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Calidad de la enseñanza forestal actual

Marc J. Dourojeanni

Marc J. Dourojeanni es Profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional Agraria de La Molina (Perú), y Profesor Visitante de la Facultad Forestal de la Universidad de Toronto (Canadá). Este articulo se basa en un documento presentado en el IX Congreso Forestal Mundial celebrado en México, D.F., del 1° al 10 de julio de 1985.

En este trabajo se abordarán temas propios de la educación formal (educación universitaria, técnica y, en cierto modo, la educación primaria y secundaria) así como la educación informal (capacitación, extensión, concienciación). Cada tema será tratado en forma general y por ello las afirmaciones no serán necesariamente coincidentes con la realidad de cada país. Sin embargo, las tendencias o excepciones más notables serán consignadas. Aunque no se citan referencias, gran parte del documento está refrendado por los informes de las reuniones del Comité Asesor de la FAO sobre Enseñanza Forestal y otros materiales que la FAO ha tenido la gentileza de proporcionar al autor.

Problemática global actual

Prioridades erradas en la educación Es muy común que la educación universitaria, es decir la formación de profesionales, sea colocada como el primer e implícitamente el más importante aspecto del conglomerado de temas que se discuten bajo el rubro de educación forestal.

Los temas principales de la educación forestal deberían ser los referidos a la creación de una conciencia pública del valor social y los usos razonables de los recursos naturales del sector, por medio de la educación escolar y universitaria en general, así como a través de los medios de comunicación de masas. Además está, sin duda con equivalente importancia, todo lo referido a brindar a la fuerza laboral rural los conocimientos necesarios para administrar bien sus recursos forestales por medio de la extensión forestal. Pero la concienciación popular tanto como la extensión forestal no han recibido, en todo lo que va del siglo, el interés y el respaldo que el sector debería haberles dado y que, en cambio, en cierto modo si se ha puesto en la formación de profesionales, muy en especial de profesionales universitarios.

En esta forma la silvicultura en el plano mundial ha perdido la oportunidad de crear el respaldo político que necesita tan desesperadamente, entre otras razones porque muchos de sus objetivos son de largo plazo. Igualmente por eso ha fallado en sus metas prácticas, en el medio rural, donde la gran mayoría de los campesinos sigue indiferente al bosque o sin saber cómo beneficiarse de él.

Profesionales forestales: creciente desequilibrio entre universitarios y técnicos. Si se analiza la situación de los profesionales forestales (universitarios y técnicos) debe reconocerse que, en las últimas dos décadas, se ha avanzado mucho en los objetivos de formarlos en número suficiente y de capacitarlos para tareas especializadas. Muchísimas decenas de nuevas facultades forestales y algunas de nuevos programas de graduados, así como decenas de miles de estudiantes y profesionales jóvenes testimonien este progreso. También, aunque en proporción incomparablemente menor, se han creado más escuelas técnicas y las existentes han continuado funcionando bien. No obstante, se ha acrecentado el desequilibrio entre universitarios y técnicos o profesionales de mando medio, en especial pero no únicamente, en los países menos desarrollados. El desnivel más notorio, en favor de los universitarios, se da en América Latina, donde en 1978 habla casi tres ingenieros por cada técnico, siendo obvio que este índice se ha deteriorado aún más en los últimos años. En el extremo opuesto está Africa, donde la escasez de ingenieros continúa siendo extraordinariamente aguda en muchos paíes. En otros continentes o regiones hay un mayor equilibrio pero, con la excepción de pocos países, la proporción entre estos profesionales forestales no es la recomendable. Aun en países desarrollados es común que profesional es con 9 grados académicos avanzados realicen trabajos propios de técnicos intermedios, aunque en este caso la causa principal es la falta de empleos apropiados a sus niveles de formación.

El gran objetivo no logrado en el siglo XX es el manejo de los bosques naturales. Esta afirmación es evidente en cuanto se refiere a los bosques tropicales, cuya superficie se reduce dramáticamente año tras año sin provecho real para nadie. Pero tiene valor para la mayor parte de los bosques naturales explotados en los países templados, en especial en la parte europea de la Unión Soviética y en América del Norte, donde la degradación del recurso es palpable. Si los recursos forestales son tan importantes para la humanidad como los expertos forestales dicen, esa situación no debería darse. La trascendencia económica, social y ambiental del patrimonio forestal mundial no está en discusión. Por ende la responsabilidad de lo que sucede está en una profesión que no sabe vincularse mejor con la sociedad. Por eso las grandes ideas sobre uso múltiple, silvicultura para el pueblo u otras similares, no han conseguido marcar significativamente la profesión ni los recursos administrados.

Silvicultura y conservación: ¿caminos divergentes?

