A comienzos de los años setenta se paso de manifiesto que las comunidades científicas jóvenes y frágiles de los países en desarrollo estaban perdiendo a sus mejores científicos y estudiantes a favor de los países industrializados, donde con frecuencia se habían formado. Esta fuga de cerebros despertó una gran preocupación en los países en desarrollo, así como en los desarrollados. Un pequeño grupo de científicos interesados proyectó una organización internacional que pudiera ayudar a los jóvenes investigadores a permanecer en sus propios países y trabajar en ellos. En 1972 consiguieron crear la Fundación Científica Internacional (FCI), con objeto de proporcionar a los científicos jóvenes pequeñas subvenciones de investigación. Desde 1974, la FCI ha proporcionado subvenciones de investigación a más de 2 000 investigadores de 92 países en desarrollo.
