Al intensificarse las presiones sobre las pesquerías fluviales en las zonas tropicales y subtropicales, son varios los autores que han sugerido últimamente que una mayor participación de los conocimientos e instituciones de las comunidades pesqueras locales pudiera dar lugar a una ordenación más eficaz. La FAO, a través de sus funcionarios y consultores, ha desempeñado un gran papel en propugnar este punto de vista desde 1980.
Al analizar la ordenación de las pesquerías de lagunas y de esteros costeros en la publicación FAO: Documentos Técnicos de Pesca No 218 (1982), Kapetsky sugiere que una alternativa a la regulación de las pesquerías mediante la intervención del Gobierno central es la posibilidad de revitalizar o reforzar las prácticas tradicionales de ordenación pesquera. Estas prácticas han evolucionado a lo largo de los siglos para conservar los recursos pesqueros, al mismo tiempo que ofrecen una distribución equitativa de ellos entre las comunidades pesqueras (págs. 9–10). Una vez que se han comprendido bien dichas prácticas de ordenación, “se podrían tomar medidas por parte del Gobierno central para legalizar oficialmente las instituciones reguladoras tradicionales y reforzar la autoridad reguladora tradicional” (págs. 10 y 11). No sea que este enfoque se considere accidental, Kapetsky (biólogo pesquero por formación) llega a la conclusión en su resumen de que “la ordenación de las pesquerías que existen en lagunas y esteros de muchos países en desarrollo depende tanto, o más, de la comprensión de las ramificaciones socioeconómicas de las pesquerías, como del conocimiento biológico de los recursos y características de captura de las pesquerías” (pág. 42).
Otro defensor dentro de la FAO de que se utilicen los conocimientos y estrategias de ordenación tradicionales ha sido Christy. En el Documento Técnico de Pesca No 227 (1983) señala que durante siglos han existido los derechos de uso territorial en las pesquerías (DUTP) tanto por lo que respecta a las pesquerías marinas como a las continentales. Refiriéndose en especial a las primeras, escribe que “a medida que se profundiza en el estudio de la cultura y organización de las comunidades pesqueras, hay indicios de que algunas formas de DUTP son más comunes de lo que se creía en un principio… Estas clases de “tenencia del mar” están llamando cada vez más la atención por diversos motivos - dos de los cuales son especialmente importantes con respecto a la reglamentación de la pesca”. En primer lugar, como medio para limitar el acceso a los recursos pesqueros “tienen un considerable interés con respecto a los objetivos de eficiencia… La segunda razón es que los DUTP localizados parece ser que dan oportunidad para mejorar (o mantener) el bienestar de las comunidades pesqueras en pequeña escala en los países en desarrollo” (pág. 1).
El autor del Documento Técnico de Pesca que siguió al de Christy, Panayotou (1983), hace general un criterio análogo cuando afirma que “la reanimación y el rejuvenecimiento de los sistemas tradicionales, en el concepto de las nuevas realidades con una participación limitada pero determinante del Gobierno, es una de las opciones políticas más prometedoras para mejorar y reglamentar las pesquerías artesanales” (pág. 55).
Como en los casos citados por Kapetsky, Christy y Panayotou, la mayoría de los ejemplos de estrategias tradicionales y ordenación conocidos hasta la fecha se refieren a pesquerías marinas y a pesquerías en lagunas y esteros. Para comprobar que vale lo mismo para las pesquerías fluviales, la FAO pidió al Instituto de Antropología del Desarrollo que llevase a cabo la encuesta en la que se basa el presente informe. En el mandato correspondiente se señalaban esquemáticamente tres objetivos: primero, examinar los sistemas tradicionales de ordenación pesquera en lagos, ríos y zonas anegadas de los trópicos; el segundo, analizar los criterios empleados por las autoridades de pesca y/o tribus dedicadas a la pesca para ordenar sus pesquerías y distribuir sus recursos pesqueros; y tercero, evaluar la eficacia de los criterios y los sistemas de ordenación empleados para obtener los máximos beneficios sociales conjuntos que derivan de ese sector de la economía.
El interés demostrado por la FAO para aprovechar los conocimientos y prácticas tradicionales en materia de ordenación de los recursos pesqueros coincide con los recientes avances realizados en ordenación forestal y de la vida silvestre, donde los expertos exploran también la forma de que las comunidades locales intervengan de modo más notable en la rehabilitación de los recursos naturales de su medio ambiente y saquen mayores beneficios económicos. Aunque tradicionalmente el personal forestal se ha interesado sobre todo por la silvicultura comercial, a mediados de los años setenta comenzó a prestarse una atención cada vez mayor a la silvicultura social, que cobró impulso en 1978 cuando el XVIII Congreso Forestal Mundial subrayó como lema el de la silvicultura al servicio de la población. Aunque los administradores de la vida silvestre han sido los más lentos en incorporar a las comunidades locales en sus estrategias de ordenación, actualmente está en marcha en Zimbabwe un esfuerzo vanguardista en que un objetivo importante del plan regional de Sebungwe es dar a las comunidades en torno a los parques nacionales un incentivo económico para conservar los recursos silvestres. Los hombres de ciencia están demostrando también más interés por las consecuencias que en la ordenación tienen los conocimientos e instituciones usuales; a este respecto últimamente Klee ha publicado un volumen (1980) sobre Sistemas Mundiales de Ordenación Tradicional de Recursos, mientras Morauta, Pernetta y Heaney se han centrado en una región específica del mundo en su obra Conservación Tradicional en Papua Nueva Guinea: Sus consecuencias hoy (1982).
Esta tendencia hacia una mayor utilización de la competencia y capacidad institucional locales revisten inmensa importancia y merecen estímulo. Aunque se dispone de menos información respecto de la ordenación de los recursos naturales, los estudios recientes que tratan del desarrollo agrícola demuestran que la participación local, especialmente a través de organizaciones potentes de acción participatoria, se corresponde con una mayor productividad y éxito de los proyectos (Development Alternatives, Inc., 1975; van Heck, 1979; Esman y Uphoff, sin fecha; y Uphoff, 1985).