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Los parques nacionales de la frontera

FRANÇOIS BOURLIÈRE

FRANÇOIS BOURLIÈRE OS Presidente de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos, Profesor de la Facultad de Medicina de París y da también conferencias sobre ecología animal en la Facultad de Ciencias. Este artículo es una reimpresión de El Correo de la Unesco.

¿Es simple efecto del azar o, por el contrario, un feliz presagio? Mientras que desde hace siglos las fronteras, celosamente guardadas, eran la manifestación más evidente de ese «comportamiento territorial» extendido a la escala de las naciones, y al mismo tiempo el símbolo vivo de la incomprensión entre los pueblos, se asiste desde hace algunos años a un fenómeno curioso. En todos los continentes - hasta en el que fuera testigo de los encuentros más encarnizados: Europa - se multiplican las «zonas protegidas» que están a caballo sobre las fronteras de dos, y hasta de tres, Estados vecinos.

Trátase, en general, de regiones espectaculares por la belleza de su paisaje, por los «monumentos naturales» que encierran o los animales y plantas que contienen. Fácilmente se convierten en centros de atracción para el turista, lugares especiales del mundo adonde afluyen los jóvenes de todos los países. A la vuelta de pocos años, lo que hasta entonces fuera una barrera tiende a convertirse, por el contrario, en lugar de encuentro.

Basta que los parques creados por dos países vecinos a cada lado de un mismo punto de su frontera común coordinen sus programas de conservación y mantenimiento y que el control de circulación se efectúe a la entrada de las zonas protegidas para que todo cambie rápidamente. Los itinerarios seguidos antes por los guardas de aduana o de frontera son frecuentados cada vez más por grupos de ciudadanos sin uniforme que han salido de vacaciones. Las posadas y los alojamientos para la juventud reemplazan progresivamente los fortines y las casetas de aduana. Los turistas de ambos lados de la frontera descubren con asombro sus semejanzas y su común patrimonio. Poco a poco el muro se transforma en puente.

¿Cuáles son actualmente las principales «zonas protegidas» que están a caballo sobre la frontera de dos o tres países vecinos? En Europa, la más antigua y quizá también la más famosa, se encuentra en la frontera polaco-checoslovaca, donde el Parque Nacional de los Tatras se une a la reserva checa del mismo nombre para formar un conjunto tan espectacular para el turista como interesante para el naturalista. En un magnífico marco de selva y montaña viven en paz los representantes de la casi totalidad de los grandes carnívoros desaparecidos del resto del continente europeo: el oso pardo, el lobo, el lince y el gato salvaje. Sobre las cimas de las montañas se pasean, como en épocas remotas, gamuzas y águilas reales. La rara cigüeña negra anida regularmente en los valles. Precedente de suma importancia, los consejos de administración de los dos parques - el polaco y el checo - tienen sesiones de trabajo comunes a intervalos regulares, y el recuento de los animales de caza, así como los circuitos turísticos, se organizan en común.

ALAIN GILLE

UGANDA-CONGO-RWANDA. Después de Europa, el Africa tropical es la región que cuenta con el mayor número de zonas protegidas situadas a caballo de fronteras. La región más espectacular es el área que encierra el parque nacional Alberto y el parque nacional Reina Isabel, situada en la República Democrática del Congo, en Rwanda y en Uganda y que rodea el lago Eduardo, donde está tomada esta fotografía de un grupo de marabúes.

PARCO NAZIONALE GRAN PARADISO

ITALIA-FRANCIA. El íbex, miembro de la familia de la cabra salvaje, estuvo en peligro de extinción completa en Europa hasta que la especie fue reintroducida gradualmente en los valles alpinos de Suiza y Francia procedente de rebaños criados en la zona más alta del valle de Aosta, que actualmente constituye el parque nacional italiano Gran Paradiso. El parque nacional francés La Vanoise, creado en 1953, colinda con el del Gran Paradiso.

Existe una región igualmente interesante en los Alpes occidentales, en la frontera entre Italia y Francia. Desde 1922, el antiguo coto real de Aosta se había transformado en el Parco Nazionale del Gran Paradiso, famoso en el mundo entero por sus hatos de cabras monteses y de gamuzas. Ultimo refugio de la cabra montés de los Alpes, ese parque fue el vivero a partir del cual pudo volverse a introducir progresivamente la especie tanto en Suiza como en Francia.

Desde 1963, el Parque nacional francés de la Vanoise posee una frontera común con su predecesor italiano. Así queda garantizado el paso libre de las cabras monteses y las gamuzas entre las dos zonas magníficas, al abrigo de la codicia de los cazadores furtivos, que han frenado hasta ahora la repoblación natural de los Alpes franceses por la Capra ibex.

