálidos, anormales o enfermos.

Muchas veces será necesario hallar una solución de transacción entre la producción de semilla y el aspecto fenotípico. No debe recogerse la semilla de los árboles de ramificación demasiado tosca y vigorosa, los llamados árboles “alfarrazadores”, aunque suelen producir gran cantidad de semillas, mientras que los árboles cuyo porte es excepcionalmente bueno tienen a veces tan poca semilla que no justifican el trabajo de recolección. La mayor parte de la semilla ha de recolectarse en árboles que “respondan al promedio o lo superen” tanto en su porte como en su producción semillera.

Aunque se han efectuado pocos estudios sobre la biología reproductiva de los árboles tropicales, la aparición de algunas especies en densidades muy bajas (inferiores a un árbol por km2) sugiere que son especies de autopolinización natural. La recolección de semillas de esos árboles carece de los problemas que plantea la recolección de árboles aislados de especies con alogamia natural.

Recolecciones en pequeña escala con fines de investigación

En las recolecciones que se efectúan en pequeña escala con fines de investigación, la selección de los árboles dependerá de los objetivos concretos de la investigación proyectada. En muchos países se está prestando actualmente mucha atención a la investigación de procedencias. El asesoramiento de la IUFRO sobre recolecciones de semillas de procedencias comprende las recomendaciones siguientes en cuanto a la selección de los árboles (FAO 1969):

  1. Recolectar en árboles no peores que dominantes y codominantes de calidad media, pertenecientes mejor a rodales “normales” que a rodales “excelentes”. Las semillas de fenotipos superiores, si se recolectan, deben mantenerse separadas del resto.

  2. Recolectar en un mínimo de 10 árboles de cada rodal, y preferiblemente entre 25 y 50. Si el rodal es muy variable, incrementar el número de árboles. Registrar el número de árboles y el porcentaje aproximado que representan respecto del total del rodal.

  3. Los árboles semilleros deben estar separados entre sí al menos por la distancia de caída de las semillas. En el caso de Pseudotsuga se ha adoptado una distancia de 100 m. Con ello se pretende reducir el riesgo de recolectar en padres medio hermanos. En Australia se utiliza como norma práctica general una distancia mínima que es el doble de la altura del árbol (Boland y otros 1980).

  4. Se debe marcar los árboles en los que se recolecta.

  5. Se debe recolectar igual número de conos, frutos o semillas por árbol.

  6. En las recolecciones normales de procedencias de primera fase, pueden mezclarse las semillas de los distintos árboles. Si se van a efectuar estudios especiales sobre genotipos individuales, entonces deben mantenerse separadas las semillas de cada árbol.

Recolecciones de un único árbol

A los ingenieros forestales no les interesan únicamente las variaciones entre poblaciones y procedencias, sino también las variaciones que se dan dentro de ellas. En el caso de las plantas exóticas, un enfoque que pueden utilizar los países introductores consiste en estudiar en primer lugar las diferencias entre procedencias bajo las condiciones locales para investigar después en una fase posterior, cuando se han identificado las procedencias mejor adaptadas localmente, la variación entre individuos en las mejores procedencias por medio de ensayos de progenie. Cuando la semilla se recolecta para realizar ensayos de progenie, es esencial mantener separadas las semillas de los distintos árboles en todas las fases de recolección, transporte, procesamiento, vivero y plantación en el campo.

La conservación de la identidad de árboles individuales en las fases de recolección y extracción suele exigir un esfuerzo considerablemente mayor que cuando se junta toda la semilla recolectada. Si ese esfuerzo se realiza, entonces se obtienen algunos beneficios, que para Turnbull (1975b) son los siguientes:

Recolecciones monoclónicas

Cuando se recolecta en huertos semilleros clonales, la unidad de identidad que hay que mantener separada suele ser no el ramet individual, sino el clon. En Zimbabwe se ha seguido durante muchos años la práctica de mantener separados los distintos lotes de semillas clonales, y se considera que ello justifica sobradamente los costos y esfuerzos extraordinarios a que ello obliga en comparación con las recolecciones de huertos a granel. Esas ventajas pueden resumirse de la manera siguiente:

  1. El mantenimiento de identidades clonales individuales en todas las fases, desde la recolección hasta el almacenamiento, permite actuar en el mínimo plazo sobre la mayor parte de la información a medida que se dispone de ésta. La necesidad de adoptar medidas con rapidez se plantea sobre todo cuando es preciso expurgar y cuando se manifiesta una vulnerabilidad a plagas o enfermedades, de manera que puedan aislarse o descartarse los lotes de semilla no deseados.

