Página precedente Indice Página siguiente


Las ventajas de la diversidad cultural

La diversidad de culturas en la población de un país produce una sana diversidad en el uso de la tierra y de todos los demás recursos naturales. La población de los países en desarrollo aventaja a la de los industrializados por su tendencia a la diversidad de culturas Conviene que los encargados de la conservación del ambiente y de la utilización de los recursos naturales traten de aprovechar estas ventajas.

Charles F. Bennett

Charles F. Bennett, de la Universidad de California, Los Angeles, presentó esta ponencia en febrero de 1975, durante el Simposio sobre la Ecología de la Conservación y el Desarrollo de Centroamérica y Panamá, patrocinado por la Organización de Estudios Tropicales de San José, Costa Rica.

El aspecto que con más frecuencia suele pasar desapercibido en la conservación de los recursos naturales y el desarrollo económico es el de la diversidad de culturas del hombre. En otros términos, suele pasar desapercibida la población en general, a pesar de que es evidente que sin seres humanos no puede haber conservación ni desarrollo de los recursos. En efecto, cuando se trazan planes de conservación y desarrollo de los recursos naturales, rara vez el punto de partida de las deliberaciones son las diversas necesidades y aspiraciones de todos los elementos culturales afectados. Por tal motivo, en este artículo se defienden las proposiciones siguientes:

- La conservación y el desarrollo de los recursos naturales son fundamentalmente actividades orientadas al hombre.

- El recurso más importante de un país es su población, por lo que debe ser el objeto principal de todo esfuerzo de conservación y desarrollo.

- Hay que considerar la diversidad de culturas como un recurso ecológico, o sea, como un recurso natural que hay que conservar paralelamente a los demás que suelen considerarse más comúnmente en los ecosistemas de que forman parte los seres humanos.

Mis observaciones, en su mayoría, se refieren a Centroamérica y Panamá, pero su alcance y aplicaciones no se limitan a esta parte del mundo.

La importancia de la diversidad en el funcionamiento de los ecosistemas es un principio ecológico firmemente asentado en la actualidad. La diversidad en la mayoría de los casos suele expresarse en términos de variación taxonómica, y es sabido que, en general, los ecosistemas maduros tienden a tener mayor diversidad taxonómica que los que se encuentran en sus primeras etapas serales. Se consideran también otros tipos de diversidad, por ejemplo, la diversidad biogeoquímica, la de nichos, etc. (Odum, 1969). Los ecólogos están cada vez más de acuerdo en que los ecosistemas en general, y los tropicales húmedos en particular, necesitan un grado relativamente alto de diversidad para mantener su estabilidad por mucho tiempo. Como las consecuencias de lo dicho son muy importantes para las labores de conservación y desarrollo, una de las crecientes tendencias de la investigación es determinar los límites mínimos de diversidad ecológicamente segura para dar las orientaciones necesarias a los conservacionistas y quienes propugnan el desarrollo (Farnsworth y Golley, 1974).

Diversidad de culturas

A pesar de todo, es vano buscar alguna afirmación de que la diversidad de culturas humanas constituye un aspecto de la diversidad de los ecosistemas. Muy por el contrario, al parecer la sabiduría convencional considera la diversidad de culturas como algo que interesa sólo a los especialistas en ciencias sociales y que carece de importancia ecológica. Pero la diversidad de culturas es en gran medida un fenómeno ecológico; consiste en la diversidad de modos de vida, o en las diversas maneras en que las distintas culturas consideran y utilizan los recursos naturales que están a su disposición. En razón de lo dicho, es claro que la diversidad de culturas ten muchos aspectos importantes es igual a la diversidad ecológica. Explicaré más adelante que la diversidad de culturas es un atributo fundamental y valioso en los ecosistemas de los países en desarrollo. Antes de entrar en materia, deseo tratar brevemente de la diversidad de culturas en Centroamérica.

Indios

Se acostumbra considerar a Centroamérica como parte de una región más grande denominada Latinoamérica, pero es un hecho que estos países no sólo tienen una rica historia cultural indígena, sino que en ellos subsisten hasta el día de hoy varias culturas indígenas. El último censo con datos relativamente exactos sobre la población indígena arroja los siguientes resultados: Guatemala, 1497300 (53,6% de la población total); El Salvador, 100000 (0,4%); Honduras, 107800 (5,5%); Nicaragua, 43000 (2,9%); Costa Rica, 8000 (0,6%); Panamá, 62200 (5,8%). Haciendo una estimación conservadora, 1817 300 indios representan 39 tribus o culturas principales.

