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Asia y el Pacífico

RESUMEN REGIONAL

 

Novedades económicas

En 1997 el crecimiento económico en los países en desarrollo de la región de Asia y el Pacífico fue superior al de cualquier otra región.
 Pese a la crisis financiera del Asia oriental y sudoriental y a los efectos del fenómeno El Niño, en 1997 el crecimiento económico en los países en desarrollo de la región de Asia y el Pacífico volvió a ser superior al de cualquier otra región y supuso un aumento de los ingresos per cápita en la mayoría de ellos.
No obstante, la tasa de crecimiento regional del 6,1 por ciento fue inferior a la del 7,5 por ciento lograda en 1996 (que a su vez había sido inferior al 8,2 por ciento de 1995), correspondiendo la reducción a todas las subregiones de Asia (excepto las repúblicas de Asia central). Hubo notables variaciones entre los países, siendo el Asia sudoriental y la República de Corea las más afectadas por la crisis monetaria y financiera del segundo semestre del año. En el conjunto del Asia sudoriental, el crecimiento económico se redujo casi en la mitad, siendo incluso negativo en Tailandia y varias islas del Pacífico. En las economías recientemente industrializadas de Hong Kong, la República de Corea, Singapur y la Provincia de China de Taiwán el crecimiento medio fue menor, pero se mantuvo en el notable nivel del 6 por ciento. Se redujo también la actividad económica en la República Popular de China, pero continuó todavía en expansión con un 8,8 por ciento. En la India, el crecimiento del PIB disminuyó del 7,5 al 5 por ciento. Se teme que cuando se materialicen todos los efectos de la actual crisis monetaria y financiera, el crecimiento económico en los países en desarrollo de Asia sea de un 4 por ciento aproximadamente en 1998 para recuperarse ligeramente a algo más del 5 por ciento en 19999.
El aspecto más sorprendente de los resultados económicos de Asia en 1997 fue la doble catástrofe que afectó al Asia sudoriental. Los países de esta región padecieron las perturbaciones climáticas causadas por El Niño que entrañaron consecuencias para la agricultura, la seguridad alimentaria y la salud pública. Sufrieron también graves perturbaciones financieras debidas a las depreciaciones monetarias, al flujo neto negativo de capitales y a presiones sobre los sistemas bancarios y mercados de capitales, así como sobre la disponibilidad de liquidez y crédito de las empresas. Hacia fines del año, estas perturbaciones financieras se habían extendido a la República de Corea y determinaron la necesidad de aplicar conjuntos de medidas de rescate bajo la dirección del FMI para Indonesia, la República de Corea y Tailandia, por un total de más de 100 000 millones de dólares.
 
FIGURA 27
ASIA Y EL PACÍFICO
 

 La crisis monetaria y financiera de la región puede resumirse en la forma siguiente. Aunque la rápida globalización ha aportado beneficios sustanciales a los países en desarrollo de Asia, ha puesto también de manifiesto los riesgos que entraña el no subsanar las deficiencias de política, las insuficiencias de las instituciones del sector financiero y los problemas en la gestión pública y de las empresas. Mientras el comercio crecía rápidamente y los tipos de cambio nominales se mantenían unidos a un dólar en alza, surgieron notables déficit de cuenta corriente. Estos constituían en parte una respuesta a los cambios estructurales en el lado «real» de las economías afectadas y, en parte, se debían a la apreciación de sus tipos de cambio reales. La combinación de un déficit de cuenta corriente cada vez mayor y el crecimiento de los tipos de cambio reales se sostuvo gracias al flujo de capital privado procedente del exterior. Sólo una pequeña fracción de este flujo entraba en forma de inversión extranjera directa, mientras que el resto lo hacía mediante inversiones de cartera o a través del sector bancario, especialmente préstamos bancarios a corto plazo. Una vez que empezó la afluencia de capital privado, se produjo una subida pronunciada de los precios de los valores nacionales, lo que indujo, a su vez, nueva afluencia de capital.

 El aumento de capital privado extranjero provocó desequilibrios en el sector bancario de los países más afectados, ya que el pasivo extranjero de los bancos comerciales creció más rápidamente que el activo extranjero y gran parte de las garantías para los préstamos consistía en bienes inmuebles y acciones, cuyos precios contenían un notable componente especulativo. También había un desequilibrio en la estructura del vencimiento del activo y el pasivo. En muchos casos los reglamentos aplicados a las instituciones financieras eran poco transparentes y muy amplios. Además, el comportamiento de algunas instituciones financieras reflejó la creencia implícita de que su pasivo financiero estaba garantizado por sus respectivos gobiernos. En un contexto de crecimiento de la afluencia de capitales, las garantías implícitas de los gobiernos a los acreedores estimularon la adopción de riesgos excesivos y permitieron que se deteriorara la calidad de la cartera de préstamos. La creencia implícita de que se mantendrían indefinidamente tipos de cambio efectivamente fijos tampoco alentó una cobertura prudente del pasivo extranjero.

Las cinco economías más gravemente afectadas por la crisis registraron en conjunto una salida neta de capital extranjero de 12 000 millones de dólares en 1997, frente a una afluencia de 93 000 millones en 1996.
 Aunque el ahorro era en general elevado, en muchos casos no se invirtió de la forma más productiva. Cuando el descenso de los rendimientos empezó a decepcionar a los inversores, especialmente después de la reducción de las exportaciones en 1996, su exuberancia se desvaneció rápidamente. Las cinco economías más gravemente afectadas por la crisis (Indonesia, República de Corea, Malasia, Filipinas y Tailandia) registraron en conjunto una salida neta de capital extranjero de 12 000 millones de dólares en 1997, frente a una afluencia de 93 000 millones en 1996. Los valores de las monedas empezaron a caer y los tipos de interés empezaron a subir en estos países. El elevado coeficiente de endeudamiento no cubierto, que había ofrecido una fácil asistencia financiera para el crecimiento en tiempos mejores, empezó a poner en peligro las finanzas de las empresas y las de aquellas instituciones financieras que les habían concedido préstamos.

 Es probable que las consecuencias sociales de la crisis sean graves y vayan dejándose sentir más gradualmente. El desempleo y la inflación están aumentando. El cierre de empresas y las muchas reestructuraciones provocaron la emigración masiva en los países afectados. Las redes de seguridad social, que son insuficientes o están mal desarrolladas en muchos lugares, comenzaron a estar sometidas a una presión cada vez mayor. La gravedad de estos problemas varía, pero en algunos casos es causa de preocupación. Por ejemplo, en la República de Corea el índice del comercio al por mayor y al por menor disminuyó en la segunda mitad de 1997 por primera vez después de 18 años, y se teme que vuelva a bajar en medida inusitada en la primera mitad de 1998. Esta reducción del consumo indica tanto un lento crecimiento de los ingresos como la pérdida de confianza del consumidor. La crisis financiera azotó de forma especialmente grave a Indonesia, país que se enfrentó también con problemas políticos y grandes incendios forestales en las zonas afectadas por la sequía provocada por El Niño. La población de Indonesia padece situaciones de escasez de alimentos y subidas de precios. Se prevé que la inflación aumentará del 11 por ciento en 1996 al 16 por ciento en 1998, pese a que el consumo privado es muy débil, a la vez que se teme que el desempleo manifiesto, que ya es elevado, crezca notablemente (hasta alcanzar a 8 a 9 millones de personas en 1998). Filipinas evitó la crisis financiera con un rendimiento económico satisfactorio que permitió un crecimiento del PNB del 5,8 por ciento, apoyado por las elevadas remesas de moneda fuerte procedentes de trabajadores contratados en el extranjero. De esta forma, se espera que Filipinas salga de la crisis antes que los demás países de la región, pero se enfrenta todavía con tasas más bajas de crecimiento y más altas de desempleo, previéndose que estas últimas aumentarán del 8,7 por ciento en 1997 a más del 9 por ciento este año.

Para los países de Asia e incluso para el resto del mundo, las perspectivas económicas dependen en medida importante de la rapidez y las dimensiones de la recuperación del Japón.
 Para los países de la región e incluso para el resto del mundo, las perspectivas económicas dependen en medida importante de la rapidez y las dimensiones de la recuperación del Japón. Los problemas económicos internos del Japón, incluidos los del sector financiero, son muy graves y probablemente se mantendrán durante cierto tiempo. Por consiguiente, al menos a corto plazo, las economías asiáticas no pueden esperar mucho de una revitalización de la demanda de importación del Japón. También las inversiones japonesas en la región se han reducido enormemente. Si Japón entra en un largo período de recesión, esto significaría perspectivas económicas más sombrías para el conjunto de la región, especialmente para sus interlocutores comerciales más próximos.
Suponiendo que se introduzcan las debidas correcciones de política y reformas institucionales, las razones que impulsaron el rápido crecimiento en el pasado deberían volver a hacerlo también en el futuro.
 En cualquier caso, se tardará bastante tiempo antes de que los países de la región vuelvan a alcanzar tasas de crecimiento comparables a las del pasado reciente. Para algunas economías esta recuperación será más larga que para otras, pero suponiendo que se introduzcan las debidas correcciones de política y reformas institucionales, las razones que impulsaron el rápido crecimiento en el pasado deberían volver a hacerlo también en el futuro.

 El crecimiento económico de China se ha desacelerado continuamente desde 1992, a medida que se han realizado esfuerzos para evitar el recalentamiento de la economía mediante medidas fiscales, monetarias, de precios y créditos. En 1997 el crecimiento económico fue del 8,8 por ciento. Aunque la crisis financiera padecida en Asia en 1997 no afectó inmediatamente a China, podría surtir efectos a plazo medio al debilitarse la demanda de sus exportaciones y encontrar en sus mercados una mayor competencia de países cuyas monedas se han depreciado mucho, así como a causa de la posibilidad de que se reduzca la inversión extranjera. Entre tanto, la intensificación de las medidas para subsanar la debilidad del sector bancario y de las empresas de propiedad estatal podría contribuir a reducir la vulnerabilidad a crisis de este tipo en el futuro.

 Por lo que respecta a la India, en 1997 los efectos del mal tiempo, el descenso de la demanda de productos manufacturados y los atascos de infraestructura provocaron una reducción del crecimiento económico en 1997, ya que el PIB real bajó del 7,5 al 5 por ciento. El déficit de cuenta corriente del país ascendió a más de 2 000 millones de dólares, ya que crecieron las importaciones bajo el impulso de la liberalización del comercio para satisfacer el déficit de producción interna de necesidades básicas, incluidas las alimentarias. Se espera que la economía india crezca entre el 6,5 y el 7 por ciento en 1998 y 1999, respectivamente, ya que limitaciones infraestructurales impedirán un crecimiento más sólido. Es posible que sea necesario depreciar la rupia india para mantener la competitividad exterior
frente a las depreciaciones masivas de las monedas de los países del Asia sudoriental.

