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Capítulo III - Situación general en materia de leña en los países en desarrollo


3.1 Producción de leña
3.2 La leña en los sistemas energéticos rurales
3.3 Evolución de la situación general en materia de leña
3.4 Especificidades regionales
3.5 Conclusiones


Antes de pasar a exponer las situaciones especificas de cada región, será útil trazar en este capítulo una visión de conjunto y recordar, en sus caracteres generales, la importancia que la leña y el carbón vegetal tienen como fuente de energía en los países en desarrollo. Ocioso es decir que solamente en los dos últimos siglos la madera ha ido dejando progresivamente de ser el combustible más utilizado en nuestro planeta. La sustitución de la madera por combustibles fósiles de alta concentración energética y más fáciles de manejar ha jugado un papel importante en la revolución industrial y hoy día la madera no desempeña más que una función marginal en el aprovisionamiento energético de los países industrializados, si se exceptúan las zonas rurales. En los patees en desarrollo, en cambio, no ha sucedido así y la mayoría de la población de esos países sigue dependiendo del combustible que ha utilizado tradicionalmente: la leña. Hasta mediados de los años setenta se podía pensar que si la leña llegara a faltar, se la sustituiría más o menos automáticamente con combustibles fósiles. Desde entonces, el aumento de los precios de estos últimos ha hecho que las posibilidades de tal sustitución aparezcan mucho más difíciles y las escaseces de leña que se registran en numerosos lagares del Tercer Mundo empiezan a adquirir tonos de mayor gravedad. Cuando falta la leña, se la sustituye o complementa con residuos agrícolas y excrementos animales, pero cuando todos esos combustibles tradicionales inmediatamente accesibles se hacen escasos, resulta imposible cubrir las necesidades energéticas mínimas, en algunos casos tan esenciales como cocinar los alimentos o calentar la propia vivienda. Y quienes más directamente sufren de esas situaciones son los más pobres y, entre ellos, los más débiles: ancianos, niños y mujeres.

Esta crisis energética - la de la leña - hace sentir sus efectos a una escala y con una gravedad que nunca hasta ahora han sido estudiadas. Ponerlas de manifiesto es el objeto del presente estudio. La escasez de leña no está vinculada a la disminución de otras fuentes de energía y sus repercusiones, como se verá en estas páginas, van mucho más allá del simple aprovisionamiento de energía. Para colocar la crisis de la leña en su justa perspectiva analizaremos sucesivamente, en el presente capitulo, la importancia de la leña (sobre la base de las estadísticas oficiales, tanto energéticas como forestales), el lugar que la leña ocupa en los sistemas energéticos rurales y, por último, la evolución de las diversas situaciones en el mundo en desarrollo, tal como resulta de la síntesis de los resultados de los trabajos realizados en el marco del presente estudio.

3.1 Producción de leña

Según los datos a disposición de la FAO, sometidos recientemente a una revisión critica, la producción de leña en 1978 representó el 5,4% del consumo energético mundial, elevándose a 15 x 106 TJ frente a un consumo total de energía de 257 x 106 TJ. La madera, pues, se presenta a nivel mundial como la fuente de energía renovable más utilizada, con gran diferencia, colocándose inmediatamente después del petróleo, el carbón y el gas. Desde El punto de vista de las cantidades extraídas, la leña es el producto más importante de los recursos forestales mundiales, dado que en 1978 representó cerca del 60% del volumen total de madera extraído en todo el mundo. Y nótese que se trata sólo de leña propiamente dicha, sin intuir los residuos industriales reaprovechados en la industria misma para la producción de energía, como sucede con el reciclaje de los residuos de la fabricación de pasta de papel.

En los países en desarrollo, la biomasa, en su forma sólida tradicional (leña y desechos agrícolas), representa una porción considerable - y a menudo no reconocida suficientemente - del aprovisionamiento energético total. La aula leña ha cubierto más de un quinto del consumo total de energía de los países en desarrollo en 1976, con grandes variaciones de un país a otro, según la importancia de Tos recursos forestales disponibles y la existencia o inexistencia de recursos nacionales de energía fósil. La producción de leña ascendió en 1978, a 1421 millones de m3, lo que representa el 85% de la utilización total de madera rolliza en los países en desarrollo. Dado que el comercio internacional es insignificante o está circunscrito a transferencias dentro de zonas geográficas muy limitadas, se considera que el consumo nacional de leña es equivalente a la producción. En determinados países, sobre lodo de Africa, la dependencia de la leña como fuente de energía es casi total" En conjunto, son 23 los países cuyo consumo energético depende en más de tres cuartas partes de la leña, y 16 de ellos figuran entre los 30 países del grupo de los menos adelantados.