Generalizando, se puede afirmar que estos grupos de indios pertenecen a un solo tipo ecológico característicamente agrícola, en el que la caza y la pesca tienen más o menos importancia, pero haciéndolo se dejan en la oscuridad sistemas muy diversos de ecología humana. Por falta de espacio, no es posible detallar todos o la mayoría de estos sistemas, de modo que sólo se darán tres ejemplos breves: el de los indios del oeste de Guatemala, principalmente Quiché, Mam y Cakchiquel; el de los indios Miskitos de la costa de Nicaragua y el de los indios Chocó, en el este de Panamá.

Muchos sistemas

En las montañas del oeste de Guatemala, la caza y la pesca han disminuido hasta carecer relativamente de importancia por la escasez de animales (salvo excepciones locales). La agricultura en cambio, es muy importante. Se cultivan principalmente el maíz, el frijol y el ayote, aunque se dan muchos otros cultivos. Hay una relativa diversidad de formas de cultivo, pero actualmente predomina el trashumante. Sin embargo, es significativa la proporción de lo que se podría denominar cultivo sedentario con azadón. En esta región se siembra tanto para el propio consumo como para la venta. Se crían muchos animales domésticos, en su mayor parte de origen europeo, como cerdos, ovejas, vacas, mulas, cabras y gallinas, y del país pavos y patos. Un aspecto importante de la ecología humana de esta región es la presencia de mercados centrales, donde se venden productos agrícolas, tejidos y cerámica de fabricación casera. Los mercados funcionan también como importantes centros sociales (McBryde, 1945).

La ecología de los indios Miskitos de Nicaragua la da a conocer en detalle Nietschmann (1973), autor que en 1969 estima su número en unos 35000 (algo más que según las cifras oficiales del gobierno). Algunos Miskitos viven en los pueblos de la costa del Caribe, y otros en el interior. Estos últimos han ocupado los terrenos que antes tenían los Sumus. Los Miskitos de la costa obtienen su alimento principalmente del mar. Según Nietschmann, la comida ideal del Miskito de la costa a se compone antes que nada de carne, sobre todo de carey (Chelonia mydas), puerco de monte (Tayassu pecari), o pescado, asado o frito en aceite de coco, yuca tierna hervida, plátanos verdes, malanga (Xanthosoma spp.) y algo de wabul, mazamorra espesa que se hace con plátanos verdes hervidos y leche de coco. Café muy dulce y pan de harina completan la comida...». Agrega que otros alimentos que los Miskitos aprecian mucho son el venado de cola blanca (Odocoileus virginianus), la paca (Cuniculus paca), roedor grande manchado, el acure (Dasyprocta punctata), roedor del tamaño del conejo; el manatí (Trichecus sp.), mamífero herbívoro acuático; la jicotea (Pseudemys sp.), tortuga de agua dulce y muchos peces.

La agricultura de los Miskitos la describe como «un sistema complejo y ecológicamente conservador que simula muy de cerca la morfología y la función del bosque tropical que reemplaza. La agricultura trashumante es un modelo artificial de la diversidad ecológica de las especies y de la zonación tridimensional de las plantas policulturales, que utiliza al máximo la luz solar, el agua y la humedad y protege, al mismo tiempo, de la acción directa del sol y de la precipitación un suelo que se degrada fácilmente».

Volviendo a los indios del Chocó (Bennett, 1968), encontramos una tribu que vive en los bosques del este de Panamá y norte de Colombia. Estos indios siempre instalan sus palafitos a la orilla de los ríos o de los legos. Los Chocoes practican tanto la agricultura trashumante como la sedentaria. Lo que más cultivan es el arroz, el plátano para cocinar, la yuca y el banano de mesa. Cazan y pescan activamente, y entre los mamíferos y aves de caza los preferidos son la canta (Tapirus), el cabro de monte (Mazama), el acure, el mono araña (Ateles), el capibara (Hydrochoerus), el puerco de monte, el mitú (Crax) y el guan (Penelope), que se parece al pavo. Pescan muchas especies marinas y algunos crustáceos de agua dulce (Macrobrachium sp.) y tortugas (Pseudemys).

Cuando la distancia en canoa al mercado no es demasiado grande, suelen cultivar bananos para la venta. Con el dinero así obtenido compran motores fuera de borda, combustible, aceite comestible, golosinas, tabaco y tela para ropa. Algunos indios Chocó han integrado en su ecología cerdos y gallinas. Los cerdos, que nunca son grandes piaras, suelen venderlos, y los escasos huevos que ponen las gallinas suelen usarlos para el trueque.

