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Agrosilvicultura con eucaliptos en la india: ¿por qué tantas dificultades?

N.C. Saxena

N.C. Saxena, ingeniero forestal de Uttar Pradesh, India, trabaja actualmente en el Instituto Forestal de Oxford, Reino Unido.

Hasta mediados del decenio de 1980 se consideraba que en la India la plantación de árboles hecha por los campesinos en su propia tierra para la comercialización de postes, troncos para pasta y madera había tenido considerable éxito (Foley y Barnard, 1985; FAO, 1988a). No obstante, informes recibidos últimamente indican que el entusiasmo de los campesinos por la agrosilvicultura ha decaído mucho. Esto se debe en gran parte a la impopularidad del «eucalipto híbrido» (Eucalyptus tereticornis) en los estados en los que había sido más popular unos cuantos años antes. Este artículo discute las causas de ese cambio con base en estudios recientes y en datos reunidos por el autor en cuatro poblados de la parte occidental de Uttar Pradesh (Saxena, 1990a; 1990b). El artículo propone también algunas medidas para reavivar el interés de los campesinos por los árboles.

Plantado en linderos, el eucalipto reduce la producción de los sembrados contiguos y rinde madera de mala calidad

La agrosilvicultura no tiene el mismo significado para todas las personas. Los ecólogos y ambientalistas la consideran una forma superior de usar y explotar la tierra que combina conservación y producción. Los forestales tienden a considerarla una línea potencial de defensa contra el agotamiento de bosques ocasionado por la presión demográfica. Para los planificadores y las agencias donantes es una manera de satisfacer la demanda rural de combustible y forraje. No obstante, los motivos del campesino no suelen coincidir con la inquietud «nacional» por la ecología, la deforestación y la escasez de leña. El campesino usa la tierra de la manera que le parece preferible para proporcionar a su familia los artículos de consumo o los ingresos que necesita.

El programa de agrosilvicultura

Cuando a fines del decenio de 1970 se inició en la India el programa de agrosilvicultura campesina, quienes lo concibieron pensaban que los campesinos plantarían árboles para satisfacer sus propias necesidades básicas. Sin embargo, la principal razón del éxito que tuvo la agrosilvicultura en muchas partes de la India en los primeros años del decenio de 1980 fue que producían madera para el mercado (Foley y Barnard, 1985; FAO, 1988a). El «eucalipto híbrido» (Eucalyptus tereticornis) [Nota de redacción: aunque generalmente conocido como eucalipto híbrido, se ha determinado que se trata de un eucalipto puro de proveniencia australiana desconocida (FAO, 1982; Guhathakarta, 1978).En este artículo se usan indiferentemente los términos «especie» e «híbrido» al referirse a este fenotipo.] fue el preferido por los campesinos porque tenía el tronco muy derecho y la copa pequeña, con lo que era posible plantar muchos ejemplares por unidad de superficie y, además, daba poca sombra cuando crecía en linderos. No atraía pájaros, no era atractivo como pienso (y, por lo tanto, era fácil de proteger) y daba postes muy derechos por los que había fuerte demanda. La evaluación del Programa de Silvicultura Social que en 1988 hicieron la Agencia para el Desarrollo Internacional de los EE.UU. (USAID) y el Banco Mundial concluía diciendo: «La mayor parte de los distritos de la parte occidental de Uttar Pradesh, del centro de Gujarat y del este del Rajasthan han transformado sus campos y sus sistemas de cultivo de modo que ahora incluyen un elevado número de árboles, a pesar de la reciente sequía. La agrosilvicultura es el cambio más significativo ocurrido en virtud de este proyecto» (USAID, 1988).

De los 2,5 millones de hectáreas de tierra en que se introdujo la agrosilvicultura durante el período 1981-88, que significan el 1,7 por ciento de la superficie cultivada neta del país, en más de las dos terceras partes se plantó eucalipto (Chambers et al., 1989). No obstante, ni por su rendimiento ni por su precio los árboles colmaron las esperanzas de los campesinos, lo cual dio lugar a indiferencia por los árboles en general y por el eucalipto en particular. Por ejemplo, un estudio publicado por la Autoridad Sueca para el Desarrollo Internacional (ASDI) comenta: «Hoy día el eucalipto ya prácticamente no existe en Haryana. Los campesinos los desarraigan con tanta rabia como entusiasmo habían puesto al plantarlos. Reducen la producción agrícola y sus precios no son remuneradores» (ASDI, 1990).

