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Cómo pueden contribuir los bosques y las industrias forestales a reducir el exceso de anhídrido carbónico en la atmósfera

B. Kyrklund

Börje Kyrklund es Jefe de la Subdirección de Industrias de la Madera de la Dirección de Productos Forestales de la FAO.

La gran prensa alude con frecuencia a los bosques tropicales como «pulmón del mundo». Parece, así implicar que dichos bosques absorben más anhídrido carbónico (CO2) durante el día, en el proceso de la fotosíntesis, del que emiten por la noche, respirando. Eso es cierto en el caso de árboles sanos, en crecimiento, pero no necesariamente para todo un bosque. Los bosques que tienen crecimiento neto son capaces de una absorción neta di: CO2, mientras que los bosques maduros, que crecen poco, retienen el carbono ya fijado, pero son incapaces de absorber más CO2. Los bosques que experimentan una pérdida neta de biomasa, por la mortalidad debida al estado decadente de sus árboles, a la enfermedad o al fuego, son emisores netos de CO2.

Una selva tropical húmeda experimenta crecimiento neto durante sus primeros cien años. Después, por lo que hace al CO2, permanece en equilibrio: emite por la noche tanto cuanto absorbe de día. Si no se interviene en una selva madura de este tipo, la decadencia de la masa forestal será probablemente causa de que sea emisora neta de CO2.

Es costumbre describir el crecimiento de un bosque por su rendimiento anual durante un cierto período de tiempo. En muchos casos esto ha conducido a la errónea creencia de que los árboles crecen a velocidad constante. Esto está muy lejos de ser verdad, como se observará en el esquema de la figura, que representa el crecimiento anual de biomasa en función de la edad. Dado que la velocidad de absorción del CO2 es directamente proporcional al crecimiento, se deduce que «preservar» los bosques naturales es una manera poco eficaz de fijar CO2. En cambio, una ordenación forestal basada en cosechar en el mejor momento, convertir la madera con un mínimo de desperdicio en productos duraderos y regenerar debidamente, permite fijar el máximo posible de CO2.

Por supuesto, la medida en que sea posible aplicar esta estrategia de aprovechamiento tiene límites; evidentemente la utilización industrial de todos los bosques naturales no es factible desde el punto de vista de la conservación del ecosistema, de la estabilidad del ambiente, de su aptitud como hábitat para el hombre, de ordenación de la biodiversidad, así como de consideraciones comerciales.

Típica relación del índice de crecimiento/fijación de bióxido de carbono de un árbol, como función de su edad

Plantación intensiva de árboles

Mucho se ha hablado de la plantación intensiva y extensiva de árboles para la reducción del CO2 atmosférico. Según cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 1987) el incremento anual neto de CO2 en la atmósfera es de unos 3000 millones de toneladas de equivalente en carbón (GtCe). Si un m3 de crecimiento de la biomasa forestal (tronco, raíces, ramas, etc.) absorbe 0,26 tCe (Brown et al., 1986), para compensar el aumento del contenido de CO2 en la atmósfera, se necesitarían 465 millones de hectáreas de bosque nuevo en zonas en que el crecimiento medio sea de 15 m3/ha/ año. Sin embargo, es muy dudoso que esto sea posible en la práctica. En gran parte del mundo desarrollado la velocidad media de crecimiento es muy inferior. Por ejemplo, en los países escandinavos y en el Canadá el crecimiento medio es del orden de 5 m3/ha/año. En los países en desarrollo el crecimiento medio podría ser mucho más elevado (tal vez no menos de 35 m3/ha/año) siempre que se usaran materiales selectos y bien adaptados, con ordenación intensiva mediante rotación. La dificultad consiste en disponer de semejante extensión, dada la escasez de tierra cultivable (Sedjo, 1989), así como de la infraestructura y el personal correspondiente. También el costo sería prohibitivo, sobre todo si esas repoblaciones hubieran de ser consideradas como parte del mecanismo global de absorción de CO2 más bien que beneficio directo para los países involucrados. Finalmente, la misma limitación que tienen los bosques naturales es válida para los artificiales: a menos que se ordenen y se cosechen al llegar a la madurez, agotan su capacidad para seguir absorbiendo CO2 atmosférico.

