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Defensa contra los aludes y torrentes en el Pirineo español

por la SECRETARIA DE LA FAO

En mayo de 1955, varios ingenieros forestales de las secciones Alpes y Pirineos, de la Dirección de Aguas y Montes (Francia), que deseaban conocer los trabajos que en materia de defensa contra aludes y corrección de torrentes se efectúan en el Pirineo español, fueron huéspedes de sus colegas los ingenieros de montes afectos a la 6a Región Hidrológico-Forestal del Patrimonio Forestal del Estado (España). Un funcionario de la Dirección de Montes de la FAO, fué invitado a agregarse al grupo.

En la frontera francoespañola está la Estación Internacional de Canfranc, con patios de entronque, donde la red ferroviaria española se une a la francesa. Sumida en un valle profundo, rodeado de montañas pedregosas y escarpadas, la estación se halla todos los años amenazada por los aludes. Para proteger de riesgos las instalaciones ferroviarias, los forestales españoles laboran sin descanso. Antes de que se iniciaran estos trabajos, hace cincuenta años, las faldas bajas de las montañas aparecían virtualmente denudadas de toda cubierta forestal, pero desde entonces han sido repobladas casi en su totalidad con Pinus sylvestris, Pinus montana, Larix; europea y diversas especies de Populus. A mayor altura se han hecho obras de ingeniería con el fin de contener o romper la masa de nieve antes de que se precipite sobre el valle.

El torrente Estiviellas, que es el paso de los aludes más peligroso en la comarca, arranca de una zona rasa, de roca granítica, a 2.500 m. de elevación, donde la cubierta arbórea o vegetación de otra naturaleza es escasa o nula y la acumulación de nieve alcanza, en invierno, hasta doce metros de espesor. Las oblicuidades superiores al 100 por ciento son corrientes. Las obras de ingeniería efectuadas en este torrente tienen por objeto: primero, evitar que la nieve se ponga en movimiento; segundo, contener los aludes cuando empiezan a deslizarse; tercero, romper la masa móvil, disgregándola. Con el primer fin se han construído banquetas, mallas metálicas o cadenas, postes de madera y de hierro, y recientemente los llamados «puentes de nieve» Estos se conocen en Suiza por nombre de râteliers (rastrillos) y están hechos de madera (Figura 1) y hormigón armado (véase Figuras 2 y 3).

FIGURA 1. Puente de madera para nieve.

FIGURA 2. - Vista lateral del puente de hormigón para nieve.

FIGURA 3. - El puente de hormigón visto por arriba.

Para detener los aludes al ponerse en movimiento, se emplean grandes diques de mampostería, llamados «diques huecos» o paranieves. Tienen una amplia abertura en su parte inferior para impedir que al escurrir las aguas de arriba, rellenen con derrubios sólidos el espacio de choque. Se sitúan estratégicamente en puntos de las vertientes donde el recuesto natural absorba el golpe directo de los aludes y disminuya la fuerza con que topan después contra el dique.

Las estructuras más modernas se construyen de manera que rompan y dispersen la masa en porciones menores cuyo avance pueden interceptar los árboles plantados abajo en la cuesta inferior. Unas veces consisten en diques huecos coronados por una fila de arcos al través de los cuales pasa disgregándose el alud; y otras, en pilares de mampostería enlazados con troncos de madera a guisa de puente. Estas estructuras (Figura 4) para retener los aludes en su movimiento inicial son una novedad no ensayada en ninguna otra construcción de esta índole. Surgió la idea al observarse que, en su descenso por la montaña, un alud había quedado detenido por dos enormes troncos de pino atravesados en una garganta en que se deslizaba. Los troncos se utilizaron en un principio solo experimentalmente porque se creía que al chocar contra ellos la nieve y las rocas, no tardarían en quebrarse y sería necesaria su constante renovación. Sin embargo, han dado resultados satisfactorios hasta ahora, y esta clase de construcción es mucho menos costosa que las hechas en su totalidad de mampostería u hormigón.