Si bien los expertos forestales, en especial los europeos continentales y los de América Latina, siempre se han sentido responsables de la conservación de la naturaleza y sus recursos y el sector forestal de esas regiones se encarga también de las zonas protegidas, de la fauna silvestre y a veces inclusive de la conservación del agua y del suelo, no es menos cierto que la conservación ha sido mirada por los expertos forestales como un aspecto secundario de la profesión. Tanto que gran parte de las responsabilidades en esas tareas han pasado gradualmente a manos de otros profesionales y que lo hecho en las últimas dos décadas, que es sustancial, se debe más al entusiasmo peculiar de las personas dedicadas a esas tareas que a una decisión conciente tomada en el sector forestal. Esta actitud de los profesionales forestales ha contribuido mucho a reducir el impacto social de la silvicultura en un mundo donde la preocupación ambiental crece tan rápida como justificadamente.

Además están los problemas que afectan a cada rubro de la educación forestal. En primer lugar está la frecuentemente deficiente calificación de los técnicos, que puede ser excesivamente teórica, tanto que ellos a veces se transforman en réplicas mal hechas de los universitarios (este problema, es particularmente grave en América Latina); otros técnicos, en especial los que se desempeñan en la actividad de guardas (guardabosques, guardaparques, guardacaza), suelen recibir una capacitación demasiado breve, frecuentemente pocos meses y a veces sólo cursillos, que está lejos de darles los elementos téoricos y prácticos suficientes para hacer bien su trabajo. Este defecto es notorio cuando estas funciones son totalmente o en parte desarrolladas por institutos armados o policiales como en Venezuela, el Perú y el Brasil, entre muchos otros países. Debe decirse, sin embargo, que los estándares de formación técnica alcanzados en Europa, América del Norte y gran parte de Asia son bastante adecuados.

La capacitación de obreros forestales, tanto para el bosque como para la industria, es todavía un buen propósito más que una realidad en gran parte del mundo en desarrollo. Ha existido desinterés del sector privado, que nunca ha aceptado responsabilidad alguna en el costo de la calificación extralaboral de sus obreros.

Educación forestal universitaria: un asunto delicado

La discusión previa sobre la prioridad que se asigna a la formación de profesionales universitarios frente a otros aspectos de la educación forestal no significa minimizar su importancia intrínseca. El profesional universitario puede ser un agente de cambio de la sociedad. El profesional forestal debe reconocer el interés público a mediano y largo plazo y los aspectos en que éste se contradice con el interés inmediato, sea público o privado. Su deber, no siempre grato ni fácil, es lograr anteponer siempre el primero al segundo. De ahí, entre otras razones, la importancia de una formación adecuada que evite que el profesional forestal simplemente se sume a la corriente dominante, en lugar de tratar de llevar su curso por una ruta menos dispendiosa.

Resistencia al cambio, ingenuidad, autosuficiencia, aislamiento y otras características Hay razones para afirmar que, globalmente, la calidad media del profesional forestal no es la adecuada. Esto es una primera consecuencia de la enorme resistencia al cambio de las instituciones universitarias que se multiplica por todo el orbe debido a la imitación programática y organizativa que practican las más nuevas. Es triste tener que reconocer que las instituciones universitarias forestales, como las demás, no sólo se caracterizan por su falta de originalidad y adaptación a las realidades locales sino que, además, son ingenuas, autosuficientes y extremadamente teorizantes. El reproche que representa a la universidad en una torre de marfil, aislada del mundo, es mucho más real de lo que se admite en general.

No podría, lamentablemente, ser de otro modo cuando se observan hechos tan generalizados como los siguientes: los programas de estudio y el contenido de los cursos prácticamente no han cambiado en los últimos 20 años a pesar de los impresionantes avances científicos y tecnológicos y sobre todo a pesar de la crisis ambiental, demográfica, energética y económica que sacude al planeta. La universidad, es decir el hogar del pensamiento humano de avanzada, no ha redefinido la función de la silvicultura ni por ende su propio papel futuro. Los cursos de economía y sobre todo de ciencias sociales por los que se ha clamado tanto en los últimos tres decenios, no han sido creados. Los «forestales» que desarrollan las tierras vírgenes de la Amazonia nunca han escuchado una simple clase sobre los nativos de esa región, y los jóvenes expertos forestales africanos tampoco saben nada de la vida tribal que predomina abierta o subyacente en las zonas forestales. Ningún experto forestal que trabaja en países en vías de desarrollo conoce la realidad agropecuaria o rural de su país más allá de lo que su interés personal permitió, y la palabra «reforma agraria» les sigue pareciendo ajena y hasta subversiva. La agricultura migratoria, que transforma los bosques tropicales en humo, sigue siendo considerada como «plaga» incontrolable, tanto como las cabras, y no un tema trascendente de trabajo académico en los aspectos sociales de la profesión.

