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Educación forestal

por HARDY L. SHIRLEY

Decano de la Universidad del Estado de Nueva York, Facultad de Dasonomía, E.U.A.

CUANDO el hombre abraza la profesión de la ingeniería forestal, lo hace con el objeto de ayudar a sus semejantes a convivir satisfactoriamente con los montes y ordenar éstos de manera que se obtenga de ellos el máximo provecho en forma de productos, servicios y esparcimiento. Supuesto que las tierras boscosas constituyen alrededor del 30 por ciento de la costra terrestre, preciso es reconocer que tal propósito no tiene humildes alcances. A medida que la población crece, el hombre aumenta sus exigencias sobre los recursos de tierras, por lo cual se vuelve cada vez más difícil alcanzar la deseada meta, y al mismo tiempo hay mayor necesidad de lograrla.

Mientras los bosques se hallan en vías de mejoramiento, no pueden desatenderse ni distraerse las exigencias impuestas sobre ellos. El forestal debe seguir empeñado en su cometido sin dejar de cumplir estos requisitos, aunque al plegarse a las circunstancias haya de retrasar la consecución de sus planes. En este aspecto, su labor es análoga a la del agrónomo o a la del ordenador de pastizales, ya que ambos se ven constreñidos a mantener el nivel normal de producción en los terrenos a su cargo y simultáneamente proseguir rehabilitándolos para acrecentar su productividad futura.

La tarea de preparar al individuo para este servicio quedaría incompleta si no se lo enseñara a tener cabal conciencia de su responsabilidad profesional, así como se lo dota de conocimientos técnicos y pericia para el desempeño de sus deberes.

Las verdaderas profesiones se caracterizan por la necesidad de adquirir una educación especial para su buen ejercicio y de sentir devoción por el bienestar general antes que ceder a móviles egoístas. Los ingenieros de montes cumplen ambos requisitos como profesionales. Los hombres prominentes en dasonomía han observado siempre ciertos principios básicos que guiaron sus pasos hacia la meta que perseguían. Las doctrinas en que se inspira el forestal tienen que ver con la ciencia y su aplicación al bienestar humano. Entrañan asimismo, ineludiblemente, algunos postulados fundamentales acerca del hombre y el lugar que le corresponde en el universo. Los preceptos filosóficos del forestal no se han expuesto de una manera definitiva, a pesar de lo cual existen y dirigen el pensamiento y las acciones de los dasónomos destacados, cualquiera que sea su país natal. Comparten muchas de las convicciones que defienden los ingenieros forestales, personas que tienen manifiesto interés en el uso que hace el hombre de los recursos naturales.

Credo del forestal

En una enumeración de los principios doctrinales que sustenta el ingeniero forestal, no faltarían declaraciones de fe como las siguientes:

La vida humana es sagrada y buena. Constituye el más noble empeño del hombre, protegerla y poner todos los medios para consumarla.

El hombre no podrá gozar de libertad de acción ni ver realizadas las promesas de la vida si las fuentes básicas que proveen a su existencia son insuficientes o no se entiende su eficaz utilización.

La tierra y sus recursos son finitos. Por ende, en cualquier periodo del evo, existe un límite a la cantidad de sustento, fibras y demás recursos renovables que el hombre tiene a su disposición.

Los recursos actuales del globo terráqueo bastan, a condición de aprovecharlos bien, para brindar a los humanos los elementos básicos esenciales a la vida, en abundancia muy superior a la que ahora se cree posible.

El hombre posee el privilegio de emplear los recursos renovables de la tierra en toda la medida que asegure su renovación constante en la proporción actual o mayor de consumo. El desperdicio innecesario de los recursos renovables priva al hombre de la posibilidad de alcanzar más plenitud y satisfacción de la vida. Este malgasto constituye un pecado de leso humanidad en nuestros días. La inútil destrucción del suelo y de los recursos no renovables redunda en menoscabo de los hombres de hoy y de los que están por nacer.