La nueva región administrativa especial de Hong Kong sigue funcionando como un centro de servicios financieros y empresariales.
 En las economías recientemente industrializadas (Hong Kong, República de Corea, Singapur, y Provincia China de Taiwán), el crecimiento del PIB real bajó al 6 por ciento en 1997, debido sobre todo al debilitamiento de la actividad exportadora provocado por la reducción de la demanda de productos electrónicos, semiconductores, acero y petroquímicos. La inflación se mantuvo en el 3,5 por ciento. La transferencia de la soberanía de Hong Kong a la República Popular de China se produjo sin problemas a mediados de 1997. La nueva región administrativa especial de Hong Kong sigue funcionando como un centro de servicios financieros y empresariales, si bien la crisis económica de la región y la subida de los tipos de interés han reducido el ritmo de la actividad económica. A fines de 1997, la crisis monetaria y financiera del sudeste asiático se extendió a la República de Corea, que llegó a recurrir a un conjunto de medidas de salvamento dirigidas por el FMI por valor de más de 50 000 millones de dólares, lo que exigió notables reformas de política. Las medidas de política restrictiva implican una contracción de la economía y se prevé que la recuperación completa del ritmo potencial de crecimiento del país tardará al menos dos años. Singapur salió de la crisis financiera de la región en mejores condiciones económicas que sus vecinos inmediatos, si bien padeció cierta depreciación monetaria y una caída considerable de su índice de bolsa. Es posible que los efectos de desbordamiento, especialmente de Indonesia, mantengan bajo el crecimiento económico en un futuro próximo. La crisis financiera dejó relativamente indemne a la Provincia China de Taiwán, pero continúan las reformas en los sectores bancario y financiero y la política de estimular actividades de alta tecnología.
El sudeste de Asia padeció los efectos físicos del fenómeno

 El Niño y las consecuencias económicas de la crisis financiera en 1997 y comienzos de 1998. El crecimiento económico disminuyó de más del 7 a menos del 4 por ciento. En Camboya los resultados económicos fueron poco brillantes, ya que el crecimiento del PIB real fue de apenas el 2 por ciento, la inflación superó el 9 por ciento y los ingresos presupuestarios no alcanzaron el 10 por ciento del PIB. No obstante, la agricultura es el mayor sector de la economía de Camboya y su tasa de crecimiento en 1997 subió al 4,9 por ciento tras un crecimiento de apenas el 1,8 por ciento en 1996. Indonesia, pese a que los elementos fundamentales macroeconómicos fueron favorables, se vio particularmente afectada por la crisis económica a fines de 1997, como se ha señalado ya. El país se halla sometido actualmente a reformas económicas completas en el contexto de un conjunto de medidas internacionales de rescate por un valor aproximado de 40 000 millones de dólares. En la República Democrática Popular Lao continuó el crecimiento económico constante en 1997, pero el comercio y la moneda se resintieron de la crisis de la vecina Tailandia que es su principal interlocutor comercial. En Malasia, el crecimiento económico se redujo al 7,5 por ciento en 1997 ya que la crisis financiera provocó una depreciación masiva del ringgit y un pronunciado descenso de los valores en la bolsa. Las medidas fiscales y monetarias introducidas en respuesta a la crisis durante la segunda parte del año contribuyeron también a limitar el crecimiento. Myanmar continuó el lento proceso de introducción de una economía de mercado, y su ingreso en la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental (ASEAN) debería mejorar su integración en las economías regional y mundial. El prolongado período de elevado crecimiento registrado en Tailandia terminó bruscamente, llegando a convertirse en un crecimiento ligeramente negativo en 1997, en que el colapso del baht tailandés precipitó la crisis monetaria y financiera regional. Las reformas emprendidas gracias al conjunto de medidas de asistencia internacional han procedido bien y se prevé que, tras otro crecimiento negativo en 1998, la economía volverá a un crecimiento positivo, si bien ligero, en 1999. Viet Nam obtuvo un notable crecimiento económico del 9,2 por ciento en 1997, apoyado en el desarrollo de la agricultura y la industria. Es probable que el crecimiento sea más moderado en 1998 ya que el país sufrirá también las consecuencias de los acontecimientos registrados en otras partes de la región.

 En el Asia meridional, el crecimiento económico descendió por debajo del 5 por ciento en 1997, tras haberse logrado un promedio del 6,8 por ciento de 1994 a 1996. Las diferencias entre las tasas de inversión y las de crecimiento de la agricultura y las manufacturas explican las amplias divergencias de crecimiento entre las economías de la subregión. En Bangladesh creció rápidamente la agricultura, pero quedó retrasada la manufacturación, por lo que el crecimiento general fue del 5,7 por ciento. Los escasos aumentos de los precios de los alimentos contribuyeron a mantener la tasa de inflación del país en torno al 4 por ciento. En Nepal el crecimiento del PIB bajó al 4,3 por ciento en 1997, debido principalmente a la desaceleración de los sectores no agrícolas como consecuencia de las limitaciones de infraestructura y capacidad humana. La tasa de crecimiento del Pakistán descendió al 3,1 por ciento en 1997 y el país experimentó desequilibrios macroeconómicos cada vez mayores, ya que tanto el déficit fiscal como el de cuenta corriente aumentaron a alrededor del 6 por ciento de PIB. Sri Lanka experimentó un rápido crecimiento tanto de la agricultura como de la manufacturación, lo que contribuyó a elevar su tasa de crecimiento general a la notable cifra del 6,3 por ciento, mientras que la inflación se mantuvo a nivel de un único dígito.
 

Rendimiento y problemas de la agricultura

 En general 1997 fue un año agrícola desfavorable para la región. En efecto, la tasa de incremento de la producción agrícola bajó a sólo el 2,6 por ciento10, que representa el nivel más bajo registrado en los años noventa y es sólo la segunda vez en el mismo período que la producción agrícola crece menos del 4 por ciento. Contribuyó a ello el hecho de que bajó la tasa de crecimiento de la producción agrícola en la mayoría de los principales países de la región, como China, India, Bangladesh, Viet Nam, Filipinas, Myanmar, Malasia y Camboya, y llegó incluso a disminuir, en la cifra estimada del 2 a 3 por ciento, en Indonesia. Aumentó en Pakistán, la República de Corea, Nepal y Sri Lanka, si bien en este último la mayor parte del incremento constituyó una recuperación del pronunciado descenso experimentado en 1996.
Si bien en la República Popular de China se lograron cosechas extraordinarias de cereales por tercer año consecutivo, en varios otros países la sequía y las inundaciones redujeron la producción agrícola.
 En la República Popular de China, las cosechas extraordinarias de cereales logradas por tercer año consecutivo contribuyeron al fuerte, si bien moderado en comparación con años anteriores, crecimiento económico y a la reducción de la inflación en 1997. Las medidas introducidas desde 1995 con arreglo a la «política de sacos de cereales», tales como el incremento de la inversión pública en la agricultura y la subida de los precios de adquisición mantuvieron el crecimiento de la agricultura en el 4 por ciento, después de dos años en que se había logrado una tasa del 7 por ciento aproximadamente. La producción de cereales que totalizó 441 millones de toneladas fue inferior a la de 1996, pero fue la segunda mayor de todos los tiempos. Desde 1994 se ha incrementado en varios millones de hectáreas la superficie dedicada a los cereales, incremento que ha sido especialmente notable en las provincias costeras.

 En la India la agricultura representa algo más de la cuarta parte del PIB, pero la producción creció algo más del 1 por ciento en 1997, debido a la llegada tardía de los monzones en algunas zonas y a las fuertes lluvias impropias de la estación padecidas en otras zonas. El Gobierno de la India, aplicando la primera gran liberalización del comercio de productos agrícolas desde que empezaron las reformas actuales, liberalizó total o parcialmente las importaciones de 150 productos alimenticios y redujo los aranceles máximos del 50 al 40 por ciento. Al mismo tiempo, este país sigue siendo un notable exportador neto de productos agrícolas y normalmente es autosuficiente en cereales de consumo humano. El Gobierno ha empezado a preocuparse también por el costo creciente de las subvenciones, incluidas las del sector agrícola, sobre todo las concedidas a los cereales de consumo humano, los fertilizantes, así como las subvenciones sustanciales para el agua y la energía. La reducción de estas subvenciones fomentaría una mayor eficiencia en el uso de los insumos y la distribución de los cereales, pero podría repercutir negativamente en la equidad y ser difícil de aplicar políticamente.

 En Bangladesh, la expansión de la producción agrícola fue del 1 por ciento, después de dos años de un notable crecimiento del 4,5 por ciento, impulsado por la mayor disponibilidad de insumos y crédito rural. La agricultura sigue representando alrededor de la tercera parte del PIB y más de los dos tercios del empleo. Sin embargo, la producción alimentaria y agrícola apenas ha mantenido el paso del crecimiento demográfico durante los años noventa, por lo que más de la mitad de la población se halla bajo la línea de pobreza en cuanto a acceso a los alimentos y está muy difundida la malnutrición materno-infantil. Persiste además el riesgo de que disminuya la competitividad del país en lo relativo a las exportaciones de productos que requieren mucha mano de obra, tales como prendas de vestir y alimentos congelados, debido a las grandes depreciaciones de las monedas del Asia sudoriental.

 En Indonesia, la sequía provocada por el fenómeno El Niño unida a los incendios forestales con todas sus consecuencias, hicieron bajar la producción agrícola. Esto, junto con la masiva depreciación de la rupia, provocó notables subidas de los precios de los alimentos. El Gobierno respondió a la sequía con actividades de siembra de nubes, suministro de semillas gratuitas a los agricultores cuyas cosechas de productos alimenticios (especialmente arroz) se habían perdido y la distribución de motocultivadoras para acelerar la siembra de la cosecha principal de arroz en las zonas productoras. Sin embargo, se pronostica que la producción arrocera de este año será notablemente inferior a la ya reducida de 1997. Se necesita asistencia internacional en gran escala para colmar el déficit de arroz. El Gobierno proyecta importar alrededor de 1,5 millones de toneladas, pero quedaría por colmar un déficit estimado en 2 millones de toneladas.

 En la República Popular Democrática de Corea, la grave sequía del verano de 1997 y el destructor tifón, catástrofes que se produjeron después de dos años sucesivos de inundaciones, crearon una situación alimentaria desesperada caracterizada por graves dificultades y un rápido descenso de los niveles nutricionales de la población. Además, los efectos de los tres años consecutivos de catástrofes naturales se han acentuado a causa de los problemas estructurales de la economía y del sector agrícola. Por todo ello, la producción de cereales del país que había alcanzado un máximo de 7,1 millones de toneladas en 1986, se redujo a 5 millones de toneladas en 1994, a 4,5 millones en 1996 y a un nivel estimado en 3,7 millones en 1997.

 En la República Democrática Popular Lao la mejora general de las condiciones atmosféricas, pese a las inundaciones que han afectado a ciertas zonas, y el aumento de los incentivos para la producción agrícola han hecho aumentar en 1997 el crecimiento del sector agrícola, que continúa representando más de la mitad del PIB. La importante agricultura de subsistencia contribuyó a compensar en cierta medida los efectos de la crisis regional en la economía real, pero los acontecimientos de Tailandia, unidos a los efectos de las inundaciones, crearon una presión al alza de los precios agrícolas.

 En Myanmar las graves inundaciones padecidas a mediados de 1997 destruyeron las cosechas de arroz en 1,2 millones de ha, lo que provocó una subida de los precios de los alimentos y una inflación general. A comienzos de septiembre, el Gobierno se vio obligado a solicitar socorros alimentarios de urgencia de las Naciones Unidas y, para incrementar la producción arrocera y posiblemente las exportaciones, en noviembre sustituyó el sistema de adquirir directamente el arroz de los agricultores en virtud de un sistema de cupos, con un sistema de compras mediante subasta por propuesta sellada.