ESTUDIANTES IRANIES TOMANDO MUESTRAS DE CRECIMIENTO ¿son correctas las prioridades de enseñanza? (NACIONES UNIDAS)

La ingenuidad académica se revela con el concepto, tan divulgado entre los docentes, de que la investigación científica no tiene tintes políticos ni intenciones torvas. Sin embargo, una parte gigantesca de la torta presupuestaria y del tiempo de los investigadores se dedica a la investigación que esencialmente sirve para que pocos ganen más dinero, inclusive cada vez con menor ofrecimiento de puestos de trabajo. Además, debido a la falta de recursos propios, gran parte de la investigación universitaria está en venta al mejor postor, es decir en general a la gran industria. La universidad debe cuestionarse sobre los grupos sociales a los que sirve. Debe saber si está sirviendo a la sociedad en su conjunto o si el servicio que brinda es para satisfacer arriesgados intereses inmediatos en vez de grandes y permanentes intereses sociales.

Otra vez el medio ambiente La problemática ambiental, tan justificadamente de moda desde el decenio de 1960, generó especialmente en América del Norte la creación de algunos cursos nuevos aunque en su mayoría efímeros. Las facultades forestales de esa región, como las europeas, suelen estar satisfechas, sin mucha razón, del contenido ambiental de sus programas. En particular en Europa oriental, el contenido ambiental de los cursos apenas suele abarcar aspectos tradicionales de la ecología aplicada a la silvicultura y al manejo, y accesoriamente se refiere a la recreación y a la caza deportiva. Esto es, obviamente, una visión extraordinariamente limitada de la problemática ambiental del mundo de hoy. Es de suponer que los estragos de la lluvia ácida en los bosques europeos estén cambiando ese criterio.

El autor ha revisado varios planes de estudio donde ni siquiera existe la asignatura de ecología forestal, y si existe, se refiere en esencia a los factores físicos del ambiente. Pero también hay excepciones, y en esos casos las facultades forestales pueden tener hasta departamentos de conservación que brindan toda una gama de cursos obligatorios y electivos sobre manejo de zonas naturales, desarrollo rural integrado, agrosilvicultura, manejo de la fauna, contaminación en el medio rural, conservación de suelos, ordenación de cuencas. Esto se ofrece como suplemento del contenido ecológico tradicional en cursos como silvicultura u ordenación forestal.

Ha aumentado el desequilibrio entre los graduados universitarios y los técnicos y profesionales de nivel medio (NACIONES UNIDAS)

Otra vez el manejo de los bosques Las universidades siempre ofrecen uno o dos cursos de manejo u ordenación forestal como supuesto corolario de una gran gama de cursos que contribuyen al manejo. Pero, curiosamente, los cursos de ordenación forestal suelen ser débiles en contenido y en vertebración. Las universidades pueden producir, según los casos, excelentes foto-interpretadores e inventariadores, silvicultores o inclusive genetistas o patólogos. Pero eso sólo contribuye a crear situaciones absurdas como es gestar grandes sumas para inventariar minuciosamente zonas de bosques tropicales que serán destruidas por la agricultura migratoria antes de ser explotadas o a las que, en el mejor de los casos, se explotará sin plan alguno. Otro ejemplo, tan común en los países ricos del Norte, es tratar de resolver con plaguicidas y otros venenos los errores o deficiencias del manejo.

También es preocupante la creciente tendencia a separar y a aislar la formación en industrias forestales en aras de una especialización que sólo debe darse en el posgrado. El manejo forestal y la silvicultura son elementos claves de la formación de todo experto forestal digno de ese calificativo. Cuando el «experto forestal» a cargo de las industrias desconoce u olvida las pautas y limitaciones de la producción sostenida, se convierte en un poderoso enemigo de la silvicultura bien concebida y de los intereses sociales de mediano y largo plazo. Ya el simple pase de la actividad de extracción del área de manejo al área de las industrias tuvo repercusiones negativas. En efecto, la extracción es mucho más la culminación del manejo que el comienzo de la industria. Los yerros en esa delicada operación pueden comprometer por decenios el futuro de un bosque. La extracción forestal debe regresar al ámbito del manejo forestal pero, más importante que eso, es mantener siempre estrecha y armoniosamente asociadas ambas partes complementarias de la profesión (el manejo) y de las industrias.

