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Normas ecológicas

El hombre tiene un poder mucho mayor que en cualquier otra época de la historia para cambiar su medio ambiente. Los cambios en el aprovechamiento de la tierra son, a veces, tan rápidos y extensos que en menos de una vida pueden causar daños irreversibles en el medio ambiente. El autor propugna que las normas ecológicas pasen a formar parte integrante de la mentalidad de los especialistas en desarrollo. Trata también del empleo de ecólogos en una fase temprana de la planificación de proyectos, para pronosticar cuáles han de ser más adelante las condiciones de vida.

Duncan Poore

Duncan Poore trabaja como Ecólogo Principal en la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos. Anteriormente actuó de Director del Servicio de Conservación de la Naturaleza de la Gran Bretaña y fue Profesor de Botánica en la Universidad de Malaya.

En términos muy generales puede decirse que existen cuatro facetas que revelan, con creciente intensidad, el dominio del hombre sobre la tierra. En primer lugar, están las zonas donde la actividad humana ha sido leve y donde las comunidades vegetales y animales son probablemente muy parecidas a las que hubiera habido allí aunque el hombre no hubiera existido. En segundo lugar, pueden señalarse las zonas, llamadas a menudo seminaturales, ocupadas por comunidades, modificadas por el uso del hombre, pero que nunca han quedado completamente eliminadas y que, por lo tanto, están vinculadas con las comunidades originales por una cierta continuidad. En tercer lugar, figuran las zonas en que las comunidades naturales han sido totalmente eliminadas, por ejemplo mediante el arado, y han sido sustituidas por ecosistemas artificiales de especies importadas, a saber, plantaciones forestales, campos de cereales, praderas resembradas, que hoy día se suelen denominar «agroecosistemas». Por último, están los tramos de tierra que han sido cubiertos por estructuras inanimadas artificiales: edificios, centros industriales, carreteras, etc.

Cuanto más intensa sea la alteración, tanto más se apartarán las comunidades vegetales y animales de su estado original. En la primera faceta, el cambio tal vez sea sumamente ligero, pero estas comunidades pueden alterarse por los efectos casi imperceptibles, pero insidiosos, de la contaminación atmosférica o por el comercio de productos vegetales y animales, cuya influencia ha llegado a casi todas partes.

La segunda faceta ha conducido al establecimiento y mantenimiento de vastas extensiones de comunidades secundarias, favoreciendo el dominio de especies, sobre todo gramíneas y herbívoros, que eran mucho menos frecuentes en el bosque o matorral original. La tercera fase, y naturalmente la cuarta, han conducido al desarrollo de nuevos ecosistemas de los cuales no existía contrapartida en la naturaleza y que, en el verdadero sentido de la palabra, siguen dependiendo de ella para mantenerse y conservar la salud. Durante todo este proceso, la evolución ha proseguido ininterrumpidamente, pero la acción del hombre ha ido ejerciendo una influencia cada vez más poderosa sobre su orientación, hoy día ejerce un efecto general mucho mayor sobre el auge y decadencia de las poblaciones y sobre la creación y estructura de los mecanismos genéticos aislantes que las tendencias climáticas naturales o los fenómenos geológicos.

Los resultados de estos cambios son de lo más variado. Todos ellos han llevado, como es lógico, a una reducción de las auténticas comunidades primitivas; todos han conducido a grandes cambios en el número de especies, de las cuales muchas han quedado exterminadas, otras han disminuido y, por último, otras han aumentado espectacularmente. Las gramíneas, por ejemplo, y los herbívoros con la expansión de la superficie cubierta de praderas; las plantas anuales y ciertas aves e insectos con el aumento de la superficie cultivada con cereales. En cuanto a la capacidad de la tierra para seguir dando productos útiles al hombre, los resultados han sido también muy diversos. La fertilidad de algunos suelos ha aumentado mucho, especialmente los que han recompensado con una mayor producción la ingente aplicación de cuidados intensivos, como, por ejemplo, las tierras ricas de cultivo mixto de Europa, o los suelos del delta del Nilo.