 En Nepal la parte de la agricultura en el PIB ha bajado a un 41 por ciento aproximadamente, pero el 80 por ciento de la fuerza de trabajo sigue dependiendo de la agricultura para su subsistencia. Por esta razón el crecimiento del 3 por ciento registrado en la producción agrícola en 1997 benefició a una gran parte de la población. Se espera que la aplicación del Plan prospectivo para la agricultura compense en parte los efectos del tiempo desfavorable padecido a comienzos de 1998, pero se teme que se reduzca el crecimiento de la producción agrícola.

 En Pakistán, el crecimiento de la producción agrícola en 1997 fue del 2 por ciento, lo que se debió a las precipitaciones impropias de la estación y a las plagas y virus del algodón, así como a los efectos de la baja productividad. Disminuyó la producción de cultivos importantes como algodón, caña de azúcar y trigo. La reducción de la producción de algodón contribuyó también al descenso de las exportaciones. Para mejorar el rendimiento del sector agrícola y reducir las importaciones de productos agropecuarios, el Gobierno anunció un conjunto completo de incentivos, que incluye precios de sostenimiento más elevados, reducciones de los precios de los insumos, una ampliación del crédito agrícola y la mejora de los sistemas de riego y drenaje.

 En Filipinas las sequías provocadas por El Niño y la caída del peso hicieron que el crecimiento agrícola en 1997 fuese apenas del 0,4 por ciento. Sin embargo, la agricultura emplea al 40 por ciento aproximadamente de la fuerza de trabajo, cifra que probablemente disminuirá en 1998 en que se dejarán sentir todas las consecuencias del fenómeno El Niño.

 El sector agrícola de Sri Lanka se recuperó en 1997 con un crecimiento del 7 al 8 por ciento de la producción, debido a condiciones atmosféricas favorables. Creció también el valor de las exportaciones agrícolas gracias a los aumentos de los precios del té y el coco, así como al ligero crecimiento de su volumen.

El buen rendimiento económico de Tailandia en los últimos años ha incrementado y diversificado la demanda de productos agrícolas por parte de los consumidores; sin embargo, la actual crisis financiera puede reducir la demanda interna y subir los precios de los insumos agrícolas importados.
 La sequía provocada por El Niño afectó también a la producción agrícola de Tailandia que en 1997 creció sólo marginalmente en su totalidad, mientras que se estima que la de cereales disminuyó un 3 por ciento. El buen rendimiento económico del país en los últimos años hasta mediados de 1997 ha incrementado y diversificado la demanda de productos agrícolas por parte de los consumidores. Al mismo tiempo, las exportaciones agrícolas, especialmente las de arroz, azúcar, productos pesqueros, caucho y carne de pollo, han contribuido al rápido crecimiento económico. La actual crisis financiera amenaza este crecimiento sinérgico mediante la reducción de la demanda interna y la subida de los precios de los insumos agrícolas importados. Por otra parte, la depreciación del baht podría elevar la competitividad de las exportaciones de Tailandia, especialmente las de productos básicos que requieren pocos insumos importados.

 En Viet Nam, la cosecha de arroz, que es el alimento básico, la principal actividad agrícola y un producto importante de exportación, se libró de los peores efectos del fenómeno El Niño y la producción agrícola aumentó el 1,5 por ciento. Durante la primera mitad de 1997 bajaron los precios del arroz y otros alimentos lo que contribuyó a la reducción de la inflación.
 

Problemas y perspectivas de la agricultura regional

Las depreciaciones monetarias y la mayor disponibilidad de excedentes para la exportación como consecuencia de la reducción del consumo elevarán también la competitividad de las exportaciones.
 La imprevista crisis financiera de Asia está cobrando un pesado tributo a la región, especialmente en Indonesia, la República de Corea, Malasia, Filipinas, y Tailandia. Sus consecuencias se dejarán sentir en todos los sectores de estas economías, incluido el agrícola. Las depreciaciones de las monedas y la reducción de los ingresos están debilitando la demanda de importación. Por otra parte, las depreciaciones monetarias y la mayor disponibilidad de excedentes para la exportación como consecuencia de la reducción del consumo elevarán también la competitividad de las exportaciones. A nivel mundial, es probable que se perciban estos efectos en los mercados del maíz, la carne bovina, la harina de soja, las frutas de clima templado, el algodón y los cueros y pieles, ya que disminuirán las necesidades de los países de Asia de importar estos productos, y que se reduzcan las exportaciones de frutas tropicales y caucho de la región. Un factor que dificulta la predicción de los cambios cuantitativos es que la crisis ha reducido la disponibilidad de financiación del intercambio comercial en la mayoría de los países afectados, si bien los países donantes y las instituciones financieras multilaterales están tratando de aliviar la carga con créditos para la exportación y préstamos a los bancos de exportación e importación de la región.

 En cuanto a los cereales, se prevé que las consecuencias de la crisis afectarán principalmente a los cereales secundarios, sobre todo al maíz, ya que la reducción de la demanda de carne hará que disminuya la demanda de importación en un volumen estimado en 2 a 3 millones de toneladas. Las importaciones de trigo, alimento básico en la región, no disminuirán probablemente más de 1 millón de toneladas, lo que ejercerá un efecto mínimo a nivel mundial. Tampoco se prevé que la crisis financiera afecte mucho al mercado mundial del arroz, si bien las sequías causadas por El Niño podrán provocar aumentos de las importaciones en Indonesia, Malasia, y Filipinas en 1998. Esto podría beneficiar a Tailandia y posiblemente a Viet Nam, si bien la presión sobre el precio del arroz en dólares EE.UU. será moderada a causa de la depreciación del baht tailandés. No es probable que aumenten mucho las exportaciones de yuca y sus derivados ya que los excedentes exportables son escasos a causa del tiempo desfavorable.

 Se teme que la crisis financiera tenga graves consecuencias para la demanda de carne de la región especialmente la de carne bovina, la cual tiene una elevada elasticidad precio e ingresos. La reducción de la demanda de carne bovina en la región podría ser suficiente para debilitar los precios mundiales en 1998 e incluso más en 1999, si se prolongara la crisis. La demanda regional de carnes de cerdo y aves se satisface en gran medida con la producción interna, por lo que los efectos en los mercados mundiales serán escasos, si bien podría registrarse cierta desviación del comercio provocada por los cambios en la demanda y en la competitividad, como lo demuestra la entrada reciente de Tailandia en el sector de la carne de aves del Brasil. El comercio regional de carne de ovino representa también una pequeña parte del comercio mundial y no es probable que influya en los mercados mundiales, salvo quizás mediante efectos de sustitución al variar los precios relativos de otras carnes.

 Los aceites vegetales son alimentos básicos en la región, por lo que no es probable que los cambios en los ingresos y precios influyan mucho en su consumo. Sin embargo, al reducirse la demanda de carne se producirá también un descenso en la de harinas y tortas oleaginosas que son piensos importantes. Podría registrarse en la región una demanda de harina de soja de China e India mayor que de la del Brasil y Estados Unidos, que es relativamente más costosa. También es posible que se sustituya la harina de soja con harinas de copra y palmiste que son más baratas o de producción nacional. A nivel mundial, es probable que las repercusiones en el comercio de harinas oleaginosas consistan principalmente en una desviación del comercio, puesto que la mayor competitividad del Asia sudoriental ejercerá pocos efectos hasta que se vuelva a disponer de excedentes para la exportación.

 La reducción de la demanda de productos lácteos en la región afectará principalmente a las exportaciones de leche en polvo procedentes de Australia y Nueva Zelandia. En cambio, la menor demanda de bebidas tropicales ejercerá pocos efectos en los mercados mundiales, pues la suma de las importaciones que efectúan los cinco países más afectados representa solamente entre el 1 y el 3 por ciento del total mundial. Es posible que uno de los productos menos afectados sea el té, cuya demanda tiene una baja elasticidad precio e ingresos, mientras que aumentará mucho la demanda de café en la región, pero esto dará lugar solamente a un ligero crecimiento a nivel mundial. Se señala que la cosecha de café de Indonesia se redujo en un 30 por ciento en 1998 a causa de la sequía provocada por El Niño, pero cuando el tiempo vuelva a ser más favorable cabe esperar que la mayor competitividad del país favorezca el crecimiento de las exportaciones, suponiendo que para entonces se disponga de una financiación del comercio. Se espera que se mantenga fuerte la demanda regional de cacao en grano para la elaboración, teniendo en cuenta la mayor competitividad de las exportaciones y la gran capacidad de elaboración instalada.

 Aunque el consumo de azúcar en los hogares es relativamente poco sensible a las fluctuaciones de los precios e ingresos, la demanda de azúcar industrial resultará más afectada, lo que ejercerá una presión a la baja en los precios. La producción azucarera de Tailandia se redujo de forma pronunciada en 1997 y no es probable que se recupere totalmente en 1998, lo que impedirá aprovechar las ventajas de competitividad de este producto causadas por la depreciación del baht.

 Es de prever que disminuyan considerablemente las importaciones de frutas y hortalizas cuya elasticidad precio e ingresos es elevada, sobre todo las de frutas de clima templado y hortalizas de fuera de la región. Por otra parte, aumentarán las exportaciones de frutas tropicales, posiblemente desplazando a algunas exportaciones africanas y latinoamericanas en los mercados europeo y norteamericano.

 Por lo que respecta a las materias primas agrícolas, se puede prever que los países afectados importarán menos algodón, lo que repercutirá en cierta medida en los precios mundiales. La demanda de caucho natural se ha reducido a causa de la caída de la demanda de automóviles, mientras que la mayor disponibilidad de mano de obra rural hará que aumente la oferta y bajen los precios mundiales del caucho. La demanda mundial de cueros y pieles resultará afectada negativamente, especialmente en la República de Corea que es el segundo mayor importador

 mundial, ya que la escasa disponibilidad de capital circulante y divisas contrarrestará con creces la mayor competitividad de sus exportaciones de productos acabados.
La mayor o menor incidencia de los numerosos efectos pequeños (y los pocos efectos mayores) de la crisis regional en los mercados mundiales dependerá de varios factores. Los principales de ellos son la amplitud y profundidad de la crisis que todavía no se ven con claridad, la evolución futura de los tipos de cambio y políticas comerciales y la facilidad con que se reanudarán las corrientes del crédito, especialmente para las empresas de productos elaborados. La rapidez y la medida de la recuperación variarán de un país a otro, pero contribuirán a colocar el futuro crecimiento económico sobre un fundamento institucional más sólido.
 


 

RECUADRO 6
DESCENTRALIZACIÓN FISCAL EN PAKISTÁN
Por término medio, durante los 10 últimos años, el gobierno federal percibía el 89 por ciento de todos los ingresos fiscales, mientras que la parte de los gobiernos provinciales y municipales era respectivamente del 5 y 6 por ciento. El gobierno federal realiza el 74 por ciento del gasto ordinario frente al 23 por ciento los gobiernos provinciales y el 4 por ciento los locales. Las transferencias fiscales y gubernamentales se realizan, en primer lugar, desde el gobierno federal a los provinciales, en segundo lugar, desde los gobiernos provinciales a los locales, en tercer lugar, desde el gobierno federal a los locales y, en cuarto lugar, de gobierno local a gobierno local.