En Gujarat, en 1988, año de buenas lluvias en todo el país, sólo se distribuyeron 12 millones de plantitas de eucalipto, cuándo en 1984 se habían distribuido 134 millones (GOG, 1989). En los cuatro poblados del oeste de Uttar Pradesh que visitó el autor en 1989-90, el número total de eucaliptos plantados por los 105 campesinos entrevistados en 1988 y 1989 bajó respectivamente a 5295 y 1027, mientras que dos años antes se habían plantado 60695 arbolitos de la misma especie (Saxena, 1990a). En Haryana, donde el área plantada creció a razón del 53 por ciento anual entre 1975 y 1984 (NCAER, 1988), los viveros sólo consiguieron vender 4 millones de plantitas en 1988, cuando en 1984 habían vendido 43 millones (Indian Express, 1° de noviembre de 1988).

En su informe de auditoría del 1990 sobre Uttar Pradesh, el Banco Mundial admitió que «... hoy en día, muchos campesinos están poco dispuestos a participar en el programa o a reinvertir en actividades forestales una vez que hayan cosechado los árboles que tienen en crecimiento [...] Datos recientes demuestran que el proyecto había sobreestimado el rendimiento, tanto en lo que se refiere a precios como a producción [...] El mercado de productos forestales, incluida la leña, está saturado en varias de las áreas que abarca el proyecto. Esto ha dado lugar a una caída vertical de los precios [...] del 20 al 50 por ciento inferiores a los que se habían previsto» (Banco Mundial, 1990).

Como se deduce de las citas anteriores, el desencanto de los campesinos es atribuible principalmente a cuatro factores: problemas de producción; desequilibrio de la oferta y la demanda, mercado inadecuado, y efectos negativos sobre la producción agrícola.

Problemas de producción

Debido al rápido aumento de la demanda de plantitas de eucalipto en los primeros años del decenio de 1980, ni el Departamento Forestal ni los viveros privados hicieron la recolección de semilla como debían, por lo que después se sembraron semillas de mala calidad (Banco Mundial, 1988). Además, el estado y la composición genética del eucalipto híbrido de la India han sufrido una degradación genética gradual, pero continua, en el curso de casi 150 años (Arnold et al., 1987). La escasa calidad de la semilla condujo inevitablemente a un rendimiento inferior al calculado. Se hubiera podido mejorar los resultados si en lugar de las semillas que se han venido utilizando se hubieran sembrado semillas de una amplia base genética o de proveniencias elegidos de modo que sus condiciones sean semejantes a las del lugar de la plantación, o de otras especies apropiadas de eucalipto (Arnold et al., 1990). Además, en las condiciones de clima y suelo de muchas partes del país, para obtener un buen rendimiento era indispensable desyerbar y labrar la tierra intensivamente, labores que muchos campesinos descuidaron (Arnold et al., 1989).

Lo que es más importante, con el fin de que se lograran las metas fijadas, se había alentado a los campesinos a plantar eucalipto a razón de 4000 plantitas por hectárea; en algunas plantaciones la separación de los árboles era apenas un metro. En esas condiciones el producto resultante fue de mala calidad (Athreya, 1989; IMRB, 1989) y esta característica negativa tuvo importantes repercusiones ya que la mayor parte de lo que se había plantado estaba destinada a la venta, más que al consumo doméstico.

Desequilibrio de la oferta y la demanda

Originalmente se había pensado que la cosecha de eucalipto fuera fuente de postes para la industria de la construcción, pero en la práctica el mercado no llegó a absorber todo el volumen producido. Por lo tanto, los campesinos buscaron otras formas de darle salida pero, por desgracia, por las causas antes mencionadas estos eucaliptos poseían poco valor como fuente de madera para la construcción, que exige troncos de mayores dimensiones y densidad que los de una plantación explotada en una corta rotación de cinco a siete años. Estos eran apropiados para la producción de pasta para papel, pero la mayor parte de las fábricas reciben madera con subsidio de los departamentos forestales estatales. Incluso cuando las fábricas compraban a los campesinos, se planteaban problemas por causa del pequeño volumen de las partidas y por dificultades logísticas del transporte de la madera a grandes distancias desde muy diversos lugares de origen.