Pero en vastas extensiones, la ocupación por parte del hombre se ha traducido en una explotación irracional o excesiva, especialmente en tierras que, en las condiciones económicas predominantes, se han considerado como a marginales», y en las que, por consiguiente, se ha producido el deterioro y la pérdida de suelo, así como otros muchos defectos desfavorables indirectos, por ejemplo en el régimen hidrológico y clima local.

Cambio rápido

La mayor movilidad del hombre y el tráfico de plantas domesticadas, animales y bienes de consumo han producido cambios enormes en la forma de vida y en las esperanzas concebidas y han aumentado mucho la cantidad y variedad de los productos; pero estos mismos movimientos han provocado también una gran propagación de enfermedades y plagas. Hoy día está de moda atribuir al hombre moderno todos los abusos cometidos contra la naturaleza, pero la historia no justifica esta interpretación. No obstante, es cierto que actualmente existe una diferencia de magnitud, ritmo y escala. El poder del hombre es ahora mucho mayor que nunca, y los cambios se producen con tal rapidez y son tan generales que, si no se repara en ello, sus efectos se harán sentir en el curso de una vida, o incluso antes.

a este punto de la historia humana no podemos cambiar planeta

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Este es el tipo de consideraciones que han incitado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos (UICN) y a la Conservation Foundation a publicar, más o menos al mismo tiempo que se celebraba en Estocolmo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, el libro titulado Ecological principies for economic development, y el interés suscitado ha conducido a un plan para formular orientaciones más detalladas y especificas que pueden revestir utilidad para los que se interesan por la intervención humana en el medio ambiente 1. La propuesta de la UICN ha suscitado el interés de la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Unesco y otras organizaciones internacionales. En consecuencia, se decidió empezar con la celebración de varias conferencias regionales en las cuales los hombres de ciencia y los encargados de la planificación y de la ordenación de tierras se reunieron con los facultados para tomar decisiones con objeto de formular las orientaciones. A su juicio, las regiones boscosas tropicales merecían prioridad absoluta, ya que son las que contienen las mayores superficies de ecosistemas, naturales o seminaturales, que quedan todavía explotar en zonas de clima adecuado, tanto para asentamientos humanos como para la agricultura. De existir en alguna parte, es allí donde se brinda la oportunidad de planificar racionalmente el aprovechamiento de los recursos naturales a fin de mejorar las condiciones de vida del hombre.

1Ecological principies for economic development, por R.F. Dasmann, J.P. Milton y P.H. Freement. Londres, Wiley, 1973.

Ya se han celebrado tres de estas conferencias, en Venezuela, Indonesia y el Irán, donde se trató respectivamente de los problemas de la América Latina, el sudeste de Asia, el Cercano Oriente y suroeste de Asia, con la asistencia de los representantes de los países de las respectivas regiones.

Organización de conferencias

Las conferencias fueron organizadas por la UICN con diversos copatrocinadores. La reunión de Venezuela comprendió la participación de la FAO, el PNUMA, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y la Organización de Estados Americanos. La reunión de Indonesia fue copatrocinada por el PNUMA Y la FAO. La reunión más reciente fue la celebrada en el Irán, patrocinada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el PNUMA Y la Unesco. Para obtener los resúmenes de estas reuniones, hay que dirigirse a la UICN.