Una de las formas más importantes de transferencias fiscales del gobierno federal a los provinciales es la repartición de los impuestos recaudados por el gobierno federal. La participación provincial en los ingresos divisibles se ha basado tradicionalmente en dos parámetros: el tamaño de la población y la cuantía recaudada. También el gasto del desarrollo de los gobiernos provinciales se financia en gran medida mediante el Programa anual de desarrollo del Gobierno federal. El 90 por ciento de dicho programa se distribuye entre las provincias con arreglo a la población, mientras que el restante 10 por ciento se destina a dos provinci as más atrasadas, la provincia de la Frontera Noroccidental y Baluchistán.

Cada gobierno local participa en los ingresos según lo que ha contribuido a la recaudación total de impuestos. No hay hasta ahora ninguna repartición de los ingresos entre los gobiernos provinciales y los locales rurales. La segunda diferencia fundamental en las transferencias fiscales es la falta de acceso de los gobiernos locales a las compensaciones por déficit en los ingresos, a diferencia de lo que ocurre con los gobiernos provinciales. Las donaciones de ayuda que se reciben de los gobiernos provinciales son de carácter específico y se utilizan en general para financiar gastos ordinarios de enseñanza, salud, etc. Cualquier déficit que se produzca en estos gastos ordinarios deberá ser financiado por el mismo gobierno local.

Por consiguiente, durante los últimos 15 años aunque ha aumentado, por una parte, la dependencia de los gobiernos provinciales con respecto al federal en los gastos tanto ordinarios como de desarrollo, por otra, los gobiernos locales (tanto urbanos como rurales) han tenido que depender más de sus propios recursos para el cumplimiento de sus obligaciones. La falta de un mayor apoyo financiero de los gobiernos provinciales puede atribuirse al empeoramiento de su situación financiera al cabo del tiempo.
Aunque las disposiciones de repartición de los ingresos han beneficiado a los cuatro gobiernos provinciales de Pakistán, la medida de los beneficios varía mucho entre las provincias, y algunas de las anomalías quizá dependen de la falta de innovación en la fórmula de repartición de los ingresos y de la exclusión de consideraciones importantes como el retraso en el desarrollo, la urbanización, la superficie de tierras, etc.

Como consecuencia de todo ello, puede deducirse que el proceso de descentralización y devolución de funciones será incompleto si, al mismo tiempo, no se modifica la relación entre los gobiernos provinciales y locales. El fortalecimiento de los gobiernos locales es el último paso que queda por dar en el proceso de descentralización. Sin él, quedará en gran parte sin conseguirse el objetivo de hacer participar a la población en la gestión de sus propios asuntos.
 
 

Fuente: Q. Masood. 1997. Design of intergovernmental fiscal relations and international finance institutions’ allocations for rural development. Documento presentado a la Consulta técnica sobre descentralización, 16-18 de diciembre de 1997, FAO, Roma.
 


 

RECUADRO 7
DESCENTRALIZACIÓN FISCAL EN CHINA
Un estudio empírico sobre los efectos de la descentralización fiscal en el desarrollo rural de China se basó en series de datos a dos niveles. El primero era a nivel provincial, y abarcaba 28 provincias durante el período de 1970 a 1993, mientras que el segundo se realizó a nivel de comarcas, incluyendo 10 comarcas de cada una de tres provincias durante el período de 1970 a 1995. Los principales resultados fueron:

• La descentralización fiscal redujo los ingresos presupuestarios reales de los gobiernos comarcales, pero elevó los obtenidos por los gobiernos provinciales. Esto ocurrió pese a que se observó de que la descentralización política y la adopción de un sistema de responsabilidad en el hogar habían entorpecido la capacidad de recaudar impuestos tanto de los gobiernos provinciales como de los comarcales.

• La descentralización fiscal contribuyó al crecimiento económico a nivel comarcal, pero no a nivel provincial. A nivel comarcal, se encontró que la descentralización fiscal tenía una correlación positiva, pero no significativa, con los ingresos totales, mientras que la correlación con los ingresos agrícolas era positiva y significativa. Esto indica que, para ejercer un efecto positivo en el crecimiento económico, es preciso descentralizar los recursos fiscales y la adopción de decisiones a nivel de gobierno comarcal y no sólo de gobierno provincial. En efecto, muchas provincias de China son mucho mayores que la mayoría de las comarcas; por ello, los gobiernos provinciales pueden no conocer muy bien las condiciones y necesidades a nivel local. Además, debido a las distorsiones de precios y a la función del Gobierno como inversor en la economía interior, una mayor autonomía puede estimular a los gobiernos provinciales a invertir en industrias que duplican a otras industrias provinciales protegidas, mientras que se abandona la inversión en proyectos agrícolas.

• La descentralización política y el sistema de responsabilidad en los hogares influyen positivamente en el crecimiento económico a nivel comarcal. Tanto la descentralización política como el sistema de responsabilidad en los hogares dan a los actores privados un mayor campo de iniciativa que estimula el crecimiento económico.

• Salvo en lo que respecta a la matriculación en escuelas superiores a nivel provincial, la descentralización fiscal causa efectos insignificantes en los distintos indicadores del desarrollo y en el desarrollo rural a nivel provincial y comarcal.

• El sistema de responsabilidad en los hogares mostró una relación positiva con el número de médicos y enfermeros a nivel provincial. Ninguna otra medida de descentralización ejerció efectos positivos significativos en los indicadores del desarrollo a nivel provincial o comarcal.

• Estos resultados sugieren que, aunque la descentralización influyó positivamente en el crecimiento económico, en general estos efectos no se extendieron a otras dimensiones del desarrollo.

• El estudio concluye indicando las lecciones de la experiencia de China con respecto a la descentralización. Para asegurar que la descentralización surta los efectos deseados en el desarrollo rural del país, se necesitan reformas de la función del Gobierno en la economía. El hecho de que el Gobierno posea y ejerza actividades económicas con fines de lucro no favorece el éxito de la descentralización, lo que sí ocurriría si concentrara sus esfuerzos en el suministro de bienes públicos. Por último, la descentralización, para ser realmente eficaz, debería realizarse a nivel de gobierno más bajo posible, que en China es el comarcal.
 
 

Fuente: Lin Justin, Zhiqiang Liu y Funing Zhong. 1997. Fiscal decentralization and rural development in China. Documento presentado a la Consulta técnica sobre descentralización, 16-18 de diciembre de 1997, FAO, Roma.
 


 

Experiencias en materia de descentralización fiscal

Como en otras regiones, varios países de Asia han tratado de aprovechar los beneficios de la descentralización para intensificar el desarrollo regional y rural. Una razón aducida frecuentemente y documentada en todo el mundo de los resultados insuficientes de tales esfuerzos es la falta de descentralización financiera para sostener el intento de devolución de responsabilidades a niveles inferiores al del Gobierno central. A este respecto, es interesante señalar aquí las diferentes experiencias de Pakistán y China en la descentralización fiscal (véanse los Recuadros 6 y 7).

 Desde 1979 se han emprendido en China importantes reformas encaminadas a la descentralización. La descentralización fiscal ha sido parte de ellas, lo mismo que las reformas en las disposiciones financieras entre las empresas gubernamentales y estatales y entre los gobiernos central y locales. Los efectos de la descentralización fiscal y otras medidas de reforma sobre el desarrollo rural han sido objeto de un estudio empírico (Recuadro 7).
 

MALASIA

 
MAPA 6
MALASIA
 
 

Características generales

 Malasia es un país con notables diversidades en su geografía y su población. Tiene una superficie de 32 millones de ha, dividida entre la península meridional del sudeste de Asia (Malasia occidental) y los estados de Sarawak y Sabah (Malasia oriental) que forman parte de la isla de Borneo en el mar de China meridional. Casi el 70 por ciento de la superficie es forestal, gran parte de ella es montañosa y una pequeña parte está formada por tierras de cultivo regadas. El clima es ecuatorial con elevadas precipitaciones durante las dos estaciones monzónicas.

 Los países vecinos de Malasia son Tailandia, que limita con Malasia occidental al norte, Singapur, que queda justo al otro lado del estrecho en la punta sur de Malasia occidental, y Borneo, que es un estado de Indonesia. Debido a su ubicación, Malasia es un país con notable diversidad étnica, religiosa y cultural. A mediados de 199611, tenía una población de 21,2 millones de habitantes, de los cuales 12 millones eran malayos, 5,3 millones chinos y 1,5 millones indios. Su población incluye también alrededor de 1,3 millones de trabajadores inmigrantes procedentes en su mayoría de los países vecinos del Asia sudoriental.
 

Perspectiva histórica del desarrollo económico

 Malasia ha sido uno de los ejemplos mundiales de éxito económico en los últimos tres decenios. En 1970, su PIB per cápita era de sólo 1 049 ringgit ($M) (342 dólares EE.UU.), mientras que en 1997 había ascendido a 11 303 $M (4 316 dólares)12. Este crecimiento económico general fue acompañado de una pronunciada reducción de la tasa de pobreza que disminuyó del 38 por ciento de la población en 1970 al 15 por ciento en 199513. Padecía pobreza máxima (según la definición de línea de indigencia del Banco Mundial) sólo el 2,1 por ciento de la población total. Disponían de electricidad alrededor del 88 por ciento de los hogares urbanos y el 72 por ciento de los rurales. Unos dos tercios de los hogares rurales y el 96 por ciento de los urbanos tenían acceso a servicios como agua potable, asistencia sanitaria y educación.

 Estos extraordinarios logros económicos se deben en gran medida a una serie de decisiones de política económica a partir de la Nueva Política Económica iniciada en 1971, cuya finalidad principal era erradicar la pobreza en todos los grupos de población y aliviar las tensiones mediante la reducción de las barreras ocupacionales basadas en los grupos étnicos. Otros de los objetivos eran incrementar la productividad del sector rural mediante técnicas modernas y mejores servicios; facilitar la movilidad laboral entre los distintos sectores mediante la educación y la capacitación; y prestar servicios sociales subvencionados a las personas de bajos ingresos14. Por último, Malasia cambió sus políticas comerciales pasando de la sustitución de importaciones al fomento de la exportación de productos que se exportaban ya, tales como caucho, petróleo, estaño, aceite de palma, cacao, productos forestales y pimienta. Se crearon incentivos fiscales para fomentar la inversión en industrias básicas exportadoras y para desarrollar capacidad de elaboración de los productos primarios a fin de incrementar las exportaciones de productos con mayor valor.

Desde 1971, Malasia ha conocido un aumento de los ingresos y sueldos, precios estables, crecimiento del ahorro y las tasas de inversión, una economía cada vez más orientada a manufacturas y servicios, y el desarrollo del comercio y la diversificación de las exportaciones.
 El resultado de estos cambios de política ha sido el logro de importantes metas macroeconómicas desde 1971: aumento de los ingresos y sueldos, precios estables, crecimiento del ahorro y las tasas de inversión, una economía cada vez más orientada a manufacturas y servicios, y el desarrollo del comercio y la diversificación de las exportaciones. El rápido crecimiento económico, cuyo promedio fue del 6,7 por ciento al año entre 1970 y 1990 y superior al 8 por ciento al año desde 1990 hasta 1996 inclusive, se ha producido sin provocar inflación. Los precios subieron alrededor del 3 por ciento al año desde 1980, lo que representa tasas notablemente inferiores a las registradas en muchas otras economías en rápido crecimiento. La crisis financiera de 1997 ha ejercido una mayor presión en los precios, ya que las importaciones cuestan más. Aún así, según proyecciones de fuentes privadas, la subida de los precios al consumidor será del 7,5 por ciento en 1998 y menor del 5 por ciento en 199915.