Desde hace una decena de anos, c, consumo de energía de los países en desarrollo aumenta a un ritmo anual del 7% aproximadamente, y el de leña, según las estimaciones hechas, en un 2%. Si bien desde 1974 el consumo total de energía ha seguido aumentando a un ritmo ligeramente inferior al 7%, en muchos países y regiones el ritmo de aumento se ha desacelerado considerablemente en Africa, por ejemplo, si se exceptúan Argelia, Egipto, Libia y Nigeria, el aumento del consumo energético no ha superado el 3,5% al año. En conclusión, es probable que la dependencia relativa de la leña en los países en desarrollo en su conjunto esté disminuyendo, debido a un aumento de la utilización de combustibles comerciales, pero, de todas maneras, esa dependencia sigue siendo considerable, sobre todo en las zonas rurales, como se verá más adelante. En efecto, la aceleración del consumo energético global está ligada esencialmente al desarrollo de la industria y el transporte, mientras que el consumo doméstico de energía sigue dependiendo principalmente de los combustibles tradicionales.

En las estadísticas nacionales, la producción de leña y carbón se calcula a partir de los datos forestales disponibles, completándolos eventualmente con estimaciones, pero también fuera de las áreas forestales propiamente dichas, en tierras incultas o en las zonas rurales, se recogen cantidades importantes de leña que no se evalúan con precisión. En muchos países, los datos disponibles son, en el mejor de los casos, estimaciones o extrapolaciones hechas a partir de estudios parciales del consumo. Son pocos los casos en los cuales se han hecho encuestas sistemáticas que permiten conocer el consumo de leña y su evolución, la importancia de las diferentes fuentes de aprovisionamiento, la parte relativa del consumo que corresponde a los diversos sectores y la relación entre consumo y nivel económico y social. La leña se utiliza sobre todo localmente, sin transportarla a grandes distancias y sin pasar por los circuitos comerciales, que es donde se toman las estadísticas oficiales. A pesar de su evidente importancia, son raros los casos en que la leña figura en las estadísticas energéticas nacionales, que no suelen mencionar, en general, más que los combustibles comerciales convencionales. A posar de los importan ten progresos que se han hecho recientemente, persisten aún lagunas considerables en la información sobre la producción de leña y es esencial seguir trabajando sistemáticamente, e intensificar los esfuerzos, para mejorar la calidad y la extensión de la información, como corresponde a la importancia real de esta fuente de energía, e integrarla en los balances energéticos nacionales.

Falta en particular información sobre las disponibilidades y el consumo de residuos agrícolas, combustible cuyo uso está muy extendido para completar o sustituir a la leña, sobre todo en Asía. En la mayoría de los países sólo es posible hacer estimaciones a partir de los datos de la producción agrícola. Son pocos los países en los cuales, como en la India, se han hecho estudios detallados que han permitido apreciar con exactitud la importancia que tienen los residuos agrícolas y los excrementos animales, como complemento de la leña, en el consumo energético.

3.2 La leña en los sistemas energéticos rurales

La leña tiene una función preponderante en el aprovisionamiento energético de las masas rurales y de los grupos más pobres de los centros urbanos. En los sistemas energéticos rurales, la leña ocupa un lugar especial, debido a la importancia del consumo doméstico de energía, al que la leña se destina principalmente, y por el hecho de que se produce dentro mismo del sistema. Ellos se debe a la importancia que tiene la demanda de calor en el sistema energético rural tradicional a diferencia de la energía motriz, que, con excepción de la energía muscular, es poco utilizada. La leña suele ser el combustible preferido de las poblaciones rurales, porque su producción descentralizada responde perfectamente a la dispersión del habitat rural y permite casi siempre obtenerla sin grandes costos y porque es posible mantener su producción sobre una base de rendimiento sostenido y en combinación con la obtención de otros bienes y servicios. La leña es, pues, por excelencia una fuente renovable de energía cuyo carácter descentralizado responde particularmente bien a las características propias de los sistemas energéticos rurales. En una comunidad rural, el sistema energético refleja un conjunto integrado de relaciones entre los recursos y las actividades, y la función de la leña ha de verse como una función compleja, con numerosas correlaciones con el sistema de tenencia de la tierra, y con la ordenación del medio, las prácticas agrícolas, los mecanismos de asignación de recursos, las estructuras sociales, etc. En las páginas que siguen se recordarán brevemente los principales caracteres propios de la leña en los sistemas energéticos rurales.

Las necesidades domésticas - en concreto, la cocción de los alimentos y la calefacción de la vivienda - representan en general, en los países en desarrollo, la parte más importante del consumo energético total, sobre todo entre las poblaciones rurales y en los hogares pobres. La leña es generalmente el combustible preferido de las poblaciones rurales, cuyo acceso a otras fuentes de energía es, en la práctica, muy limitado: la leña, pues, desempeña una función esencial para atender necesidades energéticas elementales, ligadas a la subsistencia misma de esas poblaciones. Aparte de su carácter renovable y de su descentralización, la leña puede recogerse y utilizarse con técnicas sencillas y sin tener que recurrir a equipos costos, y ello hace que responda particularmente bien a las necesidades y las posibilidades de sus usuarios. Las necesidades energéticas mínimas para cocinar los alimentos y calentar agua pueden calcularse entre 6 y 10 GJ por persona y año, lo que en condiciones normales de empleo, equivale a 0,5 - 1 m3 de leña. Naturalmente, son posibles variaciones considerables, según los hábitos culinarios, el clima, las formas de vida, las estructuras sociales y la eficiencia del equipo utilizado en la cocina. Si so tiene también en cuenta la calefacción de la vivienda, que en los climas fríos de montaña es indispensable, las necesidades totales de energía para usos domésticos pueden llegar a 25-30 GJ por persona y año, que corresponden a unos 3 m3 de leña Las variaciones climáticas estacionales, la naturaleza de la leña y su disponibilidad pueden modificar considerablemente los niveles efectivos de consumo.