Estas reuniones no fueron del tipo científico normal, sino más bien reuniones en que los hombres de ciencia y los encargados de tomar decisiones trabajaron juntos con vistas a tratar de temas de interés común. Por lo tanto, estaban especialmente concebidas y organizadas para fomentar el debate entre personas de experiencias e intereses muy diversos y para centrar la atención en un objetivo principal: formular normas ecológicas de auténtico valor para los responsables de las politices nacionales. Este mecanismo funcionó bien y los principales resultados de cada reunión se han condensado en un resumen de conclusiones y en una serie de unas 70 orientaciones o normas. Como los problemas debatidos en las dos primeras reuniones eran bastante similares, no es de extrañar que las normas tengan mucho en común, pero presentan algunas diferencias. Por ejemplo, en el sudeste de Asia no hay nada equivalente a la zona del Amazonas, y la mayor preponderancia de suelos ricos, junto con una larga tradición de agricultura en Asia, han originado diferencias de enfoque. Lo que es más sorprendente es la unanimidad casi absoluta de todos los participantes acerca de la necesidad de normas y del acuerdo casi general sobre el contenido de las mismas. En cambio, resultó desalentador comprobar cuán poca era la transferencia de conocimientos y experiencia entre los dos continentes en lo referente al aprovechamiento y fomento de tierras.

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Se trató por todos los medios de abordar el tema con criterio positivo y poner de relieve el papel del ecólogo, que no se debía limitar a encarecer cautela, sino a señalar oportunidades concretas.

La finalidad principal de estas reuniones consistía en explorar de qué manera la experiencia del ecólogo podría contribuir mejor a adoptar decisiones sensatas en lo que se refiere al desarrollo. La afirmación de que el ecólogo puede ayudar en este sentido se basa en los conocimientos que posee sobre las mutuas relaciones que existen entre los organismos y su medio ambiente y por la escala de tanto tiempo propia de su trabajo. Muchos de los resultados obtenidos en el pasado, como por ejemplo la introducción y ampliación del cultivo del caucho y de la palma oleaginosa, se han debido a la aplicación inteligente de los conocimientos ecológicos.

En términos muy generales, el ecólogo puede prestar su ayuda de dos maneras: determinando las oportunidades de aprovechar lo mejor posible y a largo plazo la tierra, y llamando la atención sobre los casos en que hay que actuar con cautela para evitar el deterioro y otros efectos secundarios e inconvenientes. Puede, por tanto, contribuir a facilitar a los encargados de tomar decisiones un cuadro en el que permita estimar con mayor precisión los costos y beneficios a largo plazo que supone cualquier política o medida.

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En los casos en que se necesita un desarrollo rápido, existe la tentación de obtener rápidamente capital de los recursos de que fácilmente se dispone, o de adoptar formas de explotación o de aprovechamiento que, aunque han logrado éxito en otras partes, no han sido ensayadas suficientemente en las condiciones locales.

La ecología brinda la posibilidad de formular pronósticos, siempre que se disponga de datos suficientes. Por lo tanto, cuanto antes se tengan en cuenta los conocimientos ecológicos, mejor uso se hará de los recursos locales en el proceso de desarrollo y menor será el peligro de costosos errores o de los largos retrasos que se producen durante la evaluación y reformulación de los proyectos. Lo que tal vez sea aún más importante es que el ecólogo puede señalar con anticipación qué actividades pueden llevar fácilmente a un deterioro, a largo plazo o irreversible, del recurso en cuestión.

Por lo tanto, debe contarse con un notable acervo de conocimientos ecológicos cuando se formulen políticas o se consideren otros posibles programas. Este insumo no debe esperar a que se planifiquen efectivamente los proyectos u otros tipos de medidas específicas en pro del desarrollo.

En teoría, tal insumo ha de ser positivo, y los ecólogos han de colaborar íntimamente, tanto en la formulación de los objetivos nacionales y de las políticas correspondientes como durante las fases más detalladas y técnicas, como son la redacción de leyes, la planificación de la asignación de las tierras para los diversos aprovechamientos, o el diseño de proyectos de desarrollo.