La calidad de la enseñanza forestal universitaria, en sentido estricto, no debe haber disminuido en los países ricos pero, en cambio, está decayendo lastimosamente en todos los países del mundo en desarrollo afectados por la crisis económica. El principal efecto de la crisis, amén de pobreza de medios materiales, es la pérdida de docentes calificados tanto en número como en su dedicación efectiva a la enseñanza. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando sus sueldos, en valores constantes, han caído hasta el 30% de lo que eran apenas tres o cuatro años atrás? La mayoría de los profesores universitarios de América Latina reciben salarios inferiores a 300 dólares mensuales, y para sobrevivir se dedican a otras actividades. Otra causa de deterioro de la calidad de la enseñanza es, obviamente, la explosiva proliferación de facultades forestales en países donde los recursos humanos y económicos apenas alcanzan para una o dos. Además muchas de esas facultades pertenecen a universidades creadas sólo para satisfacer intereses regionales subalternos. La situación más contradictoria en ese sentido se da en América Latina, región donde la idiosincracia y las condiciones imperantes determinan que todos prefieran ser profesionales universitarios. De ahí la extraordinaria escasez de técnicos.

Igualmente asociado al concepto de calidad, está el número de profesionales formados. Sin duda que en los países desarrollados de economía libre, al igual que en América Latina en general, hay ya demasiados profesionales forestales en relación con la demanda real. Los expertos forestales desempleados o subempleados forman legiones crecientes. En los países socialistas, donde el ingreso a la universidad responde a un plan, la situación es mejor. En Africa subsiste una falta aguda de profesionales, en especial formados localmente. Al creciente número de profesionales forestales de América Latina está asociada una evidente reducción en calidad, que se agravará mucho antes de fines del siglo.

En la apreciación del número de profesionales requeridos no se han tomado en cuenta los Índices que suelen usar la FAO y otros organismos internacionales, pues éstos son tan optimistas, en términos económicos, que son irrealizables. Esos índices (profesionales y técnicos por miles de hectáreas de bosque) deben ser revisados o cambiados por otros. Debe reconocerse, por otro lado, que la mujer está ocupando un alto y creciente porcentaje en las aulas universitarias, una de las evoluciones positivas más notables.

Un aspecto negativo de la formación del profesional universitario, especialmente en los países en desarrollo, es la falta de prácticas en el bosque y en la industria. Debido a limitaciones económicas para sufragar el alto costo de mantener a los estudiantes y a sus profesores en el bosque, el tan indispensable contacto con la realidad se ha reducido al mínimo (frecuentemente a menos de dos meses en toda la carrera) y hasta es inexistente en algunos casos, limitándose a visitas a viveros, bosques e industrias pero no a realizar actividades académicas en esas condiciones.

Otro problema parcialmente asociado al anterior, y muy propio de los países en desarrollo, es que los profesionales, incluidos los más jóvenes, prefieren trabajar en las ciudades. Si obligados por las circunstancias se encuentran cerca del bosque, evitan penetrar en éste, refugiándose en las oficinas o movilizándose sólo hasta donde llegan los vehículos «de todo terreno». Es como si no tuvieran vocación y quizás eso sea, en verdad, otra parte de la explicación. La profesionalización suele tener como primera meta el prestigio social y la segunda, concomitante, es ganarse mejor la vida. Es un hecho triste, pero incontrovertible, que los expertos forestales «urbanos» tienen mejores sueldos y oportunidades que los que están en el monte, frecuentemente olvidados.

INSTRUMENTOS DE AGRIMENSURA FACILITADOS POR LA FAO la investigación debe atender a las necesidades sociales (J.FRANK/FAO)

En muchos países de Africa subsiste una falta aguda de profesionales.

La enseñanza de posgrado La formación de expertos forestales a nivel de posgrado, doctores o maestros, también ha evolucionado en el último decenio, en especial en América Latina. Hay más programas de graduados, más especialidades y por cierto hay un aumento considerable en la proporción de alumnos y egresados. En general, los estudiantes graduados son mejores que los profesionales aunque, grosso modo, adolecen de las mismas tendencias. Pero, por ejemplo, suelen tomar más en serio temas como el ambiental o los económicos y sociales. En proporción, en América del Norte hay más expertos forestales con grados avanzados y desempleados que antes. En América Latina y Asia aún hacen falta muchos más, y en Africa hay una escasez notoria que guarda proporción con la de los profesionales universitarios. En Europa, por ejemplo, la mayoría de los doctorandos son ya empleados del sector forestal, y su mayor capacitación no implica siempre necesidad de crear empleos nuevos.