Además de la función preponderante que desempeña para atender las necesidades domésticas de energía, la leña constituye también un combustible importante en numerosas industrias rurales: secado de té y tabaco, curado de pescado, hornos de ladrillos, caleras, fraguas, alfarería y otras muchas actividades artesanales. Los niveles de consumo pueden ser muy variables: en Tanzania, por ejemplo, se calcula que son necesarios 50 m3 de leña para secar la producción de una hectárea de tabaco, y en otros lugares se estima que hacen falta 2 kg de leña para producir 1 kg de azúcar de caña. Las industrias pueden consumir cantidades importantes de leña, que vienen a sumarse a la demanda doméstica de esas mismas zonas rurales. Los problemas recientes y la dificultad de aprovisionarse de combustibles comerciales han movido a las industrias rurales, en algunos países a volverse hacia la leña o a seguir usándola como combustible principal, si no único; a ello han contribuido además las posibilidades de aprovisionamiento inmediato o los esfuerzos de los gobiernos para limitar los efectos del consumo energético en la balanza comercial.

La utilización de leña en las zonas rurales para usos domésticos o para las industrias aldeanas se encuadra aún a menudo en formas económicas tradicionales de subsistencia. Predomina el autoconsumo: de recoger leña para atender las necesidades de la familia se encargan generalmente las mujeres y los niños, que suelen hacerlo en las proximidades de la vivienda; el aprovisionamiento energético, por otro lado, es una labor esencial, que puede requerir una fracción importante del tiempo de trabajo. En muchos casos, por razón de la presencia misma de poblaciones rurales, no se encuentran en las cercanías recursos forestales propiamente dichos. En ese caso, la leña se recoge de la vegetación leñosa dispersa en el espacio rural: árboles aislados, arbustos, restos de la poda de frutales, etc. Cuando la demanda aumenta y el acceso a los recursos se hace más difícil, suele surgir una corriente de actividades que crea puestos de trabajo y genera ingresos: algunos habitantes de la zona se dedican a la recogida y transporte de leña y a su distribución en las aldeas y los centros urbanos. Esa corriente de actividades puede ser considerable: se ha calculado que el aprovisionamiento de los centros de población del Sahel absorte millones de jornadas de trabajo. Se ha estimado, por ejemplo, que en 1980 el aprovisionamiento de leña de la sola ciudad de Bamako absorió 500000 jornadas de trabajo para corta de leña y representó un movimiento monetario de 7 millones de dólares EE.UU.. Eso pone de manifiesto la importancia que puede tener el aprovisionamiento de leña para la creación de puestos de trabajo en las zonas rurales, con los efectos económicos que ello trae consigo, y muestra al mismo tiempo el paso de la leña de producto libre y gratuito a producto valorado y monetarizado. Este último aspecto es sintomático de los crecientes problemas de aprovisionamiento, pero revela también un cambio de actitud que puede ser útil en la búsqueda de soluciones y para la utilización de la leña en un proceso de desarrollo.

Pero la contribución de la leña como fuente de energía no se limita a los sistemas energéticos rurales o a los sectores de subsistencia. En muchos países la demanda urbana representa una parte cada vez mayor del consumo de leña, tanto a causa de la migración hacia las ciudades de la gente del campo, que conserva modos de vida típicamente rurales, como de la dependencia de ese combustible de las familias más pobres, que siguen recurriendo a la leña para atender sus necesidades domésticas.- En esos casos, la leña tiende a ser sustituida por el carbón vegetal, combustible fácil de transportar, almacenar y utilizar pero cuya fabricación acarrea la pérdida de una parte importante de la energía contenida en la materia prima. Si no hay ningún control, la demanda urbana determina una concentración del consumo, que trae consigo una sobreexplotación localizada de los recursos en los alrededores de la ciudad y, al mismo tiempo, canaliza hacia las ciudades, en beneficio de sus habitantes, aprovisionamientos que serían indispensables para las gentes del campo. Los efectos de ese fenómeno se hacen sentir a más de 100 km de las ciudades, y esa distancia va en continuo aumento. La demanda urbana de leña, pues, puede constituir también un importante factor desestabilizador del aprovisionamiento energético rural.