  2. Pueden prepararse y suministrarse lotes de semilla que resulten idóneos para lugares específicos, haciendo uso para ello de la información más reciente que sobre la interacción genotipo/medio ambiente facilitan los análisis de determinación de la progenie.

  3. Junto con b) supra, y utilizando los resultados de los ensayos de cada clon, pueden preparse lotes de semilla compuestos de manera que en el material de plantación final exista una representación igual de los distintos clones, con lo que se evitan los efectos dominantes que algunos clones suelen tener en los lotes de semilla a granel.

  4. En general, aumenta el número de opciones de que dispone el usuario.

Recolecciones con fines de conservación

Se efectúan también recolecciones para intentar conservar el acervo génico ex situ como semillas almacenadas a largo plazo o en rodales de conservación plantados. Como nos falta mucho para tener un conocimiento exacto de las frecuencias génicas en las poblaciones indígenas, la recolección con fines de conservación genética ha de basarse principalmente en el sentido común. Es probable que sean apropiados métodos parecidos a los que se emplean en las recolecciones de procedencias, con las excepciones siguientes:

  1. Debe tomarse como muestra un número algo mayor de árboles por conjunto génico. Las estimaciones oscilan entre 50 y 100 (por ejemplo, Nikles 1974, Marshall y Brown 1974).

  2. La muestra debe ser estrictamente aleatoria y debe incluir tanto árboles inferiores al promedio como superiores al promedio, a fin de captar en la mayor medida posible toda la variación genética. La única restricción a este principio es la imposibilidad de incluir en la muestra los árboles que no están produciendo semilla.

  3. Otra medida para asegurar la mayor diversidad genética posible dentro de las semillas recolectadas consiste en recolectar en un año superior al promedio. Cuanto mejor sea el año de semilla, tanto mejor será la representación de progenitores masculinos que aportan polen, así como de progenitores femeninos que suministran semilla.

  4. La cantidad de semilla que se va a recolectar de cada procedencia será por lo general mayor, pues la superficie que se recomienda para los rodales de conservación, 10 ha, es mucho mayor que la superficie total dedicada a una sola procedencia en un único ensayo de procedencias.

Acopio de los recursos necesarios para la recolección

Una parte de la planificación consiste en hacer acopio, en el momento adecuado, de información clara sobre la naturaleza y magnitud de las tareas de recolección: número de especies y procedencias, cantidades de semilla, ubicación de los rodales, fechas idóneas para recolectar, etc., tal como se han descrito supra. La otra parte consiste en seleccionar y acopiar los recursos necesarios para llevar a cabo ese trabajo. En los capítulos siguientes se ofrecen detalles sobre los diversos recursos que pueden resultar útiles. Durante la fase de planificación, el director de las operaciones de recolección ha de comprobar los preparativos para el trabajo sobre el terreno en los aspectos siguientes:

  1. Organización de los equipos de recolección. El producto de los equipos de recolección, conocido o estimado, ha de ponerse en relación con la cantidad de semilla, el número de rodales y la duración de la estación, a fin de determinar el número y tamaño de los equipos que se requiere. Por ejemplo, en Tailandia un solo equipo puede recolectar en 30 días procedencias de Pinus kesiya por un total de 3 000 kg de conos en 16 rodales (Granhof 1975). Si se estima que la estación completa dura 45 días y la demanda total es de 9 000 kg de conos de esos mismos 16 rodales, se necesitarán dos equipos para llevar a cabo el trabajo. Cuando se puede planificar con antelación suficiente, existe la posibilidad de capacitar, en caso necesario, a otros trepadores. Es conveniente que entre el personal permanente haya al menos un trepador, que pueda responsabilizarse de cuidar el equipo necesario para trepar a los árboles y de capacitar a nuevos trepadores temporales. En el campo debe organizarse a los trepadores en equipos pequeños, con un capataz al frente de cada uno de ellos. En Honduras se ha llegado a la conclusión de que un equipo de seis parejas (un trepador y un ayudante u operario de sujeción en el suelo por cada pareja) es un tamaño adecuado (Robbins y otros 1981).