Las plantas, los animales y el hombre obedecen a leyes naturales. El hombre, mediante un esfuerzo intelectual creador, puede escrutar y utilizar las leyes naturales. Pero sea cual fuere su penetración imaginativa o el rigor de sus experimentas, es improbable que llegue a descubrir todas las leyes naturales que gobiernan el comportamiento de las plantas y los animales, o a comprender a ciencia cierta su propio lugar en el orbe.

La complejidad y simple magnitud de las leyes físicas y biológicas que afectan al hombre son tan vastas que no hay un solo individuo capaz de entenderlas todas ni de reducir su aplicación dasonómica sólo a una base matemática. El arte debe siempre desempeñar un papel importante en la explotación de las riquezas esenciales al alcance del hombre.

En la Gran Bretaña, los cursos universitarios para graduarse en dasonomía son típicamente trienales. Durante los períodos de instrucción, el tiempo de los estudiantes está muy bien distribuido y ocupado. Los trabajos prácticos de silvicultura se efectúan sobre todo en los cursos de orientación profesional.

Arriba: Los estudiantes practican la plantación de picea en agujeros o casillas, al norte de Gales.

Abajo: Una clase de laboratorio sobre botánica forestal en el colegio universitario del norte de Gales. - Fotografías facilitadas por el British Information Service.

El bosque tiene sus misterios, su drama ignoto e insospechado en que actúan incontables plantas y animales formando una comunidad de convivencia intervinculada que compone la vida selvática. Por consiguiente, el hombre habrá de enfrentarse al bosque con ademán humilde y reverente. Es un recinto sagrado y hay que abstenerse de profanarlo en balde.

Puesto que la vida humana es sagrada, sus energías no deben derrocharse infructuosamente.

Estos cánones alientan al forestal en su peregrinaje hacia la meta de ordenar los bosques para el bienestar humano. Los educadores en dasonomía los acogen, emulando a los profesionales. Aquellos comparten también con los pedagogos en general determinados preceptos en que ha de sustentarse toda actividad docente, tales como:

El deber supremo del profesor es ser leal a la verdad y cultivar en sus educandos la capacidad de averiguarla.

La verdad raramente es absoluta, y no se sujeta tampoco a ser accesible en una sola dirección. El discernimiento y un instinto de justiprecio son cualidades necesarias al hombre culto.

La costumbre de leer las obras de los grandes maestros, estadistas, literatos, artistas, científicos y filósofos de todos los tiempos puede afinar en el estudiante un sentido de los valores, que le ayudará a tomar decisiones prudentes.

La educación es tarea de toda la vida para cualquiera persona.

Estas dos listas de doctrinas podrían ampliarse notablemente. Sin embargo, lo apuntado servirá de base para una discusión de la educación forestal.

Educación general

El profesor de dasonomía debe procurar, en los diversos campos del saber, temas de literatura, arte, historia, filosofía y religión, es decir: aquel material educativo que permita al estudiante que se inicia en dasonomía comprender al hombre y sus aspiraciones, sus esperanzas y temores, sus deseos y anhelos, su debilidad y grandeza, su bondad y sabiduría. Esta sería una labor titánica si tales materias no constituyesen la base de toda educación. Lo que el forestal precisa en estos campos difiere poco en extensión, de lo que sería una educación fundamental para el estadista, el escritor, el hombre de negocios, el funcionario público, el sacerdote o el maestro. Muchas escuelas de dasonomía exigen a sus aspirantes una probada competencia en estos aspectos de cultura general. Por desgracia, ocurre con demasiada frecuencia que a causa del apremio por terminar los estudios especializados subsiguientes en ingeniería de montes, suele caer en abandono la perseverancia en ensanchar y profundizar los conocimientos generales. El forestal que se forma un concepto equivocado de sus semejantes está condenado a un fracaso nada menos grave que aquel cuya competencia técnica sea insuficiente.

El profesor de dasonomía podrá pedir ayuda a los pedagogos de cultura general para determinar lo que al respecto necesiten sus alumnos. Sin embargo, a él mismo incumbe precisar los conocimientos especiales que haya de impartir.