Estas breves descripciones de aspectos de la ecología de algunos indios de la región revelan que su cultura no sólo sobrevive, sino también que mantiene en un grado apreciable la diversidad ecológica. Cabe insistir en que no hay dos culturas indias en la región que tengan una ecología idéntica. Cada grupo ha elaborado su propio modo de usar la tierra y los recursos naturales locales. Aunque no es raro que quienes escriben sobre los indios de Centroamérica y Panamá los agrupen en dos o tres grandes conjuntos culturales, su diversidad ecológica real no lo justifica.

No indios

Suele pasar desapercibida la extraordinaria diversidad de culturas que hay entre los habitantes no indios de la región. Las principales culturas provienen de Africa, Europa y Asia (prescindiendo del hecho que los indios descienden de emigrantes asiáticos que llegaron hace muchos milenios).

La cultura africana proviene de culturas muy diversas, de modo que hay que ser muy ignorante en materia de historia y geografía para agruparlas en una solo unidad bajo el nombre de cultura africana. Los datos de que se dispone revelan que la población de origen africano en la región proviene en su mayor parte de docenas de tribus distintas del Africa occidental que tenían culturas muy diversas. La diversidad de las culturas del Africa occidental está comenzando a apreciarse mejor ahora y cada vez se tiene más conciencia de su importante aporte a los complejos culturales que se observan hoy en la región.

La población de origen africano se divide en rural y urbana. Se dedican a actividades agrícolas muy diversas. En la ciudad tiene las mismas ocupaciones que los demás habitantes. Resumiendo, la población de origen africano se puede dividir en una compleja red de tipos ecológicos, producto de la totalidad de sus experiencias culturales, sin excluir las de sus respectivas madre patrias africanas.

UN INDIO CHOCÓ; una de las 39 tribus y 39 modos de utilizar la tierra

Las personas de ascendencia europea provienen de casi todas las partes de Europa directamente y de los Estados Unidos indirectamente. El grupo más importante, naturalmente, es el de ascendencia española, cuyos antepasados llegaron a comienzos del siglo XVI. Ellos fueron los que influyeron de manera más significativa en los cambios que sufrió la ecología humana de la región, dando origen a la en parte mal llamada Latinoamérica.

Las personas que tienen esta ascendencia cultural tienen casi tantos modos de vida como hay en la región. Con todo, para los fines de un estudio general se pueden dividir las culturas en rurales y urbanas (teniendo presente que estas dos grandes categorías se pueden dividir a su vez en una infinidad de subculturas). Lo que más nos interesa por el momento es la cultura rural.

La mayor parte de la actividad económica de las zonas rurales gira en torno a la agricultura y a la ganadería. Se practica la agricultura trashumante en terrenos estatales y particulares, que por lo general no son propiedad del agricultor, y la agricultura sedentaria en grandes latifundios que producen para la venta. La actividad pecuaria abarca desde unos pocos cerdos o vacunos, que redondean la renta familiar, hasta los grandes ranchos donde se aplican las técnicas más modernas de la ganadería. La renta, la educación y el sistema de valores difieren mucho de un grupo a otro. Quizá lo más importante es el hecho de que cada una de estas subculturas rurales tiende a considerar y a utilizar los recursos naturales, renovables o no, del lugar de manera diferente.

Recursos renovables

En general, las personas de más bajos ingresos son las que más valor atribuyen a los recursos renovables locales. Por ejemplo, las plantas silvestres son su medicina, su alimento, su material de construcción, su materia prima textil, etc. y los animales salvajes son a menudo parte importante de su dieta. A medida que aumenta el ingreso, es mayor la tendencia a recurrir a fuentes comerciales para satisfacer estas necesidades, y así cambia la manera de considerar los recursos. Para dar otro ejemplo más, el agricultor trashumante considera los renovales y los montes como una manifestación ecológica que conviene mucho mantener para poder disponer en el futuro de terrenos para el cultivo. Por otra parte, el ganadero quizá considera la misma vegetación como algo que conviene eliminar para sembrar pasto para criar vacunos. Los animales de caza locales puede considerarlos el grupo rural como fuente de alimentos y objeto de caza deportiva. No hay ecología única «standard» para la población rural de la región.

Las personas que tienen antepasados cercanos asiáticos constituyen una parte relativamente pequeña de la población. Se encuentran en su mayoría en los pueblos y ciudades. Con todo, hay algunos miembros de este grupo que se dedican a la agricultura y a la ganadería, con modalidades que suelen presentar rasgos culturales del nuevo mundo y asiáticos.

