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Anexo: definicion y clasificacion


El objetivo central de los aspectos claves de las estrategias para las tierras áridas presentados aquí es el de reducir la degradación de las tierras y promover su desarrollo sostenible en el mundo en vía de desarrollo. Debido a que el término tierras áridas se interpreta de maneras muy diferentes, en este anexo se presenta una definición apropiada.

Definición

Las tierras áridas abarcan tanto las tierras áridas y semiáridas, como las áreas más desérticas (hipar-áridas). Estas tierras se caracterizan por una baja y errática precipitación que se refleja en niveles de producción agrícolas y pecuarios relativamente bajos y ampliamente impredecibles. Típicamente las tierras áridas reciben menos de 200 mm anuales de lluvia en invierno o menos de 400 mm de lluvias de verano, mientras que las zonas semiáridas reciben entre 200 y 500 mm de lluvias en invierno o 400 a 600 mm de lluvias de verano. Sin embargo, la característica principal de su sequedad radica no tanto en la precipitación sino en el balance negativo entre la precipitación y la evapo-transpiración. Las tierras áridas se definen entonces como áreas donde la precipitación media anual es menor que la mitad de la evapo-transpiración potencial. Esto se refleja a la vez en el número de días de crecimiento que equivalen a la longitud del período de crecimiento de los cultivos.

De estos diferentes criterios, la FAO escogió los días de crecimiento como un criterio relevante, y ha definido las tierras áridas corno áreas con un período de crecimiento menor de 120 dias. Dentro de este rango, las tierras áridas tienen menos de 75 días de crecimiento mientras que las tierras semi-áridas tienen 75 días o más. La utilidad de emplear días de crecimiento en lugar de otros criterios climáticos, radica en parte en el hecho de que varias de las series estadísticas publicadas por la FAO (incluyendo la capacidad de sustento de la población de las diferentes zonas terrestres) están agrupadas de acuerdo con los períodos de crecimiento. Para un trabajo más detallado, incluyendo en particular pastos y tierras de pastoreo, pueden aparecer problemas por el hecho de que el pasto responde a lloviznas intermitentes que no son registradas como días de crecimiento, no obstante eso no es un problema para el nivel de análisis que se intenta hacer aquí.

El desarrollo sostenible también ha sido definido de varias maneras. Una breve definición es "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para solucionar sus necesidades". La definición adoptada por la FAO es como sigue: "Desarrollo sostenible es el manejo y la conservación de la base de recursos naturales, y la orientación del cambio tecnológico e institucional, de tal manera que aseguren el logro y la satisfacción permanente de las necesidades humanas para las presentes y las futuras generaciones. Tal desarrollo sostenible (en los sectores agrícola, forestal y piscícola) conserva la tierra, el agua y los recursos genéticos de flora y fauna, es ambientalmente no degradante, técnicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable ".

La degradación de la tierra es objeto de definición menos frecuentemente, pero en términos generales se refiere a la pérdida de productividad a través del deterioro del suelo y/o de la vegetación natural. Ello implica una pérdida que es más que efímera y es parte de una tendencia descendente que tiene que ser revertida si se quiere lograr lo primero, es decir, el nivel potencial de productividad. La degradación de tierras se usa aquí preferentemente para referirse a la desertificación, ya que el deterioro (no obstante aparece en la definición) suaviza la imagen real de una tendencia hacia el desierto, y no ayuda para reconocer la degradación en su más amplio rango de condiciones bajo las cuales ocurre. Sin embargo, la presente estrategia toma en cuenta la degradación en la medida en que ella conduce a la pobreza o a cualquier otra secuela negativa del sobreaso o mal uso de las tierras áridas.

Las estimaciones de la FAO sobre el potencial de las tierras, usualmente son calculadas para cerca de 100 países del mundo en desarrollo. Las estadísticas relacionadas con las zonas de tierras áridas y su población, frecuentemente omiten varios países con sustanciales áreas de tierras áridas, más especialmente en China y Mongolia y también en otros países como Omán. Se cita especialmente a China debido a que una omisión de este país, con una superficie cercana a los 10 millones de km² y una población alrededor de 1.000 millones de habitantes, o de cualquier parte del mismo, distorsionaría enormemente el cuadro total. Las tierras áridas en el Este de Asia podrían estar sobre los 6 millones de km².