 En el Cuadro 5 se muestra el cambio estructural en la economía de Malasia desde 1970 hasta 1995. La importancia de la agricultura disminuyó del 29,9 por ciento del PIB en 1970 al 13,6 por ciento en 1995, debido a que, aunque su tasa de crecimiento anual fue superior al 4 por ciento durante los dos decenios terminados en 1990, y de un 2 por ciento en los años noventa, otros sectores crecieron con rapidez mucho mayor. La manufacturación, las finanzas, el transporte y las comunicaciones y los servicios gubernamentales crecieron más rápidamente que la agricultura y aportaron una contribución mayor al PIB en 1995.
 

CUADRO 5

Producto interno bruto por sector de origen 1

 
Sector
1970
 1980
1990
(millones de $M)
(%)
(millones de $M)
(%)
(millones de $M)
(%)
Agricultura, montes, ganadería y pesca 
5 949
29.9
14 829
18.7
16 406
13.6
Industria
6 423
32.2
33 368
42.2
83 289
69.2
Servicios
7 507
37.7
31 954
40.4
50 358
41.9
PIB al costo de los factores
19 929
 
79 103
 
120 316
 

1 A los precios de 1978.

 Dos decenios de fuerte crecimiento han creado presiones en los recursos productivos de Malasia. La principal de ellas ha sido la escasez de mano de obra, que ha elevado el costo real del trabajo cualificado y sin cualificar, y ha inducido a trasladar algunos tipos de manufacturación a países vecinos donde los costos de la mano de obra son inferiores. La rotación de la fuerza de trabajo ha sido elevada, ya que los trabajadores pasaban de un trabajo a otro mejor remunerado y el sueldo medio subió más rápidamente que las tasas de productividad antes de la crisis financiera.

 La escasez de trabajadores no cualificados en relación con la demanda creciente afectó sobre todo a la agricultura, la construcción y los servicios domésticos. Esto provocó la afluencia de mano de obra extranjera, procedente sobre todo de Indonesia, Bangladesh y Filipinas. En 1995, se concedió en Malasia un total de 650 000 permisos de trabajo16, pero se considera que es igual el número de trabajadores extranjeros residentes ilegalmente en el país.17

Las subidas de los sueldos determinaron la erosión de la competitividad de Malasia en cuanto a los precios en los mercados internacionales.
 Las subidas de los sueldos en algunos sectores provocaron aumentos también en otros y la competitividad de Malasia en cuanto a los precios se fue erosionando en los mercados internacionales. La escasez de mano de obra y su costo más elevado llegó a obligar a algunas industrias a trasladar actividades de manufacturación a países vecinos, como Indonesia y Filipinas, donde hay mayor abundancia de trabajadores con sueldos inferiores. La reciente devaluación monetaria ha aliviado por el momento la presión de los costos en algunas de estas industrias. Sin embargo, en comparación con los países donde los sueldos son bajos, el ringgit se ha depreciado sólo frente al renmingbi de China, mientras que ha mantenido su valor con respecto al baht tailandés y al peso filipino y se ha apreciado mucho en relación con la rupia indonesia.

 La situación de Malasia ha cambiado, ya que ha dejado de ser un suministrador a bajo costo de productos básicos manufacturados con alto coeficiente de mano de obra, para convertirse en un país en proceso de desarrollar capital humano y capacidad técnica para producir bienes y servicios con mayor valor añadido.
 

Estructura de la agricultura malasia

La agricultura malasia, definida en términos generales, incluye cultivos perennes y alimentarios, así como las actividades ganaderas, pesqueras y forestales. En el Cuadro 6 se muestra el valor añadido por cada uno de estos sectores durante la primera mitad de los años noventa. Los cultivos perennes representan la mayor parte de la producción agrícola de Malasia ya que en 1995 les correspondió el 57 por ciento del valor añadido total de la agricultura. Pertenecen a este grupo los tres principales productos de exportación: caucho, aceite de palma y cacao. El aceite de palma es con mucho el principal y fue el único de los tres cuya tasa de crecimiento fue positiva durante el período indicado.

 El grupo de productos alimenticios representaba el 21 por ciento del valor añadido en la agricultura en 1995, siendo los productos pesqueros los más importantes, seguidos de los ganaderos y el arroz. La parte correspondiente a cada uno de ellos registró un crecimiento positivo durante el período. En los productos forestales, medidos por la producción de trozas de aserrío, se registró una reducción media anual del 4 por ciento. Los productos varios, entre los que figuran el tabaco, la piña, frutas y hortalizas, sago, etc. representaron aproximadamente el 10 por ciento del valor añadido en la agricultura, pero su valor en cuanto grupo creció más rápidamente que el de las agrupaciones principales durante el período.
 

CUADRO 6

Valor añadido de la agricultura1, 1990-1995

 
 
1990
 1995
Parte de 1995
Crecimiento
anual medio
(millones de $M)
 (%)
 (%)
Cultivos perrennes
8 585
9 365
57.1
1.7
Caucho 
2 043
1 745
10.6
-3.1
Aceite de palma
5 312
6 801
41.4
5.1
Cacao
1 230
819
5.0
-7.8
Productos alimenticios
2 738
3 502
21.3
4.9
Arroz)
600
666
4.1
2.1
Pecuarios
604
838
5.1
6.8
Pesqueros
1 534
1 998
12.2
3.7
Forestales (trozas)
2 315
1 876
11.4
-4.1
Varios
1 189
1 663
10.1
6.7
Total
14 827
16 406
100.0
2.0

1 A los precios de 1978.
Fuente: Gobierno de Malasia, Economic Planning Unit. 1991 y 1996. Sixth Malaysia Plan, 1991-1995 y Seventh Malaysia Plan, 1996-2000.
Kuala Lumpur, Percetakan Nasional Malaysia Berhad.
 
 

Cultivos perennes: aceite de palma, caucho y cacao18

 En la Figura 28 se muestran los cambios en la superficie dedicada a los tres principales cultivos perennes en Malasia desde 1980. Los datos se dividen entre los sistemas de producción de grandes y pequeñas explotaciones. Las diferencias se examinarán en la sección sobre políticas de asignación de la tierra, pág. 166.
La expansión de la superficie total de cultivos perennes en Malasia se redujo durante los años noventa pues se alcanzaron los límites de disponibilidad de tierras.
La superficie total dedicada a cultivos perennes aumentó de 3 a 4,3 millones de ha entre 1980 y 1990, pero esta expansión se redujo durante los años noventa pues se alcanzaron los límites de disponibilidad de tierras. En 1995, la superficie total dedicada a los tres cultivos había aumentado sólo a 4,5 millones de ha. La superficie de palma aceitera se duplicó durante los años ochenta y ha mantenido el mismo ritmo de expansión durante la primera mitad de los noventa. La desaceleración general se debió a la reducción en cifras absolutas de la superficie dedicada a los otros dos cultivos.

 Se cultiva palma aceitera en alrededor de la tercera parte de la superficie cultivada de Malasia siendo de 1,9 millones de ha la superficie dedicada a ella en la península y 600 000 ha en Sabah y Sarawak. La mayor parte de las nuevas tierras cultivadas con palma aceitera son las de Malasia oriental, ya que en la península se dispone de muy pocas tierras para el desarrollo agrícola. La producción de aceite de palma sin refinar ascendió a 7,8 millones de toneladas en 1995, cifra que representa el 51 por ciento de la producción mundial y el 8,3 por ciento de la producción total de aceites y grasas. Malasia es el mayor productor y exportador mundial de aceite de palma, representando sus exportaciones el 65 por ciento aproximadamente del comercio mundial de este producto. Los ingresos de las exportaciones del aceite de palma y sus derivados ascendieron a casi 13 000 millones de $M en 1995.

 El rápido desarrollo de la industria del aceite de palma puede atribuirse a las buenas condiciones de cultivo y a los precios cada vez más altos en relación con otros productos exportados. Las condiciones climáticas de Malasia han favorecido la adaptación de este cultivo procedente del África occidental y de las regiones tropicales del continente americano (que son el hábitat natural de la palma aceitera). Esto, unido a la fuerte demanda mundial de grasas y aceites registrada en los dos últimos decenios, ha ofrecido un enorme incentivo económico para incrementar la producción.

 Los buenos resultados de la palma aceitera contrastan con los obtenidos de los otros dos principales cultivos perennes, el caucho y el cacao. La producción de caucho natural en 1995 no superó los 1,1 millones de toneladas, frente al máximo de 1,6 millones alcanzado en 1996. El aumento de los costos de la mano de obra ha afectado gravemente sobre todo a las grandes plantaciones, algunas de las cuales han pasado a la producción de palma aceitera que ofrece mejores rendimientos. En la Figura 28 se muestra la reducción de la superficie dedicada al caucho en las plantaciones. Ha habido menos variaciones en la superficie de pequeños productores dedicada a la producción de caucho, ya que el cultivo se adapta muy bien a este tipo de producción gracias a que se puede dedicar parte de la mano de obra del hogar a la extracción y al mantenimiento de los árboles, mientras se trabaja a jornada completa en otras empresas. Por esta razón, las dificultades de los mercados de la fuerza de trabajo han afectado menos a los pequeños productores. La industria del caucho es y seguirá siendo importante en Malasia. El valor de las exportaciones de este producto fue superior a los 4 000 millones de $M en 1995 y, aunque continuará dejando de cultivarse en muchas tierras, hay todavía grandes superficies en las que no hay posibilidades económicas de producir otros cultivos y en las que el caucho es probablemente la elección más rentable.

Aunque el caucho ha dejado de cultivarse en muchas tierras, hay todavía grandes superficies en las que no hay posibilidades económicas de producir otros cultivos y en las que el caucho es probablemente la elección más rentable.
 El cacao (y sus derivados) son el tercer producto de exportación más importante de Malasia ascendiendo a 594 millones de $M el valor de sus ventas en 1996. Fue uno de los cultivos identificados en la estrategia de diversificación de los años setenta, cuando la trayectoria descendente de los precios del caucho y del aceite de palma indujeron al Gobierno a buscar otras formas de incrementar los ingresos de los productores agrícolas, especialmente de los pequeños productores. Durante comienzos de los años noventa, la reducción de los precios mundiales del cacao, el aumento de los costos de la mano de obra y la
disminución de los rendimientos provocada por la plaga de gorgojo del cacao obligaron a reducir la superficie dedicada a este cultivo. En 1996, la producción había bajado a 120 000 toneladas (en grano seco) frente a un máximo de 247 000 toneladas alcanzado en 199019. El 70 por ciento de la producción de cacao de Malasia procede de Sabah.
 
FIGURA 28
SUPERFICIE PLANTADA CON CULTIVOS PERENNES EN MALASIA
 
 

Cultivos perennes: contexto de política


  Ha habido tres series de políticas que han influido en la producción de cultivos perennes: las políticas de asignación de tierras, las políticas comerciales y, recientemente, las políticas de inmigración (que se tratan en la sección sobre cuestiones laborales, pág. 170).