El valor de la diversidad de culturas se relaciona de distintas maneras con la salud ecosistemática, pero lo más importante es que contrarresta la tendencia ecológicamente inconveniente a destinar superficies cada vez mayores al monocultivo. La diversidad en el uso de los recursos permite mantener una multitud de circuitos de realimentación que contribuyen a proteger los ecosistemas ocupados por el hombre del choque causado por las perturbaciones biológicas, físicas y económicas que, de lo contrario, dañarían gravemente a los eco sistemas excesivamente simplificados, e incluso los destruirían. Por eso las personas que viven en un área de gran diversidad están protegidas en alto grado contra las fallas de los sistemas de producción de alimentos (dirigidos o no) y, por extensión, amortiguan los choques ecológicos y económicos que reciben las unidades regionales más grandes. Con tal diversidad se reducen los rendimientos económicos a corto plazo, pero a largo plazo se puede mantener un grado importante de estabilidad ecológica y económica. La economía keynesiana asegura que las decisiones más económicas son a corto plazo, pero la opinión de los ecólogos no ofrece un consuelo semejante.

Migración urbana

Otro atributo positivo de la diversidad de culturas es que produce en la población rural un efecto antiestimulante frente a la tentación de emigrar a la ciudad, uno de los fenómenos demográficos más significativos en Latinoamérica. Cuando hay poca o ninguna apreciación del valor ecológico y económico de la diversidad de culturas en las zonas rurales, se acelera la emigración hacia las urbanas, a causa de la tendencia a crear latifundios cada vez mayores y a aplicar modos de uso de la tierra cada vez más simples y monoculturales. La economía de gran intensidad de capital, que ofrece menos oportunidades de empleo y suele considerarse conveniente para el desarrollo económico, desplaza rápidamente a la antigua economía de gran intensidad de mano de obra. La población rural desplazada en esta forma plantea a los gobiernos problemas económicos políticos y sociales, porque en los pueblos y ciudades encuentra pocas oportunidades de empleo. Los que antes eran miembros productivos de ecosistemas rurales se convierten en un conglomerado anónimo, que plantea a los gobiernos problemas difíciles de resolver. Por lo general, los gobiernos de los países en desarrollo no disponen de una base tributaria suficientemente amplia para obtener los fondos necesarios para socorrer a las personas desplazadas hasta su absorción por las infraestructuras económicas urbanas.

Se reconoce actualmente que es necesario tomar en cuenta la diversidad de culturas en todos los planes y proyectos de conservación y desarrollo. Por ello, es conveniente revisar los modelos que suelen emplear los conservacionistas y planificadores económicos en los países en desarrollo.

Estos modelos, salvo raras excepciones, se copian de países industrializados que tienen un alto grado de homogeneidad cultural en cuanto a la forma de utilización de la mano de obra y a su estabilidad. Aunque son muchos los modelos qué se pueden estudiar, sólo utilizaré los que se aplican a la ordenación de la fauna por considerarlos más representativos.

En la mayoría de los países industrializados hay leyes de pesca y caza que reglamentan la manera y las épocas en que se pueden efectuar. Por lo general, se otorgan licencias y se imponen restricciones en cuanto al tamaño y al número de especies (o subespecies). La ley fija también los períodos de veda de la pesca y de la caza. Virtualmente todas las aves y los mamíferos se reservan a la caza deportiva, ya que ésta es la manera correcta de manejar estos recursos. En cuanto a la pesca, las leyes y reglamentos distinguen entre pesca deportiva y comercial.

Cuando se formulan medidas de conservación de los peces y de los animales de caza, en la mayoría de los países en desarrollo casi lo único que se toma en consideración como modelo son las leyes de los países industrializados. Los recursos ictiológicos y faunísticos se consideran por lo tanto desde un solo punto de vista ecológico, el de que la caza y la pesca deportiva constituyen la mejor forma de utilización, por lo que la ordenación debe perseguir tal objetivo. Suele promulgarse un código basado sólo en esta hipótesis, descartando las realidades y derechos ecológicos de una parte de la ciudadanía.

Cuando se dictan leyes de pesca y caza, es necesario tomar en cuenta la presencia de más de un grupo de ecólogos en la población. Conviene que las leyes no sólo satisfagan los deseos de los que consideran la caza y la pesca como un deporte, sino también las necesidades de aquellos que las consideran como un importante medio de subsistencia. Con respecto a esta última consideración, es necesario además dictar reglamentos en los que se establezca el número de ejemplares de cada especie y las épocas del año en que se puede cazar o pescar, tomando en cuenta la realidad ecológica de las culturas afectadas y adaptándose a ellas lo más estrictamente posible, según lo permita una sana politice de conservación biológica.