Alcance de la profesión

El ajeno a la profesión podría creer que existe un acuerdo general entre los forestales en cuanto a la amplitud y naturaleza de los conocimientos especiales que requiere el ejercicio de la ingeniería de montes. La realidad es muy distinta. La dasonomía como profesión está evolucionando rápidamente, y sus actividades de continuo se ensanchan a medida que recaen sobre los forestales nuevas obligaciones que sólo ellos están capacitados para atender mejor.

El debate entre los forestales se concentra en dos cuestiones: ¿qué es la dasonomía? y ¿qué son los forestales?

Como definición formal de la dasonomía, puede decirse que es la ciencia y arte de formar, cuidar o cultivar montes. Algunos interpretan que esto restringe el alcance de la dasonomía a la ordenación de la madera en crecimiento. Otros sostienen que abarca la ordenación de tierras boscosas en relación con todos sus productos y servicios, incluyendo la madera y también las aguas, la fauna silvestre, las plantas forrajeras y ciertos servicios generales y humanos tales como la protección del suelo y los fines recreativos. Por ejemplo, el Secretario de Agricultura de los Estados Unidos, James Wilson, expresó en 1905 las obligaciones del forestal federal en las primeras instrucciones dirigidas al jefe forestal Pinchot, con las siguientes palabras:

«Todos los recursos de las reservas forestales son para su utilización y tal uso ha de lograrse de una manera por completo expedita y cumplida, subordinada sólo a aquellas limitaciones que aseguren la permanencia de dichos recursos.»

En las instrucciones se mencionan específicamente la madera, el agua y los forrajes como productos aprovechables.

Aunque la dasonomía teórica se ocupa ante todo de los árboles como elementos biológicos primordiales del bosque, el ordenador de terrenos forestales habrá de compenetrarse de todos los recursos de la tierra comprendidos en los límites del monte que tiene a su cargo ordenar. Por consiguiente, conceptuar al forestal como o individuo a quien corresponde únicamente ocuparse en el cultivo de especies maderables, o más concretamente, en el cultivo de árboles en terrenos forestales, es una noción por demás anticuada, y esto suponiendo que en algún momento haya tenido general aceptación.

El forestal ha sido siempre un ordenador de tierras y en toda ocasión en que el gobierno o los propietarios particulares han intentado restringir sus actividades concretándolas a los árboles, ha quedado incapacitado para cumplir su verdadera misión.

El ordenador de tierras forestales puede vender la madera en pie, el forraje unido a las raíces herbáceas y el agua en su cauce natural, y a la vez pasar por alto el valor recreativo de las tierras y todos los productos forestales secundarios. Sin embargo, si trata de conseguir ingresos máximos de la tierra y, por ende, la mayor satisfacción humana que de ella puede derivarse, hallará oportuno dilatar el campo de sus obligaciones. Podrá recolectar la madera y elaborarla; administrar rebaños de animales domésticos; conceder derechos de esparcimiento, incluidos algunos de caza.

Y si el aprovechamiento diversificado ha de formar parte esencial de su programa de ordenación de tierras, el forestal será el árbitro definitivo en todo lo atinente al uso de la tierra, pues de lo contrario quedará anulado de hecho como ordenador. La elaboración de la madera bajo las órdenes del forestal puede incluir el aserrado, la fabricación de carbón vegetal, la preparación de madera desmenuzada para las fábricas de celulosa, el tratamiento preservativo de postes y estacas para cercas y la manufactura de traviesas de vía. Si estas operaciones madereras entran o no en la esfera de la dasonomía es en gran parte un asunto de criterio. Al de tierras boscosas le interesa sacar beneficios de ellas y contratará al tipo de forestal capaz de conseguirlos.

Esto entraña que el ingeniero de montes contará entre sus obligaciones la de emitir ciertos juicios, tomar decisiones y emprender operaciones de carácter comercial, en cumplimiento de su misión como ordenador de tierras. Habrá de saber tratar eficazmente de negocios con sus superiores, y deberá tener una idea clara de cómo presentar sus informaciones básicas, conclusiones y recomendaciones, de suerte que no haya dificultad en entenderlas y llevarlas a la práctica.