Políticas de asignación de la tierra. Los tres principales cultivos de Malasia –aceite de palma, caucho y cacao– se producen en el subsector de las grandes plantaciones y en el subsector de los pequeños productores. Este último incluye productores independientes o explotaciones privadas y los que participan en planes gubernamentales de fomento. El subsector de las grandes propiedades consiste en explotaciones privadas que emplean mano de obra asalariada (frecuentemente extranjeros) y tecnología moderna y poseen normalmente algunas instalaciones de elaboración o refinado. Muchas de estas plantaciones son propiedad de empresas cotizadas en bolsa.


 

RECUADRO 8
PROGRAMAS DE ASIGNACIÓN DE TIERRAS DE MALASIA
Desde su independencia en 1957, Malasia ha utilizado sus recursos relativamente abundantes de tierras sin roturar como medio de redistribuir los ingresos y mejorar el nivel de vida de la población rural pobre. La finalidad de los programas de asignación de tierras ha sido ofrecer oportunidades de obtener ingresos a los agricultores pobres mediante la producción de cultivos comerciales –caucho, palma aceitera y, posteriormente, cacao–, para la exportación, en lugar de cultivos de subsistencia1.

Son tres los principales programas de asignación de tierras: la Administración federal de fomento de tierras (FELDA), la Administración para el fomento de pequeños productores de caucho (RISDA) y la Administración federal de concentración parcelaria y rehabilitación de tierras (FELCRA). La finalidad fundamental de cada uno de estos programas es estimular la producción de cultivos de exportación, colonizar tierras sin cultivar con hogares de población rural pobre y establecer unidades eficientes de producción vinculando entre sí a los pequeños productores.

FELDA es el mayor y más antiguo plan de colonización. Iniciado en 1956, sus proyectos abarcan ahora 883 000 ha y apoyan a 109 000 hogares. Se han plantado palmas aceiteras en el 76 por ciento de sus tierras, caucho en el 18 por ciento y el resto se dedica a caña de azúcar, cacao y otros cultivos menores.

El método que se sigue fundamentalmente es el de determinar un lugar adecuado de unas 2 000 ha para el asentamiento de 400 familias. Un lugar de estas dimensiones tiene derecho a recibir determinados servicios rurales esenciales, como una clínica, una escuela y un puesto de policía, y justifica la construcción de carreteras rurales, tendido eléctrico y conducción de aguas. Para la elección de los colonos se exige que el solicitante tenga de 21 a 45 años, esté casado, preferiblemente con hijos, no tenga tierras, sea físicamente apto y tenga conocimientos básicos de prácticas agrícolas. FELDA contrata una empresa para desbrozar la tierra y plantar los árboles, en muchos casos estipulando que el contratista emplee a los colonos para realizar parte de los trabajos. Los colonos reciben una dieta hasta que los árboles maduran, normalmente durante tres a cuatro años, después de lo cual se da a cada colono una parcela de 4 ha.

Los colonos suelen trabajar en equipos para mantener y cosechar el producto de un grupo de parcelas. Por consiguiente, los ingresos de un colono dependen de los esfuerzos de su equipo y de la productividad de su propia parcela. Cada colono está obligado a utilizar una parte de sus ingresos para devolver un préstamo de 15 años con el que se sufragó el costo del establecimiento del proyecto. Cuando se ha terminado de reembolsar el préstamo, se le da el título de posesión de la tierra.

Se plantean tres problemas en estos esfuerzos de asignación de tierras:

• Al escasear las tierras disponibles en la península de Malasia, los nuevos proyectos de fomento de tierras se centran en Sabah y, en menor medida, en Sarawak.

• Los organismos tienen costos de administración muy altos. Según una estimación, la proporción entre familias de colonos y funcionarios de FELDA es de 12 a 1.

• Los planes de tierras no atraen ya a los colonos porque éstos disponen de otras formas alternativas de empleo.
 

1 T.S. Bahrin. 1998. Land settlement in Malaysia: a case study of the Federal Land Development Authority Projects. En A.S. Oberai, ed. Land settlement policies and population redistribution in developing countries. Nueva York, Praege
 


 
Los pequeños propietarios trabajan frecuentemente en sus explotaciones a jornada parcial como complemento de otros ingresos y, cuando los precios son bajos, reducen o abandonan temporalmente estas actividades.
 Los pequeños propietarios trabajan frecuentemente en sus explotaciones a jornada parcial como complemento de otros ingresos y, cuando los precios son bajos, reducen o abandonan temporalmente estas actividades para concentrar su trabajo en otras. Por ello, los rendimientos de este subsector tienden a fluctuar más según las condiciones económicas.

 No obstante, incluso cuando los precios son fuertes, los rendimientos de los pequeños productores son mucho menores que los de las plantaciones, pudiendo calcularse en un 60 por ciento en la producción de caucho y el 70 por ciento en la de palma aceitera. Esta diferencia de rendimientos constituye una de las principales preocupaciones del Gobierno que destina exclusivamente al sector de los pequeños productores su asistencia en forma de planes de colonización de tierras (véase el Recuadro 8) y servicios de extensión. También otros tipos de asistencia, como las donaciones para replantaciones y los préstamos gubernamentales, aunque favorecen a todos los productores, tienden a ser más generosos con los pequeños productores.

 La cuestión de la diferencia entre la productividad de las grandes plantaciones y de los pequeños productores continúa preocupando a los responsables de las políticas sobre todo porque gran parte de los segundos están incluidos en planes de tierras gubernamentales.

 La producción potencial perdida porque los pequeños productores no pueden incrementar los rendimientos cuesta más a la economía ahora que el país se enfrenta con una contracción económica. Por otra parte, muchos pequeños productores han reducido su esfuerzo en la agricultura respondiendo a las oportunidades de obtener mejores ingresos que se les ofrecen en otros sectores. Cabe esperar, no obstante, que se interrumpa e invierta su tendencia a abandonar la agricultura. De ser así, esta diversificación de las fuentes de ingresos podría constituir su mejor protección contra las consecuencias del descenso económico.

 Las grandes plantaciones pasaron con mayor rapidez que los pequeños productores del cultivo del caucho y cacao al de la palma aceitera a comienzos de los años noventa. Esto podría deberse también a la rigidez de los planes gubernamentales que impedían a los pequeños productores actuar sin el consenso de los demás participantes en el proyecto. Sean cuales fueren las diferencias en los incentivos, la parte de la producción de caucho y cacao correspondiente a las pequeñas explotaciones ha ido cobrando mayor importancia en los últimos 15 años.

 Además, una proporción creciente de los propietarios de las plantaciones han abandonado completamente la producción agrícola dedicándose a otras actividades económicas, como la manufactura y el turismo. Los grandes terratenientes tienen más posibilidades de elección que los pequeños productores para invertir en actividades alternativas.

 Por último, otra diferencia entre los dos sistemas de producción es que, como consecuencia de las dificultades de las grandes plantaciones para conseguir mano de obra asalariada, alrededor de 1 millón de ha (el 5 por ciento de la tierra cultivable) han quedado sin cultivar.

 Políticas comerciales. El aceite de palma es el segundo producto más exportado por Malasia, después de los productos de maquinaria, y contribuye al 7 por ciento de los ingresos de exportación. Durante los 50 años que Malasia comercia en este producto se han aplicado impuestos a su exportación. En los años cincuenta y sesenta, el impuesto era una tasa fija del 5 al 7,5 por ciento del valor de la exportación, pero en los setenta, el Gobierno cambió la estructura del impuesto para favorecer el desarrollo de la industria de la elaboración. Se aplicaron impuestos más elevados a las exportaciones de aceite de palma sin refinar y se redujeron los correspondientes a cada nivel de elaboración. Prácticamente Malasia no exportó aceite de palma sin refinar en 1997. En un principio la reacción de la industria a los incentivos para la elaboración fue excesiva y, a mediados de los años ochenta, se desarrolló una sobrecapacidad que redujo mucho los márgenes de beneficios del refinado. El cierre de algunas plantas de elaboración y el aumento gradual de la producción derivado del cultivo de una superficie mayor han aliviado el problema.

 El Gobierno apoyó también la producción de aceite de palma permitiendo utilizar para la plantación de palma donaciones que se habían concedido para replantaciones de caucho. Las donaciones para la replantación de palmas ascendieron a 4 447 $M (1 710 dólares EE.UU.) por hectárea para las explotaciones menores de 4,05 ha y a 3 459 $M (1 330 dólares) por hectárea, para las explotaciones mayores.

 Muchas de las políticas comerciales ideadas para el aceite de palma se han aplicado también al caucho. El caucho es el más antiguo producto de exportación comercial de Malasia. Por ello, la historia de las políticas aplicadas al respecto se remontan a la administración colonial británica de comienzos de siglo. En 1907 se introdujo un impuesto de exportación que se mantuvo hasta que fue eliminado en 1991 para aliviar la carga fiscal a una industria que estaba ya en decadencia.
 
 

FOTO 9
Actividades de arboricultura en una plantación de palma
De la palma se pueden obtener muchos productos exportables, por ejemplo, el aceite, cuyo mayor exportador mundial es Malasia
 

 Los árboles del caucho tienen una vida económica de 25 años, después de lo cual la producción de látex empieza a disminuir. La política gubernamental consiste en conceder donaciones para fomentar la sustitución de árboles viejos con nuevas variedades. Se conceden tales donaciones tanto a los pequeños productores como a las grandes plantaciones con el fin de sufragar el costo de la sustitución de los árboles y compensar los ingresos que no obtienen los agricultores mientras esperan que maduren los nuevos árboles (4 a 7 años). En 1995, las donaciones ascendieron a 6 177 $M (2 375 dólares) por hectárea para las explotaciones menores de 4,05 ha y a 4 200 $M (1 615 dólares) para las explotaciones mayores. Se reducían los pagos si se plantaba el caucho con otros cultivos.

 Las donaciones tanto para la replantación como para la investigación en relación con el caucho se financian con un derecho que se percibe por cada kilogramo de caucho exportado. Este derecho se mantuvo después de la supresión del impuesto de exportación. La gestión y utilización del producto de la recaudación de ese derecho corresponden a la Administración para el fomento de los pequeños productores de caucho.

 La política aplicada al comercio del cacao hasta 1994 ha tendido a proteger este producto de la competencia de las importaciones extranjeras. El rápido crecimiento de la producción de cacao en los años ochenta se debió en parte a las políticas que apoyaron a la industria mediante subvenciones a los pequeños productores y la aplicación de un elevado arancel del 15 por ciento a las importaciones. Se suprimió este arancel en 1994 para permitir la importación de cacao en grano de Ghana a fin de mezclarlo con grano de Malasia para mejorar el sabor del chocolate. Este cambio de política facilitaría las actividades de elaboración posterior del grano de cacao en productos de cacao.

 El Gobierno ha aplicado también medidas reglamentarias, tales como una clasificación obligatoria para garantizar la normalización y calidad del cacao en grano de Malasia, que contribuirán a crear un «nicho» de mercado para este producto. La manteca de cacao que se obtiene del cacao en grano de Malasia tiene una temperatura de fusión más elevada que la de otros países. Se espera que esto ayude a la industria a mantener su competitividad en el mercado internacional.