Casi en el centro de los Pirineos, en una de las regiones más agrestes y pintorescas, España creó hace ya tiempo el Parque Nacional de Ordesa. Los franceses partidarios de la conservación de los recursos naturales esperan que no pase mucho tiempo sin que se cree un parque nacional pirenaico al lado norte de la frontera, poniendo a cubierto de todo vandalismo el famoso Circo de Gavarnie. Si puede crearse bastante pronto esta segunda reserva, y si la superficie del Parque de Ordesa puede ser aumentada un poco, el porvenir del oso pardo, de la gamuza y de numerosos grandes rapaces pirenaicos puede considerarse como definitivamente asegurado.

POLONIA-U.R.S.S. En 1930 sólo quedaban 40 animales de los grandes rebaños de bisonte salvaje que en otro tiempo vagaban por los montes de Europa. Desde dicho año, y gracias a la Sociedad Internacional de Protección del Bisonte formada por sugerencia de Polonia, su número ha crecido considerablemente. El primer rebaño nuevo que se dejó en libertad se soltó en 1952 en los extensos bosques de los alrededores de Bielowecza, donde las reservas polaca y las de la U.R.S.S. se juntan en la frontera.

H. HEIMPEL

En un medio completamente diferente, bien lejos de los macizos montañosos que se prestan mejor que ningún otro lugar a la creación de parques nacionales y zonas de recreo, las zonas protegidas de la selva de Bielowecza, en la frontera polaco-soviética, nos dan un buen ejemplo de cooperación internacional para la protección de habitat únicos en el mundo o de especies animales amenazadas de extinción. Este magnífico lugar primitivo, al que sus encinas, tilos y pinos gigantes confieren una belleza particular y que constituye un último resto de la selva virgen de Europa ha sido siempre objeto de solicitud particular por los interesados en la conservación de la fauna silvestre y por los naturalistas polacos. En esa selva se refugió la última manada salvaje de bisontes europeos, salvados así de la extinción completa. En 1952, una vez creado un número suficiente de reproductores, se dejó en libertad una primera manada de estos bisontes, que vagan ahora por la gran selva. Y pese a los cambios territoriales producidos al terminar la segunda guerra mundial - cambios que hicieron que la nueva frontera polaco-soviética pasara por el medio de la selva - la obra de conservación continuó desarrollándose al decidir el Gobierno de la U.R.S.S. calificar de terreno vedado la parte de ésta que se halla sobre su territorio. Todos los años vienen ahora centenares de miles de turistas a visitar la región salvaje.

Después de Europa, la región más rica en zonas protegidas y situadas a caballo sobre la frontera de Estados colindantes es actualmente el Africa tropical. La región más espectacular del continente, y la que encierra una muestra casi completa de todos los medios naturales de la región etíope, es la formada, alrededor del Lago Eduardo, por el conjunto de los parques nacionales Alberto y Reina Isabel, situados en la República Democrática del Congo, en Rwanda y Uganda.

El conjunto formado por ambos parques nacionales, con su superficie total de 1 millón de Ha., comporta una serie de paisajes de una variedad increíble, como los ventisqueros de Ruwenzori, el lago de lava incandescente de Nyiragongo, las selvas lluviosas del Ituri, las sabanas de euforbios arborescentes del llano de Rwindi-Tutschuru y las orillas del canal de Kazinga. Los representantes de las especies animales más espectaculares viven allí en grupos las más de las veces numerosos: gorilas de montaña, chimpancés, elefantes, hipopótamos, búfalos de sabana y de selva, okapis (rumiantes parecidos a la jirafa), «topis», gamos acuáticos y de Uganda. Hay pocos sitios en Africa donde puedan verse tantas cosas recorriendo tan pocos kilómetros.

TANZANIA-KENIA. En el parque nacional Serengeti y en la reserva nacional Mara, en las faldas del monte Kilimanjaro sobre la frontera mutua de estos dos países, viven en libertad más de un millón de animales salvajes de los que son ejemplo la cebra y la jirafa que se ven en esta fotografía.

RINEY

Más al este, a caballo sobre las fronteras de Tanzania y Kenia, el conjunto que forman el parque nacional de Serengeti y el coto de Mara constituye igualmente una unidad ecológica única en su género y bien distinta de la precedente. En esas llanuras inmensas viven y emigran, según el ritmo de las lluvias, más de un millón de cebras, ñus y gacelas de Grant y de Thomson, sin contar un número bien considerable de jirafas, rinocerontes negros y, lógicamente, carnívoros (leones, «cheetah», leopardos, hienas, chacales, etc.).