Dado el carácter integrado de los sistemas energéticos rurales, las dificultades crecientes que se encuentran para aprovisionarse de leña tienen graves repercusiones, de distinta naturaleza. Ante todo, las poblaciones de esas zonas, que no tienen acceso a otras fuentes de energía, tienen que dedicar una parte cada vez mayor del tiempo y el dinero de que disponen, ambos limitados, a aprovisionarse de leña. Ello trae consigo una sobreexplotación acelerada de la vegetación leñosa restante, que puede incluso conducir a su desaparición, Esa sobreexplotación viene así a añadirse a todos los demás factores de degradación de la vegetación leñosa natural: incendios de la maleza, apacentamiento de los animales roturación para el establecimiento de nuevos cultivos, períodos climáticos desfavorables. En los casos extremos, las consecuencias para el ambiente pueden ser irreparables y poner en peligro las condiciones mismas de existencia del hombre: es bien sabido el efecto que la deforestación tiene en las zonas ecológicamente frágiles, como son las zonas áridas o las montañas, por razón de la desertificación y la erosión que siguen a la desaparición de la vegetación. La deforestación es a menudo consecuencia de la roturación del suelo para sembrar nuevos cultivos o introducir sistemas modernos de monocultivo: se produce así una desaparición del árbol del paisaje rural y con él desaparecen también las posibilidades de aprovisionarse de leña. Las gentes recurren entonces a los desechos agrícolas y a los excrementos del ganado, únicos combustibles a los que ano tienen acceso. Se ha calculado que, en algunos casos, las cantidades de esos productos que se han quemado y que, por tanto, no han podido enterrarse en el anclo, equivalen a cantidades considerables de abonos, necesarios para mantener la fertilidad del terreno. Para evitar que la productividad agrícola disminuya, es preciso entonces recurrir a fertilizantes minerales, con el consiguiente aumento de la dependencia de la energía fósil. La única alternativa es utilizar petróleo o gas como combustible, pero, aun suponiendo que los campesinos estén en condiciones de procurárselos, ello agravará, con una nueva demanda, las necesidades nacionales de combustibles fósiles En ultimo término, la escasez grave de leña repercute en dos direcciones en el conjunto del sistema energético rural: orea una dependencia de combustibles sustitutivos, importados desde fuera del sistema, y aumenta la necesidad de utilizar abonos para compensar les elementos fertilizantes no devueltos al suelo. Si no se interviniera para impedí, que la situación siguiera degradándose, podrían incluso producirse efectos nutricionales directos, por la imposibilidad de cocinar adecuadamente los alimentos, e indirectos, debidos a la disminución de la productividad agrícola. El impacto, naturalmente, se hará sentir mis agudamente en las zonas ecológicamente frágiles y entre los estratos más pobres de la población.

Cuando la situación no ha llegado todavía a un punto irreversible, existen para afrontarla soluciones técnica y económicamente viables que permiten al menos mantener o restablecer la contribución de la leña a la satisfacción de necesidades energéticas esenciales para la subsistencia de las poblaciones rurales, e incluso aumentarla, contribuyendo así poner a su disposición las mayores cantidades de energía que necesitan para el desarrollo. De esas soluciones se tratará en el último capitulo de este estudio.

Como conclusión de esta sección, en que se ha examinado la importancia que tiene la leña en los sistemas energéticos rurales es preciso subrayar la función que desempeña este combustible en la satisfacción de necesidades energéticas tan esenciales como son la cocción de los alimentos o la calefacción y en las industrias rurales de los países en desarrollo. Su escasez se traduce, para muchas gentes, en mayores dificultades cara subsistir y en una ruptura de sus sistemas energéticos; en los casos extremos, trae consigo una desestabilización del ambiente, debido a la desaparición de los bosques y a la corta de toda la vegetación lanosa. El problema de la leña tiene, pues, de hecho tres dimensiones importantes: forestal, energética y ecológica. Precisamente por eso es necesario apreciar claramente que su función en los sistemas energéticos rurales no es sólo un problema de subsistencia sino también un problema de desarrollo.

3.3 Evolución de la situación general en materia de leña


3.3.1 Situaciones de escasez aguda
3.3.2 Situaciones de déficit
3.3.3 Situaciones criticas
3.3.4 Recapitulación


El estudio ha mostrado que en 1980 cerca de dos mil millones de personas - es decir, tres cuartas partes de la población de los países en desarrollo - tenían un consumo energético de tipo tradicional y dependían por tanto de la leña y de otros elementos sólidos de la biomasa para satisfacer sus necesidades energéticas cotidianas. Pero más de la mitad de esas poblaciones que dependían de los combustibles tradicionales - en concreto, 1160 millones de personas - no estaban en condiciones, en 1980, de satisfacer sus necesidades energéticas mínimas con los recursos disponibles de leña sin comprometer su aprovisionamiento futuro: la demanda había crecido con mayor rapidez que la oferta y, en algunos casos, la sobreexplotación de los recursos no bastaba para garantizar los suministros mínimos necesarios. En el cuadro 2 puede verse una síntesis, región por región, del análisis de las poblaciones deficitarias de leña.