Determinación de los temas prioritarios

Durante el siglo XX el acento de la actividad forestal se ha centrado en el objetivo de satisfacer las demandas de materia prima de una industria esencialmente destinada a cubrir las necesidades, a veces exacerbadas por el consumismo, de los más ricos del mundo. Por eso se observó tanto progreso en las áreas de la silvicultura y de los procesos industriales, y a la vez tan poco desarrollo comparativo en aspectos igualmente o más trascendentes de la actividad forestal. Lo ocurrido es como si el experto forestal, que antaño miraba a los intereses sociales a largo plazo, hubiera abreviado sus miras tanto como acortó las rotaciones de los pinos, álamos y eucaliptos. Ese inmediatismo, que no es reprobable en si, conlleva no obstante riesgos enormes para el patrimonio forestal mundial y para la sociedad del próximo siglo. Ya está llegando el día, en efecto, en que los tan mentados como poco considerados efectos benéficos «indirectos», del bosque tomen el lugar que siempre les correspondió. Dicho de otro modo, los servicios del bosque tendrán, como debe ser, tanto o más valor que los bienes que produce.

Ese cambio ya se siente hoy y se expresa a través del renovado interés por la leña y por la agrosilvicultura, entre otros síntomas. Simultáneamente en el medio urbano está creciendo mucho la percepción de las nefastas consecuencias globales del descuido actual por las funciones ecológicas de los bosques y de otras zonas silvestres. Eso lo demuestran bien los «partidos verdes» o «ecológicos» y también el incontenible desarrollo de las organizaciones no gubernamentales. Esos factores entre otros obligarán a tomar medidas que impregnarán a la silvicultura de un contenido social mucho más profundo, y que probablemente también le devolverán su noción del esfuerzo a largo plazo, tanto como su amplitud de criterio. En resumen, es previsible que la actividad forestal del futuro esté más orientada hacia los estratos sociales necesitados y sea menos convencionalmente economista. Será, sin duda, una actividad más politizada, en el mejor sentido de la palabra.

¿Cuáles serán, en ese contexto, los temas prioritarios de la silvicultura y de la educación forestal? Probablemente se inclinarán profundamente por la generación de servicios y en cuanto a producción de bienes, se insistirá más que nunca en bienes de interés social rural o en brindar más beneficios sociales, como son los empleos, a través de la producción de bienes para los más ricos. Ello se traducirá en áreas de acción como las que se discuten en los párrafos siguientes.

La aforestación y la reforestación con especies de rápido crecimiento, así como el manejo de esos bosques artificiales, continuarán siendo importantes pues deberán, sin duda alguna, proveer a partes cada vez mayores de la demanda industrial de materia prima. Pero esas actividades deben ser entendidas en su justa dimensión, es decir como una de las áreas de la silvicultura y no como la esencia de la misma. Por otra parte, es incuestionable que si se realizan en tierras ya desprovistas de bosques naturales contribuyen a aliviar la presión sobre éstos. Sin embargo, una parte creciente de las plantaciones no será para la industria sino directamente para atender las necesidades de los pobres rurales en cuanto a leña y carbón, alimento para su ganado o para ellos mismos. La reforestación y el manejo de las cuencas tendrán también mucha más importancia que ahora.

El desarrollo rural, para ser verdaderamente integral, no puede prescindir de la silvicultura, en ninguna de sus facetas, pero mucho menos de las que tienen que ver con servicios tales como la regulación de flujos hídricos, calidad del agua, prevención o control de procesos erosivos hídricos y eólicos. Los expertos forestales actuales no han sabido o no han querido «vender» o «prestar» el aporte de su sector en este campo. Si lo han hecho en algunos casos siempre fue con timidez, decepcionando demasiadas voces a los planificadores del desarrollo rural. En el futuro, la silvicultura deberá ser muchas veces la protagonista principal del desarrollo rural sostenido en tierras con limitaciones para la agricultura y la ganadería.

El manejo forestal de bosques naturales deberá recuperar su trascendencia tanto para la producción de bienes como para la de servicios. Con el paso del tiempo, la producción de bienes perderá importancia en relación con la generación de servicios, pero aún quedan por delante muchísimos decenios de aprovechamiento directo. La batalla por el manejo de los bosques naturales que aún existen en el planeta será dura y larga, pero es indispensable si se desea que sobrevivan. Será una lucha esencialmente política que estará perdida de antemano si los expertos forestales no la consideran necesaria.

Estrechamente vinculado al asunto anterior está el de evitar la destrucción de bosques o la transformación de tierras de aptitud forestal a otros usos, en particular en los trópicos húmedos y secos. La acción del sector forestal en este tema debe ser franca y enérgica, sumando su voz a la de otros sectores preocupados por la cuestión, en lugar de disimularla o de minimizarla, como ha sido el caso muchas veces. Los expertos forestales tropicales deberán encontrar modalidades de manejo y uso para los cientos de millones de hectáreas de bosques secundarios, hoy desperdiciados, que crea esa modalidad de expansión de la frontera agrícola. En esa forma se podrá contribuir eficazmente a fijar al campesino en la tierra y a mejorar sus condiciones de vida.