Las plantaciones industriales en los trópicos son un sumidero eficaz de bióxido de carbono

Uso más intensivo de plantaciones industriales

En cambio, pudiera tener grandes posibilidades (Reino Unido, 1989; Thompson y Matthews, 1989) la absorción de CO2 explotando sostenidamente bosques bien ordenados e incrementando el uso de madera de bosques naturales y, sobre todo, de plantaciones de crecimiento rápido. Según cifras tomadas de las estadísticas disponibles (FAO, 1988) en 1986 se consumieron 1087 millones de m3 de madera rolliza industrial, equivalentes a 815 millones de toneladas de madera perfectamente seca que, a su vez, corresponden a 0,4 GtCe. De ese total, el equivalente de 85 millones de toneladas de madera perfectamente seca (0,04 GtCe) se quemaron en las calderas de la industria de pasta y papel. Alrededor de 0,24 GtCe fueron residuos industriales, de los cuales 0,05 GtCe se reutilizaron para pasta y otros 0,05 GtCe, se dejaron pudrir lentamente como aserrín; el resto se quemó como leña. Por lo menos 0,17 GtCe se convirtieron en productos industriales. Es decir que, por lo menos 0,27 GtCe o sea, más de dos tercios de la cantidad total de madera industrial consumida en 1986, se transformaron en productos que no se reincorporaron inmediatamente al ciclo del carbón. Eso equivale a casi el 10 por ciento de la cantidad en que, según se calcula, aumenta anualmente el contenido en CO2 de la atmósfera.

Está claro, por consiguiente, que la manera más eficaz de aprovechar bosques para fijar CO2 es fomentar la producción industrial de artículos de madera obtenido de manera sostenida de bosques naturales debidamente ordenados y, sobre todo, de plantaciones. Aumentando el uso de madera originaria de plantaciones de rápido crecimiento - como madera de construcción, de ventanas, muebles y hasta para papelsería posible incrementar el consumo industrial de madera rolliza en el curso de los próximos 10 ó 15 años en no menos del 50 por ciento. I

Las plantaciones industriales en los trópicos pueden ya, hoy día, dar un elevado rendimiento de madera en gran escala. De esas plantaciones, taladas cada ocho años, se podrían obtener hasta 3500 m3/ha de madera en un período de 100 años. Eso equivale a siete voces la cantidad de CO2 que fijaría una superficie análoga de bosque natural en un período análogo. La cantidad de CO2 que fija una de estas plantaciones es, pues, infinitamente mayor que la de un bosque natural intacto durante todo ese tiempo.

En la fabricación de pasta para papel, el diámetro del tronco no tiene la menor importancia desde el punto de vista técnico. En realidad, ya se ha obtenido madera para pasta en plantaciones de latifoliadas con rotación de cinco a ocho años, y de pino en rotaciones de 12 a 16 años. Además ya se sabe cómo aprovechar troncos de menor diámetro para madera aserrada y para la fabricación de chapas. Por consiguiente, desde el punto de vista del aprovechamiento, existe la posibilidad de reducir el ciclo de las cosechas a 5 - 15 años para las latifoliadas y a 12-20 años para las coníferas, en los trópicos, de acuerdo con el producto final y las condiciones locales. Dando por supuesto un rendimiento para las latifoliadas de 35 m3/ha/ año, eso permitiría fijar alrededor de 9 tCe de CO2 por hectárea, por año.

En vista de todo lo anterior, tal vez los gobiernos y los grupos de presión debieran pensar en la posibilidad de cambiar la política de aprovechamiento industrial de la madera, especialmente de la madera de los trópicos. En realidad, hay sólidos argumentos en que basar la petición de abundantes recursos financieros para la creación de industrias forestales, sobre todo en los trópicos. Indudablemente, los países del mundo en desarrollo considerarían muy bienvenidas esas inversiones.

Bibliografía

Brown, S. et al. 1986. Biomass of tropical tree plantations and its implications on the global carbon budget. Can. J. For. Res., 16: 390-94.

FAO. 1988. Anuario de productos forestales 1986. Roma.

PNUMA. 1987. El efecto invernadero. Biblioteca del ambiente PNUMA/GEMS N° 1. Nairobi.

Reino Unido. 1989. Nota del Reino Unido sobre silvicultura tropical y cambios del clima. En Actas del Cuadro Intergubernamental sobre Cambios del Clima: Grupo de Trabajo III. Ordenación de los recursos y agricultura, silvicultura y otras actividades humanas (inédito).

Sedjo. J.R. 1989. Forests to offset the greenhouse effect. J. of For., julio de 1989, 1215.

Thompson, D.A. y Matthews, R.W. 1989. The storage of carbon in trees and timber. Research Information Note 160. Wrecclesham, Reino Unido, Forestry Commission Research Division.


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