En términos globales, el cuadro que aparece es que las tierras áridas del mundo en desarrollo suman en total unos 20 millones de km², sustentando una población cercana a los 430 millones de habitantes para el año de 1975. De esta población, Africa contiene 70 millones, América Latina alrededor de 40 millones, y los restantes 320 millones están repartidos en el Cercano y Mediano Oriente y en el resto de Asia, incluyendo a China. Desde 1975, estas poblaciones deben seguramente haber aumentado en más de un 15 por ciento.

En relación con la capacidad de sustento de las tierras áridas, la población de Africa para 1975 estaba ya casi llegando al máximo proyectado como factible bajo un alto nivel de insumos (nivel que ampliamente excede el grado de insumos actuales). Esto significa que en muchas áreas la capacidad de sustento de la tierra ha sido ya fuertemente excedida. En América Latina hay potencial para sustentar mayor población en las tierras áridas, aunque localmente existe ya una gran presión demográfica, especialmente en las zonas más áridas. Para el resto del mundo en desarrollo, las estadísticas corrientes (o el análisis de la misma situación) no permiten generalizaciones. Por lo menos, con una población aproximándose actualmente a los 500 millones de habitantes, seria irresponsable concluir que no existe un problema de presión demográfica.

Clasificación Global

Tanto el término tierras áridas como su antítesis, tierras bienhumedecidas, hacen énfasis en la disponibilidad de humedad más que en el clima per se, aunque aproximadamente pueden compararse con el concepto de climas áridos y húmedos. Las tierras áridas abarcan los climas semi-áridos, áridos e hiperáridos (desiertos), mientras que las tierras bien-humedecidas abarcan los climas sub-húmedos, húmedos e hipar-húmedos. Los climas secos sub-húmedos ocupan un lugar medio y deben mejor mantenerse en esa posición, para ser incluidos o excluidos de su categoría dependiendo de las circunstancias. En realidad no existe una línea clara para separar las áreas donde el agua llega a ser bruscamente una limitación o no, de manera que muchas de las estrategias para el desarrollo de las tierras áridas se podrán aplicar a las zonas secas sub-húmedas.

En consecuencia, toda la superficie terrestre mundial puede clasificarse como árida o bien-humedecida, para luego ser subdividida de acuerdo con su relativa aridez o humedad. Los aspectos climáticos diferentes a la disponibilidad de humedad deben indicarse, al mismo nivel global, a través de una clasificación paralela basada en la latitud. Los indicadores tropical, templado y polar ayudan inmediatamente a establecer categorías sobre el tipo de tierra árida en consideración. Otras clasificaciones paralelas pueden sobreponerse (por ejemplo, especificando el continente o región), aunque para los propósitos de una estrategia global no es de gran hacer mayores subdivisiones. Es de utilidad separar del resto de las áreas las tierras áridas de gran elevación (montañas), y especificar los grandes litorales marítimos (donde éstos permiten facilidad de acceso por barco y/o tienen potencial para la pesca); pero datos tales como el tipo de suelos deben cubrirse mejor en las descripciones de sitios locales y no en una clasificación global.

Clasificación Local

Los indicadores para la clasificación de las tierras áridas a nivel local, varían de acuerdo con todos los factores locales que determinan el uso de la tierra y la productividad. Estos incluyen comúnmente:

Factores climáticos, expresados en términos no sólo de índices anuales sino también de estacionalidad de la precipitación y de períodos muy fríos o secos para el crecimiento de las plantas, incluyendo (hasta donde permitan los registros) las probabilidades de sequías.

Suelo y vegetación, con referencia particular a la retención de humedad y al grado de erosión de los suelos, así como a la fisonomía de la vegetación natural (por ejemplo, si son pastizales perennes o anuales, o matorrales pequeños, etc., indicando si la cubierta es moderada, dispersa o ausente, y citando los géneros y especies sólo donde los mismos tengan un significado ecológico especial).