La silvicultura deberá tomar. mucho más en serio la necesidad de establecer más parques nacionales y otras zonas protegidas, y sobre todo de implantar un manejo efectivo en ellos. No sólo porque esas zonas, de naturaleza virgen o casi, adquieren cada vez mayor valor científico, recreativo y económico a través del turismo y de la protección de recursos genéticos, inclusive forestales, sino porque si todas las demás medidas para evitar la destrucción del patrimonio forestal fracasan, ellas serán lo único que quedará.

La lucha contra la desertificación y el manejo de las cuencas tendrán una importancia creciente. Pese a la obvia importancia de ambos temas es poco lo logrado hasta ahora.

La industria forestal continuará en su estilo actual, pero además probablemente abrirá dos esferas de actividad más o menos nuevas: la de la pequeña industria local, con tecnología apropiada para satisfacer las demandas locales o también, mediante un acoplo adecuado, para el mercado externo y, por otra parte, la de las industrias químicas. Estas últimas deberían desarrollarse enormemente como consecuencia de la crisis energética y en base a fuentes de materia prima como son las plantaciones de rápido crecimiento o, en los trópicos húmedos, los bosques naturales secundarios, los residuos de la industria de transformación mecánica y, eventualmente, los bosques naturales primarios. Sin embargo, el uso de estos últimos para ese fin podría ser gravemente peligroso para su supervivencia. Esas industrias basadas en la biomasa, como bien se sabe, podrían proveer alcohol, plásticos, alimentos para ganado y toda otra suerte de sustancias químicas.

El manejo de la fauna silvestre, tan venido a menos en la opinión de los expertos forestales, que éstos casi ya no tienen que ver con ese recurso que no obstante es forestal, deberá recuperar la importancia que merece. Primero por su contribución a la alimentación de los pobres de las zonas rurales bajo administración forestal, y luego por la necesidad de preservarla para la ciencia, como recurso genético y también como fuente de recreación y sustento de la industria turística de muchos países.

FACULTAD UNlVERSlTARlA DE ESTUDIOS FORESTALES EN PESHAWAR ¿cuántas escuelas nuevas hacen falta? (NACIONES UNIDAS/FAO)

El crecimiento explosivo de las zonas urbanas determinará la consolidación de un aspecto relativamente nuevo de la silvicultura. Los habitantes de las grandes urbes, en especial los pobres, sólo conocen la «naturaleza» y pueden recrearse en ella en los parques urbanos o en los rodales o arbolados que subsisten o que se plantan en ellos. Ya son miles de millones los seres humanos que dependen de la silvicultura urbana para muchos de sus anhelos. Esta es, obviamente, una especialidad forestal sustancialmente diferente de todas las otras.

El redescubrimiento de la agrosilvicultura y de sus nuevas proyecciones, hacen que ésta sea otra de las áreas temáticas a tomar en cuenta en el futuro cercano, en especial, pero no exclusivamente, en los países en desarrollo.

Finalmente, debe mencionarse la necesidad creciente de manejar y aprovechar los recursos genéticos forestales tanto para aumentar la productividad de las plantaciones como para servir a la agricultura y a la ganadería. En este contexto, la conservación in situ tendrá un papel cada vez más importante.

Orden general de prioridades

Los temas que integran este articulo deben recibir todos alguna atención por parte del sector forestal pero, a la luz de lo discutido, el orden de prioridades debería ser alterado.

Acción política En efecto, es de primera prioridad que el sector forestal, mundial o nacional, deje de actuar incoherente y débilmente en este aspecto. Deben trazarse objetivos y metas tanto como estrategias y tácticas que lo acerquen más a la sociedad a la que pretende servir, y que le permitan también proponer rumbos a ésta, con probabilidades de ser escuchado y apoyado hasta lograr la adopción de decisiones política. Para ello dispone de las siguientes posibilidades:

· uso planificado de los medios de comunicación de masas;

· reconocimiento, participación y estimulo de las organizaciones no gubernamentales vinculadas al sector;

· inclusión de cursos nuevos y adaptación de los existentes para capacitar sobre el uso de recursos naturales renovables y sobre la política ambiental, así como preparación de docentes en esas áreas, en los niveles primario y secundario;

· inclusión de cursos nuevos o adaptación de los existentes para brindar información sobre política ambiental a todos los universitarios, sea cual fuere la carrera que estudien.

Pocos son los servicios forestales y aún menos los sectores forestales que tienen una acción planificada y sostenida para informar a la opinión pública sobre la problemática forestal. Existen, eso si, oficinas de relaciones públicas pero no responden casi en nada al tema en discusión. El potencial de la comunicación de masas es hoy en día tan enorme que resulta un verdadero desperdicio no capitalizarlo.