En plantaciones muy densas, sólo los ejemplares laterales de eucalipto alcanzan diámetro comercialmente útil

Recogida de corteza de eucaliptos para venderla como combustible

Como último recurso se vendieron muchos troncos como leña para la fabricación de ladrillos y para uso doméstico (Saxena, 1990b). No obstante, dado que quienes recogían leña podían ofrecerla a más bajo precio, los campesinos tuvieron que vender su cosecha a un precio inferior al costo social de reposición de la madera en pie. Eso equivale a decir que la agrosilvicultura no era atractiva desde el punto de vista financiero.

Problemas de comercialización

Al contrario que los mercados de otros productos agrícolas, el mercado de la madera todavía no está adaptado para recibir la oferta de los pequeños productores (Saxena, 1991a). El contraste entre la comercialización de productos agrícolas y forestales es evidente; para la comercialización de productos agrícolas los gobiernos han construido vastas infraestructuras: varios meses antes de la recolección anuncian precios de compra remuneradores; el sistema de compras de los de los estados incorpora generosos subsidios, absorbe los excesos de producción y estabiliza los precios; se instalan grandes locales para evitar la explotación por parte de los intermediarios, cuya comisión es fija. Nada de esto se ha hecho para la comercialización de los troncos de árbol, por el contrario, en los mercados de productos forestales priman los carteles y todo aparece secreto y lleno de dificultades legales.

Mientras que los mercados rurales son pequeños y mueven poco capital y, por consiguiente, tienen poca capacidad de compra como es el caso en muchos países en desarrollo (FAO, 1990), los mercados urbanos son dominados por los mercantes de madera de construcción, surtida por depósitos del gobierno. Los campesinos, por otro lado, no cuentan con esas facilidades; las restricciones legales del transporte de madera, vigentes para impedir la tala ilícita en bosques del gobierno, obran en contra de los intereses de los campesinas y les impiden enviar sus productos a los mercados urbanos; lo único que pueden hacer es esperar a que acudan compradores. La falta de flexibilidad de las leyes constituye una barrera que separa al productor del mercado e introduce incertidumbre y falta de equidad en las transacciones. El campesino sabe poco de los compradores, de los precios y de los reglamentos. El margen de los intermediarios es grande, como también lo es la diferencia entre el precio de venta que reciben los productores y el que pagan los consumidores.

Resumiendo, la intervención del Estado ha impedido que los campesinos gozaran de todas las ventajas que en potencia ofrece el mercado (ORG, 1990). Un estudio hecho en 1987 en Gujarat (Wilson y Trivedi, 1987) muestra que, de 45 productores que vendieron troncos, sólo nueve consiguieron una ganancia relativa; 36 hubieran obtenido mejores resultados si se hubieran atenido a la producción agrícola. Jain (FAO, 1988b) llegó a conclusiones análogas en los estudios del eucalipto que hizo en ese mismo estado.

Efectos negativos sobre la producción agrícola

Muchos campesinos plantaron eucalipto en los linderos de sus tierras pensando que al cabo de unos cuantos años recibirían un buen suplemento a su ingreso sin que eso fuera en detrimento de su producción agrícola. No obstante, varios estudios indican que la producción agrícola bajó substancialmente a partir del tercer año dependiendo de las condiciones del suelo y del agua, del espacio y de la colocación de los árboles, y de otros factores. Por ejemplo, según Ahmed (1989) la pérdida de producción causada por el eucalipto en Haryana fue nula los dos primeros años, del ocho por ciento de la producción total en el tercer y cuarto año, del 14 por ciento en el quinto y sexto año, y llegó al 26 por ciento en los años séptimo y octavo. Después, la pérdida aumentó vertiginosamente alcanzando el 49 por ciento en los años noveno y décimo.

Los datos recogidos por el autor en cuatro poblados de la parte occidental de Uttar Pradesh muestran que la reducción de las cosechas atribuible a árboles plantados en linderos oscila entre dos y ocho voces el valor de la inversión total hecha directamente en la plantación de los árboles. Las pérdidas fueron visibles hasta a 10 metros de la línea de los árboles. Esas pérdidas redujeron radicalmente las utilidades que los campesinos esperaban obtener con la venta de los árboles. La relación media beneficios/costos con una tasa de actualización del 15 por ciento hubiera sido 9,2 por ciento sin pérdidas, pero se redujo a menos del 2 por ciento al tomarlas en cuenta. Eso equivale a decir que algo ganaron los campesinos con la plantación de árboles de eucalipto, pero el aumento de las utilidades no alcanzó a cubrir los riesgos de la producción y la fluctuación de los precios de mercado (Saxena, 1991b).