  2. Organización del transporte. Los equipos de recolección han de reducir al mínimo el tiempo que emplean en trasladarse de un punto al siguiente. Se debe disponer de medios de transporte en el lugar y el momento necesarios. Si fuera preciso, se pueden alquilar temporalmente otros vehículos. En las zonas que carecen de carreteras es posible que haya que organizar con antelación el empleo de un mayor número de trabajadores no calificados para que ayuden a transportar el equipo, las tiendas, etc.

  3. Organización del equipo. La elección del equipo varía considerablemente en función de las condiciones locales. Cuanto más escarpado y menos accesible sea el terreno, tanto más sencillo y ligero ha de ser el equipo. En grandes huertos semilleros situados en tierras llanas puede ser adecuado un equipo sumamente mecanizado, como sacudidoras de árboles o plataformas mecánicas, pero cuando hay que recolectar en rodales naturales situados a 4–6 horas de camino de la carretera más próxima el único equipo práctico es en cambio el equipo ligero y portátil (Granhof 1975). Aparte de las herramientas de recolección, el equipo debe comprender ropa de seguridad, equipo de primeros auxilios y gran cantidad de bolsas y sacos.

  4. Organización de los registros. El registro y el etiquetado meticulosos son esenciales en toda buena recolección. Con antelación suficiente, deben diseñarse, e imprimirse en cantidad suficiente, las etiquetas y los formularios necesarios (Sompherm 1975a). Pueden encontrarse ejemplos en el Apéndice 1.

  5. Organización de las autorizaciones. Normalmente no se requieren autorizaciones cuando se trata de servicios forestales que recolectan en reservas forestales públicas, pero puede ser necesario solicitar permiso cuando se recolecta en propiedades privadas, parques nacionales y reservas especiales o en un país extranjero. Aun cuando no se precise una autorización oficial, suele ser aconsejable informar por adelantado a las comunidades locales sobre las operaciones que se van a llevar a cabo.

  6. Organización de la extracción de la semilla. Es posible que sea necesario prever el rápido traslado de los frutos desde el lugar de recolección hasta el centro de extracción, lo que obliga a organizar por anticipado el transporte. El personal del centro de extracción debe ser informado sobre el momento en que van a llegar los frutos. Si está previsto someter a los frutos a un secado preliminar al sol en el bosque, se necesitarán piezas grandes de polietileno o lonas alquitranadas.

En el Apéndice 5 figura un ejemplo de la logística de la recolección de semilla de Pinus caribaea.

Consideraciones especiales en caso de expediciones internacionales

Algunas especies son en la actualidad más importantes como árboles de plantación en situaciones exóticas que en los países de origen. Como ejemplos cabe citar Gmelina arborea, Pinus radiata, muchos pinos tropicales y subtropicales y muchos eucaliptos. Cuando la distribución natural de esas especies se extiende por varios países distintos y son muchos los países introductores que solicitan semilla de ellos, la acción internacional puede ser la manera más eficaz de organizar la recolección y distribución de la semilla. Asi ocurre especialmente en el caso de recolecciones con fines de ensayos de procedencias y de establecimiento de rodales de conservación, rodales semilleros y plantaciones experimentales ex situ, para los que no se precisan más que cantidades pequeñas o moderadas de semilla pero en los que los orígenes han de estar identificados con precisión y documentados plenamente. Ejemplos de recolecciones internacionales de este tipo son las que organiza la IUFRO respecto de coníferas de la parte occidental de Norteamérica (Fletcher y Barner 1978), el CFI de Oxford respecto de pinos y frondosas de Centroamérica y el Centro de Semillas Forestales de DANIDA respecto de Tectona y Gmelina.

Kemp (1975b, 1976) ha descrito los problemas de la recolección de semillas que se acentúan en el contexto internacional. Se trata especialmente de la dificultad de obtener por anticipado información precisa sobre la que basar el plan pormenorizado de operaciones, así como los problemas que plantean cruzar fronteras internacionales, las normas aduaneras, las diferencias lingüísticas y otros parecidos. Existen muchas incertidumbres en materia de acceso, viajes y transporte del material que posiblemente sólo se pueden resolver cuando la recolección está efectivamente en marcha. Así ocurre de manera particular en muchos países tropicales, en los que puede que la información que se precisa sobre la distribución natural, variabilidad, épocas de floración y fructificación, etc. de las especies de que se trate sea incompleta o incluso del todo inexistente. Al mismo tiempo que dificulta la planificación pormenorizada de las operaciones, esto obliga a tener en cuenta, de manera pausada y cuidadosa, las muchas situaciones posibles que pueden darse en la realidad y a preparar planes sobre imprevistos para hacer frente a esas situaciones, así como a contemplar las posibles emergencias que puedan surgir. A continuación se examinan brevemente algunos aspectos concretos que han de tenerse en cuenta en la expendiciones internacionales.