La escasa atención a esta posibilidad suele llegar al extremo que inclusive los responsables de los medios de información atraídos por el tema salen con las manos vacías y acumulando resentimiento contra los servicios forestales u otras agencias del sector a los que acuden para recibir apoyo.

Son numerosas las organizaciones no gubernamentales ligadas directa o indirectamente al sector. Sin embargo, la relación del sector público con ellas es, hasta ahora, más antagónica que complementaria. Por otro lado, las asociaciones profesionales forestales son muy gremialistas, y en todo caso reflejan muchos de los defectos conceptuales que ya impregnan la educación y el propio sector que ellos conducen en gran medida. Sin embargo, estas y las otras organizaciones no gubernamentales, actuando sobre la opinión pública o sobre los políticos, en los pasillos o comportándose como asesores de los partidos de oposición e, inclusive, constituyéndose en activistas políticos, serán los principales modeladores de la acción política del futuro. Los sectores forestales deben reconocer y aprovechar plenamente esa nueva oportunidad.

En varios países, por diferentes mecanismos, ya se ha impregnado la educación primaria, secundaria y universitaria de mensajes realistas sobre la utilización y la importancia global de los recursos naturales, en especial renovables. Decenas de miles de maestros han sido o están siendo preparados en Chile y Venezuela sobre esos temas, y varios cursos de la educación secundaria que pueden absorber esos mensajes están siendo reformados. Se explica en ellos, por ejemplo, las razones por las que el mar peruano perdió sus riquezas o las causas y efectos de la agricultura migratoria sobre los bosques tropicales, la erosión de los suelos en los Andes y las formas de evitarla, etc. A nivel universitario se ha conseguido, en algunas universidades del Perú, que las facultades forestales brinden un curso obligatorio y básico para cualquier carrera profesional, sobre esos mismos temas. Se trata de un curso de mucho éxito, después de un decenio de aplicación, ya que también se lo imita.

Extensión forestal en el medio rural En el medio urbano es preciso informar para concienciar y lograr acciones políticas apropiadas. En el medio rural también hay que concienciar pero, más que eso, hay que brindar elementos técnicos prácticos para manejar los recursos naturales renovables que posee cada familia campesina o grupo de campesinos. Eso es hacer extensión forestal, que en todo es similar a la comparativamente mucho más desarrollada extensión agrícola. En el fondo, la extensión forestal siempre ha sido relegada en el pensamiento y en la obra.

La extensión forestal debe ser una gran prioridad en el futuro. Puede asumir la forma de actividades directamente a cargo de profesionales forestales universitarios o técnicos en las áreas de mayor importancia forestal (porque hay abundantes recursos o porque éstos han sido destruidos) o puede ser hecha a través de la extensión agrícola donde los recursos forestales son poco significativos. Pero siempre hace falta, aun en lugares de agricultura intensiva bajo irrigación. Las universidades y escuelas técnicas deben enseñar la tecnología extensionista, y los expertos forestales deben preparar programas de capacitación ad hoc para extensionistas agrícolas. Hay en esta actividad, además de su importancia intrínseca, un enorme potencial de creación de puestos de trabajo para profesionales forestales.

Formación de profesionales técnicos Este aspecto de la educación debe recibir absoluta prioridad en América Latina, y debe continuar recibiendo mucha atención en Africa y comparativamente en Asia y el resto del mundo. La principal recomendación a tener en cuenta es hacer del técnico forestal un complemento y no un competidor del ingeniero. Para ello es esencial el contenido práctico de la formación, y cuidar que el tiempo de formación no sea excesivamente largo. En todo caso los programas de estudio deben responder estrechamente a la realidad local.

Formación de obreros La formación vocacional en todo el ámbito forestal, en el bosque y en la industria, debe reforzarse mucho en los países en desarrollo, pero en especial en Africa y en América Latina. Es necesario continuar desarrollando escuelas de capacitación pero también debe institucionalizarse, al menos en las grandes empresas, el antiguo proceder del «maestro y los aprendices». Este es particularmente viable en las industrias.

Formación de profesionales universitarios Si bien este aspecto merece, comparativamente, una atención menor que otros, sigue siendo primera prioridad para Africa, donde debe realizarse un gran esfuerzo interno y darse todo el apoyo internacional para establecer y desarrollar más facultades forestales u otros centros de educación forestal de nivel universitario.

En el resto del mundo el problema futuro es más de calidad que de cantidad, que parece ya asegurada por los centros educativos existentes o proyectados. En el nivel de posgrado no cabe duda que es necesario que cada continente, región e inclusive país, cuente con sus propias escuelas de graduados, sin desmedro del necesario intercambio de experiencias de un lugar a otro del mundo.