3.3.1 Situaciones de escasez aguda

Se ha podido calcular que, en 1980, cerca de 96 millones de personas de los tres continentes vivían en situación de escasez energética aguda: la sobreexplotación de la vegetación leñosa (o de lo que queda de ella) y, en caso necesario, el aprovechamiento de los residuos agrícolas resultaban a todas luces insuficientes para cubrir las necesidades mínimas. El consumo, pues, estaba forzado a mantenerse por debajo del mínimo indispensable. Así sucedía en las situaciones más graves identificadas: en Africa, en las zonas áridas y semiáridas situadas al sur del Sahara, en las partes orientales y sudorientales del continente, en las zonas montañosas y en las islas; en Asia, en las regiones montañosas del Himalaya; en América Latina, en el altiplano andino, en las zonas áridas de la costa del Pacífico y en las zonas de gran densidad de población de América Central y el Caribe. Todas estas situaciones se caracterizan bien por niveles elevados de la demanda; debido a la dureza de las condiciones climáticas, bien por una elevada densidad relativa de la población rural en zonas ecológicamente difíciles, en las que la productividad de los recursos de leña es baja. El déficit anual total de leña se ha calculado en 95 millones de m3, lo que equivale a 1 m3 por habitante y año: sólo una pequeña porción de las necesidades mínimas están cubiertas. En todas esas situaciones, la escasez de lana asume una gravedad cuyas consecuencias ponen en peligro las posibilidades de desarrollo: la escasez de leña incide en la nutrición y en el estado de salud de la población, que no está en condiciones de cocinar sus alimentos y protegerse del frío; obliga a aumentar desmesuradamente el tiempo y el dinero dedicados a procurarse combustible y determina una utilización máxima de todos los desechos disponibles para combustión, con repercusiones en la productividad del suelo que unidas a los efectos de la erosión causada por el desbosque, llevan a los habitantes de esas zonas a roturar continuamente nuevas tierras de cultivo en zonas generalmente cada vez más frágiles. Se puede decir, pues, sin miedo a exagerar que las zonas identificadas se hallan verdaderamente en situación de emergencia: la gravedad de la escasez de leña determina una penuria energética cuyas proporciones y consecuencias exigen intervenciones inmediatas y masivas. Son indispensables soluciones forestales tanto para resolver el problema energético como para restaurar y proteger el medio productivo, pero esas soluciones serán insuficientes, al menos a corto plazo, para colmar los considerables déficit existentes y restablecer el aprovisionamiento energético de modo que cubra el mínimo necesario. Toda estrategia para afrontar esas situaciones de escasez aguda debe, pues, incluir necesariamente medidas complementarias urgentes encaminadas a asegurar un mínimo de aprovisionamiento energético a corto plazo, medidas que pueden incluso llegar al suministro subvencionado de combustibles complementarios durante el tiempo necesario para poner en práctica soluciones duraderas.

Y si se pasa a analizar la evolución de esas situaciones hasta el año 2000, el panorama es aún más preocupante: se calcula que el crecimiento demográfico hará subir la población dependiente de la leña en esas zonas a más de 150 millones de habitantes. Tomando como base las tendencias de deforestación observadas recientemente y los programas de plantación previstos para los próximos años, y haciendo una extrapolación para el año 2000, es de temer que el déficit anual de leña llegue para entonces a 150 millones de m, con la consiguiente agravación del déficit por habitante. Las medidas actualmente previstas son, pues, insuficientes incluso para evitar una deterioración ulterior de la situación observada en 1980.

Cuadro 2 - Poblaciones afectadas por déficit de leña1 (millones de habitantes)


Región

1980

2000

Escasez aguda

Déficit

Déficit previsto

Escasez aguda o déficit

Total

Rural

Total

Rural

Total

Rural

Total

Rural

Africa

55

49

146

131

112

102

535

464

Cercano Oriente y Africa del Norte

 

 

104

69

 

 

268

158

Asia y el Pacífico

31

29

832

710

161

148

1671

1434

América Latina

26

18

201

143

50

30

512

342

Total

112

96

1283

1052

323

280

2986

2398

1 El cuadro indica la población total y la población que consume energía de acuerdo con una pauta predominantemente rural (población total menos la de los centros urbanos de más de 100000 habitantes); las cifras representan la población estimada de las zonas en que se han producido las distintas situaciones respecto del suministro de leña.

N.B. Este cuadro es una revisión del cuadro 2 del informe del Grupo Técnico sobre leña y carbón vegetal.

3.3.2 Situaciones de déficit

Se ha calculado que, en 1980, 1052 millones de personas se hallaban en situación de déficit por lo que se refiere al aprovisionamiento de leña: esas personas no estaban en condiciones de cubrir sus necesidades mínimas a no ser recurriendo a una sobreexplotación que ponía en peligro su aprovisionamiento para el futuro, al no estar asegurada la renovación de los recursos. Situaciones de ese tipo se han identificado en Africa del Norte y en el Medio Oriente, en las zonas de sabana del oeste, el centro y el este de Africa, en las llanuras del Ganges y el Indo, en algunas llanuras e jalas del Sudeste de Asia; y en las zonas semiáridas pobladas y las zonas andinas de América Latina. Solamente en Asia más de 700 millones de personas están afectadas por situaciones de déficit de leña. Las características de esas situaciones son muy diversas: en general se dan en zonas relativamente pobladas y con condiciones ecológicas más o menos favorables para la productividad de los recursos forestales, pero la densidad relativa de población somete esos recursos a presiones muy superiores a las disponibilidades, determinando así una situación de déficit. El déficit global se ha calculado en 350 millones de m3 en 1980, lo que representa una media de 0,3 m3 por habitante y año, y más de dos tercios de ese déficit corresponde a situaciones identificadas en Asia.