Repercusión ambiental

Cuando no se pueda prestar asesoramiento ecológico a base de una asociación temprana y estrecha, es muy probable que el proyecto en cuestión presente aspectos que aconsejen observar máxima cautela. En tal caso, resultará útil imponer la obligación de que toda propuesta de actividad de desarrollo (ya sea para nuevas leyes o reglamentos, o para un determinado proyecto de desarrollo) vayan acompañadas de una evaluación de su «repercusión en el medio ambiente», con lo que se evitarían las consecuencias imprevistas y nocivas. La evaluación de la repercusión ambiental constituye un medio útil de lograr que la experiencia ecológica se tenga en cuenta en el proceso de desarrollo, pero hay que admitir que sólo es un expediente parcial e imperfecto que no puede sustituir al empleo de la experiencia ecológica en una fase más temprana.

En ambos casos, será conveniente consultar al público para lograr que las políticas y decisiones tengan una base lo más amplia posible de conocimientos y opiniones y, a la vez, que el público tenga conciencia de toda la serie de problemas ambientales que entran en juego. La importancia de la educación, en el sentido más amplio de la palabra, no puede sobrestimarse, ya que únicamente si el público está perfectamente advertido de los problemas del medio ambiente, y bien informado sobre los mismos, se logrará que acepte y aplique las normas ecológicas.

¿En qué consisten estas normas y a quién van dirigidas? La contribución del ecólogo puede presentar máxima utilidad en cuatro etapas:

1. Cuando se formulan las políticas nacionales pare el aprovechamiento de los recursos naturales.

2. Cuando se preparan los planes pare toda medida que afecte al aprovechamiento de los recursos naturales, independientemente de que se bate de nuevas leyes, de medidas administrativas o de propuestas de desarrollo.

3. Cuando la sierra pasa de un aprovechamiento a otro, y especialmente, cuando el punto de partida del cambio lo constituye un bosque no perturbado.

4. Al proceder a la ordenación constante de las sierras a fin de que no disminuya su potencial pare satisfacer las necesidades del hombre.

En todas estas fases se justifica la preparación de una serie de normas y su presentación en la forma más apropiada, de manera que se pueda llegar a una fórmula de compromiso.

Como resultado de las reuniones de Venezuela e Indonesia, se estimó que la tarea más importante consistía en facilitar un recordatorio a los responsables de la formulación de políticas y de adoptar decisiones importantes sobre la asignación y el aprovechamiento de la sierra (ministros, administradores de categoría superior, jefes de los departamentos técnicos, miembros de las misiones de ayuda exterior, o consultores) pare que dispongan fácilmente de puntos de referencia sobre lo que hay que hacer pare lograr que el desarrollo se realice del modo que mejor satisfaga a la larga los auténticos intereses de la comunidad. Las normas deben tener carácter de asesoramiento más que obligatorio, ya que, pare decidir la mejor forma de actuar, habrá que tomar en cuenta las circunstancias que concurran en cada cave, atendiendo al espíritu de las normas. Aunque podría convenir aplicarlas todas ellas en cada cave, se admitió unánimemente que, en la práctica, no siempre sería posible hacerlo. En las explicaciones habrá que dar detalles suficientes pare demostrar que las propuestas son técnicamente acertadas; pero habrá que complementarlas, en la medida de lo posible, con manuales técnicos que pueden contener detalles, por ejemplo, sobre el tratamiento silvícola apropiado pare los diversos tipos de bosque, o pare los declives con diferentes suelos en los que es factible la producción de diversos cultivos. Es imposible entrar en tales detalles cuando se da una orientación general del tipo previsto.

Tampoco sería oportuno que pretendiéramos dar aquí otra cosa que no sea un bosquejo del ámbito de aplicación de las normas. Bastará con decir que abarcan los siguientes temas: política de aprovechamiento de la sierra y asignación de sierras pare los diversos aprovechamientos; conservación del bosque natural como recurso; transformación del bosque natural en cultivos de campo o de plantación, y en piscifactorías; recursos hidrológicos; ordenación de las pesquerías en los sistemas fluviales; normas sobre plaguicidas; infraestructura, obras de ingeniería e industria.