Cuestiones laborales.  La mano de obra ha constituido un factor limitativo de la expansión de los cultivos perennes en Malasia. Su reducción se debe a la progresión natural que se produce en los procesos del desarrollo. El empleo en el sector agrícola disminuyó del 26 por ciento de toda la fuerza laboral en 1990 al 18 por ciento en 1995.

 Entre 1980 y 1995, el 20 por ciento de la población rural emigró a las ciudades y, en 1995, podía clasificarse como urbano el 55 por ciento de la población de Malasia. La mayor parte de este desplazamiento se debió a la disponibilidad de oportunidades de empleo mejor remunerado fuera de la agricultura. Durante la mayor parte del período de cambio, los sueldos reales permanecieron estancados en el sector agrícola. En 1995 las presiones ejercidas consiguieron elevar en un 30 por ciento los sueldos en las plantaciones de caucho y palma aceitera, pero se consideró que este aumento fue demasiado escaso y demasiado tardío para que la fuerza de trabajo joven volviera a la agricultura20. Además de las subidas de sueldos, se ha incrementado la mecanización y la concentración de las tierras con el fin de reducir la demanda de mano de obra.

 La política de inmigración reviste una importancia decisiva en el sector de las grandes plantaciones. La agricultura emplea al menos a 250 000 trabajadores extranjeros con permiso de trabajo, que representan aproximadamente un tercio de los trabajadores extranjeros legales en Malasia. Probablemente hay un gran número de trabajadores ilegales empleados también en el sector, pero se desconoce el tamaño de este grupo. Nuevas leyes de inmigración o la aplicación más estricta de las mismas podrían reducir la mano de obra extranjera disponible en el sector y ejercer una presión ulterior a la subida de los sueldos.

El problema de la mano de obra es una de las cuestiones más difíciles con que se enfrenta el subsector de los cultivos perennes en la agricultura de Malasia.
El problema de la mano de obra es una de las cuestiones más difíciles con que se enfrenta el subsector de los cultivos perennes en la agricultura de Malasia. Los cultivos del caucho, la palma aceitera y el cacao requieren mucha mano de obra. Esta representa entre el 40 y el 60 por ciento de los costos de producción de los cultivos perennes y constituye también un importante insumo en los de los anuales. La presencia de trabajadores extranjeros mantiene bajos los aumentos de los sueldos y permite a las plantaciones seguir siendo competitivas con el uso de sus actuales prácticas de producción. Al mismo tiempo, los bajos salarios son un incentivo contrario al desarrollo y la adopción de técnicas y equipo que ahorren mano de obra. El temor de la industria y el Gobierno es que sean limitadas las posibilidades de mejorar la productividad, especialmente a corto plazo, y que una restricción mayor del empleo de mano de obra extranjera no contribuya sino a desviar la producción a otros países.

 El dilema de la mano de obra es algo diferente en el sector de los pequeños productores, gran parte de los cuales aprovechan los planes de tierras gubernamentales. Estos planes se establecieron como política social para mitigar la pobreza en el sector rural y su principal éxito ha consistido en permitir la roturación de nuevas tierras y la redistribución de los ingresos, así como la entrega de servicios gubernamentales a los pobres del medio rural. Con el éxodo de los trabajadores a empleos mejor remunerados fuera de la agricultura, los planes de tierras gubernamentales han quedado en manos de una población de trabajadores de mayor edad. En 1990, un tercio de los hogares agrícolas tenía cabezas de familia de más de 55 años de edad, y dos tercios, de más de 46.

 Se está presionando para que se reformen los dos mayores planes de colonización de tierras, la Administración federal de fomento de tierras y la Administración para el fomento de pequeños productores de caucho, porque el tamaño de la burocracia administrativa es demasiado grande para el número de colonos. Su finalidad original es menos pertinente en una economía con falta de mano de obra y de tierras adecuadas para la expansión del cultivo. La situación actual aconseja la adopción de programas que puedan alcanzar sus metas originales. Se están estudiando reformas, pero debido a la crisis económica, es difícil que el Gobierno adopte medidas para reducir el personal administrativo hasta que no mejore la economía.

 La crisis económica ha complicado el problema de la mano de obra porque el Gobierno, preocupado por el aumento de los despidos, está centrando más sus esfuerzos en reducir el número de trabajadores extranjeros en Malasia. Al mismo tiempo, como consecuencia de la fuerte demanda de exportación, los productores de palma aceitera están tratando de incrementar su producción para aprovechar los altos precios del mercado mundial. Los efectos de la crisis financiera en el sector no agrícola podrían aliviar, al menos temporalmente, la situación de la mano de obra en la agricultura.

 La subida del precio del aceite de palma ofrece la posibilidad de retener la mano de obra en el sector de los pequeños productores si continúan subiendo los sueldos relativos. El costo de oportunidad del abandono de la agricultura ha aumentado recientemente al subir los precios agrícolas y reducirse las posibilidades de trabajo fuera del sector. Sin embargo, muchos de los que quedan trabajando en la agricultura son personas de cierta edad. Por otra parte, incluso aunque suban los precios agrícolas, no es probable que vuelvan a la agricultura muchos de los que  habían ido a trabajar fuera del sector. Aún en el caso de que la crisis financiera continuara durante dos o tres años, a lo sumo se produciría una desaceleración temporal de la reducción a largo plazo de la fuerza de trabajo en la agricultura.
 

Actividad forestal

En 1990, el valor añadido obtenido de las trozas de aserrío fue del 15,6 por ciento del valor añadido de la agricultura, es decir, el segundo producto del que se obtuvo más valor añadido después del aceite de palma.
 La actividad forestal ha sido tradicionalmente una de las principales fuentes de ingresos, beneficios de exportación y empleo en el sector agrícola de Malasia. Los impuestos y derechos de explotación aplicados a los productos forestales son una de las principales fuentes de ingresos de los gobiernos estatales, en particular de los que poseen grandes superficies boscosas, como Sarawak. En 1990, el valor añadido obtenido de las trozas de aserrío fue de 2 300 millones de $M (a los precios de 1978) o del 15,6 por ciento del valor añadido de la agricultura, es decir, el segundo producto del que se obtuvo más valor añadido después del aceite de palma. La contribución anual del sector forestal al valor añadido ha seguido una tendencia descendente hasta 1997. El año pasado se esperaba un aumento de 3,4 por ciento en la producción debido a la eliminación parcial de la prohibición de exportar trozas en bruto y al aumento de la capacidad de elaboración.

 Malasia es el principal país productor de trozas para aserrío de madera tropical. El total de la superficie forestal de Malasia era de 18,5 millones de ha en 1992, último año del que se tienen datos completos. De dicha superficie, 5,5 millones de ha se hallaban en la península, 4,2 millones en Sabah y 8,8 millones en Sarawak. Aunque Sarawak tiene la mayor superficie forestal, la infraestructura de acceso a estas zonas está poco desarrollada y los costos de explotación son mucho mayores que en la península. Aun así, el 55 por ciento de los recientes aumentos de producción proceden de Sarawak y el Gobierno ha expresado preocupación por el hecho de que los detentores de las concesiones no replanten las superficies cosechadas.

 Hay tres tipos de superficies forestales: tierras estatales, plantaciones forestales permanentes y parques y reservas. No se permite la extracción en 1,4 millones de ha de parques, pues esta superficie está reservada a usos recreativos y de conservación. La diferencia entre la superficie estatal y las plantaciones permanentes consiste en la forma de administración. Los bosques estatales están administrados por los distintos estados, mientras que en las plantaciones la extracción está administrada por el Departamento Forestal y debe ajustarse a directrices más estrictas establecidas a nivel federal. La superficie de los bosques estatales es de sólo 0,2 millones de ha en la península y 0,6 millones en Sabah, donde prácticamente toda la explotación forestal corresponde a las plantaciones permanentes. En cambio, en Sarawak la superficie de los bosques estatales es de 3,9 millones de ha (o el 45 por ciento) de un total de 8,6 millones de ha.

 Es muy pequeña la parte de la superficie forestal de Malasia que continúa siendo selva virgen. La mayor proporción de ella se encuentra en Sarawak, donde representa la cuarta parte de la superficie. Las selvas vírgenes, como no se han sometido anteriormente a explotación, proporcionan un rendimiento superior de árboles de mejor calidad que las demás tierras forestales. También es más rica su biodiversidad. La explotación forestal se realiza en Malasia con carácter selectivo (en oposición a las talas que se realizan en algunos climas templados). El Departamento Forestal controla los árboles cosechados y, una vez cosechada una superficie, la mantiene fuera de producción hasta que ha crecido un número suficiente de árboles como para alcanzar el tamaño mínimo que permita una segunda cosecha.

Contexto de política forestal. La política forestal tiene por objeto alcanzar tres objetivos que no son totalmente compatibles: empleo, ingresos gubernamentales y conservación. La explotación maderera proporciona empleo e ingresos y la materia prima principal para una creciente industria de productos madereros. Los ingresos recaudados por los estados del cobro de derechos por actividades de explotación forestal constituyen una parte considerable de los ingresos de los estados en que dicha explotación es importante. Al mismo tiempo, se reconoce cada vez más que la tasa de explotación de los recursos forestales supera los niveles que pueden sostenerse a largo plazo.

 Las políticas forestales principales se aplican en dos sectores: explotación forestal y exportación. A nivel federal se establece una superficie anual sostenible de corte para las tierras de las plantaciones, que el estado asigna a cada una de ellas. Los estados aplican después las directrices federales en la concesión de licencias. Las empresas de extracción deben pagar dos derechos: un derecho de explotación basado en el volumen de trozas que han cortado, y una prima basada en la superficie para la que se ha concedido la licencia de corta. Las autoridades tanto federales como estatales se enfrentan con dificultades para hacer cumplir los reglamentos en la explotación maderera. La meta que se trata de conseguir es un nivel sostenible de corta que se compense con la correspondiente plantación, pero normalmente se realiza la extracción en zonas remotas y difíciles de controlar, y existen grandes incentivos financieros para evitar impuestos y reglamentos.

 Las políticas relativas a la exportación difieren entre la península y Sabah y Sarawak, ya que se aplican diferentes sistemas de impuestos para las trozas en bruto y los productos madereros elaborados. En la península se han prohibido las exportaciones de trozas desde 1992 y esta prohibición se aplicó en Sabah dos años más tarde, con el doble objetivo de conservar los bosques húmedos de alto valor biológico y estimular la fabricación de productos madereros con valor añadido. Sin embargo, esta prohibición se suprimió parcialmente en Sabah en 1997. En Sarawak se aplica un impuesto de exportación a las trozas y la península impone derechos de exportación a los productos madereros, entre los que se incluyen la madera aserrada, los contrachapados y las chapas.
 

Pesca

 La pesca contribuye a los dos tercios de todas las proteínas animales consumidas por los malasios y su industria emplea a un 1,6 por ciento de la población económicamente activa. La producción pesquera totalizó 1,3 millones de toneladas en 1995, de los que 1,2 millones procedían de capturas marinas y el 0,1 restante, de la acuicultura. La producción creció un 30 por ciento entre 1990 y 1995 procediendo de la acuicultura una cuarta parte de este incremento. El crecimiento de la producción de capturas marinas se atribuye al aumento de las capturas en alta mar, ya que los recursos de peces costeros siguen disminuyendo.