Debido al fuerte crecimiento demográfico que se registra en la mayoría de esas zonas y a la roturación de nuevas tierras para usos agrícolas, la situación se degrada rápidamente. Y sin embargo, dado que las condiciones ecológicas son relativamente favorables, son posibles soluciones forestales, que deben integrarse íntimamente en el desarrollo rural y basarse en una participación activa de la población en la protección y la gestión de sus recursos de leña. En tales soluciones debe darse un lugar destacado a los sistemas agrosilvícolas, el cultivo intercalar, las plantaciones rurales, los bosques comunales, etc.

Por otro lado, un análisis de las tendencias actuales hace temer que las situaciones de déficit se agraven y en algunos casos se transformen en situaciones de escasez aguda antes del año 2000. Teniendo en cuenta las poblaciones que dependían de la leña en 1980, las zonas en situación de déficit podrían incluir en el año 2000 1782 millones de personas, de las cuales 1149 millones se hallarían en la sola Asia. Es arriesgado intentar hacer una distinción y determinar qué situaciones habrán evolucionado hacia un estado de escasez aguda para el año 2000, pero es muy posible que el déficit global pase de 350 millones de m3 en 1980 a 710 millones de m3 para entonces, duplicándose, pues, en el espacio de veinte años. El déficit medio por habitante se elevaría así a 0,4 m3 por ano. Esa evolución de la situación es consecuencia de las tendencias actuales de deforestación y del probable ritmo de plantación. También en este tipo de situaciones las medidas actualmente previstas son insuficientes aunque sólo sea para impedir una deterioración ulterior y contrarrestar al menos el crecimiento demográfico.

3.3.3 Situaciones criticas

Entre las zonas en las cuales las disponibilidades eran en 1980 superiores a las necesidades se ha identificado un tipo de situaciones que, sobre la base de las tendencia" actuales, corren el riesgo de encontrarse con déficit más o menos acentuado en el ano 2000. Estas situaciones, calificadas de "criticas" por razón de su posible evolución, afectaban en 1980 a 280 millones de personas dependientes de la leña y su número podría ascender a 464 millones para el año 2000, debido al elevado crecimiento demográfico. Mientras en 1980 sus disponibilidades superaban a las necesidades en 108 millones de m3, las zonas encuadradas en esa categoría podrían encontrarse en El año 2000 con un déficit del orden de 100 millones do m3. En esta categoría se han agrupado situaciones en las que se manifestará un déficit en lugar do los excedentes actuales y otras que Irán degradándose a un ritmo acelerado: so han incluido, pues, en esta categoría algunas situaciones latinoamericanas que en el año 2000 estarán muy cerca do ser deficitarias sin serlo aún realmente.

Muchas de esas situaciones criticas so caracterizaban en 1980 por la presencia de recursos forestales todavía relativamente abundantes y, al mismo tiempo, por un rápido crecimiento de la población rural, ligado particularmente a importantes movimientos de población y, por tanto, de roturación y de puesta en cultivo de nuevas tierras. Todo ello determina una rápida disminución de las disponibilidades de leña, que la penetración y el acceso a nuevos recursos forestales no bastan a contrarrestar. Con programas adecuados de mantenimiento de las disponibilidades de leña, an el cuadro de los programas de desarrollo rural, deberla ser posible controlar la evolución de esas situaciones, pero es preciso intervenir pronto, para que no degeneren hasta el punto de exigir soluciones más intensivas y más difíciles de aplicar.

3.3.4 Recapitulación

Las dimensiones del problemas y las perspectivas que emergen del análisis de las disponibilidades y las necesidades de leña confirman las preocupaciones manifestadas al respecto en estos últimos anos.

De un total aproximado de 2000 millones de personas que en 1980 dependían de la leña en los países en desarrollo, 1148 millones, o sea el 57,5%, no contaban con disponibilidades sufiencientes: de ellas, 96 millones no podían cubrir siquiera sus necesidades mínimas y se encontraban en situaciones de escasez energética aguda, con graves consecuencias socioeconómicas y ecológicas. Para todas esas situaciones en conjunto, el déficit se calcula en 445 millones de m3, y más de la mitad de esa cifra corresponde a la sola Asia.