A pocos kilómetros, la caldera gigante del cráter del Ngorongoro constituye una de las maravillas naturales del globo, mientras que la garganta de Olduvai encierra una secuencia única de depósitos fosilíferos que han permitido establecer mejor que en ningún otro rincón del mundo, del homo habilis y del Zinjantropo al homo sapiens, la compleja historia del surgimiento del hombre en la tierra.

En Africa occidental, el parque nacional al oeste del río Níger, que da sobre las fronteras de Nigeria, del Alto Volta y de Dahomey, constituye hasta cierto punto una contrapartida occidental a las dos regiones espectaculares de Africa oriental de las que acabamos de hablar. Todavía existen allí, en cantidad apreciable, elefantes, búfalos, hipopótamos, gamos y toda clase de grandes carnívoros.

En América, por su parte, las «zonas protegidas» a caballo sobre fronteras internacionales son, hasta la fecha, poco numerosas. En el límite entre los Estados Unidos y el Canadá, el conjunto que forman el Glacier National Park y el Waterton National Park constituye, sin embargo, la feliz excepción, y ha recibido el nombre de International Peace Park. Sobre un majestuoso fondo de altas montañas se mueve allí una muestra realmente notable de la gran fauna de la región, del oso «grizzly» gigante a la cabra blanca de las Montañas Rocosas. Con un poco de paciencia y de suerte se puede llegar a pocos metros solamente de la tímida cabra montés.

TANZANIA-KENIA. Entre otros animales salvajes que viven en el parque nacional Serengeti figuran los grandes carniceros, como esta familia de leones que está descansando en un árbol cercano al lago Manyara.

FAO-FREGOSI

ITALIA-FRANCIA. La gamuza habita también en el parque nacional Gran Paradiso que linda con Francia. La foto tomada en febrero de 1962 a una temperatura de - 40°C, representa un viejo ejemplar de gamuza desafiando los elementos para calmar su hambre con un haz de heno.

VIDEOSOTT

AFRICA AL SUR DEL SÁHARA. Desde Rhodesia del Sur hasta Somalia se puede encontrar el «cheetah», depredador típico muy andariego que no entiende de limites políticos.

FRAZER-BRUNNER

En la América Latina, la conservación de la naturaleza, desgraciadamente, no ha llegado al mismo grado de desarrollo que en los demás continentes, pese a lo cual se han dado los primeros pasos hacia una colaboración estimulante entre los partidarios de la conservación de la flora y la fauna de diversos países. Así, alrededor de la famosa catarata del Iguazú, la Argentina y el Brasil han creado dos parques nacionales contiguos que forman un conjunto de 252.000 Ha. y que, fuera de la integridad de los incomparables saltos de agua, garantiza la protección de la interesante fauna y de la flora en esa zona subtropical. Sería muy de desear que este primer ejemplo fuera seguido en otras partes, particularmente en las repúblicas andinas - Venezuela, Colombia y Ecuador - donde las zonas de la selva de montaña y los extraños páramos o mesetas se deterioran a una velocidad alarmante.

Se puede uno preguntar por qué razón los parques nacionales tienen esa tendencia a encontrarse tan a menudo en la periferia de los Estados y no en el centro de los mismos, lo cual facilita los intentos de administración y explotación en común de sus riquezas turísticas y naturales.

Hay dos respuestas que dar a esta interrogante. Las fronteras entre Estados corresponden a menudo a las barreras naturales, particularmente de cordilleras elevadas, que han sido siempre relativamente poco pobladas y en donde las posibilidades de desarrollo agrícola e industrial son mínimas. Por eso mismo es lógico que la vegetación natural y la gran fauna salvaje se hayan conservado mejor en esas zonas económicas marginales que en cualquier otra parte.

Pero no siempre ocurre lo mismo. Sucede también que la naturaleza se beneficia con las rivalidades seculares de los hombres. No es difícil encontrar ejemplos de países en que vastas selvas de la llanura, con su gran fauna, así como zonas húmedas e islas, han debido la protección prolongada de que gozaran a las restricciones aportadas a la circulación de las personas y a la valorización de las tierras descuidadas por reglamentaciones militares o aduaneras. Por una curiosa ironía de la suerte, los antagonismos humanos han servido, en casos así, la causa de la vida salvaje. Y ahora cabe a las generaciones venideras asegurar para siempre la perennidad de los paisajes y de los monumentos naturales que deben su supervivencia a la desconfianza de las generaciones pasadas.


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