No suele ser posible dictar reglamentos de caza y pesca capaces de satisfacer las aspiraciones de todos los grupos culturales de un país, pero no suele ser difícil determinar cuáles son los grupos más grandes que hasta la fecha no se han tomado en cuenta. Es conveniente determinar las zonas y regiones en las que sólo se permitirá la caza y la pesca de subsistencia. En estas zonas conviene que el objetivo perseguido en la ordenación de los recursos pesqueros y de la fauna sea el de conseguir la producción máxima de las especies animales que tengan más valor alimenticio. La ordenación de los recursos pesqueros y de la fauna podría integrarse en la utilización por el hombre de los ecosistemas y quizá algunas modificaciones de su forma de utilización podrían hacer aumentar la producción de alimentos de origen animal. En cuanto a las culturas indígenas, conviene hacer toda clase de esfuerzos por elaborar programas de conservación tomando en cuenta la ecología tradicional. Es claro que tales programas exigen la aplicación de regímenes de ordenación biológicos racionales, pero también en este caso hay que tomar en cuenta los sistemas humanos.

Caza deportiva

Hay algunos lugares remotos, muy alejados de los centros de población, donde se encuentran las especies de mamíferos y aves de caza preferidas por los deportistas. Conviene identificar estos lugares y crear reservas especiales encomendadas a especialistas en manejo de la fauna. En estos casos, pueden servir de modelo las leyes de los países industrializados, porque las circunstancias son esencialmente las mismas. Se puede exigir a los cazadores que contraten los servicios de guías autorizados, que paguen el alojamiento y la comida en hosterías creadas especialmente al efecto y derechos elevados por la licencia. En parte, me baso en las disposiciones que suelen aplicarse en las reservas de caza gubernamentales de algunos países de Europa.

Me he limitado a estudiar la diversidad de culturas en relación con la ordenación de los recursos pesqueros y de la fauna, pero esto hay que hacerlo, a la mayor brevedad posible, una vez que se haya reconocido que es indispensable tomar en cuenta la diversidad de culturas en todo régimen de conservación y desarrollo racional. Actualmente los modelos excesivamente simplistas empleados en los planes de conservación y desarrollo tienden a relegar la diversidad de culturas al limbo que los economistas llaman «asuntos marginales». Las personas no son marginales y, si se las considera tales, no sólo se pasa por alto el objetivo que persiguen la conservación y el desarrollo, sino que se va decididamente en contra del mismo.

PESCA EN PANAMÁ; olvidada corrientemente al promulgar leyes

El problema radica en el hecho de que se agrupan en una sola las diversas culturas que hay en un país para efectos de la planificación, o sea, en un solo conjunto ecológico. Además, se presume que dicho conjunto se asemeja a los urbanos de los países altamente industrializados. Este punto de vista es inexacto, engañoso y, a la larga, caro y sólo sirve para agravar y no para resolver muchos de los problemas que se plantean a los conservacionistas y responsables del desarrollo.

Se suele alegar que en los países en desarrollo hay sólo grandes obstáculos en el camino que conduce a la tan ansiada industrialización. Casi universalmente se pasa por alto el hecho de que estos países siguen teniendo una ventaja importante y decisiva, a la que han renunciado inconscientemente la mayoría de los industrializados. Esta ventaja consiste en el mantenimiento de la diversidad ecológica en el sector humano, diversidad que permite utilizar los recursos naturales del país de manera muy variada. Esta diversidad de culturas, tan a menudo ignorada y vituperada, debería considerarse como uno de los atributos más valiosos del patrimonio ecológico de un país.

Bibliografía

BENNETT, CHARLES F. 1968 Notes on Chocó ecology in Darien province. Panamá, Antropologica, 24:26-55.

FARNSWORTH, E. y GOLLEY, F., 1974 Eds. Fragile ecosystems. New York, Springer-Verlag.

LATIN AMERICAN CENTER. 1967 Statistical abstract of Latin America, Los Angeles, UCLA.

McBRYDE, F.W. 1945 Cultural and historical geography of southwest Guatemala. Smithsonian Inst., Inst. Social Anthropology, Pub. Nº 4.

NIETSCHMANN, B. 1973 Between land and water. New York, Seminar Press.

ODUM, E. 1969 The strategy of ecosystem development. Science, 164:262-270.


Página precedente Inicìo de página Página siguiente