 Las importaciones de pescado proceden principalmente de Tailandia, y la mayor parte de ellas son especies de baja calidad. Las importaciones contribuyen a colmar el déficit entre la oferta y la demanda de especies de baja calidad y, en cierta medida, a estabilizar los precios internos del pescado. Las exportaciones se destinan principalmente a Singapur y se limitan a especies de alta calidad y camarones.

Política pesquera. La intervención del Gobierno en el sector pesquero es amplia. En 1985 se promulgó la Ley de pesca para detener la excesiva explotación de los recursos pesqueros, reducir al mínimo los conflictos y fomentar la igualdad entre los pescadores costeros y los que practican la pesca de arrastre. La ley define una política de zonas que asigna los caladeros por tipos de artes, tamaño de la embarcación y estado de propiedad de la misma. Prohíbe todas las actividades de arrastre en aguas distantes cinco millas o menos de la costa. El Gobierno ha tratado también de promover un aumento de las capturas estimulando principalmente la pesca en alta mar y la acuicultura. Se han concedido préstamos a bajo costo para la compra de equipo de pesca en alta mar y se han hecho inversiones en instalaciones de desembarque.
 

Productos alimenticios

Malasia depende de las importaciones de los principales productos alimenticios con la excepción de los aceites vegetales.
Malasia depende de las importaciones de los principales productos alimenticios con la excepción de los aceites vegetales. Aunque es autosuficiente (o pequeño exportador neto) de frutas, aves de corral, huevos y porcino, depende decisivamente de las importaciones de piensos. Antes de examinar en detalle la forma en que Malasia satisface sus necesidades de alimentos, se ofrece alguna información sobre su presupuesto relativo a la alimentación.

 En 1993/94 los malasios gastaron el 23 por ciento de los ingresos mensuales medios del hogar en alimentos consumidos en el mismo hogar y otro 12 por ciento en la compra de alimentos y bebidas fuera del hogar. En la Figura 29 se indica la forma en que los consumidores distribuyen su gasto en alimentos en el hogar21.

 El pescado es el producto en que más se gasta y absorbe casi el 20 por ciento del presupuesto alimentario. Diversos productos, como arroz, otros cereales, pollo, frutas, hortalizas y otros alimentos, absorben del 10 al 12 por ciento del gasto. Se gasta menos en carnes de porcino, bovino y cordero, huevos, leche y grasas.
 

CUADRO 7

Balance de suministros-utilización de los principales productos alimenticios en Malasia, 1995

 
 
Producción
(miles de
toneladas)
 Importaciones
(miles de
toneladas)
 Exportaciones
(miles de
toneladas)
Utilización interna
(miles de
 toneladas)
 Utilización per cápita(kg per cápita)
Autosuficiencia
(relación)
Pescado
1 065
261
248
1 078
52.1
.99
Pollo 
687
6
8
684
33.0
1.00
Porcino
283
-
-
283
13.7
1.00
Bovino
19
68
1
86
4.2
.22
Carnero
 1
10
-
11
0.5
.06
Fruta
2 200
259
242
2 217
107
.99
Hortalizas
844
411
250
1 005
48.6
.84
Arroz
1 372
428
2
1 797
86.9
.76
Cereales pienso
45
2 343 
-
2 436
n.a.
.02
Harinas proteínicas 1
1 839
548
1 340
1 064
n.a.
n.a.
de las cuales:
 
 
 
 
 
 
TAP 
1 360
 
1 332
40
n.a.
n.a.
Harina de soja
432
500
5
932
n.a.
 

1 La torta de almendras de palma (TAP) no se utiliza en las raciones de piensos en el país; la harina de soja se obtiene en su totalidad de soja
importada.
 

En el Cuadro 7 se indica el balance de suministros-utilización de los principales grupos de alimentos en Malasia. La producción de carnes de aves y cerdo depende casi totalmente de las importaciones de piensos y harinas proteínicas, las cuales se importan directamente o se fabrican a partir de soja importada. Aunque Malasia es técnicamente autosuficiente en pescado marino, el volumen de su comercio de pescado es grande, ya que exporta productos de alto valor e importa otros de bajo valor para el mercado interno. Las pautas de los suministros, utilización y comercio de las frutas y hortalizas son similares, ya que Malasia exporta productos tropicales (la mayor parte de ellos a Singapur) e importa productos de clima templado. En cuanto a la carne bovina y de carnero, Malasia depende casi totalmente de las importaciones. Se produce en el país bovino de alta calidad que se exporta a Australia, Nueva Zelandia y Estados Unidos, mientras que la mayor parte de las importaciones consisten en bovino congelado de calidad inferior procedente de la India. Las importaciones de carnero y cordero proceden principalmente de Nueva Zelandia.
 

FIGURA 29
MALASIA: GASTOS DE LOS CONSUMIDORES EN CONCEPTO DE ALIMENTOS
 

 Políticas alimentarias. Con excepción del arroz, los productos alimenticios quedan en su mayoría exentos de la intervención gubernamental. El Gobierno controla los precios al por menor de una serie de alimentos básicos, como arroz, harina de trigo y aceite para cocinar. Con la reciente devaluación del ringgit, se ha creado en una difícil situación para los molinos de trigo, que deben comprar el producto bruto en el mercado mundial en dólares estadounidenses y venderlo después en el mercado de Malasia a precios en ringgit sometidos al control gubernamental. El Gobierno reconoce la necesidad de permitir a estas empresas elevar los precios al por menor, pero desearía limitar su subida para reducir al mínimo el efecto de la crisis financiera en los consumidores de bajos ingresos. No se plantea el mismo problema con el aceite para cocinar y el arroz porque son principalmente de producción interna.

Política arrocera. Como el arroz es el alimento básico de la dieta en Malasia, el Gobierno ha adoptado medidas para conseguir al menos una autosuficiencia del 65 por ciento en este producto. Apoya a los productores de arroz por distintos medios, incluso con subvenciones de insumos e incentivos de producción. Además, ha ayudado a los productores en la aplicación de métodos de lucha contra las plagas, en la ordenación de las explotaciones agrícolas y en concentración parcelaria. Cada productor de arroz tiene derecho a una donación para fertilizantes y a préstamos del Banco Pertanian Malaysia prácticamente exentos de intereses. Cuando se cosecha el cultivo, el Gobierno garantiza un precio al productor de 496 $M (1995) por tonelada. Además, cada productor tiene derecho a recibir un complemento de «ingresos» del Gobierno.

El descenso a largo plazo de la producción arrocera de Malasia se debe a la conversión de las tierras del cultivo del arroz a usos más lucrativos.
Todas estas políticas de apoyo han servido solamente para frenar el descenso a largo plazo de la producción arrocera, que se ha mantenido relativamente estancada en unos 2 millones de toneladas al año desde 1996. La tendencia se debe a la conversión de las tierras del cultivo del arroz a usos más lucrativos. Malasia importa una quinta parte de sus necesidades de arroz de Tailandia y Viet Nam, que producen excedentes y tienen costos de producción inferiores.
 
 

La crisis financiera y la política agraria

 La agricultura de Malasia se enfrentaba ya con desafíos antes del comienzo de la crisis financiera y económica de la segunda mitad de 1997. La reducción de la mano de obra disponible, la disparidad entre los rendimientos de las grandes plantaciones y las pequeñas explotaciones y la revisión de los programas de asignación de tierras eran algunos de los principales problemas con que se enfrentaba el sector. La crisis económica ha acentuado la complejidad de estos viejos problemas, creando a la vez nuevas presiones y oportunidades para la agricultura.
 
FIGURA 30
MALASIA: SUMINISTRO Y CONSUMO INTERNOS DE CEREALES
 

 La agricultura, debido a su lento crecimiento y a la reducción de su función relativa en la economía de Malasia, ha sido calificada frecuentemente de «industria en ocaso». Sin embargo, la crisis financiera ha cambiado esta perspectiva. La mejora del rendimiento de las exportaciones agrícolas puede ser importante para reducir las consecuencias de la crisis económica y desempeñará una notable función en la recuperación económica del país. Las exportaciones agrícolas, a diferencia de las de artículos manufacturados, dependen menos de insumos importados. Por esta razón, la devaluación monetaria dará una mayor ventaja comparativa al sector. Hay que añadir a ello que las subidas de los precios del aceite de palma y el cacao en dólares (e incluso mayores en ringgit a causa de la devaluación monetaria) registradas desde mediados de 1997 y el componente de exportaciones del sector representan un aspecto esperanzador en una economía donde son cada vez más frecuentes los despidos de trabajadores y los cierres de empresas.

 Existe el peligro de que imperativos de política a nivel nacional puedan introducir nuevas presiones que ejercerían graves efectos perjudiciales en otras partes del sector, por ejemplo, en la economía alimentaria. Las políticas gubernamentales encaminadas a contener las subidas de los precios de los alimentos han puesto ya en peligro a las industrias alimentarias nacionales basadas en la importación. Muchos fabricantes para el mercado interno se enfrentan con graves pérdidas ya que, por un lado, tienen que pagar los costos cada vez mayores de las materias primas importadas (por ejemplo, piensos, trigo, leche en polvo, etc.) y, por otra, no pueden elevar los precios de los productos. Si persiste la crisis y el Gobierno no permite que los precios de los alimentos reflejen el aumento de los costos de la materia prima importada, la industria malasia de elaboración de alimentos se enfrentará con una larga y grave contracción. Quienes menos posibilidades tendrán de sobrevivir serán las empresas con sede en Malasia, pero que no cuentan con amplias operaciones internacionales.
 

Conclusiones

 La economía malasia ha sufrido una importante transformación: de estar basada en la producción y exportación de productos primarios se ha convertido cada vez más en un centro industrial y financiero. Durante los tres últimos decenios, Malasia ha seguido invirtiendo en el desarrollo de su base agrícola incluso a la vez que ha aplicado políticas para fortalecer el crecimiento del sector industrial. Este enfoque equilibrado del desarrollo ha hecho que el país se halle en condiciones mucho más sólidas para afrontar las tormentas económicas. También durante este período se ha mejorado mucho el estado de nutrición de las poblaciones del país (se estima que padece malnutrición actualmente el 7 por ciento de la población). Esto ha sido posible gracias al rápido crecimiento de la actividad económica y de los ingresos reales. El crecimiento económico ha permitido también al país satisfacer sus necesidades cada vez mayores de alimentos mediante importaciones cuyo volumen y valor han ido aumentando constantemente, pero han ido disminuyendo cada vez más en proporción de los ingresos totales de la exportación de mercancías (el 22 por ciento a comienzos de los años setenta, el 13 por ciento a comienzos de los ochenta y alrededor del 5 por ciento en los últimos años). Por esta razón, el problema de la notable dependencia de las importaciones, que representa una grave preocupación en muchos otros países, no ha constituido un importante problema económico ni un obstáculo para la seguridad alimentaria en Malasia. No obstante, el entorno económico ha cambiado considerablemente durante el último año. Malasia se enfrenta ahora, lo mismo que otros países de Asia, con una crisis económica potencialmente grave y duradera, lo que vuelve a poner de relieve la importancia de mantener un equilibrio en el desarrollo sectorial, haciendo que la agricultura desempeñe su propia función. Esto significa, en especial, afrontar debidamente los problemas de la disparidad en la producción entre las grandes plantaciones y las pequeñas explotaciones, y aprovechar plenamente las nuevas oportunidades que surgen en el sector de las exportaciones agrícolas.
 

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