Discusión e implicaciones políticas

La rapidez con que se agota la reserva de nutrientes del suelo al cultivar eucalipto en una rotación breve está en relación directa con su alta velocidad de crecimiento, lo cual es también cierto en el caso de cualquier otra cosecha muy productiva (Poore y Fríes, 1985). Por consiguiente, en la India, en lugares donde E. tereticornis se ha hecho crecer en monocultivos de ciclo muy corto, que dan lugar a pérdida de nutrientes a menos que se repongan fertilizantes en el suelo, los campesinos deben prolongar más la rotación y asegurarse de que toda la biomasa - hojarasca, cortezas, etc. - queda sobre el terreno. También podrían alternar la plantación de esta especie con leguminosas u otros árboles capaces de fijar nitrógeno, como la casuarina (Campbell, 1987).

Chaturvedi (1989) recomienda una rotación 12a 14 años para el eucalipto para obtener los mejores resultados. El incremento anual de E. tereticornis alcanza su máximo en el quinto año y luego declina. La densidad de la madera aumenta con la edad y es máxima a los 13 o 14 años. A esta edad la madera es fuerte y su calidad óptima para el mercado. Chaturvedi llega a la conclusión de que económicamente es mejor vender madera de 13 o 14 años que cortar el árbol a los siete o nueve años para fabricar pasta, la cual exige madera de menor densidad. Por muy bien fundamentada que sea esta teoría, tal vez no sea práctica, ya que si se considera la posibilidad de recurrir a rotaciones más prolongadas, los campesinos podrían preferir otras especies, como la teca o Dalbergia sissoo, que rinde una buena cosecha de postes en 15 años. En realidad, tal vez lo mejor sea cambiar a especies que rindan bien a corto plazo o que complementen la producción agrícola, como ocurre con la Acacia cineraria que complementa al sorgo en el Rajasthan occidental. En conclusión, es preciso investigar más a fondo qué otras especies de elevado valor y rápida rotación satisfacen las necesidades de los campesinos que desean plantar en tierras marginales o en linderos. Las especies que complementen la producción agrícola sin provocar una reducción de la misma serán muy bien acogidas ya que el uso primario de la tierra es la agricultura. La investigación, la extensión y la provisión de plantones deben orientarse hacia la diversificación para que los campesinos puedan tener diferentes tipos de árbol, repartiendo así el peligro de que falle el mercado de alguno de ellos.

Mercados, el sector más descuidado

Conviene empezar por reconocer la comercialización como aspecto importante de la arboricultura. Actualmente, el sistema jurídico y procesal hacen que cortar y vender árboles de propiedad privada sea demasiado difícil, fastidioso y complicado, además de poco remunerador (Chambers et al., 1989; ASDI, 1990; Saxena, 1991a). Proponemos, en consecuencia, que ante todo esas leyes sean derogadas. En segundo lugar, organizaciones competentes deben estimar la demanda, la oferta y los precios futuros de cada especie por separado, haciendo públicos los resultados. Así se facilitará a los campesinos la decisión de plantar. No obstante los aspectos imponderables, dados los relativamente largos períodos de gestación de los árboles, la planificación a largo plazo podría ser muy útil.

Los combustibles más usados en gran parte de la India son los residuos agrícolas y el excremento del ganado

El rol del gobierno y la oferta de materia prima a las industrias

En los estados en que hay exceso de eucalipto, el gobierno ha empezado a comprarlo a los campesinos; es claro que esta medida no puede ser más que temporal, sin aspiraciones a reemplazar el comercio privado. Las organizaciones oficiales deben encargarse de informar a los campesinos acerca de los mercados primario y secundario, los precios vigentes y las normas y leyes que rigen la comercialización; también deberían poner en relación a los productores con las industrias, como se hace por ejemplo en el norte de Uttar Pradesh, donde los campesinos que cultivan álamos tienen una relación estrecha con una fábrica de fósforos (Chandra, 1986). En estados como Gujarat y Maharashtra, ya habituados a las cooperativas, conviene promover organizaciones de ese tipo que se encarguen de la comercialización y transformación.