FIGURA 4. - Estructuras levantadas en las laderas frente a la vía férrea de Canfranc.

Desde que se emprendieron tales obras en la zona, ningún alud ha llegado a las instalaciones ferroviarias.

En otra comarca visitada existe un albergue para comodidad de los turistas, bajo el peligro permanente en invierno de que los aludes lo arrollen. Al presente su utilidad está restringida a los meses del verano, pero se piensa transformarlo en centro de deportes invernales, y son considerables las obras en proyecto para proteger sus dependencias. Lo que impresiona de todo este plan es la enormidad de los estudios preliminares de ingeniería que han sido necesarios en su preparación. Se trazaron mapas escrupulosamente detallados con los contornos, puntos de mayor riesgo, tipos de construcción que al parecer mejor se adaptan a determinadas condiciones, su ubicación, disponibilidad de materiales y gastos de edificación. Antes de empezar cualquiera obra quedaron terminados los planos de toda la cuenca donde existe probabilidad de que arranquen los aludes.

Otro gran problema para el forestal es el de la defensa contra los torrentes pero como en el caso de los aludes, el valor de lo que se proteja contra este otro peligro tiene que ser muy elevado para justificar los enormes gastos del trabajo.

En las montañas próximas a la ciudad de Biescas se efectúan extensas obras de contención de los torrentes. Se trata de una vertiente en que el desagüe natural está arrastrando laderas íntegras convertidas en barro y da lugar al asentamiento de descomunales masas de cieno y roca en los arroyos, cuesta abajo. La justificación de la empresa se halla en que quiere evitarse la excesiva sedimentación aluvial en las captaciones para aprovechamientos hidroeléctricos de las aguas río abajo, y proteger la única vía de acceso al gran valle principal. La cabecera de esta cuenca está formada por suelos graníticos sueltos y laderas escarpadas muy degradables. La hoya hidrográfica sobre el nivel de las obras principales ocupa una extensión de 12.000 hectáreas.

En la cuenca colectara hay tres aldeas, con un total de treinta familias, cada una de las cuales posee unas 20 hectáreas de tierras cultivadas. En las épocas en que desaparece la nieve pastan allí aproximadamente 1.000 cabezas de ganado ovino y 100 de vacuno. Durante el invierno, trashuman las ovejas a terrenos bajos, pero el ganado vacuno se alimenta de heno en las aldeas. Estas, según los planes de que se habla mas adelante, tendrán que ser compradas, como medida de protección. Mientras tanto, en la zona inmediata a los derrumbes se han levantado series de seis u ocho presas de mampostería que interceptan el torrente, unidas por grandes murallas de roca para impedir que la tierra que rueda por las empinadas laderas caiga sobre el cauce. Aun así, la erosión es tan acentuada que uno de estos diques quedó completamente tupido de limo y derrubios en el plazo de un ano. Cuando las presas pierden su función como tales, forman una serie de escalones por donde resbala el agua.

Todo el curso del torrente, desde estas estructuras hasta el valle, en un recorrido de 1,5 a 2 kilómetros, queda interrumpido por una serie de escalones y muros de mampostería que restan velocidad al agua y regulan de un modo absoluto sus movimientos, pero no se ha conseguido aún ponerlo bajo dominio completo. Se han hecho esfuerzos tremendos para establecer arbolados en las partes de erosión activa, utilizando -a tal fin las especies Populus, Salix y Pinus sylvestris.

En el lado opuesto del valle existe otro derrumbadero que se ha logrado corregir en buena parte mediante una serie de muros de roca atravesados y plantaciones de árboles en los espacios intermedios. El torrente está encauzado entre una serie de escalones de mampostería que lo llevan más allá de las feraces tierras bajas de labor regadas, y así se reduce considerablemente el peligro de inundación.