Finalidad de las orientaciones

Entre los puntos más notables figuran los siguientes:

· Se concede la mayor importancia a una cuidadosa asignación de la sierra pare los diversos aprovechamientos, utilizando plenamente los reconocimientos ecológicos sobre clima, suelos, vegetación, fauna, recursos hidrológicos, etc. Esto tiene por finalidad lograr que cada parcela de sierra se destine al aprovechamiento pare el que mejor se presta en un futuro previsible y que todo cambio de aprovechamiento se efectúe con el menor peligro de reducir el potencial de la sierra pare contribuir al bienestar humano. Cuando surjan diferencias de opinión acerca de cuál puede ser el mejor aprovechamiento, como inevitablemente tiene que ocurrir de vez en cuando, deberán resolverse con un criterio general acerca de la distribución de los recursos naturales. Hay que resistir a la tentación de obtener rápidamente capital de la explotación de los recursos a expenses de beneficios futuros.

· Se hizo gran hincapié en el valor que tiene como recurso el bosque natural sin perturbar. Hay que considerarlo como una parte esencial de la planificación del aprovechamiento de la sierra y disponer lo necesario pare conservarlo en condiciones no perturbadas, y reservar muestras suficientes de cada tipo de bosque o de otros ecosistemas naturales pare conservar los recursos genéticos, pare fines científicos, didácticos y de recreo. También hay que hacer lo necesario, en lo que respecta a la planificación y al aprovechamiento de la sierra, pare conservar una población suficiente de la flora y fauna silvestres. Si bien tal vez no se aprecian las ventajas inmediatas de esto, todos los participantes se mostraron de acuerdo sobre los beneficios duraderos de este tipo de acción. Además, presentaba también ventajas mantener otras zonas bajo la cubierta de vegetación natural o seminatural, ya que esta cubierta es la que ofrece la mejor forma de protección, y la más barata, del suelo subyacente y de la calidad y regularidad del caudal de aguas procedente de cuencas de captación. Se justificaba plenamente el mantenimiento de zonas bajo cubierta de bosque natural hasta que hubiera un motivo poderoso pare cambiarla.

· Se admitió plenamente, sin embargo, que, dentro de estas zonas forestales tropicales, una gran parte debería desarrollarse pare utilizarla cortando el producto del bosque natural o transformando éste en plantaciones forestales, o dedicándola a la agricultura.

Muchas de las normas ecológicas representan máximas pare decidir la mejor forma de conseguirlo. Muchas de éstas constituyen ya principios pare el tratamiento acertado de los bosques tropicales y pare una buena agricultura tropical, principios que, por desgracia, no siempre se aplican: el adecuado estudio de la aptitud de la sierra, los ensayos de cultivos adecuados, la evitación de prácticas que conducen a pérdidas de suelo y de la fertilidad del mismo, la protección de las zonas de captación de aguas, la cautela en la introducción de especies exóticas, el uso sensato y discriminatorio de los plaguicidas, la cuidadosa ubicación y planificación de carreteras, presas, asentamientos y otras estructuras artificiales, y la ejecución de todo desarrollo de forma tal que se eviten efectos secundarios imprevistos y nocivos.

Mucho de esto se ha dicho ya anteriormente, pero la aplicación de estas normas va muy a la zaga del conocimiento que de ellas se tiene. La enorme utilidad de este tipo de conferencias consiste en que se dan a conocer estos argumentos a los encargados de adoptar decisiones, y que el sentido de estos argumentos ha quedado reconocido unánimemente. La unanimidad fue sorprendente y estimulante. El valor de las normas propiamente dichas consiste en que se ofrecen, en forma concisa y comprensible, los axiomas que han de orientar a todos los responsables de adoptar decisiones sobre el desarrollo de las regiones forestales tropicales. Hay que esperar que encuentren lugar en el escritorio de todas estas personas y que se consulten y se apliquen.


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