Una extrapolación de las tendencias actuales en lo referente a población, deforestación y plantación pone de manifestó un problema de proporciones gigantescas para el año 2000: frente a un total aproximado de 2700 millones de personas que dependerán de los combustibles tradicionales para aprovisionarse de energía, 2400 millones (o sea, el 89%) podrían verse afectadas por situaciones de escasez aguda de leña o de déficit más o menos acentuado. El déficit total podría elevarse a mas de 1000 millones de m3 de leña, equivalentes a 9 millones de gigajulios por año. Si no se interviene más intensivamente y a una escala que responda realmente a las dimensiones del problema en un número cada vez mayor de situaciones la leña no desempeñará probablemente más que una función marginal. Ello podría obligar a los gobiernos a organizar programes urgentes en gran escala para atender las necesidades energéticas mínimas de la población (incluidas necesidades tan esenciales para la subsistencia como son la alimentación y el cobijo) y el costo de esos programas amenaza menoscabar considerablemente las posibilidades de desarrollo de los países afectados.

Sólo escaparán a esa evolución las zonas poco pobladas que conservan ano inmensos recursos forestales, como las cuencas del Amazonas y del río Zaire, las jalas mayores del Sudeste de Asia y un pequeño número de zonas localizadas de los tres continentes. En esos lugares las disponibilidades seguirán siendo muy superiores a las necesidades locales, hasta el punto de que podría plantearse la cuestión de cómo utilizar ese potencial para aprovisionar a las zonas deficitarias vecinas.

El análisis y los resultados aquí presentados para el año 2000 tienen meramente carácter indicativo y su objeto es hacer reflexionar sobre lo que puede suceder si no se hacen esfuerzos importantes para impedirlo. Es probable que la escala y la gravedad de las situaciones de escasez aguda que se están creando obliguen a los gobiernos y a la población a actuar y a adoptar soluciones cuyo impacto será preciso seguir de cerca. Lo que este análisis pone de manifiesto es la inmensidad de la labor que hay que realizar para resolver El problema energético de las poblaciones dependientes de la leña, teniendo en cuenta que en lo porvenir su aprovisionamiento deberá provenir de acciones deliberadas y no de una recogida libre y gratuita, como hasta ahora, que permite ignorar, o casi, el problema.

3.4 Especificidades regionales

Para completar este panorama general de la situación en materia de leña en los países en desarrollo es necesario dar algunas indicaciones sobre los caracteres específicos principales de las situaciones regionales que se analizarán detalladamente en los capítulos siguientes. El estudio ha puesto de relieve la existencia de notables diversidades de una región a otra en lo que se refiere a importancia relativa de la leña, formas de utilización de los recursos, distribución de la población en relación con los recursos, etc.

El Africa al sur del Sahara es la región donde la dependencia de la leña es más acentuada, con porcentajes que varían entra el 90 y el 98% en las zonas rurales y pueden superar el 90% en los balances energéticos nacionales. Las formaciones leñosas naturales juegan un papel preponderante en el aprovisionamiento, pero se aprovechan con poca eficiencia, relativamente, debido quizás a que han sido abundantes hasta hace poco. Las poblaciones están concentradas en general en las zonas de sabana, donde las condiciones ecológicas son poco favorables para los bosques. Con frecuencia existe un fuerte contraste entre las zonas de sabana, con grave déficit, y las zonas forestales vecinas, que disponen de excedentes, contraste que se debe, claramente, a las condiciones de accesibilidad y a la falta de infraestructura. Incluso en las zonas relativamente pobladas, los recursos de leña no provenientes de fuentes forestales convencionales no desempeñan más que una función accesoria: parece como si el árbol estuviera en general menos integrado en el paisaje rural y en los sistemas de cultivo que en otras regiones. Por otro lado, los tipos de agricultura o de plantas cultivadas parecen poner a disposición menores cantidades de desechos para la obtención de energía. En conjunto, esos caracteres determinan situaciones importantes de déficit, en particular en las zonas áridas y semiáridas y en las zonas montañosas, sin que las cifras de la población que en ellas se encuentra sean muy elevadas: con frecuencia se encuentran déficit importantes con densidades inferiores a 20 habitantes por km2, lo que pone de relieve la dureza de las condiciones ecológicas pero al mismo tiempo deja espacio, a menudo, para soluciones forestales de carácter voluntario, a nivel de familias o de aldeas, poco aplicadas hasta el momento. Es preciso subrayar la importancia de soluciones que tengan contemporáneamente en cuenta la función del árbol como fuente de energía y como elemento importante de la economía rural y de la estabilidad del medio.

Africa del Norte y el Medio Oriente presentan una gran diversidad de situaciones geográficas, ecológicas y económicas y, debido a ello, la dependencia de la leña refleja más bien la existencia o ausencia de fuentes de aprovisionamiento que la disponibilidad nacional de combustibles fósiles. En los países en que las condiciones ecológicas permiten un mínimo de productividad forestal se asiste a un aumento del consumo de leña paralelo al del consumo de otros tipos de energía: ello se debe a la dependencia continuada de la leña en que se hallan los estratos más pobres de la población y también a cierta preferencia por ese combustible tradicional. A posar de todo, el consumo de leña es, salvo excepciones, limitado y la leña no es el combustible principal: lo más notable es sobre todo la pobreza de los grupos de población que la utilizan que por ello mismo no tienen acceso a otros combustibles. Sólo en pocos países que disponen de recursos forestales importantes se encuentra una notable dependencia de los combustibles leñosos y en ellos el déficit respecto de las necesidades es a menudo importante. Otra característica particular de esta región es la existencia de corrientes comerciales, en particular de carbón vegetal, en aquellos lugares donde las disponibilidades financieras permiten importar ese combustible tradicional, preferido para determinados usos domésticos.