Como limitación mencionaremos que las fábricas de pasta para papel no están bien dispuestas a comprar a los campesinos, pues prefieren adquirir madera subsidiado por el gobierno. Por consiguiente, éste debería suspender los subsidios a la madera destinada a industrias, obligando así a éstas a adquirirla a precios de mercado directamente de los campesinos. Además, el gobierno no debe competir como productor con los campesinos, como hace actualmente; su rol debe ser más bien complementario, es decir, el de ayudar a la industria cuando escasea la oferta de madera y dejar de surtirla cuan do la producción de los campesinos es abundante. Recomendamos, pues, que el gobierno suspenda hasta 1994 la venta de eucalipto a las fábricas, obligándolas así a comprar a los campesinos. Las ventas del gobierno se reanudarían en 1994, ya que por haberse contraído las plantaciones, en los años subsiguientes la oferta de los campesinos será limitada.

Especial atención a las tierras marginales y a los campesinos pobres

Las medidas antes indicadas, aunque importantes en sí mismas, tal vez no basten para reavivar el interés que existía por el árbol en las regiones fértiles durante la primera fase del programa agrosilvícola. La razón es que, donde las condiciones de cultivo eran seguras - p. ej. riego, suelo fértil, etc. - el costo de cambiar de cultivos anuales a perennes no fue retribuido por los resultados. En cambio, se puede sacar provecho de la agrosilvicultura practicándola en suelos degradados. Efectivamente, donde mejor les fue a los campesinos pobres que plantaron eucalipto fue en tierras submarginales como las de los distritos de Midnapur, Bankura Purulia, en Bengala occidental, y donde el bajo costo de substitución de la tierra estaba reforzado por un mercado seguro para la madera destinada a la fabricación de pasta, como en Kolar, Bangalore y Tumkur, en Karnataka . En Panchmahals (Gujarat), en donde una organización voluntaria, la Sadguru Water Development Foundation, patrocina las actividades, se sigue plantando eucalipto, preferido por los campesinos para tierras marginales, porque hay una firme demanda de madera de baja calidad para la construcción de viviendas (Sharma et al., 1991).

Muchos campesinos pobres trabajan como jornaleros; teniendo árboles plantados, suplementan sus ingresos. Típico es el caso de la población de Kovilur, Trichurapalli (Tamil Nada), donde muchos pequeños agricultores que plantaban cacahuete ahora plantan anacardo y eucalipto (Saxena, 1989). La cosecha de cacahuete se solía perder cada dos o tres años y los precios fluctuaban mucho; por otro lado, existía la posibilidad de trabajar como jornalero en el vecino distrito de Thanjavur, pero para aprovecharla había que ausentarse de la propia tierra por algún tiempo. Con la plantación de árboles ahora los campesinos pueden hacerlo. La agrosilvicultura es en estos casos una fuente segura de capital e ingreso; en vez de dedicarse a producir para comer, estos campesinos canalizan sus energías a actividades más provechosas, recogiendo en su tierra cosechas de árboles que exigen poca atención y tienen mercado seguro.

No hay muchos más ejemplos de campesinos pobres que hayan aceptado la agrosilvicultura, pero los existentes bastan para establecer la posibilidad de que la agrosilvicultura sea útil para programas ideados con el fin de mitigar la pobreza. En resumen, puede concluirse que, si bien hasta la fecha la agrosilvicultura extensiva a base de eucalipto no ha dado en la India los resultados esperados, no hay que pensar en ella como «beneficiosa» o «perjudicial». Es, simplemente, una posibilidad más de uso de la tierra, viable en determinadas circunstancias - no todas si se hace con especial cuidado (Kirk et al., 1990).

El cultivo de árboles en eriales y otras tierras marginales (pero no en tierra de buena calidad apta para el cultivo intensivo de cosechas anuales) es una actividad socialmente deseable y económicamente viable. Se calcula que en la India hay 24 millones de hectáreas de tierra marginal no cultivada (Chambers et al., 1989) de propiedad privada, en su mayoría en regiones semiáridas, que son aprovechables para la plantación de árboles. Estos, además de proporcionar a la tierra baldía la biomasa que ésta necesita, podrían incrementar substancialmente el ingreso de los campesinos.

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