1) Objetivos. Como las expediciones internacionales suelen realizarse en nombre de muchos países, es posible que se trate de conseguir varios objetivos distintos al mismo tiempo, como recolectar semilla para ensayos de procedencias, semilla a granel para grandes plantaciones de determinadas fuentes, fenotipos individuales, etc. Aunque las expediciones en las que se dedica mucho tiempo a viajar de unas zonas a otras distantes son muy costosas y por lo tanto deben aprovecharse al máximo para satisfacer necesidades distintas, es posible que esas necesidades sean hasta cierto punto contrapuestas. Como el tiempo de que se dispone para la recolección es siempre limitado, es posible que haya que elegir entre pasar más tiempo en un lugar concreto, para tomar muestras detalladas o para recolectar a granel, y cubrir más lugares con más rapidez. Por esta razón, los objectivos han de definirse claramente por anticipado, y ha de establecerse un orden de prioridades para el caso de que sea necesario elegir entre ellos.

2) Normativas locales. Casi todos los países poseen una normativa sobre la recolección, exportación, introducción y, en ocasiones, circulación de semilla. Es posible que se precisen autorizaciones oficiales para alguno de esos procedimientos, y la no obtención de los documentos necesarios puede retrasar gravemente las operaciones corrientes y poner en peligro la recolección futura por parte de equipos internacionales. Análogamente, es posible que el personal de la expedición necesite documentos personales, como visados de entrada, permisos de trabajo y certificados sanitarios internacionales. En algunos casos el equipo puede estar también sujeto a restricciones de importación, especialmente cuando se van a utilizar armas de fuego y, tal vez, radios del tipo “walkie-talkie”.

3) Participación de personal local. Las expediciones internacionales pueden beneficiarse enormemente de la participación activa de personal local. Este puede ayudar a interpretar los datos, y su conocimiento de la geografía y las costumbres locales puede ser extraordinariamente útil. El personal local puede estar también capacitado para cuantificar la producción de semilla antes de nuevas recolecciones en años ulteriores. A cambio de esa participación, pueden celebrarse acuerdos encaminados a que sean fondos internacionales los que se hagan cargo de los gastos de viaje del personal local y a que el país huésped reciba una parte de la semilla recolectada. Esos acuerdos deben establecerse entre ambas partes por anticipado.

4) Equipo. Las decisiones sobre cuál es el equipo más adecuado y cuáles son los componentes esenciales que hay que suministrar por adelantado a la expedición son más difíciles de adoptar cuando no se conocen previamente la zona y las condiciones locales. El transporte aéreo de equipo voluminoso es costoso, pero al mismo tiempo el hecho de que las operaciones no puedan iniciarse, una vez que la expedición está ya en el lugar, debido a que no ha llegado el equipo necesario, puede ser muy gravoso tanto en términos de fondos como en términos del limitado tiempo de que se dispone para la recolección. Como Apéndice 6 se reproduce una lista de equipo propuesta por Kemp (1976).

5) Calendario de las operaciones. Es preferible recolectar sólo en un año de abundante producción de semilla, pues ello ofrece mucha más libertad de acción a la hora de elegir los rodales y árboles, así como la posibilidad de obtener más semilla por un costo determinado. No obstante, las expediciones internacionales deben prepararse mucho tiempo antes de que se pueda evaluar la magnitud de la cosecha, y la complejidad de los pasos que hay que dar hace que sea muy dificil modificar los planes en una fase tardía. Incluso en un año de abundante producción de semilla, sólo se pueden obtener los mejores resultados si se conoce con precisión el momento en que debe efectuarse concretamente la recolección, y éste es otro dato que a una expedición internacional, cuya base está en otros sitios, le resulta más difícil determinar por adelantado.

6) Registros sobre el terreno. Habida cuenta de la dificultad y el elevado costo de obtener datos una vez que la expedición ha abandonado la zona, especialmente en los casos en que ello puede comportar la necesidad de volver al lugar para efectuar nuevas observaciones, es de la máxima importancia efectuar un registro exacto y completo de los lugares y detalles de la recolección. Véanse ejemplos en el Apéndice 1B.


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