El cultivo de las tierras calificadas de laborables en las sierras ha empeorado también mucho la intensa acción erosiva. Ahora bien, con el propósito de ejercer un mejor dominio en las cuencas hidrográficas, el Patrimonio ha adoptado un plan de adquisición de tierras. En algunos casos, el Patrimonio Forestal del Estado español se lanza a la compra de aldeas enteras junto con las tierras que les pertenecen, trasladando a sus habitantes a las fincas de riego que está deslindando en los valles de los principales ríos. A nadie se obliga a que venda sus terrenos, y a menudo la tradición y los años de residencia de una familia disuaden a ésta de emigrar a otros lugares. El elemento persuasivo suele ser, en definitiva, el de los precios relativamente elevados que a veces se abonan por estas posesiones. El gobierno cree justificado tal procedimiento porque de ese modo los forestales tienen libertad para disponer de los puntos estratégicos en las vertientes a fin de llevar a cabo planes de mejora, en tanto que los lugareños obtienen recursos suficientes que les permiten empezar a explotar sus nuevos predios de regadío. La táctica del gobierno consiste en fomentar la producción agrícola implantando el riego en toda la extensión posible.

En una cuenca hidrográfica ha adquirido el gobierno siete aldeas y sus terrenos circundantes, que ya destinó a una intensa plantación arbórea y a realizar ensayos de pascicultura con especies adaptadas. Los obreros que hacen estos trabajos tienen autorización para vivir con sus familias en las aldeas y cultivar los campos de las afueras que se consideran susceptibles de labranza. Por cierto, uno de los Viveros Uniformes Mediterráneos que para el ensayo de plantas forrajeras creó el Grupo de Trabajo de la FAO sobre el Mejoramiento de Pastos y Forrajes Mediterráneos fué establecido aquí por los forestales españoles, quienes, además, arreglaron parcelas adecuadas a la producción de semilla de ciertas gramíneas y leguminosas útiles para el pastoreo y la rehabilitación de tierras forestales.

A causa de la copiosa sedimentación y de la índole torrencial del desagüe de las vertientes, las crecidas de los arroyos y ríos bajos son a menudo destructoras y presentan graves problemas. Para facilitar los trabajos de defensa, España dictó una ley que concede al Estado el dominio de todas las tierras ribereñas afectadas por las inundaciones, a menos que exista pleno derecho a reivindicarlas. Hasta en los casos en que cabe reconocer la propiedad ajena, el Estado ejerce prerrogativas de plantar árboles en las márgenes de los ríos, aunque el propietario está facultado para percibir el 40 por ciento del usufructo de las plantaciones. Parece que los ingenieros de montes pueden esgrimir esa ley al objeto de plantar más árboles a la vera de las corrientes y regular mejor los cursos de aguas. Además, también se permite construir muros bajos de mampostería u obstáculos de otra clase, desde la orilla hacia afuera de un curso de agua para desviarlo de las carreteras u otras obras públicas que corrieren peligro.

En general, los forestales españoles tienen excelente idea de los problemas que se presentan en los terrenos de las cabeceras hidrográficas del país y trabajan con tesón para resolverlos.

Todos saben perfectamente que una buena cubierta de árboles y cualquier otra vegetación son esenciales en la lucha contra la erosión del suelo y el excesivo escurrimiento de la nieve fundida y del agua de lluvia. Por esta razón, en España se están plantando nuevos montes con mucha mayor celeridad que en ningún otro país europeo. Los ingenieros de montes españoles se disponen a plantar pastos en los terrenos donde han desaparecido; se proponen sustraer al cultivo los terrenos impropios para la labranza, y tienen en proyecto un plan de mejoramiento de los pastizales forestales mediante la limitación del pastoreo y otras buenas prácticas administrativas. Reconocen que la ordenación de las cuencas exige la racionalización de la agricultura y del aprovechamiento de los pastos al igual que la aplicación de los conocimientos de silvicultura e ingeniería.

(Articulo traducido de un texto original inglés).

FIGURA 5. - Presas de mampostería para defensa contra los torrentes en las inmediaciones de Biescas. En primer plano se observan las plantaciones de chopos.


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