El Asia se distingue ante todo por dos características: la importancia de las poblaciones que dependen de los combustibles tradicionales, y la complementariedad de la leña, los residuos agrícolas y los excrementos animales, que llega al punto de hacer difícil una distinción entre ellos. La antigüedad de los asentamientos humanos hace que las poblaciones dependientes de la leña se hallen a menudo concentradas en zonas de gran densidad, con fuerte crecimiento demográfico, y alejadas de los recursos forestales, alejamiento que hace difícil el transporte de los productos de ellos derivados. Por ese motivo, las disponibilidades de leña provenientes de recursos distintos de las formaciones leñosas naturales tienen en esa región importancia particular: el árbol está a menudo íntimamente asociado a las formas de cultivo y representa un complemento apreciable. La diversidad de los combustibles utilizados hace difícil evaluar las necesidades mínimas reales de leña: en algunos casos el consumo energético se basa tradicionalmente en la utilización de residuos agrícolas y excrementos del ganado, cuyo uso, por tanto, no puede considerarse como índice de una grave escasez de leña. El problema de la leña en Asia se encuentra esencialmente en el subcontinente indio y en ciertas zonas limitadas del sudeste: la densidad de población de esas zonas, que es del orden de varios centenares de habitantes por km2 y va en continuo aumento, plantea problemas de aprovisionamiento rural particularmente complejos y delicados de resolver, a causa de las posibles repercusiones en los sistemas energéticos y de producción agrícola, estrechamente vinculados entre si, y del frágil equilibrio existente. Es en Asia, pues, donde se encuentran las situaciones deficitarias más graves, tanto por las dimensiones de las poblaciones afectadas y la importancia del déficit como por las consecuencias que ese déficit tiene para el medio y los recursos naturales de las zonas en cuestión e incluso de las llanuras situadas por debajo de ellas.

En América Latina las situaciones son más heterogéneas, debido a la diversidad de formas de vida y de costumbres y a las condiciones físicas y humanas. Una proporción no insignificante de las poblaciones rurales no utiliza ya combustibles leñosos, pero ello se ve contrarrestado por un porcentaje más elevado de utilización en las zonas urbanas, que hace que, en vastas zonas, la dependencia de la leña siga siendo alta. La diversidad de las situaciones dificulta las estimaciones y la aplicación de parámetros para determinar la disponibilidad y las necesidades de leña. Mientras es evidente que las formaciones naturales desempeñan una función importante en los aprovisionamientos, el papel de las masas boscosas rurales es más difícil de estimar. La región se caracteriza además por la presencia, en las zonas de escasez aguda, de condiciones ecológicas generalmente difíciles y por una compartimentación de las situaciones que hace difícil la transferencia de recursos de las zonas excedentarias a las deficitarias. Hay que subrayar también la importancia de los movimientos de población hacia zonas recién colonizadas y la gravedad que en esas zonas reviste la deforestación. Por último, no hay que olvidar que en América Latina se encuentran grandes industrias consumidoras de leña y carbón vegetal: es la región donde el consumo industrial de combustibles leñosos reviste mayor importancia, lo que con frecuencia tiene repercusiones negativas para el aprovisionamiento energético doméstico de las poblaciones rurales, en particular en el Brasil.

3.5 Conclusiones

Este panorama general de la situación en materia de leña en los países en desarrollo permite apreciar las verdaderas dimensiones y la gravedad del problema. La leña desempeña un papel esencial en el aprovisionamiento energético de cerca de 2000 millones de personas, que la utilizan sobre todo para cocinar sus alimentos. De ese total, cerca de 100 millones no pueden procurarse suficientes combustibles para atender una necesidad energética tan elemental como ésa y más de 1000 millones de personas tienen que afrontar una escasez creciente de leña. La extrapolación de las tendencias actuales hace temer que para el año 2000 se duplique el número de personas dependientes de la leña que se hallan en situación de grave déficit y que para entonces el déficit global ascienda a 1000 millones de m3. La crisis de la leña se va agravando, superando las proporciones que ya ha alcanzado, y para fines de siglo no perdonará más que a muy pocos países en desarrollo.

Por encima de las variaciones regionales, las repercusiones del problema de la leña se hacen sentir con especial gravedad en los grupos de bajos ingresos y entre los elementos más frágiles de la población. (mujeres, niños y ancianos) y ponen en peligro las perspectivas de desarrollo económico y social, en la medida en que las necesidades energéticas mínimas no están cubiertas y las consecuencias ecológicas de la deforestación afectan a la productividad de la agricultura. El presente estudio se propone facilitar una toma de conciencia de la gravedad del problema, para conseguir una movilización general de esfuerzos que responda a sus verdaderas dimensiones.


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