Uso de la tierra y presión demográfica, indicando la presencia de pastoreo, cultivos y otras formas de uso de la tierra, así como la densidad de la población baja, moderada o alta con relación a la capacidad de la tierra para sustentarla (también si existen disputas de tierras entre los diferentes usuarios y paises).

Otros indicadores tales como topografía, disponibilidad de aguas superficiales y subterráneas, extensión de áreas degradadas y, en Africa, la presencia de moscas tsetsé; todos ellos pueden generar un gran impacto sobre el uso de la tierra y el desarrollo.

Donde prevalecen los cultivos y son poco importantes las tierras de pastoreo, debe sustituirse la anterior clasificación por una división agroecológica por zonas, como la desarrollada por la FAO. Sin embargo ésta es inadecuada para propósitos de desarrollo de hatos y pastizales en razón a que, de todos los indicadores considerados antes, la división por zonas de la FAO sólo considera tipos de suelo y períodos de crecimiento para las plantas cultivables—no más de un 10 por ciento de las tierras áridas de Africa, Asia y América Latina son de hecho cultivadas—.

La responsabilidad para la clasificación de las tierras áridas, de acuerdo con las condiciones y necesidades locales, reside en las autoridades nacionales. Si se intentara hacer esa tarea aquí se produciría una miríada de tipos de tierras áridas, los cuales confundirían por su extensión; incluso podrían omitirse muchas gradaciones y variantes que tienen importancia local. Sin embargo, es posible agrupar cuatro tipos principales que son radicalmente diferentes unos de otros y contienen la esencia de los problemas de las tierras áridas.

Tipos principales de Tierras Aridas

Tierras altas secas.

Aunque limitadas en área, las montañas y otras tierras secas elevadas tienen una característica que las distingue. En las zonas templadas ellas tienden a ser inhóspitas (aunque suelen proveer un valioso pastizal de verano) pero en los trópicos suelen estar densamente pobladas. Las zonas altas tropicales son sitios a menudo preferidos para los asentamientos humanos y, aun cuando son áridas, son más favorables para la vida y para la producción de cultivos que las tierras bajes vecinas. En tales circunstancias, ellas han sido el núcleo de asentamiento y civilización durante muchos siglos.

Como ejemplos están Yemen del Norte y el norte de Etiopía. En el primer caso, la irrigación proveniente del agua subterránea ha complementado los métodos más tradicionales de recogida de agua y da esta forma ha ayudado a sustentar una población creciente. En Etiopía existe menos posibilidad o tradición de riego, y la presión demográfica es más aguda. La carestía y la periódica hambrona masiva que ha afectado el norte de Etiopía durante mas de 20 años, son demasiado bien conocidas para requerir su descripción aquí. Más que ningún otro lugar en el mundo, las tierras altas socas del norte de Etiopía tipifican la situación de desastre de las tierras áridas; es decir, la situación donde una población excesiva está confinada al uso de un recurso limitado, a la degradación de la tierra y a la absoluta pobreza de la gente.

Tierras secas de cultivo de menor elevación.

Más ampliamente extendidas, aunque todavía limitadas en área, está el tipo de tierras de pastoreo que han sido convertidas al cultivo. Existen ejemplos en China, India, Africa del Norte y el Mediano Este, Africa del Este y la zona sudano-saheliana del Africa Oeste. La designación de menor elevación es utilizada sólo para diferenciar estas áreas de aquellas de tierras altas; sin embargo, la altitud podría estar por encima de los 1.500 m., especialmente en el corazón de las masas continentales, aunque más en las mesetas que en las montañas.

Sobre tan amplia área, los cultivos de tierras áridas se practican bajo muchas condiciones ecológicas y sociopolíticas. Típicamente las áreas pertinentes son semi-áridas, aunque incluyen también tierras áridas. La expansión de la agricultura dentro de las zonas áridas suele ser una respuesta reciente a la presión de la población y/o a la mecanización; algunas veces con éxito modesto, si los sitios han sido bien escogidos, pero más frecuentemente (como en Africa del Norte) con pobres rendimientos de cosecha y enorme degradación de la tierra. Por otro lado, donde la irrigación es factible, los cultivos sostenibles también son posibles, y (como en China) han sido practicados por generaciones.