Reciclaje Este es un tema que, en comparación con otros, ha progresado mucho en los últimos decenios gracias a la acción de numerosos organismos internacionales y de los propios países. Sin embargo, lo hecho es insuficiente y, por otra parte, la capacitación de este tipo hecha en el exterior ha sido tergiversada por intereses personales, de tal modo que hay funcionarios sobreentrenados en relación con sus tareas mientras que otros, menos influyentes, no han gozado de esas oportunidades. Estos últimos son, en general, los verdaderos clientes potenciales de la capacitación.

Hacia una silvicultura más humanista

La profesión forestal, para cumplir cabalmente sus múltiples y complejas responsabilidades actuales y futuras, debe adquirir una serie de características que ha perdido o que nunca tuvo. Estas características deberán impregnar todas las facetas de la educación forestal, pero muy en especial la formación de profesionales universitarios.

Es así como los programas de estudio deberán ser revisados para dar cabida a nuevos cursos o para incluir nuevos capítulos o enfoques en cursos existentes. Un mayor conocimiento de la realidad social nacional, en particular la rural, es indispensable para poder interpretar sus intereses. A los estudios sociológicos deberán integrarse en muchos casos, importantes conocimientos antropológicos, etnológicos e inclusive de historia agraria.

Pero los componentes humanistas de la profesión no deben limitarse a eso. También deben conseguir una revaluación moral. La silvicultura y sus objetivos de largo aliento constituyen, si se hacen bien, una suerte de apostolado cuyo mensaje las poblaciones aceptan sólo si se hace con gran entereza, con fuerza, con verdadera fe.

Para servir al desarrollo rural hay que estudiarlo y comprenderlo. Demasiadas veces los expertos forestales ignoran todo de la agronomía y de la ganadería, sus competidores más cercanos y agresivos en el uso de la tierra. Eso es un grave error que sólo puede corregirse con cursos especiales, de carácter general, sobre esas actividades y que tiendan a mostrar los conflictos potenciales pero sobre todo sus posibilidades de integración con la silvicultura. Además hay que conocer algo del planeamiento del uso de la tierra y del desarrollo rural para poder insertar en ellos temas propiamente forestales como la agrosilvicultura, el manejo de cuencas, el manejo de bosques naturales y zonas protegidas, o el manejo de la fauna. La contribución forestal al desarrollo de las comunidades, con reforestaciones para leña o forraje, agrosilvicultura, o manejo de bosques secundarios en tierras en barbecho, es un tema particular de esta vasta línea de acciones.

La economía forestal deberá incorporar la planificación de largo plazo. Habrá que desarrollar y enseñar Economía con mayúscula y no sólo su versión convencional que con tanta tranquilidad de conciencia descarta, por «no ser rentables» tantos proyectos verdaderamente importantes sólo porque no sabe o no quiere valorizar los servicios. La economía debe proyectarse a la realidad de los recursos forestales y no continuar, como hasta el presente, obligando a éstos a acomodarse a reglas hechas para una sociedad de consumo que probablemente no podrá continuar existiendo en el futuro, por lo menos en su versión actual.

Los expertos forestales deberán aprender más sobre la planificación en su calidad de herramienta para el desarrollo rural integral, para el manejo de los bosques y de las zonas naturales o para la conservación de los recursos del sector. El planeamiento del uso de la tierra es un ámbito muy propio para la intervención del profesional forestal.

Darle un cariz más humano a la silvicultura es una tarea que la educación universitaria debe asumir especialmente al nivel de pregrado, es decir debe estar incluido en el programa de estudios de los ingenieros o, en el sistema inglés, a nivel del bachillerato de ciencias. Ello puede hacerse, sin duda, sin aumentar el número total de cursos o de horas de clase ni reduciendo las prácticas en el campo, lo que no es deseable. Habrá, obviamente, menos horas de clase de cursos tradicionales pero los especialistas deben formarse luego, al nivel de posgrado.

La formación de maestros y doctores llevará el poso del desafió científico y tecnológico. Es a ese nivel donde se enfatizará en lo necesario para conducir las nuevas industrias de transformación química o hacer manejo efectivo de bosques naturales, suelos, fauna silvestre o zonas protegidas. Allí es, también, donde se continuará formando gente para usar mejor los recursos genéticos del sector o para continuar incrementando la productividad de los bosques artificiales.

Conclusión

Es posible que lo escrito sea interpretado como una critica injusta del papel de la educación dentro del sector forestal. Pero no se puede estar satisfechos sólo de la constatación de los progresos realizados. Hay una responsabilidad de autocrítica y reflexión tanto como de proyección. Los éxitos deben olvidarse para pensar en lo que no se ha hecho, o en aquello que se puede hacer mejor.


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