Amplitud de la educación

Los bosques podrán explotarlos bien únicamente quienes conozcan la naturaleza biológica de los árboles y de las demás formas de vida selvática. Dicho de otro modo, el forestal habrá de poseer un conocimiento fundamental de las plantas vivas y de sus exigencias vitales. Estará familiarizado con sus necesidades básicas de elementos minerales; las transformaciones en que intervienen el agua, la luz y el dióxido de carbono; la forma en que el crecimiento reacciona a la temperatura; la naturaleza genética de las plantas y capacidad de variación; las plantas que rivalizan con los árboles en diversas fases de desarrollo, desde el estado de plántalas hasta el de árboles maduros; los insectos y otras formas de vida animal que se alimentan de los árboles y de las semillas, y la manera en que el bosque queda afectado por los caprichos del tiempo y otras fuerzas naturales.

El forestal habrá de tener un conocimiento del suelo, no solamente como fuente de humedad y de elementos minerales y como soporte del árbol, sino también como un medio en el que la actividad biológica es en extremo intensa. Deberá saber cómo se producen y destruyen los materiales orgánicos y estar al tanto de las miriadas de animalejos que excavan galerías en el suelo, alimentándose de las raíces y de los desechos orgánicos, con lo cual labran y airean la tierra y abren canales por donde se filtra el agua. En definitiva, el forestal es, en realidad, un ordenador del suelo y depende del grado a que pueda mantenerlo en capacidad óptima de producción, la medida de su buen éxito como recogedor de cosechas forestales.

La actividad biológica se compone principalmente de una gran variedad de transformaciones físicas y químicas. Al recolectar y aprovechar los productos del bosque, el hombre recurre ante todo a medios físicos y químicos. Por consiguiente, el forestal tiene precisión de poseer un conocimiento básico de las matemáticas, la física y la química, y de su aplicación al reconocimiento de tierras, estimación de la capacidad maderable, construcción de carreteras y otras obras de mejoramiento, recolección y manipulación del rendimiento anual; así como al combate contra insectos y hongos, a la lucha contra incendios y a los procesos biológicos esenciales a la salubridad y buen estado de los bosques.

El ingeniero forestal debe considerar la madera como el producto primordial de los bosques y conocer sus propiedades físicas y químicas y, sobre todo, sus múltiples aplicaciones. Los ingresos obtenidos de la conversión de madera en productos útiles son precisamente los que permiten proteger, cultivar y repoblar el bosque. Debe también ser entendido en los demás productos del bosque y su aplicación y valor potencial, en particular tratándose de la fauna silvestre y de los recursos de aguas, forrajes, plantas secundarias y productos de éstas.

El ingeniero de montes se ocupa en un mundo físico y biológico, pero sus móviles se relacionan fundamentalmente con el hombre. Tiene que actuar en un medio social y hacer un uso efectivo de las instituciones creadas. Muchas actividades cuya buena comprensión requiere estar bastante bien versado en las ciencias sociales, deben formar parte del acervo de conocimientos que el forestal pone en práctica cotidiana, entre las cuales merecen mencionarse la comercialización de productos forestales, el transporte de éstos, la administración y la política forestales, la administración de personal y la ordenación de la fauna silvestre, de las cuencas hidrográficas y de las zonas para fines recreativos.

El instructor forestal elabora sus cursos profesionales con arreglo al conocimiento básico que los estudiantes poseen en ciencias biológicas, físicas y sociales. Su única contribución directa consiste en la dasonomía como ciencia y en la práctica. Los diversos cursos abarcan la creación, protección y cuidado de los bosques, la ordenación de la madera en pie y de los recursos afines, la obtención de productos forestales y su elaboración, y la administración de empresas forestales. Comprenden, asimismo, la historia y política forestales y el estudio crítico de la economía forestal y de su lugar en la economía general. Los distintos cursos y las materias de que constan varían notablemente de una escuela a otra y de un país a otro; no obstante, siempre se mantienen dentro del plan regular descrito.