Aunque los campesinos de las tierras áridas suelen mantener ganados, y pueden hacer uso extensivo de los pastizales, los cultivos son usualmente su base de subsistencia. Los esfuerzos de desarrollo, por consiguiente, deben enfocarse primero y principalmente a las tierras de cultivo, aun en el caso de que éstas sean pequeñas en área comparadas con las tierras de pastoreo adyacentes. Sin embargo, la producción pecuaria puede aún ser un componente central, en términos de fuerza animal y/o estiércol y también como un medio para luchar contra los riesgos climáticos inherentes a la agricultura en las tierras áridas.

Tierras áridas de pastoreo.

El pastoreo es la forma más predominante de uso de la tierra en las tierras áridas, aunque sólo sustente una minoría de la gente. Aunque todavía se practica en la zona semi-árida (en Africa tropical especialmente), el pastoreo es más característico de las tierras áridas de pastoreo, donde a menudo representa la única forma factible de uso de la tierra. El pastoreo puede incluir cultivos (agropastoreo) pero su distintivo esencial es la cría extensiva de ganado, utilizando pastos y herbáceas forrajeras. El pastoreo en las tierras áridas requiere movilidad, con movimientos no sólo determinados por la disponibilidad de alimento sino también por la existencia de agua potable y, en la zona templada, por la temperatura.

El pastoreo, mucho más que la agricultura sedentaria, está condicionado por el ambiente, y así los pastores forman parte integral del ecosistema. Con más lluvia se produce más alimento y un mayor sustento para más ganado; y más ganado deja menos alimento para los períodos de sequías, las cuales por consiguiente causan la muerte del ganado (y algunas voces de las personas), hasta que más lluvia trae de nuevo más alimento y el ciclo se repite. Además, mientras mayor sea el número de familias pastoriles buscando mantener la subsistencia de su hato o rebaño, más alta será la probabilidad de que el sobrepastoreo reducirá la capacidad del pastizal para aprovechar la venida de las lluvias. De esa forma el ciclo natural se convierte en un círculo vicioso, con una creciente mortalidad y degradación de la tierra.

Ningún insumo agrícola, tal como las nuevas variedades de pastos y los fertilizantes, puede ofrecer mucha esperanza para aliviar los rigores del pastoreo. Las fuentes adicionales de agua pueden servir como un paliativo pero no pueden ayudar a largo plazo, a menos que se utilicen para introducir sistemas de manejo mejorados. Sólo a través de un manejo más eficiente de los recursos disponibles — asociados con el mercadeo y otros servicios (incluyendo salud y educación) adaptados a la movilidad que demanda el pastoreo — puede alcanzarse algún nivel de estabilidad y crearse un marco estructural para ulteriores mejoras.

Desiertos.

Este término, de amplia utilización, generalmente se aplica a las áreas más secas de cualquier país o región. Muchas de tales áreas están relativamente bien cubiertas de vegetación, de tal manera que podrían incluirse dentro de la categoría de tierras áridas de pastoreo. Otras sostienen grandes distritos de irrigación. Sin embargo, también allí existen extensiones sustanciales de tierras que son demasiado secas para justificar mayores insumos de desarrollo. Las mismas pueden estar cubiertas de hielo o ser campos de dunas o, en el caso de estar cubiertas de vegetación, rara vez se utilizan o son de poca importancia para los pastores vecinos. Las áreas demasiado erosionadas para justificar su restauración también pueden incluirse en esta categoría. Todas estas tierras deben ser delimitadas para excluirlas explícitamente de los esfuerzos de desarrollo, o al menos para relegarlas a una baja prioridad. No sería aconsejable ignorar tales áreas del todo, a menos que haya sido probado que no contienen reservas de agua subterránea, de petróleo o de otros minerales. Pueden también requerirse insumos específicos sobre los bordes de los desiertos de arena, para evitar la invasión de la arena dentro de las áreas más productivas.


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