Profundidad de los conocimientos

Muy pocos son los que pueden abarcar de una manera completa todos los aspectos del saber sobre los cuales descansa la dasonomía. Por tanto, el forestal, como ordenador de tierras, tiene que acudir cada vez más a los servicios de los investigadores y especialistas en los diversos ramos de la dasonomía. Las escuelas de la materia necesitan formar investigadores, así como ordenadores de tierras forestales. La ingeniería de montes es una de esas profesiones en que hallan acomodo individuos de variadísimas aptitudes: forestales de campo y viveristas, investigadores y profesores, proyectistas y funcionarios ejecutivos. Corresponde a los profesores de dasonomía descubrir las aptitudes de sus estudiantes y planear su programa de estudios de tal modo que los jóvenes con superior capacidad lleguen a interesarse por aquellos aspectos en que sus facultades creadoras puedan estar bien aprovechadas.

En rigor, la educación forestal erraría su cometido si no sirviera de estímulo para que cada joven estudiante llegue a dar la máxima utilidad en su profesión. Esto es difícil de conseguir con los programas fijos de estudios; sin embargo, ninguna escuela dasonómica cumplirá su misión a cabal satisfacción a menos que se descubran los estudiantes dotados de capacidad directiva potencial y se les ofrezcan carreras profesionales adecuadas a su habilidad.

Para cualquier individuo, la educación es labor de toda la vida, sea en su profesión o en sus deberes de padre, ciudadano y servidor de sus semejantes. Los rápidos adelantos científicos, logrados por medio de la investigación y de los métodos administrativos, hay que difundirlos sin dilación entre todos los profesionales. En este campo, las escuelas tienen un papel más que desempeñar. Hasta la fecha, ha constituido ésta una de las principales funciones de las sociedades profesionales, pero la tarea va adquiriendo cada vez mayor complejidad y hace falta recurrir a la capacidad del educador para examinar y comunicar ideas nuevas. A fin de llenar el vacío, podrían organizarse conferencias, simposios y otros tipos de cursillos.

Con el tiempo, una escuela de dasonomía se convierte en mucho más que centro de capacitación para aspirantes a forestales. Se pide a sus maestros que ayuden con su ciencia al profesional, a la industria y al gobierno. Los trabajos de investigación convierten a la escuela en plantel al que acuden visitantes de muchos países, y constantemente se mantiene en contacto con otras facultades de estudios afines, para el intercambio de conocimientos y métodos con que no sólo la ciencia se beneficia, sino también la explotación de los recursos naturales. Por conocerse en ella a muchos individuos, solicitan sus buenos oficios los encargados de contratar personal. Pero, ante todo, sirve para difundir conceptos claros acerca de los grandes problemas de recursos. Así, pues, el grupo de sus comitentes se compone de propietarios y administradores de fincas rústicas, industriales, legisladores y funcionarios del gobierno. Constituye una especie de círculo que promueve la reciprocidad y buena disposición entre los administradores y usuarios de los recursos de la tierra en todas partes. Es un establecimiento de prosperidad y paz.

La trascendencia definitiva de cualquier escuela de dasonomía se apreciará por el grado a que logre infiltrar altos ideales en sus estudiantes y disciplinarlos en la persecución de nobles propósitos que los capaciten para descollar en las actividades forestales de su patria y del mundo. Muchas escuelas han logrado esta distinción y recibido honores por la exaltación de sus graduados para ocupar cargos en el Congreso o ser electos diputados en las legislaturas, gobernadores, directores de grandes empresas y hasta primeros ministros. Nunca fué tan grande la necesidad de escuelas de renombre mundial como lo es hoy, porque la dasonomía tiene cada vez mayor alcance internacional. Esto no puede sino hacer resaltar la importancia de vincular los conocimientos profesionales con una amplia intelección de la ciencia, de las formas de gobierno y de la especie humana.

Articulo traducido de un texto original en inglés.


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